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El libro “Queipo de Llano: gloria e infortunio de un general” presenta la semblanza que una nieta hace de su abuelo, al que adora. Naturalmente, es una reivindicación de su figura; no puede ser de otra manera y me parece bien. Sería muy interesante también leer el testimonio de un familiar desafecto, pero no es este el caso. He disfrutado mucho leyéndolo, por el personaje Queipo de Llano, realmente novelesco y “de otra época”.

Así presenta la nieta el libro sobre su abuelo:

Quiero dejar bien claro que no pretendo, bajo ningún concepto, entrar en polémicas con historiadores; como lega en la materia, a muchos de ellos he debido recurrir y en ellos me he basado para completar y documentar adecuadamente este libro. Amén de ellos, cuanto voy a contar procede de aquellas conversaciones con mi madre en las que se entronca mi yo y de las que brotan mis raíces.

Tenemos por tanto y sobre todo a un Queipo visto desde lo privado, aunque el libro trata ampliamente de su vida pública, como no puede ser de otra manera. Se trata de un personaje interesantísimo, al que la izquierda odia a muerte, porque fue de los suyos y hasta participó en la intentona republicana de Cuatro Vientos con el hermano aviador de Franco. Lo que hizo en Andalucía en julio del 36 fue portentoso: sin hombres apenas asentó el Alzamiento e impidió que las milicias rojas tomaran y destrozaran Sevilla, como sin duda hubieran hecho. Ya decía la primera lección de latín: audaces fortuna iuvat.

La nieta no puede usar sus memorias (fueron incautadas preventivamente por Franco), salvo dos libros escritos por él: El general Queipo de Llano perseguido por la Dictadura (de Primo de Rivera, va de suyo…) y El movimiento reivindicativo de Cuatro Vientos.

Y dicho esto vamos por el libro. Se incluirá una selección amplia de extractos que permitirá seguir el hilo del libro; apenas se harán cometarios.

CAPÍTULO I. «Er Genera se nos ha muerto»

Al conocer el diagnóstico definitivo, expresó, sonriendo, su voluntad: «Quiero morir en Sevilla y que me entierren junto a mi Virgen Macarena.»

Como sabemos, su deseo ha sido pisoteado recientemente por los revanchistas que nos gobiernan.

Nos cuentan las circunstancias de la desaparición de sus diarios:

El general Queipo de Llano había muerto, y para cuando este suceso se produjera, se encontraba preparada una desagradable sorpresa: en un juzgado de Sevilla había una orden de registro para proceder de inmediato a la búsqueda y confiscación de sus memorias, escritas durante su destierro en Roma y colmadas de datos, hechos y documentos que convenía, a muchos, silenciar.

Comenzó la conversación [el cardenal Segura] interesándose por el estado de salud del abuelo, para luego, con ése su estilo enigmático, tan curial y tan propio de él, manifestar la importancia de encontrarse bien preparado para el momento de la muerte. ¡Cuántos cabos pueden dejarse sin atar! ¡Cuántos acontecimientos sin prever! Por ejemplo, como le había comentado su inestimable amigo el general: lo ocurrido al fallecer don Emilio Mola, cuya familia hubo de sufrir el dolor añadido de un exhaustivo registro domiciliario en el que fue requisado hasta el último papel, incluidos los recibos de la lavandería…

Esa misma noche salió mi tío Gonzalo del cortijo rumbo a «El Pilar», la finca de caza que el abuelo había comprado en la serranía de Córdoba, para ocultar allí todos los documentos de éste. Así se pierden para la historia las memorias del general Queipo de Llano que tanta luz podrían aportar sobre muchos y muy variados sucesos y personajes de la reciente historia de España. La verdad, o al menos una parte de ella, no saldrá nunca a la luz pública para ser conocida por un pueblo que tiene derecho a ella, en tanto en cuanto le pertenece.

Sus relaciones con Franco estaban muy deterioradas:

Y al igual que nunca aceptó la guardia personal que le fue propuesta, también rehusó los honores militares que le correspondían por razón de su categoría militar y que el Generalísimo decretó tan pronto tuvo noticia de su fallecimiento. Previendo esta póstuma y única concesión, más política que de reconocimiento a su persona, dejó escrito que se rechazaran los honores de manera taxativa. Existía ya demasiada animadversión entre ambos para que quisiera permitir que se jugara con él la carta de la generosidad.

El funeral:

Dio el cardenal la orden de que todas las campanas de Sevilla doblaran por el abuelo, y así, comenzando por las de la Giralda, las campanas unidas al cielo, la tierra, el viento y los hombres lloraron todos al unísono por el general muerto. Ondearon a media asta todas las banderas de la ciudad y se colocaron colgaduras con crespones negros en los balcones del ayuntamiento y en numerosos edificios particulares.

…lo han amortajado con un hábito. Pasados los años, sabré que es la túnica de la Hermandad de la Macarena; está dentro de la caja, con los ojos cerrados, y una vez más se me graba, por lo que me inquieta, su palidez.

Desde la doce de la mañana y pese a lo desapacible del tiempo, la plaza Nueva empezó a llenarse de gente que aguantó a pie firme el aguacero, en espera del momento de acceder a la capilla ardiente. Desde mediodía se suspendió toda actividad. Los comercios y todo tipo de establecimientos o lugares públicos cerraron sus puertas. En el cierre metálico bajado de una sencilla tienda había un letrero muy expresivo: «Duelo por nuestro general.»

Como datos curiosos: la Macarena lució un manto negro, el mismo que llevó por última vez con motivo de la muerte de Joselito en Talavera de la Reina; dentro del féretro del abuelo se colocaron en un tubo de plomo copias de las charlas que había pronunciado ante los micrófonos de Radio Sevilla para alentar a los fieles a la construcción de la nueva basílica de la Macarena, como agradecimiento al haber sido impulsor y en parte artífice de ella.

CAPÍTULO II. Pasión por la aventura

Nacimiento:

En esta ciudad vallisoletana [de Tordesillas], donde era su padre juez, nació Gonzalo Queipo de Llano y de Sierra, el 5 de febrero de 1875, un acuario con ascendente libra, que ocupó en la familia el quinto lugar entre los hermanos. Fue su padre hombre de altísima estatura, que heredarían algunos de sus hijos, y de carácter recio y recto.

Un metro noventa de estatura

Crecieron los hermanos en el seno de una familia especialmente unida y bien avenida. Entre todos ellos Gonzalo, larguirucho desde niño, era enormemente atractivo, de claros ojos penetrantes, risueños en su juventud; tiempo tendrían de volverse melancólicos, de facciones enérgicas y porte señorial.

  El problema del juego llegó a ser tal en la familia que recuerdo la anécdota de no sé qué pariente que se jugó a sus dos hijas. No atreviéndose el caballero a aparecer por su casa, cuál no sería la sorpresa de la esposa cuando, tras atender a una llamada en la puerta, una doncella le comunicó que dos hombres venían «a buscar a las señoritas por habérselas ganado a su padre en una partida».

Se escapa del seminario donde le mete el padre:

Era evidente que la milicia no sería su destino, el dinero escaseaba y esta carrera suponía un desembolso importante; por eso, siguiendo la tradición propia de la época por la que uno de los hijos era invariablemente destinado al servicio de la Iglesia, le correspondió a Gonzalo ser el elegido. Parece ser que esta decisión de sus padres cayó francamente mal en el ánimo del muchacho, que no se resignaba a cambiar su vida libre por la rígida disciplina de un seminario.

De inmediato, acude a su cabeza la solución: en El Ferrol vive una tía a la que adora y que siente por él una acusada debilidad. Irá a su casa y le pedirá ayuda y cobijo, hasta que pueda organizarse él solo la vida. Ella no le fallará ni le traicionará…

Se alista en el ejército, entrando por lo más bajo del escalafón:

… sienta plaza de educando de corneta, con carácter voluntario, en este cuerpo.

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Pero no todo va ser tan idílico como imagina: un nuevo inconveniente le aguarda, insalvable e inmediato. Es incapaz de arrancar de su instrumento de manera correcta ni una sola de las llamadas de reglamento. Y así termina ese año y el siguiente. A saber cómo hace sonar su corneta, para que, en una revista que tiene lugar en el mes de abril del año 1893, el mando, con los oídos y la paciencia destrozados, tome la decisión de considerar que no reúne condiciones para su puesto de educando y lo envíe a prestar sus servicios como artillero segundo.

Obtiene una plaza en la Academia de Caballería:

Su paso por la Academia, entre septiembre de 1893, en que contaba ya dieciocho años, y febrero de 1896, cuando terminados sus estudios obtuvo el grado de segundo teniente, fue para él algo magnífico.

Amaba las marchas, los caballos, la esgrima, el tiro, materias en las que llegaría a ser un maestro; en fin, el manejo de las armas, las clases, especialmente las de estrategia o aquéllas que exaltan su ánimo y llenan de romanticismo su espíritu. Una frase se le quedó grabada, y la repetiría después habitualmente, como deleitándose en la misma: «El imponente huracán de la Caballería.»

Y se va a Cuba:

… en Cuba se necesitan hombres, y así, sin esperarlo, se encuentra con el tan ansiado aprobado y el destino al Regimiento de Dragones de Santiago, «por haber terminado con aprovechamiento sus estudios». En el mes de febrero pasa a Granada, y en abril, por fin, tiene en sus manos el destino al ejército de la isla de Cuba: va a la guerra.

España, en su afán por conservar las colonias, se encuentra en una posición realmente bochornosa. Inglaterra ha abolido la esclavitud en 1829, pero España continúa con la trata de esclavos para contentar a las clases altas de las colonias. Sólo promulgará la Ley de Abolición de la Esclavitud, para Puerto Rico, en 1873 y, para Cuba, y aun con reticencias, en 1880, durante la Primera República. Pero, por un lado, la mayor parte de los terratenientes habían ya perdido el interés en el sistema esclavista: era preferible disponer de un proletariado hambriento y dispuesto a trabajar por salarios miserables y, por otro, les resulta más provechoso quedar bajo la esfera de poder de Estados Unidos y no de España, que sigue negándose sistemáticamente a cualquier forma de autonomía, mientras que Estados Unidos les apoya en su independentismo.

… radicalmente diferente. España entrará en una contienda en que terratenientes y negros están en su contra, en la que se lucha en el otro lado del océano y en la que el contrincante que pelea por su independencia tiene a su gran aliado, Estados Unidos, a noventa millas de sus costas, con todo su poderío económico y su superioridad militar, tanto numérica como armamentística.

Al contrario de lo que cuenta, que es “la historia oficial”, como sabemos, Espana era entonces muy superior militarmente a sus enamigos. Pero unos liberales traidores entregarían la isla bajo cuerda.

Tras un incremento de los impuestos, que aparece como una burla a las peticiones de los sectores reformistas, comienza la guerra en octubre de 1868 con el llamado «grito de Yara». A la voz de «Cuba libre», hombres armados ocupan esa localidad, y España se ve obligada a mantener durante diez años una guerra difícil, la llamada «Guerra Grande», de emboscadas y guerrillas,

Ya en 1869 Estados Unidos propone su mediación para poner fin a la contienda, pero sobre la base de la independencia de Cuba. El general Prim decide aceptar esta solución, pero se encuentra con la enemiga de una parte del gabinete, que se opone rotundamente a la misma, y de la opinión pública española.

Arsenio Martínez Campos, nombrándole capitán general de Cuba, a la que llega el 29 de diciembre de 1874, y concediéndole importantes refuerzos. Éste sigue una política conciliadora, y gracias a ella, se precipita la paz que se obtiene en el Convenio de Zanjón el 12 de febrero de 1878.

…la guerra por la independencia se inicia de nuevo, con el llamado «grito de Baire», el 24 de febrero de 1895.

Junto a la intransigencia de la postura cubana del partido separatista y las veladas o patentes amenazas norteamericanas, es injustificable la terrible ceguera que llevó a España a la guerra del 98, sin la más elemental previsión ni conocimiento de lo que representaba ya entonces la fuerza de Estados Unidos.

El estado de defensa de la isla era deplorable. España no tenía allí más de 14.000 hombres y unos cuantos barcos, viejos e inútiles. Cayó el partido liberal y subió al poder Cánovas. Nombró éste capitán general a don Arsenio Martínez Campos, al que se enviaron tantos refuerzos que a fines de año disponía de 126.000 hombres, con los que la rebelión podía haber sido dominada.

El general Martínez Campos, convencido de la gravedad de la insurrección, indicó a Cánovas que fuera designado para sustituirle el general don Valeriano Weyler.

Para evitar que la población abasteciera a los rebeldes, ordenó evacuar las zonas rurales y concentrar a los evacuados en campos bajo vigilancia militar, con lo que la inanición y el paludismo comenzaron a diezmar de manera alarmante a los así reunidos.

Destinado por fin Gonzalo a Cuba, la madre, entera y serena, le ahorra su pena y le despide con un abrazo y la frase tan repetida en las ocasiones más graves: «Hay raza.» Y puesto que hay raza, de acuerdo con ella ha de comportarse y se comportará el recién estampillado teniente.

Es altísimo, flaco como una espingarda y luce unos enormes mostachos, propios de la época, que se ha dejado para dar más empaque a su imagen y, quizá, aparentar mayor edad. Viste el uniforme de rayadillo, blanco con listas azules. En las hombreras y en las bocamangas se ven las estrellas de su rango. En sus labios hay una sonrisa y una broma siempre prontas, y en sus ojos, que todo lo abarcan y absorben, una mirada para todas las mujeres que se le cruzan, porque, como dice siempre, no hay ni una sola fea, todas tienen algún encanto que las hace, sin excepción, irresistibles.

Y por fin, en el mes de mayo de 1896 se embarcará y arribará a la soñada isla de Cuba, donde va a prestar sus servicios en el Regimiento de Pizarro 30 de Caballería, en el que permanecerá hasta finales de febrero de 1897.

No obstante y pese a su bisoñez, algo llama ya su atención; la guerra se improvisa, los mandos no tienen un plan ni se atienen a un orden. ¡Cuánto se habría ganado si la guerra hubiera sido bien planificada! Entra en campaña de inmediato y, tras diversos encuentros, el 7 de julio se destaca en el combate, en la acción de Francisco, y el 17 de julio, en Toledo Viejo. Recibe por ambas la primera de las condecoraciones que jalonarán su larga carrera militar: la cruz de primera clase del Mérito Militar pensionada.

… cruz de primera clase del Mérito Militar, roja, pensionada, por su valeroso comportamiento en Potrero-Coca, donde su sable había causado estragos en las filas enemigas.

Al revisar los bolsillos de ambos, queda Gonzalo sorprendido al comprobar que el primero de los vencidos, aquel sobre el que descargó a dos manos el sablazo mortal, es el propio cabecilla Acosta. Alguien le enseña el contenido de los bolsillos de éste: lleva unas fotos de su mujer y sus hijos. Gonzalo siente un extraño nudo en la garganta, se aleja unos pasos para que nadie vea las lágrimas que asoman a sus ojos y luego vomita.

Se acerca Gonzalo y suelta las hebillas que sujetan la magnífica montura del cabecilla Acosta, de cuero repujado y plata. Quiere guardarla como recuerdo. Pero sabedor el general Weyler de la existencia de esta auténtica joya, por orden dada al coronel al mando del regimiento del que forma parte Gonzalo, se incauta de ella. Hoy puede contemplarse en el Museo del Ejército como donada por el general Weyler, duque de Rubí.

Unas anécdotas:

Pero en estas idas y venidas no se apercibe de que, mientras él voltea una y otra vez, llama la atención de un toro bravo que se arranca en derechura contra su cuerpo, sin que lo advierta, ya que se encuentra distraído con sus maniobras. Allí lo habría dejado muerto, pues, cuando reacciona, lo tiene ya encima: pero este singular carnicero tenía su público. Suena un disparo y el animal cae muerto casi a los pies del matarife: su salvador es el luego general José Cavalcanti de Albuquerque; el salvador saluda con la mano, el matador le brinda el toro caído a sus pies.

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ha contraído una hepatitis, que pasará en pie y sin recurrir al médico, ya que para él, estar enfermo es una debilidad inadmisible. No da pues importancia a los síntomas que padece y continúa con su vida normal. Este incidente marcará su salud de por vida. En España es detectado con posterioridad el estado de su hígado y la dolencia padecida, originada al parecer por algún virus de origen tropical y contraída por el estado de los alimentos que ingerían y mucho más del agua que bebían.

En lugar de un bistec, se le servirán berenjenas rebozadas, a las que dará el nombre de «mis filetes».

Esto es lo recogido en la hoja de servicios. La cartera la llevaba en el bolsillo superior de la guerrera, justo sobre el corazón, y dentro de ella, un duro de plata de don Alfonso XII. Un tiro como el que recibió, a bocajarro, habría perforado aquélla y éste, y puesto fin a sus días. Pero la bala fue a dar, no en el centro del duro, sino en el canto, con lo que se desvió, sin alcanzar el objetivo al que iba destinada. En el cuerpo del abuelo causó tan sólo una magulladura, y en el duro, una concavidad en la que, al pasar el dedo por ella, se aprecia la forma y trayectoria del proyectil. De nuevo el destino había salvado generosamente otra de sus vidas. Pero ¿cuántas iban ya?

Sigue su carrera militar en Cuba:

otra cruz roja de primera clase del Mérito Militar y, el 5 de abril, la cruz roja de primera clase del Mérito Militar pensionada. Tiene tan sólo veintidós años, pero ya corre por Cuba la leyenda de un tenientillo flaco y desgarbado, que causa estragos entre el enemigo con su arrojo y con su sable.

El gobierno español publica en 1897 la Constitución insular cubana. El 1 de enero de 1898 jura el nuevo gobierno de Cuba, y sin embargo, ni siquiera esto satisface a los norteamericanos, ansiosos de hacerse con el dominio de la isla.

El gobierno norteamericano movilizará la escuadra y enviará a La Habana el crucero Maine con la excusa de proteger las vidas y propiedades norteamericanas, entre las que se cuentan grandes ingenios azucareros.

Un enviado extraoficial del presidente visita a la reina María Cristina para plantearle como un ultimátum la siguiente alternativa: o la inmediata venta de Cuba, o la fulminante intervención de Estados Unidos para resolver por la fuerza el problema. Se fija hasta el precio de la venta: trescientos millones de dólares para el Tesoro español y un millón para los mediadores españoles. La reina consultó con todos los jefes de los partidos políticos. Nadie quiso aceptar la venta. Se comunicó al embajador norteamericano que España podría ser empujada a abandonar Cuba o a concederle la independencia, pero nunca a venderla.

En la noche del 15 de febrero se produjo una explosión en el Maine, fondeado en el puerto desde hacía veintisiete días, que provocó la voladura de dos o más pañoles de pólvora e hizo estallar la santabárbara, lo que causó la muerte de 260 oficiales y soldados. El trágico incidente, que se atribuyó a una venganza por parte de España

… es ascendido al grado de capitán «en recompensa al distinguido comportamiento que observó en los combates librados con el enemigo» en distintos puntos; cuenta tan sólo veintitrés años. Con el ascenso viene un nuevo cambio de regimiento; a finales de julio es destinado al Regimiento de Caballería de Villaviciosa, donde queda prestando servicio de guarnición.

Los cubanos partidarios de la independencia de la isla llevaban, por distinguirse y pregonar su condición de independentistas, grandes sombreros de paja con una ancha cinta. Los de clase alta solían empolvarse la cara. Ya estaba encontrada la diversión. Se arma Gonzalo de unas tijeras y de un enorme pañuelo y sale a la calle. Si tropieza con algún desgraciado que se permite llevar esa cinta desmesurada, le detiene y, arrebatándole el sombrero, se la recorta hasta reducirla a unas proporciones adecuadas. Pero si el viandante con el que se encuentra lleva polvos en el rostro, entonces se limita a limpiárselo. Huelga decir que los incidentes causados por esta nueva ocurrencia de nuestro capitán, amén de numerosísimos, no eran precisamente del agrado del mando.

Las operaciones de guerra continuaron. El general Blanco no hizo nada a fin de organizar sus fuerzas adecuadamente para presentar combate al enemigo. La columna a la que pertenecía el capitán Queipo de Llano recibió la orden de suspender el avance hacia Santiago y retirarse a Sancti-Spiritu, y lo mismo ocurrió con otras divisiones del ejército expedicionario.

Gonzalo no se guarda sus opiniones: «La estrategia no ha sido buena. El mando debió concentrar las tropas de la isla para enfrentarnos a los norteamericanos, y los habríamos vencido, puesto que somos muy superiores a ellos. Pero todo se ha hecho mal, se ha dado la oportunidad de ir venciendo batallón tras batallón y regimiento tras regimiento, cuando en una única acción, con todos nuestros efectivos reunidos, habríamos quedado indiscutiblemente vencedores.»

También reaccionará violentamente ante la idea de una negociación en la que se obtendrá la paz, sí, pero se entregará la isla. Se exaltan los ánimos de la oficialidad y empieza a cuajar la idea de obligar al mando a continuar la campaña; nada de promesas, realidades, y si no es así, habrá que hacer la guerra sin contar con aquél. En este movimiento se integra el capitán Queipo de Llano.

Así, conocedor de que en tan lamentables momentos, con los hombres padeciendo hambre y faltos de ropa, calzado, remedios y armas, un capitán negocia con el rancho de las tropas, que ni cobran sus salarios ni comen adecuadamente, pues lo que se debe gastar en provisiones va a engrosar los bolsillos de su superior, no pierde tiempo en presentar la correspondiente denuncia.

… se decide quitarlo de en medio utilizando la siguiente estratagema: se le convence de la necesidad de trasladarle con la mayor premura a zona donde sus servicios puedan ser más eficaces. Se le embarca, y con él a sus seguidores y sus hombres, con tan sólo lo que llevan encima, los pertrechos de campaña, en el vapor Montserrat, que zarpa de inmediato rumbo a España.

Ha permanecido en Cuba dos años y cuatro meses largos. Vuelve cargado de condecoraciones y con fama de intrépido, arrojado y audaz. Debería sentirse feliz por su vuelta a casa, pero no es así, pues atrás ha dejado una tierra que ya no es su tierra y que había aprendido a amar. Tiene además en la boca el amargo sabor de la derrota y también el de haber conocido por propia experiencia lo que significa el abuso de poder de los que detentan el mando y lo utilizan inadecuada o injustamente.

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Colaboraciones de Carlos Andrés
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Geppetto

Ya se contestara adecuadamente lo que se escribe de este personaje en cuanto entre en la Guerra de Marruecos
Entre tanto solo queda leer

Carlos Andres

Es lo que escribe su nieta… En África tuvo varios encontronazos con la superioridad. Queipo era un tipo especial y ya se sabe que no caben dos gallos en el mismo corral. Se le atravesó Primo de Rivera padre.

Geppetto

Varios no Todos
Se peleo con todo quisque, con el general Villalba, con el general Riquelme, con el general Gomez Jordana, con Primo de Rivera, con Burguete, con el rey y con sanane el de la gorra.
chapuceo lo que pudo, negocio en Larache costa del ejercito.
Fue un mal bicho

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