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Aunque muy pocas cosas nos puedan ya sorprender (tal es el grado de locura que caracteriza nuestro tiempo), lo ocurrido ayer en la sede de la soberanía solamente puede ser calificado como un auténtico secuestro del Parlamento por parte del PSOE, a través de la presidencia del Congreso de los Diputados.
Hasta ahora, y especialmente en los últimos años, se han visto sesiones tensas, de gran dureza verbal, con graves descalificaciones y acusaciones, pero nunca la presidencia de la Cámara Alta se había atrevido a quitar la palabra a un diputado (en este caso, Patricia Rueda) por decir simple y llanamente la verdad, una verdad que no niegan ni los destinatarios de sus palabras.
Decir que los miembros de Bildu son filoetarras es similar a decir que los de Podemos son comunistas, los de ERC separatistas, o los del PP liberal-reformistas. Es una pura evidencia, tan innegable e indiscutible como que la Tierra es redonda. Insisto, no creo ni que los mismos diputados de Bildu se sientan insultados por la palabra «filoetarras», que significa, literalmente, «amigos de ETA». De hecho, son tan amigos de los etarras que están trabajando para lograr los mismos fines que ellos, pero sentados en la sede de la soberanía. ¡Que tiene bemoles!
Tras lo ocurrido la semana pasada en el Congreso, con las lágrimas de cocodrilo de Irene Montero y su performance casposa, era evidente que socialistas y comunistas iban a seguir tensando el debate en la Cámara Baja, y haciendo un uso ilegítimo de la presidencia, que debe tener un inalterable carácter institucional. Es realmente repugnante ver cómo la sucia ideología marxista se infiltra en las más altas instituciones, convirtiendo poco a poco la democracia en un ensayo totalitario que remite inevitablemente a Cuba, Nicaragua o Venezuela, los referentes de Sánchez y sus socios.
En realidad, acabaríamos antes si diésemos por finiquitado y enterrado el Estado de Derecho, y nos fuésemos acostumbrando a lo que vimos ayer: el presidente en funciones del Congreso actuando no en virtud del altísimo cargo que ocupa, sino como un vulgar frente- populista, como un agitador más, haciendo de la ideología criminal socialista una norma de obligado cumplimiento para poder hablar.
Esto es, no lo duden, secuestrar la sede de la soberanía, aunque sea un secuestro que han consentido, con su silencio cómplice, el resto de fuerzas políticas. Y ante semejante atropello institucional, lo único que cabe es actuar con la máxima contundencia para detener esta deriva totalitaria. Si ya se atreven a impedir el uso de la palabra en la tribuna de oradores del Congreso, es fácil imaginar cuáles serán los siguientes pasos que intentarán dar.
Autor
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Nació en Madrid en 1975. Es Doctor en Periodismo por la Universidad San Pablo CEU. Ha dedicado casi toda su vida profesional a la radio, primero en Radio España y desde 2001 en Radio Inter, donde dirige y presenta distintos programas e informativos, entre ellos "Micrófono Abierto", los Domingos a las 8,30 horas. Ha dirigido la versión digital del Diario Ya y es columnista habitual de ÑTV en Internet. Ha publicado los libros "España no se vota" y "Defender la Verdad", "Sin miedo a nada ni a nadie", "Autopsia al periodismo". Esta casado y tiene un hijo.