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El que vendió la Silla de San Pedro por 1.500 libras de oro para casarse con una de sus amantes

Me cuentan que cuando el cardenal Ratzinger decidió elegir el nombre de BenedictoXVI para su Papado hubo un viejo cardenal que le alertó de la escandalosa vida que había llevado un Papa con ese nombre y que el teólogo por excelencia le respondió:

— Eminencia, conozco la biografía de Benedicto IX y no me preocupa. Porque la vida de aquel Papa es el mejor argumento para demostrar que si nuestra Iglesia ha sobrevivido 2000 años es porque es la iglesia de Dios…y además porque es una página de la Historia del Vaticano y es un absurdo querer borrar una página de la historia, cualquier página.

Pues, estas palabras de Benedicto XVI fueron las que me motivaron a leer la biografía de Benedicto IX y a incluirla en la serie que publiqué en «El Correo de España».

Mientras el Papa Francisco, y millones de fieles y no fieles del mundo enterraban al Papa Benedicto XVI, yo leía la biografía de este Papa.

 Pero pasen y lean y no se escandalicen:

Amigos lectores, amigos de «El Correo de España», creo que de entrada tendría que pediros perdón por descubriros lo que fue la Iglesia de Roma en otros tiempos, porque, al menos a mí, me escandaliza pensar que hayan podido haber, ser y existir personajes tan nefastos como los que aquí vamos a ver y que además pudieran haber sido Papas de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

Pero también creo que descubrir las miserias de aquellos Papas (depravados, fornicadores, violadores incestuosos, ladrones, simoniacos, e incluso, asesinos) y de aquella Iglesia (corrompida, erótica, apostata, esclava sexual y demoniaca) ayuda a reafirmar la divinidad de su origen, ya que hubiera sido imposible que se mantuviera, y se siga manteniendo, más de 2.000 años.

No hay otra Institución parecida en la Historia, ni hay otra que haya sobrevivido las primeras herejías de los primeros tiempos (Gnosticismo, Arrianismo, Docetismo,Mandeísmo, Maniqueísmo, Monarquianismo y Ebionismo), la persecución y las catacumbas (las de Nerón, Domiciano, Trajano, Marco Aurelio, Septimio Severo, Maximiano, Decio, Valeriano, Aureliano y Diocleciano), la competencia de otras religiones (Judaísmo, Paganismo, Islamismo, Budismo, Protestantismo, Sintoísmo, Hinduismo, Taoísmo y el Satanismo), el choque con la ciencia y el ateísmo del Renacimiento, el Cisma de Lutero y el protestantismo, el comunismo, el nazismo, el fascismo y el capitalismo salvajes.

Fresco de Domenico Zampieri. (Muerte de San Pedro mártir). 

Un milagro. Solo un milagro ha podido sostener y puede seguir sosteniendo un edificio podrido, como fue la Iglesia durante siglos.

Por ello, me he atrevido a entrar en la «Cámara Negra» (o «Cámara Oculta») que el Vaticano esconde en sus sótanos, aunque solo sea de una manera fugaz y hasta superficial, dado que esa Historia de 2.000 años está tan manipulada (por intereses legítimos, pero bastardos en muchas ocasiones) que discernir lo que es cierto y lo que es leyenda constituye un esfuerzo imposible.

Todo puede ser verdad, todo puede ser inventado o todo puede ser mitad verdad mitad mentira.

Pero vayamos al primero de los 7 Papas que he seleccionado para esta serie. O sea, al pontífice Benedicto XI, aquel que entre otras barbaridades vendió la Silla de Pedro por 1.500 coronas de oro para abandonar Roma y poderse casar con una de sus amantes… y comenzamos por su biografía oficial.

Biografía 

Benedicto fue tres veces Papa y miembro de una familia, los Teofilactos, que dio a la Iglesia en total 6 Papas. Fue sobrino de Juan XIX y Benedicto VIII y descendiente de Juan XI, Juan XII Juan XIII y por tanto fue el Papa 145 de la Iglesia, el 147 y el 150.

Su primer Papado ocupó desde el año 1.032 al 1.044. Según sus biógrafos lo fue con 12 años ya que su padre el Conde Alberico III, que era el verdadero dueño de aquella Roma, sobornó a la Curia romana y consiguió para su hijo tan preciado puesto. Durante esos años aquel Papa-niño hizo del Vaticano un burdel y, como veremos después, acabó siendo derrocado por un noble romano, el capitán Gerardo di Sasso, cuando el pontífice quiso apartar de su lado a la sobrina de este que era su amante.

Pero, Benedicto no se dio por satisfecho y volvió a la carga, y con un ejército que había conseguido reunir invadió el Vaticano y depuso a la fuerza al Papa Silvestre III y fue reelegido otra vez Papa en abril de 1.045, pero en ese momento llegó la segunda «locura» de aquel Papa depravado, al decir de su biógrafo Rodolfus Glabel, ya que quiso sentar a su lado en la Silla de San Pedro a su nueva amante y eso no lo pudieron consentir los cardenales reunidos en cónclave y viendo que no tenía más remedio que dejar el puesto, puso a la venta el Papado y obtuvo 1.500 coronas de oro por la Silla Papal, que compró, por cierto, el nuevo Papa, Gregorio VI.

Benedicto abandona Roma, pero otra vez quiso ser Papa y otra vez se plantó en las puertas de Roma con un ejército mercenario y parece ser que el clero y el pueblo romano para evitar tumultos y derramamientos de sangre acabaron por ceder y volvieron a elegirle Papa. Corría el año 1.047 y Roma vivía un guerra despiadada entre las dos familias más poderosas de aquellos siglos… al final fue expulsado y excomulgado en julio de 1.048, después de 8 meses, por los Consejos de San Bartolomeo y ya, aunque joven, solo tenía 34 años se dio por vencido y se refugió y se hizo monje de San Basilio en la ciudad de Grottaferrata y allí acabó su vida.

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Abadía de Santa María de Grottaferrata 

 

El Papa más depravado de la Historia 

Les aseguro que he leído hasta 7 versiones sobre la vida, las miserias y las locuras de Benedicto IX, pero de todos los relatos que he leído sobre su vida creo que el más razonable y el más documentado es el que escribió el experto en la Historia de los Papas de Roma, don Javier Ramos. Por ello me complace reproducir el texto completo, incluido en la obra, «Benedicto XI el peor Papa de la Historia»

En plena Edad Media apareció uno de los papas que denigró como pocos la silla pontificia del Vaticano a lo largo de su historia. Benedicto IX, que asumió la tiara hasta en tres ocasiones (de 1032 a 1044; de abril a mayo de 1045 y de 1047 a 1048), fue considerado «el demonio disfrazado de sacerdote que ocupó el trono de Pedro» al ser acusado de bisexual, sodomizar animales y ordenar asesinatos. También se le culpó de hechicería, satanismo y violación. Una perla, vamos. 

La vida disoluta ya le venía de familia. Pertenecía a la dinastía papal de los Teofilactos, que le dio seis sumos sacerdotes a la cristiandad: fue sobrino de los papas Juan XIX y Benedicto VIII, y descendiente de Juan XI, Juan XII y Juan XIII. 

Las fuentes de la época nos dicen que Benedicto IX «creció haciendo lo que quería, y asombró a la torpe sensibilidad de esa época que era asquerosa y cruel con los escándalos en su vida cotidiana». Desde bien pequeño ya comenzó a manifestar una precocidad para todo tipo de maldad. Fue nombrado Papa con apenas 12 años. 

Según nos han legado las crónicas, lo que parece cierto es que este Papa fue uno de los hombres más depravados de su tiempo, debido a sus costumbres inmorales. Por ejemplo, San Pedro Damiano, arzobispo de Ostia, calificó a Benedicto IX como «el Nerón de San Pedro». 

Se decía que el joven clérigo solía escaparse en las noches cerradas del palacio de Laterano y acudía a un bosque cercano donde acostumbraba a invocar espíritus malignos, y a través de la necromancia incitaba y empujaba a las mujeres piadosas hacia la lujuria. 

El poder que su cargo le otorgaba fue aprovechado para que viviera como un sultán en el palacio pontificio. Se rodeaba de un gran harén, al que solía recurrir con frecuencia para calmar sus bajos instintos carnales. Aun así, si no lograba desfogarse del todo con sus mujeres, echaba mano de su hermana de 15 años, a la que incluso compartía con algún compañero de cama, en más de una ocasión. A Benedicto IX le excitaba observar cómo su hermana practicaba sexo con hasta nueve compañeros. 

Su pasión por la lujuria y la depravación le mantuvieron alejado del gobierno de Roma. Sus hermanos se encargaban de hacerlo a través de una oleada de crímenes que llenaron las calles de sangre, robos y violaciones. Hasta el mismísimo Dante Alighieri (el autor de La Divina Comedia) era de la opinión de que durante este tiempo el papado alcanzó «el nivel más bajo de degradación a que un pontificado pudiera llegar «, y le condenó al infierno. 

Las crónicas nos cuentan que Benedicto IX fue uno de los hombres más depravados de su tiempo, debido a sus costumbres inmorales. San Pedro damiano, arzobispo de ostia, calificó a este papa como «el nerón de San Pedro».  

Orgías homosexuales 

Nobles, soldados y vagabundos formaban par te de las orgías que el mismo Benedicto IX se encargaba de organizar en el palacio Laterano. Después de una de ellas, el Papa sufrió su primer intento de asesinato. Tras la misa celebrada en la fiesta de los Apóstoles, un noble se abalanzó sobre él para estrangularlo. Pero la fortuna sonrió al pontífice, ya que se dio un repentino eclipse solar. La completa oscuridad en la que quedó sumida la iglesia provocó el temor de los allí congregados. El bullicio hizo desistir al homicida. 

En 1035 Benedicto IX se tuvo que enfrentar a un levantamiento popular del que salió indemne gracias a la ayuda prestada por el emperador del Sacro Imperio Germánico, Conrado II, que envió tropas para combatir la revuelta, y las mantuvo de guarnición en Roma para defender al Papa. 

Asimismo, los excesos del Papa provocaron un levantamiento en septiembre de 1044, promovido en par te por la familia Crescencio, obligando a Benedicto IX a huir de Roma. En su lugar, el 20 de enero de 1045, se eligió como sucesor en la silla de Pedro a Juan, obispo de Sabina, quien tomaría el nombre de Silvestre III. 

Pero Benedicto no había dicho aún su última palabra. A finales de ese mismo año, nuestro protagonista regresó a la capital vaticana con la ayuda de las tropas del rey de Alemania, Enrique III, que expulsaron a Silvestre III y le restituyeron en el trono pontificio. No obstante, solo se mantuvo en el poder apenas dos meses. Se aburrió de tanta misa y presentó su renuncia para contraer matrimonio con su bella prima e hija de Gerard de Saxo. 

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Benedicto IX vendió su tiara a Juan Graciano, arcipreste de San Juan y perteneciente a una rica familia de origen judío, los Pierleoni. Pidió por la cesión del trono 1.500 libras de oro, así como todo lo recaudado por la Iglesia entre los fieles de Inglaterra. Tras aceptar dichas concesiones, Juan Crescencio pasó a ser Gregorio VI. Mientras, el infame Papa anterior abandonó Roma para recluirse en un castillo de su familia para preparar el enlace con su pariente. 

Tres papas en Roma 

Por ley, existían al mismo tiempo tres papas vivos: el recién llegado Gregorio VI, el dimisionario Benedicto IX y el depuesto Silvestre III. La situación pasaba por la celebración de un nuevo sínodo convocado por el Papa a instancias del monarca Enrique III. Finalmente, Silvestre III fue depuesto y privado de las órdenes sagradas; Benedicto IX resultó desposeído bajo la grave acusación de simonía; mientras que el primero fue obligado a abdicar y enviado a Renania. 

El nuevo pontífice sería nombrado Suidger, obispo de Bamberg, quien adoptaría el nombre de Clemente II. Pero la alegría duró poco. El 9 de octubre de 1047, el nuevo Papa moría en la abadía de Santo Tomasso. Benedicto IX aprovechó el vacío de poder (quizá colaboró en la desaparición de su sucesor) e intentó volver a hacerse con el control del papado. Y a fe que lo consiguió de nuevo el 8 de noviembre de ese mismo año. Pero nuestro protagonista no había cambiado para bien. Durante los ocho meses que duró su pontificado, Benedicto IX se volvió a entregar a todo tipo de vicios, tras ser abandonado por su prima. 

Enrique III volvió a deponerlo y nombró a Poppo de Bressanone, obispo de Brizen, como nuevo pontífice. Sería Dámaso II. Aunque 23 días después de ser consagrado moriría envenenado. ¿Estaba detrás la mano de Benedicto IX, de nuevo? El emperador le envió fuera de Roma y, según las crónicas, moriría solo y abandonado en algún mes del año 1055, a los 34 años de edad.

El delito de simonía 

Benedicto IX también fue acusado de simonía, es decir, de lucrarse vendiendo misas y otras liturgias eclesiásticas. Los clérigos polacos habían pedido al Papa una dispensa para el príncipe Casimiro, quien había tomado los votos sacerdotales, pero los polacos querían convertirlo en rey. El Papa se negó, pero una sugerencia por par te del sumo pontífice a los polacos podría provocar tal dispensa. La sugerencia era conceder el documento a cambio de una buena cantidad de oro a los bolsillos de Benedicto y no a las arcas del Vaticano. Otra buena donación a Benedicto IX por parte del rey del rey Casimiro de Polonia le permitió incluso casarse. Y es que no tenía remedio. 

Existían al mismo tiempo TRES PAPAS vivos: el recién llegado Gregorio VI, el dimisionario Benedicto IX, que dejó el púlpito para casarse con su prima, y el depuesto Silvestre III. Sin embargo, el rey Enrique III no permitió tal situación y nombraría a un nuevo Papa, Clemente II. 

Y termino con las palabras que escribe otros de sus biógrafos: A los catorce años, escribe, había superado en desenfreno y extravagancia a todos los que le habían precedido. En su tercer libro de «Diálogos», el papa Víctor III escribió que la vida Benedicto IX «fue tan vil, tan sucia, tan execrable, que me estremezco al pensar en ello«. Según sus contemporáneos, el Santo Padre «cometió homicidios y adulterios en pleno día; hizo robar a peregrinos en las catacumbas de los mártires». San Pedro Damiano, agudo juez del pecado, definió al papa niño como «un demonio, salido del infierno sentado en la silla de San Pedro».

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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