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Sucedió el viernes 9. de marzo de 1979… y a las 9 de la mañana. La hora exacta en la que entré en el despacho de Don Manuel, en la calle Silva (todavía no había llegado la opulencia de Génova), acompañado de Felipe Ruiz de Velasco, en aquellos momentos Presidente de la Caja de Ahorros de Madrid, gran abogado, gran amigo y gran persona. ¿Motivo?. Me explico. El resultado de las Elecciones celebradas el 1 de ese mes, con el desastroso resultado de Coalición Democrática (con esas siglas y con Areilza y Ossorio, como compañeros de cartel, se presentó la AP de los «7 Magníficos» en esa ocasión): tras una intensísima campaña del «león Fraga» (eran las primeras elecciones con la Constitución del 78 en vigor), pues sólo obtuvieron 9 diputados para el Congreso, frente a los 168 del «falangista» Suárez (para los franquistas nunca dejó de ser el falangista y del OPUS)… ¡Un verdadero desastre!… y el orgullo del indómito Ministro de Todos le  hizo anunciar su retirada de la política, del Partido y de todo… ¡¡¡ ME VOY !!!. lo que provocó una tormenta en los «Poderes fácticos» de entonces (Banca, Iglesia, Ejército, Empresarios, Nobles), que creían en él más que en Suárez… y se movieron los hilos secretos. Reuniones de alto copete, conciliábulos en Puerta de Hierro y una decisión común: Hay que evitar que Fraga se vaya.  Y como mensajero el Presidente de Caja Madrid, por considerarle hombre influyente sobre el gallego. Y es el hombre influyente el que me llama a mi (Director todavía de «El Imparcial») para pedirme que vaya con él a la entrevista que ha acordado con el DIMITIDO a las 9 de la mañana del día siguiente. Según él porque Fraga me hacía mucho caso y tenía a «El Imparcial» como su periódico (sin poner un duro, por cierto, todo hay que decirlo).
                         —  ¿Y tú qué haces aquí?…me dijo en cuanto me vio entrar con Ruíz de Velasco.
                        —  Pues, eso que lo aclare Don Felipe.
                        —    Manolo  — y el Presidente de Caja Madrid, tranquilo y con amistad sincera habló-. Ayer tarde tuvimos una reunión un grupo de amigos , y no hace falta que te los nombre, para dialogar sobre tu marcha… y la opinión de todos fue coincidente: Fraga no se puede ir de la política en los momentos que estamos viviendo y con el incierto futuro que nos espera… Hay que convencerle como sea, para que recapacite… perder una batalla no es perder la guerra… Y ya ves, me encomendaron a mí la misión. Quizás porque yo soy el más convencido de que tu presencia en la vida política actual es más que importante, fundamental.
                 — Mira, Felipe, tú sabes, —porque me conoces bien y de muy antigüo—, que yo no soy hombre que se rinda fácilmente, es más, que estoy tan loco que hasta me gustan los desafíos, cuanto más difíciles, mejor.. pero, lo de estas elecciones me ha llegado al alma…que un pueblo, todo un pueblo, confíe más y le de su apoyo a un ambicioso donnadie, inculto, por no decir analfabeto, que ha llegado  donde ha llegado por lo que sabemos, es para mandar a la mierda todo y dejarlos que se  ahoguen con su «líder»… Así que, sintiéndolo mucho, me voy, y hoy mismo para  Villalba, y el lunes lo comunicaré a la Prensa.
               —   Pido la palabra   -dije yo en ese momento– ¿puedo hablar?
                — Puedes hablar, sino para qué has venido.
               —   Mira, Manolo. Vamos a ver, tú has dicho que te vas, pero no  has especificado de dónde te vas… y tú eres a un tiempo Diputado y Presidente de AP.  Pues a mí me parecería asumible que dimitieras como Presidente del Partido hoy que estás dolido, pero que puedes volver a serlo cuando tú quieras, o dicho en plata, cuando se te pase el cabreo… Pero otra cosa es renunciar al escaño de las Cortes, porque bien sabes tú que ahí no hay marcha atrás, al menos hasta dentro de cuatro años. Por tanto, yo lo tengo claro: yo dimitirÍa el lunes como Presidente, con el bombazo político que eso significa, pero seguiría en el Congreso. He dicho.
                       Y Don Manuel se quedó callado, cosa rara en el… ¡ 30 !! segundos…. y de pronto, sin decir nada aún, cogió el teléfono y él mismo marcó un número, sin decirnos a quien  llamaba.
                   —  Hola José María, sí soy yo…te llamo para que seas el primero  en saber que no dejo el Congreso…sí, sí, dimito como Presidente, pero sigo como Diputado… Lo siento por ti, porque sé que serías un gran parlamentario. Bueno, bueno, hablamos el lunes.
                      — Bien,  ya lo habéis oído. Era Gallardón, anoche mismo le llamé para decirle que iba ser diputado, pues él era el siguiente de la lista… Ea  – dijo ya levantándose- mi querido Felipe, lo has conseguido. Dícelo a tus amigos, pero diles también que ayuden más a «El Imparcial», nuestro amigo Merino se lo merece… Este Merino es mucho Merino.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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