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Desde hace décadas acudo, en las fechas próximas al 10 de febrero, aniversario de la victoriosa batalla defensiva de Krasny Bor librada en el frente de Leningrado por la División Española de Voluntarios, conocida popularmente como División Azul, a los actos que la Hermandad realiza en Alicante. Recordemos que esta es la última gran batalla y la última gran victoria a campo abierto del ejército español en una guerra. Recordemos también que, más allá de cualquier otra consideración, la DEV fue constituida como una unidad del ejército español y no como algo al margen del propio ejército.
Con el paso del tiempo la conmemoración ha ido cambiando. Cuando comencé a acudir a la misma, allá por los años 90, abundaban en el comedor los supervivientes de la campaña; hombres que habían llevado a efecto grandes hazañas, como «el león de Possad», fiel a la cita hasta su fallecimiento. Por razón de edad ya son muy pocos los que aún ostentan con orgullo su condición de excombatientes, porque el calendario es inexorable. En los últimos años, es para todos un momento de entrañable emoción cuando aparece un voluntario de aquellos años, aún erguido, manteniendo firmes los mismos ideales que en 1941, 1942 o 1943 le llevaron a combatir al comunismo en la extinta URSS. Desde el 70 aniversario de la creación de la unidad la Hermandad de la División Azul, formada ya solo prácticamente por divisionistas, gran parte hijos o nietos de aquellos solados, entrega a los que aún no han sido llamados por el Altísimo, una medalla conmemorativa. Un joven, alistado en los últimos batallones que partieron hacia el frente, ha puesto en pie a quienes acudimos este año a la cita. Allí estaba, con el mismo espíritu, Matías Méndez, pese a sus noventa y muchos años, orgulloso de ser voluntario en aquellos últimos batallones, pese a que se diga que ya no había voluntarios y eran hombres obligados.
¡No nos arredran las dificultades, ni los impedimentos! Hace algunos años tuvimos que renunciar a poder celebrar en un templo la Santa Misa, que cada mes de febrero se ofrecía por el eterno descanso de los divisionarios caídos en el frente junto con aquellos que cada año fallecían. Renuncia al templo, porque, para nosotros incomprensiblemente, no encontramos parroquia dispuesta a acogernos. ¡No importa!, siempre encontramos un sacerdote dispuesto, como en esta ocasión, a ofrecer una misa de campaña en un país en el que rezar por los caídos, entre ellos no pocos héroes condecorados, es ya casi una acción subversiva. No quiero dejar de citar a esos últimos divisionarios que nos han dejado en el último año: Isidro Fernández Moreno, Diego Alonso García y José López López. También a los familiares y divisionistas: Purificación de Heredia Maza, Alberto Hernández Maza, María del Carmen Cerezuela, Santiago Yllana, Joaquín Santos y Rafael Dasi.
Desde hace unos años aquellos discursos realizados a los postres en el almuerzo que después nos reunía se han convertido en actos culturales, en conferencias sobre la DEV. Casi 200 personas nos reunimos al final en este 2023. Una mesa redonda de casi dos horas de duración, moderada por el historiador Carlos Caballero en la que participábamos Juan José Negreira y quien firma estas líneas ocupó ese tiempo en el acto. Charlamos más que debatimos sobre un tema recurrente pero no por ello más necesario de recordar y revisar: la voluntariedad de los divisionarios en las sucesivas reclutas.
El esfuerzo historiográfico que realizamos una serie de investigadores libres, no dependientes de la necesidad, está dando sus frutos porque otros ya asumen que sí, que la mayoría fueron voluntarios; que aquel invento/bulo del PCE, que nació al hilo de la partida de la División, difundiendo que muchos, muchísimos de aquellos hombres, sobre todo los salidos de los cuarteles, habían sido obligados a alistarse, abriendo una mitología que se ampliaría con curiosas teorías sobre indeseables, hombres salidos del lumpen, presos, etc. no es más que eso. Resulta cuanto menos esclarecedor el hecho de que no exista, y ya van más de un centenar de diarios y memorias de excombatientes publicados, ningún testimonio serio de alguien que fuera obligado a la División Azul (el único publicado resultó ser falso). Cada año se publican varios por decisión de los familiares que los guardaban y ninguno es el de un obligado. Lamentablemente, en el digital El Debate, hemos podido comprobar que el mito sigue teniendo pervivencia y César Alcalá, que dudo haya consultado la documentación militar o conozca en profundidad el proceso de recluta, haya escrito en este aniversario que los que salieron de los cuarteles en Cataluña eran obligados porque no había voluntarios. Tesis que se sostiene con respecto a esta región y que es obligado cuestionar, ya que después de Madrid, en 1941, la provincia con mayor número de voluntarios, por razón de cupo, es Barcelona, custodiándose en el archivo numerosas cajas con expedientes de los alistados en más milicias de Barcelona. En el resto de Cataluña el cupo provincial fue muy reducido.
Explicamos al unísono, desde nuestros estudios sobre los procesos de recluta, que tan voluntarios fueron los alistados en los cuarteles (hasta en el caso de los especialistas, que podían ser designados por el mando, los testimonios nos indican que al final se recurrió al sorteo por exceso de voluntarios), como los de milicias. Admitir que unos, los de milicias, porque no queda más remedio, fueron voluntarios y los de los cuarteles obligados, no pasa de ser un tópico, una reformulación de los bulos propagados desde la izquierda en la época y mantenidos después. Es desconocer con torcido propósito la realidad.
En un ejército de quintas los que están dentro de un cuartel tienen el mismo valor de representación que los que están fuera, no son mundos aparte. Si en 1941 hubo una explosión popular que impulsó la recluta en la calle, esta también se dio en los cuarteles. Si los jóvenes que no estaban en los cuarteles se alistaron por razones ideológicas, también estas existían entre los jóvenes que estaban en los cuarteles. En junio de 1941 y luego en 1942 o 1943, estaban los jóvenes nacidos después de 1920, 1921 o 1922. Entre ellos, como es lógico también había falangistas, carlistas, derechistas o miembros de la Acción Católica; o hijos, sobrinos o incluso hermanos de hombres y mujeres asesinados por los frentepopulistas en la zona republicana durante la guerra y quienes tenían un hermano que se había alistado en milicias y él lo hacía en el cuartel. Es más, como se puede comprobar, en 1942 o 1943 si se estaba en el cuartel se podía esquivar el necesario permiso paterno o el problema de la edad para ir al frente; y a mediados de 1942, al llegar el nuevo reemplazo a los cuarteles, nos encontramos con que aquellos jóvenes que en 1941 no habían sido seleccionados pedían desde su nueva unidad plaza para ir a la División Azul. Es lo que tiene escribir desde la documentación y no desde la suposición.
Juan Negreira, experto analista del proceso de recluta en los cuarteles, que ha estudiado toda la documentación militar de referencia en este, que era la misma para toda España emitida por el Estado Mayor, dejó claro con los datos que no existió recluta obligada en los cuarteles más allá del mito, y que quienes tal sostienen lo único que demuestran es un profundo desconocimiento. La voluntariedad fue siempre un requisito exigido y en un cuartel las órdenes se cumplen. La documentación demuestra que no hubo compañías enteras alistadas, que es falsa la imagen de los soldados formados y el capitán contando y mandando a Rusia uno de cada tres; sostenerlo es tanto como no saber ni tan siquiera cuántos soldados tiene un Regimiento. Como demuestra la documentación no había ningún problema en remitir a la Capitanía General, de la que dependía el proceso, el telegrama indicando que en esta unidad no había voluntarios.
Abordamos también otro de los mitos de la recluta: muchos fueron solo por la paga. Otra vez la documentación y la lógica destrozan el argumento. ¿Por qué a la División, recordaba Carlos Caballero, marcharon unos 45.000 hombres, y de los 100.000 puestos ofrecidos para trabajadores en Alemania, con un salario más alto y menos peligro, solo se cubrieron 10.000?
La realidad es que los 19.000 voluntarios que salieron en junio de 1941 ignoraban cuáles serían finalmente los haberes que les corresponderían. Inicialmente lo único seguro eran las 7.30 pesetas diarias equivalentes a los haberes en La Legión, donde sería menos peligroso alistarse, y que se equiparaban con el salario más bajo de un jornalero en algunas zonas de España. Tras los acuerdos alcanzados cuando ya habían abandonado España, se añadiría la paga alemana que se remitiría al familiar que ellos designasen: 252 pesetas al mes según el cambio usual. Además, no se puede olvidar que estimaban que iban a una guerra relámpago que en pocas semanas acabaría con la triunfal entrada en Moscú, por lo que el peso de lo económico no pudo ser relevante.
Resulta curioso que algunos de los autores que sostienen la idea del dinero como razón para el alistamiento no hagan comparaciones y nos expliquen que los militares que desde hace años marchan a las misiones de paz, a las misiones internacionales, acuden a ellas por razón económica y no por razón del deber. O que de ellos mismos no piensen que al investigar y publicar no les mueve otra cosa que el dinero o el reconocimiento investigador para fortalecer la nómina de profesor universitario.
Repasemos los datos para que el lector juzgue, aun sabiendo que lo hace desde una mentalidad como la presente donde la razón económica se superpone a todo lo demás, y olvide que hace ochenta años, imbuidos en un espíritu heredado de una guerra vivida como cruzada, podía no ser igual.
Un soldado soltero, como la inmensa mayoría, suponía para sus familias unos haberes fijos mensuales de algo menos de 500 pesetas. Para un jornalero del campo era en muchas partes de España casi el doble de lo que podía alcanzar, pero a partir de ahí podía representar para la mayoría de los divisionarios unas 100 pesetas más al mes. Traduzcamos las cifras a euros actuales en valor real equivalente: un divisionario, un soldadito, iba a poner en juego su vida por menos de 600 Euros y si la dejaba en el frente, salvo que sus padres pudieran demostrar que eran pobres de solemnidad, no recibirían nada. Si ahorraban mucho con respecto al dinero que recibían en el frente por diversos conceptos, lo que era difícil, quizás pudieran llegar a los 700/800 Euros actuales algún mes. Estos eran los haberes que, según el mito, llevó a muchos a la División Azul a partir de marzo de 1942, obviando que en esa fecha ya no se iba a una guerra que se iba a ganar en tres semanas y las páginas de los periódicos estaban a diario pobladas por no pocas biografías de caídos en el frente y entrevistas con mutilados que regresaban.
Ello nos llevó a debatir sobre la campaña de propaganda realizada para la recluta en 1941 y en las sucesivas de 1942 y 1943. En realidad, como explicamos, no hubo algo similar a una campaña de publicidad en ningún momento. En 1941 no hubo tiempo, la propaganda fueron las manifestaciones que se produjeron en toda España. La recluta fue muy rápida: dos días en los cuarteles y 3 y medio en las jefaturas de milicias. No solo quedaron cubiertas las plazas disponibles sino que se constituyó una reserva. Tampoco hubo campaña publicitaria en 1942, más allá de alguna nota en la prensa, a veces del tamaño de un anuncio por palabras, y mucho menos en 1943. Lo que es un dato a retener. En 1942 el Estado Mayor no consideraba que los haberes fueran un incentivo e insistía en la idea de compartir la gloria.
Si bien no hubo una campaña publicitaria en el sentido en que nosotros la entendemos, sí existió una indirecta en 1942. Fue una especificidad. No fue similar a las que se dieron durante la II Guerra Mundial para el alistamiento de voluntarios en la Europa de Hitler o a las muy conocidas de los EEUU. La campaña española en prensa y en actos, si se le puede llamar así, era la de la gloria y el heroísmo. Cuando lo usual era ocultar las bajas y presentar la guerra como algo hermoso (basta con ver las revistas publicadas por Alemania en los países ocupados o en neutrales como España), en España se exaltaba a los caídos. Es decir, lo que hoy tendría un claro efecto disuasorio. Además, en 1942 o 1943, a diferencia de 1941, en las milicias, se trataba de un alistamiento de decisión individual sin influencia colectiva.
Coincidimos en la necesidad de continuar explicando desde la documentación y el estudio la razón de una división y unos voluntarios que eran continuación, sociológica e ideológica, de una guerra entendida en clave de cruzada en la España de la victoria, que también fue posible por una riada de voluntarios. Sin asumir esta realidad es difícil entender en toda su extensión la razón de la División Azul.
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ESO QUE DICE EL AUTOR ES UNA SOLEMNE MAJADERIA. MUCHOS DE LOS DIVISIONARIOS ERAN DEL BANDO ROJO Y NO SABÍAN DONDE ESTABAN LLAMABAN A VOLJOV (UNA JOTA EN RUSO) EL VOLCHÓ SIN SABER QUE LA CH ALEMANA CORRESPONDE A LA J ESPAÑOLA. LO MALO FUERON LOS DINCO MIL MUERTOS QUE DEJAMOS EN RUSIA, HEROISMOS APARTE, NUESTRA DICIVIÓN AZUL FUE UN FRACASO MILITAR Y UN TRIUNFO MORAL DE LA HIDALGUÍA Y CABALLEROSIDAD ESPAÑOLA
La División Azul obtuvo un éxito inconcebible en Krasny Bor combatiendo en inferioridad numérica y de medios, y su brillantísima actuación fue reconocida hasta por Hitler, del mismo modo que los mandos del Ejército Rojo reconocieron haber sido derrotados por ella.
Pero ganó una batalla mucho mayor para toda España entonces y para el futuro hasta hoy, que fue la de la paz de España hasta 1976, la paz de no verse involucrada en una guerra mundial de la que o no hubiese sobrevivido como nación o hubiese terminado siendo una nación títere de a saber qué poder extranjero, esa era la triste realidad. La División Azul pagó así, en Cruzada contra el comunismo (no menor en importancia que la Reconquista y las Cruzadas medievales), un tributo de sangre entre los más valientes cristianos de entonces, que todo español de bien debería recordar y agradecer en la actualidad.