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El domingo pasado volvió a ganar las elecciones el turbio Erdoğan. Como Stalin, nació en el hermoso país de Georgia, y como el “charcutero de Gori” , en el seno de una familia judía. Otro más. Según la oposición, las elecciones fueron un pucherazo donde se les robó su triunfo más que merecido.
Según la oficialidad, Recep Tayyip Erdogan gano con un 52% en los comicios, mientras que el opositor, el liberal pro occidental heredero de Ataturk, Kemal Kiliçdaroglu, obtuvo un 48%.
No es que uno sea el bueno y el otro el malo, ya que Kemal Kiliçdaroglu representa los valores occidentales y tal como están, es como representar el caos y la perversión en sí mismas.
Sin embargo, Erdoğan y sus políticas se han radicalizado como el guion se lo ha exigido. Si hace 10 años Turquía era uno de los mejores lugares donde mudarse para vivir, hoy en día, los estambulitas de cierto poder adquisitivo, ya hacen sus petates para emigrar lejos.
La lira turca está en caída libre y lo que hoy son 23 por euro, en poco tiempo llegara a 35. Los turcos espabilados y con posibles, lo han adivinado y están actuando en consonancia.
Y es que hay dos Turquías: la moderna y pro occidental que está en Constantinopla y los centros vacacionales – y ricos – del este, y la otra que es el resto del país que no hablan ni turco casi.
Incluso en la misma capital económica, Estambul, existe una zona que pertenece a Europa y otra que no. Cruzando el puente Gálata, te encuentras con los ricos barrios como el de «Beşiktaş» donde hoteles de lujo y restaurantes exclusivos conviven con los más pudientes de esta gran y milenaria urbe.
Yo he viajado muchas veces a este país. Una de ellas en moto desde España y otras tantas para visitar a mi hermosa novia “Sima” que era una modelo exótica y voluptuosa. Me solían confundir con turco y me hablaban en ese difícil idioma, y cuando decía que no entendía, se enfadaban porque creían que era un turco acomplejado que pretendía dárselas de europeo.
Una noche llevé a mi reina al mejor club de la ciudad, cuyo nombre era, precisamente, “Reina”. Llegue a la puerta y me encontré con seis fornidos «Mustafás» que me miraban muy mal y no pensaban dejarme entrar. Tras breves instantes apareció la reina de las portadas con un vestido plateado que dejaba ver una pierna escultural y me cogió del brazo. La cara de los gorilas se permutó y se les dibujó una sonrisa cariñosa que me dejo desubicado. La explicación la descubrí más tarde en el interior.
En aquel sucedáneo de Pacha otomano, donde se reunían los “Pashas” autóctonos, yo era el único que llevaba bigote y que tenía cara de turco. El resto, estaba perfectamente afeitado y con alineada apariencia de pijo de “Pedralbes”, de “Velázquez” o de “Sotogrande”.
Tan solo me dejaron pasar por ir con quien iba, si no, ni de broma me dejan entrar en aquel exclusivo club hoy ya cerrado tras un tiroteo hace 4 años.
Pero Europa, ahora y gracias al caudillo Erdoğan, se lo pone complicado y ya no son aceptados como antes. Los bien situados y occidentalizados turcos, tienen que buscar otros destinos donde intentar mantenerse al margen de lo que llega al país transcontinental.
Y es que ha habido una inmigración masiva a lo que antes era la sede del imperio Otomano y se ha llenado de sirios, afganos y otros alógenos poco dados a aceptar ciertos comportamientos “occidentales”.
La previamente liberal Turquía, conjugaba ortodoxos musulmanes con mujeres liberadas y discotecas lujosas con suma facilidad y sin problemas, pero ahora ya no.
Si con anterioridad era refugio de artistas de todo el mundo, hoy lo es de otra cosa, aunque también internacional pero no tan artístico.
Las mujeres ya se sienten intimidadas si van vestidas con ropa exuberante y sexy, pues el país se está volviendo cada vez más radical y ortodoxamente musulmán. Cada día hay más mujeres tapadas (con burcas, niqabs, chadors y similares) y el mismo Erdoğan es el artífice de que esto ocurra.
La polarización es cada vez más obvia y está ocurriendo en muchos países. En Turquía se ha elegido la identidad islámica como cetro regulador, como Putin utiliza el comunismo y la antítesis “nazi” para criminalizar a Ucrania y legitimar su invasión, el turco, utiliza la religión musulmana.
Y es que el presidente turco desde el 2014, ha llegado incluso a estar en la cárcel por su ortodoxia islámica cuando recito aquel poco sutil poema que decía que “los creyentes eran soldados”…
Suponemos que la purga del 2016, donde apreso y despidió a casi 130,000 funcionarios opositores que intentaron cambiar el régimen, fue por algún motivo.
Se dice que estudio administración y dirección de empresas (universidad de Marmara), mientras la verdad es que no fue casi ni al colegio, ya que a los 13 años eran uno de esos niños vendedores de entre el caótico tráfico de Estambul.
Mérito tiene y desde luego tonto no es. Los turcos afirman que ha extraído – evadido – grandes cantidades de dinero y lo ha colocado en EEUU, pero no en bancos, sino en negocios y tampoco a su nombre. Se barajan cifras como de 2.800 millones y la gente se exaspera cuando luego dice el gobierno que no tiene dinero para afrontar el desastre que el HAARP genero poco tiempo atrás. Lo llamaron terremoto y hubo 25 réplicas en la frontera con Siria, en la región de Gaziantep (año 2023, febrero).
Es sorprendente que el nombre de “Gaziantep” provenga de “Ghazi” (combatiente en la guerra santa) y “antep” que se utiliza en turco para referirse a personas heroicas y valientes.
¿Alguien estaba enviando algún mensaje en código?
La misma oposición que denuncia el robo de las elecciones, -cosa muy común en muchos países por lo que parece-, afirma que el valor de la lira turca está en caída libre. Si ahora cuesta 23 por un Euro, dentro de muy poco se pondrá a 35.
También me informan que el hombre de gran estatura, no va a durar mucho en el mundo de los vivos, ya que tiene un «pie en el estribo».
A Erdoğan le quedan dos telediarios, según me ha contado una amiga. Además de otras enfermedades, se somete a diálisis muy a menudo. Parece que tiene una clínica subterránea debajo de su casa y le cambian la sangre casi todos los días.
El mandatario tiene que cumplir su promesa y hacer dos cosas: conseguir radicalizar el país enfrentándolo con occidente y unirse a Rusia para la próxima confrontación donde los rusos y los musulmanes – la república islámica de Irán, incluida – se congregaran en el mismo bando.
En frente tendrán a la Von Der “Brujen”, a toda la cohorte de bujarrones pro LGBT+ europeos, y como capitán general, al yayo que se ha vuelto a caer de nuevo, al patoso Biden que se parece cada día más a “Mister Magoo”.
Turquía es otro ingrediente de un turbio puchero color guerra que sigue cociéndose y ya hace “chup chup”…
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