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Este es el dilema tapado al que nos enfrentan nuestros dirigentes legos en la gestión de pandemias.
Los que más muertes han creado, se apuntan a muerte y los que menos muertos han conseguido, como Taiwán (7 muertos), se apuntaron en su momento a la digitalización, tanto que Audrey Tang, es ministra sin cartera desde 2016 y lo es para compartir sus conocimientos y las mejores prácticas digitales en beneficio de los ciudadanos de Taiwán. Gran parte de su trabajo se centra en la creación de herramientas digitales que hagan que la democracia taiwanesa sea más accesible y eficaz ante la lucha contra las epidemias, especialmente durante el brote de Covid-19. Además, en lugar de poner al frente a una imitadora de las Nancy experta en moda con rango de subsecretaria, se decantan por una Hacker activista experta en desarrollo digital con rango de ministro.
Pedro Sánchez nos ha dicho que no había otra alternativa para parar la pandemia que restringir los movimientos, lo que es absolutamente falso y pone de ejemplo a países de occidente, países con una sociedad tan opulenta que las funciones racionales de pensamiento crítico, alojadas en el prefrontal, se encuentran en clara fase de regresión. De lo que se le ha olvidado es de hacer referencia a países que, como Taiwán, han rayado la perfección en la gestión de la pandemia. Para él, los que lo hacen bien, son casos a ignorar y consigue que nadie hable de ellos.
¿Qué han hecho diferente? Poner la digitalización al servicio de sus ciudadanos.
Lo primero que tenemos que entender es que estamos ante un virus contagioso, contra el que nuestro cuerpo no tiene inmunidad, aunque la gente más joven, se puede defender de ellos con más secuelas de las que en un principio se pensaban, pero sin que la muerte sea frecuente. Es a partir de ciertas edades cuando la mortalidad se dispara.
Ante la falta de recursos médicos para luchar contra el virus, sólo queda la lucha social, aislando a las personas contagiadas de las que son susceptibles al contagio. Esto se puede hacer de varias formas:
Reduciendo el contagio con medidas como mascarillas, ventilación generosa y seria de espacios cerrados, guardando distancia entre las personas evitando el contacto directo…
Reduciendo el contacto de forma más severa, mediante confinamiento de toda una comunidad, estén enfermos o no. Esto se llama cordón sanitario, donde se elige un perímetro y se prohíbe la entrada y la salida de él.
Aislamiento selectivo, aislando a las personas contagiadas y mediante análisis de sus contactos, para poner en cuarentena a los de riesgo de contagio, todos ellos para someterlos a tests identificando a los contagiados.
En resumen, contamos con dos tipos de lucha social: aislamiento y confinamiento generalizado y aislamiento y cuarentena selectiva y rigurosa. De lo primero nuestros políticos nos lo están recetando en dosis mortales. De lo segundo, sólo paises como Taiwán, lo usan con total éxito. Lo primero solo necesita cerebros mediocres embrutecidos al estilo Edad Media, para lo segundo se necesita una labor intelectual intensa de la que parece hemos renegado.
Todo esto se ve mejor si analizamos con cierto detalle las claves del éxito de Taiwán que no han sido otras que anticipación, rastreo y rapidez todo ello sustentado en el tratamiento que Taiwán ha hecho, desde el inicio, de la información digital.
La toma de conciencia del brote que dispararon las alarmas en Taiwán surgió a mediados de diciembre, cuando un integrante del CDC de Taiwán, entreteniéndose en una noche con las conversaciones entre los chinos del continente en WeChat y Weibo (el Twitter chino), se percató de que había un tema recurrente: una epidemia que producía una extraña neumonía con muchos afectados en Wuhan. Entonces fue cuando Taiwán envió a varios expertos, de los de verdad, a estudiar la situación en Wuhan y, efectivamente, confirmaron la situación de alarma sanitaria, lo que llevó a Taiwán, el 31 de diciembre, a tomar la primera de una serie de medidas de control de fronteras con Wuhan, mientras nosotros celebrábamos, tan contentos, la Noche Vieja. Hay que tener en cuenta que el primer caso detectado en Taiwán fue uno importado a mediados de enero. Para entonces ya estaban desplegadas una batería de medidas que incluía la prohibición de exportar las mascarillas hasta que cuadriplicaron la producción nacional. Para más detalles ver este enlace sobre el modelo de Taiwán de lucha contra el COVID-19.
Taiwán ya tenía desarrollado un sistema digital para tratar la pandemia que han ido adaptando al COVID, es lo que ellos denominan ¨Digital Fence system¨ y que en una traducción libre podemos llamar Escudo Digital AntiCovid. Es un auténtico detective digital diseñado para encontrar el virus rastreando a las personas que han estado en contacto con los contagiados, capturando y analizando la información relevante, que permita identificar y aislar a los contagiados y evitar así nuevos contagios, vigilando que los aislamientos se cumplen.
Tal como se puede observar, el sistema toma información del posicionamiento de móviles cedida por las compañías telefónicas, de los pagos hechos con tarjetas de crédito, información sanitaria, información de viajes y con todo ello, en el momento en que se encuentran con una persona saben todo lo que tienen que saber en relación con el contagio. Con toda esa información, se determina Quién y cuándo tiene que hacer una cuarentena y someterse a tests en función de los resultados del rastreo, a la vez que el sistema vigila su cumplimiento al incorporar a la policía al sistema a los que les envía, en tiempo real, sin retraso alguno, el aviso de quebrantamiento del aislamiento en el momento en el que se produzca.
Como ejemplo práctico podemos poner el de la contención del COVID-19 entre los contactos de los pasajeros del crucero Diamond Princess que desembarcaron en Taiwán.
El sistema, en un análisis rápido, consiguió identificar a 627.386 personas que habían estado en contacto con algún pasajero del crucero. Se les avisó a través de SMS, citándolos para hacerse las pruebas. Resultado: no hubo propagación del contagio.
De hecho, a día de hoy cuentan con la envidiable cifra de 7 muertos y 550 casos confirmados desde el inicio de la pandemia, con una población de algo menos de 24 millones de personas. Si extrapoláramos los resultados a España, sería el doble, es decir 14 muertos y 1100 casos confirmados desde que se inició la pandemia.
La elección de nuestras autoridades parece clara: muerte y destrucción económica para España y escudo digital anticovid-19 para Taiwán.
Lo peor es que no nos dejan elegir porque, ellos, son más inteligentes, más guapos y saben mejor que nosotros lo que nos conviene y tanta sabiduría acumulada nos conduce a la muerte y a la destrucción económica.
Estos listos de pacotilla, dicen que no quieren vulnerar nuestro derecho a la intimidad y yo, francamente, no sé a qué intimidad se refieren, porque los bancos saben cuánto y cuándo pagamos, dónde pagamos. Las cámaras que hay nos tienen registrados; los cajeros, saben cuándo y dónde sacamos el dinero y nos tienen grabados; cuando vamos a sitios oficiales, toman nota de quien somos; cuando entramos y salimos, las compañías telefónicas saben por donde pasamos y a qué hora; las compañías de gas y electricidad saben cuando estamos en casa y cuando salimos, los radares de tráficos, saben por dónde pasamos, en los hoteles, recogen tus datos personales y los envían a la policía y ¡ojo como funciona de bien!; las gasolineras cuando repostamos y cuánto y todo ello con una identificación personal concisa y por motivos que nada tienen que ver con nuestra propia seguridad sin que, según ellos, se nos vulnere ningún derecho a la intimidad. Ahora bien, esos mismos, si se trata de luchar contra la pandemia, entonces los vulnera. Esa es la forma absurda de razonar.
Aparte de la contradicción que se evidencia en la pretendida vulneración del derecho a la intimidad, dependiendo de si les beneficia a ellos o a nosotros, la salvaguarda de derechos fundamentales no se pueden valorar en el vacío, como si nada más existiera. Está en juego nuestro derecho a la salud y a la vida frente a una posible vulneración a la intimidad. La doctrina del Tribunal de Derechos Humanos (TEDH) es clara en este sentido y establece que hay que valorar la proporcionalidad, la existencia de motivos científicos y si tiene un horizonte temporal. A esto le podemos añadir transparencia y apertura al acceso de esos datos.
Otro tema que hay que valorar es, hasta qué punto se vulnera la intimidad, pues algo que desconocen nuestros expertos en derecho es la anonimación que se puede hacer de esos datos, lo que atenuaría el grado de privacidad expuesto.
Los criterios del TEDH parecen claros. Si queremos preservar un derecho superior como es el derecho a la vida, es lógico que este prevalezca sobre el derecho a la intimidad. Esa valoración ha de estar basada en criterios científicos que hoy nadie cuestiona con la pandemia y finalmente ha de estar acotada en el tiempo, pues no se trata de aprovechar una circunstancia puntual para establecer una política sin límite temporal.
Pero como decía, todo esto es en el caso de que todos nuestros datos personales quedasen expuestos que, en este caso, no debería de ser más que la identificación y teléfono, algo que nos guste o no, tiene mucha gente y organizaciones como ayuntamientos, DGT, centros de salud, hacienda, etc. Pero lo que nuestros analfabetos digitales no alcanzan a entender es que el proceso podría dividirse en dos partes, uno con el que se hace todo el proceso con identificadores anónimos y otro bajo supervisión judicial que habilitará contactar con el afectado para hacerse pruebas, o alertar de una rotura del confinamiento; todo en cuestión de pocos segundos.
Cualquiera que tenga conocimientos básicos de la tecnología digital, sabe que esos números anónimos UUID, está definido por el ietf que sólo hay que acudir a un servicio que lo genere y generarlo. Acabo de hacerlo y me ha generado el siguiente: f7ad3b24- 1837- 11eb- adc1- 0242ac 120002 ¿Puede saber alguien a quien corresponde ese número identificador? Lógicamente no. Por ello, trabajando con estos identificadores nadie puede saber quienes somos, salvo los de la base de identificaciones, a cargo del Poder Judicial, que garantizará que sólo se usa para los finos previstos de identificar a las personas que han estado expuestas a un contagio, o que ha roto un una cuarentena, respetando así el derecho a la intimidad, el derecho a la salud y el derecho a la vida.
Lo que está claro es que las medidas a las que nos someten nuestros ilustres representantes, elegidos por sus propias víctimas, matan, nos afecta negativamente a la salud y nos arruina sin que nos permitan defendernos contra ello. Estamos ante un auténtico genocidio que no se podría haber conseguido militarmente. Puede sonar fuerte, pero hay dos cuestiones que son evidentes:
1- Que la mal llamada gripe española de 1918, mató más que la Primera Guerra Mundial y que jugó un papel muy importante en su resultado final.
2- Que Taiwán ha demostrado con hechos, que bien gestionada, no tiene por qué provocar más de 4 muertos cada 10 millones de habitantes y año, siendo el exceso provocado por una gestión negligente de la pandemia.
Así que con una experiencia de muerte y destrucción económica, con tiempo de haber aprendido de quien lo ha hecho bien, nosotros seguimos anclados a la gestión que tanta muerte y destrucción nos ha traído, como si quisiéramos más de lo mismo, porque de no ser así, alguien me tendría que explicar por qué no adoptamos el escudo digital de Taiwán para luchar contra la pandemia con éxito. Estarán conmigo, en que lo que estamos haciendo, carece de lógica racional y está basada en la misma irracionalidad que podemos encontrar en la que caímos con la gripe española, en la que Zamora se hizo universalmente famoso porque un obispo, que sería la envidia de Pedro Sánchez por su liderazgo, condujo a los cristianos, todos unidos como borregos a la muerte, por motivos de fe contrarios a la ciencia. Eran otros tiempos y se puede entender. Lo que hacemos hoy no se puede ni se debe de entender, salvo que queramos aconvertirnos en cómplices de un auténtico genocidio que por mucho que se culpe al virus, sólo lo sería de menos de 4 muertos por 10 millones de habitantes y año.
Por cierto, Taiwán va a sufrir una caída de su crecimiento en el PIB para 2020 de 0.4%, sólo cuatro décimas del PIB. Comparen esta caída del crecimiento y los muertos de la pandemia con los datos españoles y decidan.
Para que vean que los tiempos pasan y que la tecnología digital evoluciona hacia soluciones más potentes y más baratas, aquí presento mi diseño de escudo digital del 2020 para una lucha eficaz contra el COVID. Nada de lo que se necesita está por producir o escribir. Es tecnología a precio de saldo, puesta a disposición de todos.
El sistema es sencillo. Se alimenta con nuestra información digital anonimizada, que registra nuestro paso por edificios como restaurantes, colegios, bares, etc.; contactos cercanos, expediente sanitario covid, etc. Permite garantizar que los confinamientos se cumplen al informar a la policía con inmediatez de la quiebra de las cuarentenas y aislamientos.
La mayoría de la infraestructura necesaria está hecha, sólo está a la espera de que se use para salvar vidas y la economía. Pero no creo que lo veamos funcionar ni que nos den una explicación razonable de por qué no se emplea, por muchas vidas que se puedan salvar.
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