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Todavía poco versado sobre la Ley de Bienestar Animal impulsada totalitariamente por la minoría comunista, la caterva podemita que el cum fraude coló en el gobierno maletas del Delcygate y sus oscuros secretos mediante, adopté a un alter ego con forma de rata, dotada del mismo espíritu elemental que la bolivariana exhibe con maneras tan confiadas como agresivas. Y esa ha sido la causa de que con manifiesta tristeza comunique su muerte; la de la rata no la de la otra que colea. Accidentalmente se ha aplastado contra la pared y sus escrutadores ojos claros han quedado inanes, sin ese fondo vacío y superficial, grotesco, que otorgaba una mirada puramente animal. Aunque de incisivos afilados, siendo un calco a la racional, mi rata Belarra sucumbió por el manotazo defensivo al que me obligó cuando traicioneramente pretendió morderme. Se da la circunstancia de que mi rata de cloaca adoptada junto a la otra, Irena, lejos de ser agradecida por cebarla a diario, no se adaptó a las condiciones hogareñas.
Un accidente que me ha sumido en una amargura difícil de superar pero que es menos gravoso cuando veo en la televisión a quien inspiró mi infructuoso deber para con el bienestar animal ignorando, lo confieso, si he cometido algún grave delito al adoptar ratas de alcantarilla, no ponerles chips y exponerme a cuantiosas multas por no tener carné de crianza.
El nido de ratas para mis adoptadas Belarra e Irena estaba adornado al gusto del Grupo de Puebla, muchas hoces y martillos, para no olvidar a la grandísima cloaca socialcomunista que la alcantarilla monclovita acoge en el agujero reconvertido del Congreso, allí donde lo podemita y lo sanchista corroen la democracia al estilo Celis, Batet o de esa Elizo que censuró a una diputada de VOX cuando ponía en evidencia el pufo electoral de sus grandes amigos bilduetarras.
Lo cierto es que mi rata Belarra la ha palmado notoriamente y estaba embarazada. En la pared quedó uno de los incisivos clavados siendo muestra de la rabia con que lanzaba su ataque, sobre todo porque allí quedó contra un azulejo de la cocina. Confieso que me atenaza la duda de si puedo enterarrarla en mi jardín o debo comunicar a la veterinaria el deceso y dejarla allí para que me cobren la incineración. No hallo consuelo, pero tampoco me aclaran cómo debo tratar los restos mortales ni si tendré que declarar en comisaría sobre el luctuoso acontecimiento. Bastante es mi pesar como para que encima tergiversen la declaración y me acusen, poco más o menos, de asesinato.
Además me preocupa mi otra rata Irena quien debe de estar feliz como una perdiz cuando le he hecho una pequeña caseta con un cartel que pone marquesa. Desgraciadamente, la noto bastante desquiciada. Espero no tener que defenderme, en cuyo caso tendré que planificar subrepticiamente un ceremonial inesperado de enterramiento clandestino.
Como consuelo, porque hasta a las alimañas se les da cariño, aunque prefiero los loros, me queda ver en las pantallas a la que viste camiseta con la cara del hermano de Isabel Díaz Ayuso y perpetra un delito de calumnia con publicidad y otro de acoso, en tanto suelta sandeces totalitarias de cómo ilegalizar a Desokupa por instigar al odio y perseguir al colectivo «vulnerable» okupa. Un consuelo tonto, lo sé, pero nunca se pierde la esperanza de que alguna institución penitenciaria la adopte como yo adopté a mi rata Belarra…que en paz descanse aunque maligna era un rato.
Autor
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Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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