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Su familia paterna tenía origen cubano, dejo también sus huellas por México y recaló en Jerez, de donde era su padre, un militar que recorrió buena parte de lo que, en otros tiempos, fuera el Imperio Español, antes de casarse en Madrid con Casilda en 1902.

Doña Casilda era donostiarra y murió demasiado pronto, seis años después de casarse, ya con seis hijos. Era hija de un riojano de Alfaro, coronel de Caballería, y de una española nacida en La Habana, ciudad en la que contrajeron matrimonio.

La prematura muerte de su madre dejo a José Antonio y a sus hermanos, al cuidado de una tía. Su padre estaba frecuentemente ausente debido a sus destinos. Aún así, tanto él, como su tío abuelo y su tío, ambos de nombre Fernando, éste último héroe de la guerra de Marruecos, le influyeron para ir adquiriendo una ética y unos modelos de comportamiento que marcarían su carácter.

A pesar de pertenecer a una familia de la alta burguesía, el empeño de su padre le llevó a centrarse en el estudio y el esfuerzo por labrarse su propio futuro. Estudió Derecho en Madrid, en cuya universidad  fue dirigente de la Asociación de Estudiantes de Derecho, de carácter liberal y opuesta a la Asociación de Estudiantes Católicos dirigida por Gil Robles.

Cuando, en 1923, su padre, siendo Capitán General de Cataluña, dio un golpe de Estado el estaba cumpliendo el servicio militar y, al acabar trabajó algún tiempo como abogado en la empresa de un tío suyo, pero muy pronto se colegió y abrió su propio bufete.

La caída de la dictadura dejó a su padre a los pies de los caballos y abandonado por el Rey y muchos de los que le animaron a dar aquel golpe, tuvo que exiliarse en París. Esta situación le llevó a defender la obra de su padre, para lo que entró en política, participando en la creación de la Unión Monárquica Nacional, de carácter conservador y autoritario y muy crítica con el gobierno del general Berenguer y sus intenciones de volver al régimen anterior a la dictadura, la inestable Restauración Borbónica.

Se significó en la reivindicación de la labor de su padre, aprovechando la defensa de Galo Ponte, ministro de la dictadura durante el proceso penal abierto contra los  que participaron en los gobiernos de la dictadura. A la vez colaboró con Acción Nacional, una plataforma política derechista, pero no logró entrar en el Congreso, tal y como era su deseo.

Sus actividades como abogado y como político le señalaban como un elemento opuesto a la II Republica y fue encarcelado un par de veces. La primera acusado de colaborar en una conspiración monárquica y la segunda por su participación en la Sanjurjada. En ambas ocasiones fue puesto en libertad por falta de pruebas.

Tras esos episodios se interesó por las ideas fascistas de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista de Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo. Al poco tiempo empezó a colaborar en publicaciones, frecuentemente secuestradas, de ese carácter político. En esa época mantuvo un duelo epistolar con Torcuato Luca de Tena, un liberal-conservador entonces director del periódico ABC, lo que le dio relevancia pública como importante representante del incipiente y minoritario fascismo genuinamente español.

Con ese nuevo núcleo de personas afines políticamente constituyó el Movimiento Español Sindicalista (MES) que, tras la integración en el de algunos seguidores de Ortega y Gasset integrados en el Frente Español, fue dirigido por José Antonio, Ruiz de Alda y García Valdecasas.

Durante la campaña electoral para las elecciones de 1933, en la que José Antonio, apoyado por los monárquicos, conseguiría un acta de diputado por la provincia de Cadiz, se celebró el famoso acto electoral en el Teatro de la Comedia de Madrid. La repercusión política de aquel acto acabó definiendo los objetivos del MES y ha sido considerado siempre como el acto de fundación de Falange Española (FE).

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La situación económica de esta nueva formación política le obligó a aceptar la ayuda económica de los monárquicos, a cambio de colaboración en el enfrentamiento contra la II República. Extraños compañeros de viaje para lo que vendría luego.

La expansión del fascismo por Europa, sobre todo en Italia y Alemania, junto a la sonora relevancia que iba adquiriendo Falange Española, fueron los detonantes de una espiral de violencia entre socialistas, comunistas y anarquistas de un lado y falangistas de otro. José Antonio no apoyó en principio el empleo de la violencia, a pesar de que fue objeto de tres atentados pero, tras el asesinato del joven falangista Matías Montero, cedió a las generalizadas presiones por responder con represalias a los atentados de los elementos izquierdistas violentos.

En 1934 FE pasó a denominarse Falange Española y de las JONS, tras la fusión con los jonsistas que, aunque reticentes a la fusión debido a su mayor radicalismo doctrinal, se vieron abocados a su aceptación, a consecuencia de su situación económica. La JONS aportó sus bases estudiantiles, su central sindical (CONS) y, sobre todo, su doctrina nacionalsindicalista de Ramiro Ledesma.

Desde ese momento el nacionalsindicalismo se convierte en la doctrina oficial de FE y de las JONS, organización liderada por un triunvirato formado por Ramiro Ledesma, Ruiz de Alda y José Antonio. Pero como en todas, o casi todas las formaciones políticas nunca llueve a gusto de todos.

José Antonio se fue acercancando al nacionalsindicalismo y poniendo en cuestión el apoyo prestado a los alfonsinos de Renovación Española en su lucha contra la republica. Cómo consecuencia éstos intentaron darle un golpe mediante el jefe de milicias de los falangista, pero la rápida reacción de José Antonio afianzó su liderazgo entre militantes y estudiantes del Sindicato Español Universitario (SEU).

También surgieron discrepancias en el seno del triunvirato, entre José Antonio y Ramiro Ledesma. Éste consideraba a aquel demasiado próximo a los monárquicos y poco afecto al ideal revolucionario del nacionalsindicalismo. La rivalidad que se dirimió en el primer Congreso Nacional de FE y de las JONS, celebrado el 4 de octubre del 34, en un ambiente enrarecido por el estallido revolucionario de la izquierda y el separatismo catalán. Del enfrentamiento salió vencedor José Antonio, que fue elegido jefe nacional.

Finalmente los jonsistas quedaron relegados por los joseantonianos y, tras algunas maniobras por ambas partes, el asunto se zanjó con la expulsión de Ledesma y los jonsistas que le apoyaban, conservando José Antonio la fidelidad de sus partidarios, de la CONS y de Onésimo Redondo dirigente vallisoletano de las JONS.

A las elecciones de 1936 FE se presentó en solitario, rechazando el acuerdo con el Frente Nacional, coalición de derechas liderada entre otros por Calvo Sotelo. Los resultados, como era de prever no les permitieron obtener escaño alguno y poco después el Frente Popular ganador de las elecciones ilegalizó a la Falange y apresó a su cúpula dirigente y buena parte de sus militantes. Posteriormente los tribunales revocaron la ilegalización motivada por desórdenes púbicos, pero el Frente Popular no dio marcha atrás.

José Antonio fue encarcelado en marzo, condenado a cinco meses por tenencia ilícita de armas. En junio fue trasladado a la cárcel de Alicante desde La Modelo de Madrid. Allí fue sometido a un nuevo proceso acusado de rebelión, un delito que difícilmente podía haber cometido por haber estado preso desde marzo de 1936. Aquel fue un juicio sobre lo que podía haber hecho José Antonio en el caso de estar en libertad, pero que de hecho no pudo hacer. El juicio a una hipótesis.

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El juicio se llevó a cabo entre los días 16 y 18 de noviembre de 1936 y la sentencia a muerte se ejecutó dos días después. Por entonces la mayor parte de los falangistas que estaban en la zona republicana estaban encarcelados o ya habían sido ejecutados de una u otra manera.


Entre ellos el hermano menor de José Antonio, Fernando, encarcelado por la ocupación de Unión Radio de Madrid para lanzar una proclama de apoyo a los militares sublevados, hechos por los que fue condenado a muerte, pero murió asesinado en una de las “sacas”de  que protagonizaron los milicianos frentepopulistas.

José Antonio, tras ser fusilado, fue enterrado en una fosa común, junto a otros cuatro condenados, pero curiosamente a él lo enterraron boca a bajo. Así fue encontrado cuando la diplomacia británica solicitó una prueba de su fallecimiento, a instancias del exprimer ministro Herbert Asquith, padre de Elizabeth Asquith, una mujer al parecer enamorada del jefe falangista, que intentó infructuosamente salvar su vida. Esa fue su primera exhumación, en la que el diplomático británico encargado de reconocer el cadaver preguntó por qué José Antonio estaba boca abajo, obteniendo como respuesta que “si resucitaba e intentaba salir se iría más hondo”.

Dos años después sus restos fueron nuevamente exhumados para ser trasladados al nicho 515 del cementerio de Nuestra Señora de los Remedios de Alicante.

Acabada la guerra, en 1939, el cadáver de José Antonio fue nuevamente exhumado para ser trasladado, a hombros de falangistas, hasta el monasterio de San Lorenzo del Escorial, enterrando lo a los pies del altar mayor de la basílica.

En 1959 se produjo una nueva exhumación y traslado de sus restos, otra vez a hombros de falangistas, esta vez al Valle de lo Caídos. Lugar donde han permanecido hasta que ayer que, para dar cumplimiento a la sectaria e ideológica Ley de la Memoria Democrática han vuelto a ser exhumados. El gobierno profundiza de esta manera en la innecesaria resignificación del Valle de los Caidos. Posteriormente los restos fueron trasladados al Cementerio de San Isidro de Madrid, por el deseo de su familia de dar cumplimiento a la voluntad de su familiar de ser enterrado en un cementerio católico, ya que la dichosa resignificación iba a suponer dar al valle un carácter de cementerio civil.

Este ha sido el periplo de los restos de un hombre bueno que, acertado o no en sus  posiciones políticas, luchó por la justicia social y quiso profundamente a la Patria, sus regiones y a todos españoles. Un hombre que fue injustamente acusado, juzgado y ajusticiado por orden de aquellos dirigentes del Frente Popular que, como los de ahora, rompieron la regla de toda democracia de respetar la división de poderes y se dejaron arrastrar por el odio irracional.

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REDACCIÓN
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