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Tomo prestado el título de una excelente película dirigida por Peter Weir que narra la aventura que vivían unos periodistas durante el derrocamiento del régimen del presidente Sukarno de Indonesia. Salvando las distancias, el año que hace una semana despedíamos lo hemos vivido peligrosamente porque el pasado 14 de marzo se cumplió un año desde la declaración del primer estado de alama (mediante el Real Decreto 463/2020) y parece que haya pasado toda una eternidad. Los ciudadanos fuimos objeto de un severo confinamiento, debido, en buena parte, a que nuestros gobernantes no actuaron a tiempo y permitieron toda clase de acontecimientos multitudinarios pocas fechas antes (cuando ya conocían la existencia y gravedad de la pandemia). A partir de ahí, mentira tras mentira. Concluyó el estado de alarma, así como el confinamiento y el Presidente del Gobierno nos dijo públicamente, y sin pudor alguno, que el peligro había pasado y que tocaba disfrutar de la vida y del verano.
Huérfano de remedios y alejándose de quienes tendrían que haber aconsejado de forma debida, el Gobierno se mantuvo ausente y distante de los ciudadanos y de la realidad, hasta caer en la cuenta de que resultaba necesario otro estado de alarma. Así se hizo (mediante el Real Decreto 926/2020), tras un “Plan de desescalada”, ampulosamente denominado como “Plan para la transición hacia una nueva normalidad” (aprobado por Acuerdo del Consejo de Ministros de 28 de abril de 2020). En el actual estado de alarma, en el que parece ser que continuaremos hasta mayo, se siguió una estrategia completamente diferente. El Gobierno se desentendió de las medidas relativas a la pandemia traspasando todas las competencias sobre la materia a las CCAA y se dedicó a hacer su “política” en materias que para la gran mayoría de los ciudadanos no urgían: cuestionar la Corona, una nueva ley de educación, la eutanasia o las aspiraciones independistas de sus socios parlamentarios.
Mientras … los españoles seguían muriendo y arruinándose, sin que nadie se ocupase de ellos y de la triple crisis en la que seguimos inmersos.[1] Crisis sanitaria, crisis económica y crisis social, con un Estado de Derecho que estaba, y sigue, tambaleándose. La responsabilidad por la ineficacia de las medidas que recaiga en las CCAA y si alguna se desmanda (como ha sido el caso de Madrid), a intentar cortar por lo sano. Sin embargo, el Gobierno, no podrá evitar tener que hacer frente (eso sí, con fondos públicos) a la avalancha de reclamaciones por responsabilidad que ya le están lloviendo desde todos los frentes, teniendo en cuenta que el artículo 33 de la Ley 40/2015, establece la responsabilidad concurrente de todas las AAPP causantes de las lesiones patrimoniales.[2]
Ahora, se ha lanzado a la conquista de CCAA en las que no gobierna, comenzando por la de Murcia, para hacerse con sus gobiernos con un plan urdido -vaya Ud a saber dónde y por quién- aunque la finalidad real era el asalto a la Comunidad de Madrid. Pero, hete aquí que el tiro les sale, de momento, por la culata y, como dice el dicho, “al revés me los calcé y cojo me quedé”. De todas formas, queda camino por andar y hasta al rabo todo es toro, de modo que, de momento, sólo caben las cábalas, sobre todo con la última y desconcertante maniobra de Pablo Iglesias.
De Murcia, parece ser que nada de nada y de Madrid, elecciones al canto con una respuesta de “gambito” que es lo que significa la presentación del propio Iglesias como candidato por Madrid. Sacrifica la posición de Vicepresidente, a cambio de ganar una situación aparentemente ventajosa en Madrid (en eso consiste el gambito).[3] De momento, fuera del Gobierno de la nación (eso que llevamos p’al cuerpo) y con ansias desmesuradas de llevarse el gato al agua, con su sola presencia, olvidando que “ni un dedo hace mano, ni una golondrina verano”[4]. Ya veremos lo que pasa, porque todavía queda tiempo, y la lidia no ha hecho más que comenzar, pero la “corrida” se antoja jugosa. El premio es, nada menos, que la plaza de Madrid, que parce importar tanto como el resto de España, porque lo cierto es que, buena parte del botín se juega en este coso. Botín político y económico, porque quien gane aquí puede marcar la senda en materia de política económica para toda España (especialmente, en materia fiscal y ayuda a las empresas).
Y a todo esto ¿qué pasa con el Estado de Derecho? Porque da la sensación de que su significado real queda aparcado hasta que se conozca el resultado de las elecciones en la Comunidad de Madrid, en donde, de momento, el poder judicial parece haber despertado de su letargo dando la talla (el auto del TSJ con su impecable razonamiento acerca de las elecciones así lo demuestra). Buen camino para echar un jarro de agua fría a las ansias del Gobierno por conquistar el bastión del poder judicial, ya que parece haber engullido todo lo demás. Ni control parlamentario (al menos, control serio) ni críticas en los medios de comunicación, comprados a golpe de subvenciones, ni Agencias independientes que controlen sus gastos o, al menos, que den cuenta pública de los mismos.
Queda por ver, también, si todo el aparato burocrático del Estado (o sea, la Administración, en sentido llano) va a seguir abusando de nosotros, porque parece que su misión consiste en amargarnos la vida, en lugar de procurar nuestro bienestar. Los ERTEs se agotan o no llegan, lo mismo que los cacareados “mínimos de subsistencia” (ingreso mínimo vital) o las ayudas (¡ja!) a las empresas. Sin embargo, la maquinaria de los impuestos parece ser tremendamente eficaz, en claro e insultante contraste con lo anterior. ¿De verdad vivimos en un Estado que procura el bienestar de sus ciudadanos, cuando deja que se arruinen sin hacer nada útil al respecto? Lo dudo mucho. Y … ¿de verdad estamos en un Estado de Derecho con todo lo que ello implica? Pues me temo que tampoco, porque si fuera así, este Gobierno ni se desentendería de los problemas reales de los ciudadanos ni actuaría de la forma despótica en que lo viene haciendo y podría ser debidamente controlado tanto por las Cortes como por los jueces.
Con todo este panorama por delante, se me quitan las ganas de hablar en términos estrictos de Derecho, porque la superestructura en la que se apoya se está tambaleando y me parece mucho más urgente hacer todo lo posible por evitar que se acabe cayendo sin remedio alguno. Cierto es que nuestro Código Civil (entre otras normas) ha sobrevivido, con escasos cambios, a los más diversos escenarios políticos, pero también debo recordar que el Derecho no sólo se encuentra en las normas sino, muy especialmente, en la forma en la que se aplican y sobre todo en el respeto a los axiomas que establece nuestra Constitución. Es la propia Constitución y la justicia del caso concreto lo que está en juego, porque esa justicia depende, en muy buena medida, de dos operadores jurídicos cualificados como son los jueces y la propia Administración. Aquí, es donde queda reflejada la diferencia entre vivir en un Estado de Derecho o vivir fuera del mismo (que es adonde nos dirigimos si esto no cambia).
“Tristes son las guerras si no es amor la empresa”, dijo Miguel Hernández, y triste es el Derecho que no se sustenta en una democracia plena que responda a los principios del Estado de Derecho en toda su extensión. De nosotros como votantes depende todo, de modo que, con esta disyuntiva, y sin perder por ello mi sonrisa etrusca, me despido recordando el sabio refrán que dice, cada día que amanece, el número de tontos crece.
[1] El demoledor balance de Iglesias: el Covid aumentó un 31,5% las muertes de dependientes. Entre marzo y diciembre del año pasado se registró un ‘exceso’ de mortalidad entre dependientes del 31,5%, es decir, 50.502 fallecimientos más de lo esperado. Son datos facilitados este lunes en el Dictamen del Observatorio de la Dependencia, elaborado por la Asociación de directoras y Gerentes de Servicios Sociales. La cifra, demoledora, confirma el brutal impacto de la pandemia entre este colectivo. Aunque el ‘exceso’ de mortalidad no detalla las causas concretas del fallecimiento, es de entender que, por lógica, la razón principal haya sido la enfermedad del Covid. El dato deja en evidencia, una vez más, la gestión del vicepresidente Pablo Iglesias, a quien corresponde la atención de las personas en situación de dependencia. Vid: https://okdiario.com/espana/demoledor-balance-pablo-iglesias-covid-aumento-315-muertes-dependientes-6961559
[2] Ha de tenerse en cuenta que existen, al menos tres períodos diferentes a considerar como son: i) el período del primer estado de alarma (en donde las medidas son claramente imputables al Gobierno, ii) el período intermedio (en donde las medidas fueron tomadas de formas de forma muy dispersa tanto por las CCAA como por determinados Ayuntamientos), y iii) segundo estado de alarma, en donde las medidas están siendo tomadas por las CCAA pero, ojo, por delegación del Gobierno. Igualmente, ha de tenerse en cuenta que para las medidas tomadas durante los dos estados de alarma, el artículo 3.2 de la LO 4/1981 (de los estados de alarma, excepción, excepción y sitio) dispone lo siguiente: “Quienes como consecuencia de la aplicación de los actos y disposiciones adoptadas durante la vigencia de estos estados sufran, de forma directa, o en su persona, derechos o bienes, daños o perjuicios por actos que no les sean imputables, tendrán derecho a ser indemnizados de acuerdo con lo dispuesto en las leyes”. Por consiguiente, cualquier disquisición acerca de si tales medidas son, en sí mismas, un supuesto de fuerza mayor cae por su base, permitiendo la aplicación de las leyes 39/2015 y 40/2015, aunque aún hay más cuestiones en las que se puede fundamentar la exigencia de responsabilidad pero que por falta de espacio no puedo ahora entrar a exponer.
[3] Un gambito es una apertura de ajedrez en la cual se sacrifica un peón para conseguir una ventaja. La palabra «gambito» fue originalmente aplicada para aperturas de ajedrez en 1561 por el sacerdote español Ruy López de Segura, a partir de la expresión italiana dare il gambetto (poner una trampa), y esta a su vez de gamba (pierna), y del verbo gambettare (hacer zancadilla). López estudió esta maniobra, y así la palabra italiana se convirtió en la forma española gambito que condujo al francés gambit, la cual ha influido a la palabra inglesa.Existen muchos tipos de “gambito” entre los que destaca el gambito de dama (en realidad, del peón de dama) o el gambito Evans (que tanto gustaba jugar al maestro Jaime Guasp, y pese a lo cual solía perder)
[4] Por el momento, Errejón (Más Madrid) ha dado calabazas a Iglesias y renuncia a un pacto con Podemos, lo que deja a Iglesias al pie de los caballos. “La decisión clave en la izquierda está tomada. Tras la irrupción de Pablo Iglesias en la campaña para presidir la Comunidad de Madrid, Más Madrid debía decidir si se ponía tras la figura del hasta ahora vicepresidente segundo o si continuaba su camino en solitario. Finalmente, tras horas de debate interno, ha sido esta última opción la escogida: no concurrirán en una lista conjunta a las elecciones del 4 de mayo. Mónica García será la candidata de la formación en los próximos comicios, pese a los intentos de Unidas Podamos de lanzar el lazo sobre el proyecto regional de Íñigo Errejón”. Vid: https://www.elconfidencial.com/espana/madrid/2021-03-16/iglesias-mas-madrid-errejon-elecciones-madrid_2993427/
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