06/05/2024 10:09
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Sobre la costumbre tan española de difamar al prójimo escribe el poeta peruano Mariano Melgar:

«Glorioso infierno y de infernales injurias,
León de celosas furias
disfrazado de cordero»

Y Shakespeare, que de difamación entendía también un rato, dejó dicho que «la virtud misma no puede librarse de los golpes de la calumnia».

Jurídicamente hablando, la difamación es una conducta delictiva que pertenece al ámbito penal, sobre todo si concurre dolo; o sea: si existe animus injuriandi o animus difamandi. La gravedad del delito depende, además de concurrir dolo, de la cantidad de personas ante las que se da pábulo a la injuria o a la calumnia: no es lo mismo calumniar a un tercero en una tasca de barrio, por ejemplo, que a través de las redes sociales, o en un programa de gran audiencia como el de Jordi Évole.

El ser humano es complicado, y cuando uno teme verse descubierto en su perversidad arroja sobre otro todo tipo de calumnias y mentiras. Es difícil moverse entre envidias, celos o rencores; sobre todo en los casos en que éstos rozan (o se instalan definitivamente) en lo patológico.

Cierto es que la persona propensa a calumniar es en sí misma digna de lástima, pero esto no es óbice para resultar también merecedora de responsabilidad penal. La Ley debe proteger, y de hecho protege, a la víctima de difamación. Evitar la conducta difamatoria entra más en el terreno de la psiquiatría que en el jurídico.

El perfil psicológico del calumniador lo describe como una persona de baja autoestima aunque aparente lo contrario; acomplejada; envidiosa del bien ajeno y por tanto destructiva hacia quien lo posee… pero la particularidad más curiosa es la plena conciencia de las causas del rencor que siente. El calumniador no es un ser que obre por impulso, por tanto la conducta de Macarena Olona es premeditada y calculada.

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Muchos estudios de sociología, y también de connotación religiosa, sitúan las causas del perfil de conducta difamatoria en la pérdida de valores morales y educacionales que se viene observando en la sociedad actual, aquellos por los que Olona ha venido clamando con celosa furia desde que VOX se constituyó  en defensor de esos valores, y hoy olvida en detrimento de sí misma.

Macarena Olona  actuó ayer como el León disfrazado de cordero del que hablaba Mariano Melgar, y el despecho la llevó a descargar las infernales injurias propias de una persona que no asimila haber perdido los impulsos que la elevaban hacia el cielo. Dejó claro que no está hecha de la misma sustancia que sus antiguos compañeros: el disfraz de cordero no resultó real ni creíble, y movió a la piedad a todas las personas de bien que anoche vieron el declive y la humillación a la que se sometía Macarena Olona con tal de clavar sus dardos.

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Carmen

Es una infeliz, como la novia despechada, a la que rechazan en el altar, antes de la boda…
Me da más pena que otra cosa.
Lo siento por ella, pero ella se lo ha buscado.
No la quieren, ni la querrán, en ningñun partido.
¡Como no se monte el suyo!

Yolanda Cabezuela Arenas

Aunque montara el suyo…
Decía mi padre que hay tres cosas despreciables en la vida: un traidor, un cobarde y un chivato. ¿Quien confiará en ella después de esto?

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