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El director médico del Centro de Salud El Palo, en Málaga, Alberto Canalejas Echevarría, miembro de la ejecutiva provincial del PP, es el propietario de ese cochecito blanco y molón que estaciona cada día laborable en el aparcamiento reservado a los empleados del ambulatorio.
Como claramente se puede observar, aprovecha la jornada para enchufar su coche eléctrico en un punto de carga del mismo Centro de Salud. Es decir, a cargo del presupuesto público. Probablemente el sueldo del tal Alberto es tan justito que no le queda más remedio que aprovecharse del contador del Servicio Andaluz de Salud para ahorrarse unos eurillos.
Como en los tiempos del estraperlo, determinados funcionarios públicos -de cierto nivel, claro está- se creen legitimados para disponer a discreción de los recursos del Estado. Y si esto lo hacen con una cosa tan simple y a la luz del sol que nos alumbra, delante de todos, ¿que es lo que no pueden hacer a espaldas de sus votantes? Son el prototipo del político que confunde lo público con lo privado y además se jacta de ello.
Hace aproximadamente un mes que el gerente del SAS en Málaga, Enrique Vargas, está informado de lo que hace Alberto Canalejas, cargando su coche en el enchufe del Centro desde hace tres años. Y continúa haciéndolo… Por tanto, don Enrique no se ha dado por enterado.
La España de “La escopeta nacional” se ha desarrollado exponencialmente con estos aprovechados personajillos y ante el silencio de aquellos que deberían fiscalizarlos. Tal vez, el mismo Juanma Moreno, piense, como la vicepresidenta Calviño, que “el dinero público no es de nadie”. Sin embargo, esta tendencia de considerar el dinero público como de nadie y a gastarlo tan alegremente y sin control, puede que lleve al presidente del Gobierno autonómico a decir, parafraseando el testamento del médico y escritor francés Rabelais: «Me lo he gastado todo, no me queda nada, debo mucho, el resto lo dejo al país y todo lo demás a mi sucesor». Pero, mientras, seguiré cargando mi coche. ¡Con un par!
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