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Continuamos con el libro Queipo de Llano: gloria e infortunio de un general, de Ana Quevedo & Queipo de Llano, nieta suya.  Los episodios anteriores están aquí.

 

CAPÍTULO IX. El movimiento reivindicativo de Cuatro Vientos

 

Empieza aquí la etapa “republicana” de Queipo, de la que no se suele hablar. Antes que nada hay que advertir que el título del capítulo es engañoso, lo de Cuatro Vientos fue algo más que un “movimiento reivindicativo”, como veremos. En todo caso, Queipo participó en varios conatos de intento republicanos. Lo explica él mismo, justificándose, claro está:

EN 1931, desde París, en un artículo publicado en La Libertad, bajo el título «Los sucesos de diciembre», el general Queipo de Llano explica de la siguiente manera las razones que motivaron su postura y su unión al movimiento antimonárquico:

… fui siempre, ante todo y sobre todo, militar y, por lo tanto, ajeno a toda bandería política, de acuerdo con preceptos básicos de la profesión, por creer que el Ejército no debe ser otra cosa que instrumento del pueblo, que le paga para que sea salvaguardia de las leyes que se dé en su soberanía, y por tener el convencimiento arraigado de que los males más profundos que España ha sufrido, sobre todo en los últimos cien años, procedieron del abusivo empleo que los monarcas hicieron de sus atribuciones al encargar de la gobernación del Estado —en momentos que consideraban difíciles— a generales carentes de toda preparación para tan importantes menesteres, pero que, por el ascendiente que gozaban en el Ejército, les garantizaban la adhesión de éste.

 

En realidad, los espadones liberales tomaron la iniciativa. Lo de las “indicaciones reales” es una excusa muy mala. ¿De quién? ¿De Isabel II que no se enteraba de nada o de su madre a la que solo le interesaban los duros de plata pesetas y la entrepiera del Muñoz?

Pero apartado del Ejército por incalificable atropello del general a quien se encargó del poder para que lo convirtiera en absolutista, y convencido de que aquella injusticia de que fui víctima no sería reparada —a pesar de que la opinión del Ejército la condenaba con rara unanimidad— me consideré libre de las trabas que la profesión me imponía…

Por eso debí tomar parte en el movimiento dirigido por el Sr. Sánchez Guerra en enero de 1929, con cuyo objeto fui a Murcia, porque desde allí se había pedido que fuese a tomar el mando. Y si mi actuación no tuvo efecto ninguno, fue debido a que a mi llegada se sintieron enfermos o se escondieron los que habían empeñado su palabra, sin que pudieran ser habidos.

Volví a tomar parte en el movimiento preparado, también para enero de 1930, en varias regiones del Norte y de Levante, así como en gran parte de Andalucía, donde el general Goded era a la sazón gobernador militar de Cádiz.

La actuación del general Berenguer fue fatal para la Monarquía. Porque al ver que nada se modificaba, que a la reparación de las injusticias y a la vuelta a la normalidad constitucional, que prometiera al formar gobierno, aplicaba la política de aplazamientos,

Por esa misma idea, mientras los movimientos de enero de los años 1929 y 1930 eran contra la Dictadura de Primo de Rivera exclusivamente, el de diciembre del último año era en favor de la República.

 

Tales fueron los motivos de la sublevación de Cuatro Vientos…

Son las excusas típicas de los golpistas republicanos; bastante ramplonas. Queipo quiere desmentir algunas afirmaciones de Mola, al frente de la Dirección General de Seguridad durante los últimos meses del régimen monárquico:

… la afirmación de Mola que tanto perturbó su ánimo fue la siguiente:

 

  «Se me ha censurado mucho que, conociendo las actividades revolucionarias del general Queipo de Llano, no le tuviera sujeto a estrecha vigilancia. A eso he de contestar que dicho señor estuvo vigilado hasta poco antes del movimiento, en que una mañana, el presidente de Consejo, después de una entrevista con dicho general, me ordenó suprimiera la observación directa que sobre él ejercía, pues como ya no tenía motivos para dudar de su sinceridad, ya que le creía un perfecto caballero, daba por ciertas las manifestaciones que le había hecho de que las diferentes visitas a la casa del señor Alcalá-Zamora eran debidas a que éste estaba escribiendo un prólogo para una obra de que era autor».

 

A esta carta, replicó Queipo:

… tengo muy distinto concepto del que expresa respecto a la lealtad que el militar debe al régimen imperante. Considero muy peligroso el suyo, porque si el militar no ha de sentir los latidos del pueblo de que forma parte…

Pero si esta soberanía fuese atropellada; si el que siendo, por voluntad del pueblo, Jefe del Estado, faltase a los juramentos que libremente prestó para ser reconocido como tal, faltase a la lealtad debida a los que con él contrataron o pactaron…

… creo que, por ciegamente que se profese la disciplina, hay situaciones en las que tal deber ha de compaginarse con otros más elevados de amor a la Patria, a la que veíamos marchar al borde de la anarquía, en la que parecía iba a caer irremisiblemente.

 

Sobre su posterior aceptación de la “dictadura republicana”:

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Personas cultas que conocen esta manera de pensar mía sobre lo que debe ser el Ejército han llegado a preguntarme por qué no se ha opuesto éste a las transgresiones de la Constitución que han llevado a cabo los gobiernos de la República. Tales transgresiones, no son conscientes de que no existen, puesto que las disposiciones que la modifican temporalmente —como la Ley de Defensa de la República, por ejemplo—, han sido dictadas por el único poder que puede hacerlo: por las mismas Cortes Constituyentes que hicieron aquélla y que, por lo tanto, todos los ciudadanos estamos obligados a acatarlas.

No es ése el caso de la Dictadura que empezó por organizar un gobierno integrado por militares carentes de conocimientos y aptitudes indispensables para la gobernación del país, que —por si eso no fuese ya vergonzoso de por sí— se dedicó a perseguir a los intelectuales y a los políticos para no tener que verse enfrente de hombres más inteligentes y más cultos que el propio presidente

… que creó toda una serie de vergonzosos monopolios y de negocios inconfesables, en los que se repartían acciones liberadas a favor de los altos cargos; que adoptó el lema del gran Filipo de Macedonia: “Sublevar para medrar, corromper para mandar”, y después de sublevar a distintas guarniciones corrompió a toda clase de ciudadanos, dándoles sinecuras y cargos; que creó toda clase de nuevos destinos, haciendo altos empleados a personas que no sobresalían más que por su ambición.

Queipo no es justo, ni mucho menos, con la Dictadura. Tampoco parece seria su aceptación de la suspensión de derechos por la República.

En todo caso, caída esta, Queipo visita al nuevo jefe del gobierno, Berenguer, para que se vea su caso, que sigue empantanado:

Le prometió formalmente, actuando más como amigo que como hombre de Estado, que en cuanto quedase un poco más libre de las ocupaciones perentorias que llenaban todo su tiempo, se ocuparía de su asunto

Un día, avanzada la primavera, volvió a entrevistarse con Berenguer para conocer la marcha que seguían sus asuntos, y éste le dijo que al día siguiente resolvería ese tema: pero no sólo no ocurrió así, sino que desde aquella fecha pudo apreciar un cambio de actitud en el trato que mantenía con el jefe del gobierno. A los pocos días, Berenguer le comunicó que tenía que dejar la resolución de su problema a la decisión de las Cortes.

Se venía comentando la tirantez en las relaciones entre el jefe del gobierno y el rey. La camarilla de palacio atacaba al general Berenguer porque pretendía gobernar en liberal y empezó a propalarse que en breve sería sustituido por persona más grata a los deseos de aquélla.

  ¡Malos días para el general Berenguer! Su buen deseo se estrellaba contra el espíritu absolutista del rey, empujado por su camarilla, celosa de sus privilegios.

En lo que a mí concierne, algún tiempo después supe por persona del círculo íntimo del monarca que éste le había dicho a mi informante que mientras él fuese rey, no volvería yo a activo».

 

¿Estaría en este asunto personal la desafección de Queipo? Parece más que probable.

Queipo se pone al frente de los militares republicanos conspiradores:

Los militares, después del llamado Pacto de San Sebastián del 17 de agosto constituyeron un comité cuya presidencia ofrecieron a Queipo; contestó éste que estaba dispuesto a contribuir personalmente al derrumbamiento del régimen, siempre que se tratase de un movimiento que ofreciese garantías de seriedad. Como por las noticias recibidas consideró que podía conceder crédito al que le hablaba por ser persona de gran solvencia moral, aceptó en el acto. El alma del comité era el capitán Sandino, por sus relaciones con todos los elementos revolucionarios.

 «Sólo fui tres veces, formando el siguiente concepto del señor Alcalá-Zamora, que expresé en otro de mis artículos:

  “Un hombre caballeroso, inteligente, que había servido con lealtad a la Monarquía en los más elevados cargos, echó sobre sus hombros la tarea de encauzar el torrente de la revolución polarizando las voluntades de todos aquellos que estuviesen dispuestos a salvar a la Patria y consiguió aunar aquéllas hasta llegar a una coordinación de ideas entre elementos políticos dispares.”

Sin embargo, las demoras para la fijación de la fecha del levantamiento eran constantes. En ellas influían decisivamente los problemas económicos que impedían la adquisición de las armas necesarias. Para intentar solucionarlos, según le fue comentado a Queipo de Llano, se había recurrido al señor March. Optó éste por una postura de dilaciones: tan pronto ofrecía como negaba al día siguiente, hasta el punto que los conjurados llegaron al convencimiento de que esta actitud no tenía otra razón de ser que ir proporcionando noticias de primera mano al gobierno, por lo que se decidió prescindir de él.

… Otra de las causas de las demoras era el temor, que tanto afectaba a Alcalá-Zamora, de que una vez que las masas obreras fueran lanzadas a la revolución fuesen mucho más allá de lo que la República naciente se proponía. Se le dieron todas las garantías posibles de que todo estaba previsto y podría ser controlado,

Se decidió dar el golpe en la madrugada del día 26 de noviembre de 1930 pero la impulsividad de Ramón Franco, que por ningún concepto quería que el movimiento estallase estando él preso, hizo que se escapase de la prisión la noche anterior. De este modo, se imposibilitó la actuación en la fecha prevista, porque a las extraordinarias medidas que fueron adoptadas por la Dirección General de Seguridad para descubrir su paradero se unió el fantástico despliegue de fuerzas por todas las calles de la capital

… se fijó el momento de la sublevación para la madrugada del día 15 de diciembre, una vez unificadas opiniones y voluntades.

La esperpéntica asonada de Jaca:

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Comisionados militares salieron para todas las guarniciones de España para notificar el día y la hora en que había de empezar el movimiento reivindicativo, y delegados de la UGT y de la CNT salieron en todas direcciones para llevar a las masas obreras organizadas la orden para la declaración de la huelga general revolucionaria en igual fecha y hora.

El día 12 me encontraba en el café al que asistía asiduamente en las primeras horas de la noche, cuando llegaron rumores de que algo extraordinario había ocurrido en Jaca, a los que mi buen deseo no quería conceder importancia, porque no podía creer que Galán hubiera desatendido las razones que se le habían dado en su reciente viaje a Madrid y los requerimientos del Comité Civil y no hubiera aguardado a la fecha notificada a todos los comprometidos en el complot.

Galán, hombre de gran egolatría y afán de protagonismo, anticipó el movimiento en Jaca, no por temor a que el próximo licenciamiento de soldados lo imposibilitase, sino porque, conociendo la magnitud de los elementos comprometidos, supuso que se le secundaría en cuanto él se lanzase a la revuelta, con lo que se convertiría en el héroe de la revolución, tendría la preponderancia que ansiaba y podría poner en marcha los proyectos fantásticos que había forjado. No pensó en los efectos que iba a producir su actuación, que pronto se hicieron notar: cuando los conjurados trataron de reunirse para estudiar la situación y tomar acuerdos, no se encontraba a nadie.

La iniciativa de Galán había sido la principal causa del fracaso del movimiento revolucionario previsto.

Hizo además tambalear al levantamiento de Cuatro Vientos, igual de ridículo. Para la siguiente parte.

Autor

Colaboraciones de Carlos Andrés
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