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Introducción

Las tropas francesas entraron por primera vez en Gerona el 10 de febrero de 1808. Era una ciudad marcada por una recesión en su número de habitantes, pues el nivel de muertos superaba los nacimientos. Además, la economía estaba en recesión, estando la riqueza en poder de los nobles y de la Iglesia. Este estado de la ciudad hizo que las tropas francesas no se quedaran en ella y siguieran su camino a Barcelona.

Los ingenieros franceses reconocieron la provincia y llegaron a la conclusión que la plaza era malísima, sólo salvándose el castillo de Montjuïch. Con lo cual decidieron no dejar guarnición en Gerona.

Antes de iniciarse el primer sitio de Gerona la dotación militar de la ciudad estaba formado por 300 soldados del regimiento de Ultónia, comandados por el teniente coronel Pedro O’Daly y el comandante Juan O’Donovan. Para poder plantar cara a los franceses se organizaron compañías de miqueletes, formándose dos tercios, el 1º y 2º de Gerona. Vinieron algunos marineros de Sant Feliu de Guíxols como artilleros. Todo este contingente estaba a las órdenes del gobernador interino Julián de Bolívar. Como explica Emilio Grahit y Papell:

«En la mañana del día 5 del mismo junio se avistaron con D. Ignacio Andreu y Sans, Síndico y procurador de la Ciudad, en el Ayuntamiento, pidiéndole que convocase inmediatamente esta corporación y le expusiese los deseos del pueblo de levantarse contra los opresores franceses. Aceptada la idea, convocó el nombrado Síndico al Ayuntamiento bajo la presidencia del Sr. Gobernador, en el acto de regresar sus individuos de los divinos oficios a que habían asistido, por la festividad que entonces se celebraba de la Pascua de Pentecostés. Expuso en esta reunión el Síndico los deseos del pueblo y perplejos los regidores y no sabiendo si dar rienda suelta al amor patrio de que todos se hallaban poseídos, o si continuar obrando bajo la presión de los temores que les hacían presagiar días de luto para Gerona, se limitaron a resolver que se hiciese la petición, por una comisión más numerosa y que mejor representase a todo el vecindario.

A cosa de las once de la mañana se presentaron ante el Ayuntamiento los comisionados que se acababan de elegir, D. Francisco Puig y Dorca, notario, S. José Jonama tendero, D. Francisco Serra comerciante, don Narciso Diví cordonero, D. Luís María Martínez Abad, don Bartolomé Planella Clavero, D. Ramón de Manresa y don Alejandro Andreu y Pi caballeros; quienes, según escribe Minali, testigo de aquellos sucesos (si bien dice que se presentaron sólo los gremios) entregaron al Ayuntamiento una solicitud en la cual expusieron las innovaciones que se querían introducir en España, la invasión a este objeto de las tropas francesas, la detención en Bayona de Fernando VII y otros acaecimientos; manifestando que todos los habitantes estaban resueltos a sostener con las armas el antiguo Gobierno, y a sacrificar sus vidas y sus haciendas en la defensa de su Rey y de su patria: que por tanto pedían, que el Ayuntamiento acordase con el Gobernador y con los Jefes de la Guarnición todos los medios de defensa para oponerse a toda tentativa que hiciesen los franceses para ocupar sus fuertes, como habían hecho en Barcelona».

Los comisionados exigieron que se atendieran sus demandas. Por su parte el ayuntamiento temía las consecuencias de aquel levantamiento. Finalmente accedieron a nombrar una Junta para que se cuidara del armamento y defensa de Gerona.

Gerona y los pueblos de alrededor empezaron a armarse. Se decidió que la Junta se convirtiera en la autoridad suprema del corregimiento. El levantamiento sería generalizado. Todas las poblaciones de la provincia o bien se armaron o bien constituyeron sus propias juntas. El entusiasmo era unánime. Se arreglaron los caminos que conducían a los fuertes; se montó la artillería; se repararon los muros, las torres y las fortalezas; se instaló una fábrica de chuzos; se habilitaron todos los fusiles y armas inútiles del parque de artillería; se organizó un laboratorio de cartuchos en el baluarte de Santa Clara; se abastecieron con víveres, para un mes, los fuertes y el castillo. En resumen, Gerona estaba preparada para defenderse de las tropas francesas. Las fuerzas de la ciudad ascendían a 1.500 hombres, porque incluso se armó a los sacerdotes.

Uno de los grandes problemas con los que se encontró la Junta fue la escasez de fondos económicos. El 10 de junio pidieron donativos a los gerundenses. La gente y las instituciones se volcaron y la Junta vio como sus arcas se llenaban de dinero, con lo cual se podía sufragar mejor el levantamiento.

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Primer sitio de Gerona

Y llegó el primero sitio de Gerona. El general francés Duhesme, al enterarse del levantamiento de Gerona, decidió atacar por sorpresa esta población. Tengamos en cuenta que era zona de paso con Francia y, por esto, era imprescindible que estuviera a merced de los franceses. No era bueno para ellos quedar aislados de Francia y tener que buscar una vía alternativa para cruzar los Pirineos. Pues bien, el 16 de junio de 1808 salió con la Divino Lechi, 7 batallones, 5 escuadrones y 8 piezas de artillería dirección Gerona. En total 5.000 hombres. La madrugada del 20 de junio divisó la ciudad.

Teniendo en cuenta las circunstancias, el general Duhesme mandó varios mensajeros a la ciudad para que capitulara. Evidentemente la Junta rechazó el ofrecimiento del general francés. Mandó atacar los baluartes de La Merced y el de San Francisco. El contingente humano gerundense, porque se mezclaban militares y civiles, contuvieron a las tropas francesas. Ante tal situación Duhesme decidió sorprender el ataque durante el día. Por la noche atacó el baluarte de San Pedro o Santa María. Tampoco consiguió su propósito. Mientras se producía esta acción, parte de los efectivos franceses simularon un ataque al baluarte de San Francisco y al puente sobre el río Oñar. Repelieron el ataque y se marcharon. Inmediatamente las tropas francesas se lanzaron sobre el baluarte de Santa Clara, consiguiendo apoyar una escalera en sus muros. Entraron por él y avanzaron. El baluarte de Santa Clara lo defendían 50 civiles, una sección del regimiento de Ultónia y varios artilleros encargados de 2 cañones. La situación era complicada. Entonces acudieron en su ayuda un contingente del regimiento de Ultónia y otro grupo de civiles. Lanzándose contra los franceses, les obligaron a retirarse. Las tropas francesas sufrieron importantes pérdidas.

El general Duhesme, ante tal situación, decidió retirarse. Quería preparar con calma un nuevo ataque. Las tropas se retiraron a Barcelona. Esta no fue sencilla. Fueron atacados por grupos del somatén y civiles, provocándoles considerables pérdidas, sobre todo materiales. Así acabó el primer sitio de Gerona con la victoria de 1.500 hombres sobre un ejército profesional. Aún habría de soportar Gerona dos sitios más. Sólo cuando las enfermedades y la carencia de alimentos y municiones hicieron imposible la resistencia entregaron la ciudad a los franceses.

Segundo sitio de Gerona

El general Duhesme se retiró a Barcelona para preparar un nuevo ataque sobre la ciudad. Su intención era desagraviarse por la derrota. Reestructurado su ejército, partió de Barcelona, el 17 de julio de 1808, con 6.000 hombres. Su viaje no fue un camino de rosas. Los somatenes y las tropas de Francisco Milans del Bosch los hostilizaron, sobre todo en Caldes d’Estrac y Sant Pol de Mar. Los franceses avanzaron con dificultad y el general Duhesme tuvo que dividir sus efectivos en dos. A parte de los ataques anteriormente citados, sufrieron el fuego de algunos buques británicos y españoles.

Las tropas, como decíamos, se dividieron en dos. Una continuó por la línea de la costa. La otra, por el interior, estaba mandada por el general Golás. Estos se enfrentaron a las tropas del regimiento Ultónia, comandado por el capitán Manuel O’Sullivan. Ambos ejércitos sufrieron grandes pérdidas, pero el general Golás consiguió la rendición de Hostalrich.

El 20 de julio el general Duhesme se encontraba cerca de Gerona. Allí se reunieron el general Golás y el general Reille con 9 batallones y 4 escuadrones procedentes de Figueras. Las tropas del general Duhesme tomaron posiciones en Santa Eugenia, Palau y Salt. El general Reille en Sarriá, Pontmajor y Campdurá.

Por lo que se refiere a las tropas que defendían Gerona, se reforzó con 2 batallones de Borbón; el 2º batallón de Voluntarios de Barcelona, al mando de Narciso de la Valente; y un destacamento de artillería al mando del teniente coronel Pedro de la Llave. En total 2.000 hombres.

Los sitiadores intimidaron a la población con terribles amenazas de incendiar la ciudad y pasar la guarnición a cuchillo. Repartieron lo franceses 13 obuses, morteros y cañones de sitio en diferentes baterías -una de brecha junto a la torre de San Luís para batir la cara izquierda del baluarte de la derecha del frente Norte del Castillo, otra de rebote entre las torres de San Narciso y San Daniel arruinadas también por los sitiados, otra de morteros a espaldas de Santa Eugenia, y la última de obuses en la altura de Palau Sacosta- se propusieron dirigir el ataque contra el castillo de Montjuïch y baluarte de San Pedro y puerta de Francia, y empezaron la construcción de una paralela partiendo del pie del cerro llamado d’en Roca, por la orilla izquierda del río Ter hasta la del río Oñar, cuyos trabajos no estuvieron terminados hasta el 12 de agosto, en cuya noche comenzó el bombardeo, rompiendo el fuego al amanecer del 13 de agosto sobre dicho castillo.

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Los defensores se prepararon en este largo espacio de tiempo para oponerse al intento del enemigo, y cuando empezaron a tronar los cañones franceses contra Montjuïch, la artillería de los sitiados contestó a la contraria con un fuego muy vivo, enérgico y perfectamente dirigido, al paso que se reparaban inmediatamente con gran valor, bajo la inteligente y acertada dirección del capitán de Ultónia Edmundo O’Ronan, nombrado ingeniero del castillo por no haber oficiales de dicho Cuerpo, los desperfectos que iban causando las baterías enemigas en el baluarte atacado.

Y así transcurrieron los días 13, 14 y 15 de agosto sin que los sitiadores adelantasen gran cosa en su empresa. Entretanto el brigadier conde de Caldagués, coronel de Borbón que se había apostado en el Llobregat con parte de las tropas desembarcadas en Tarragona procedentes de las Baleares, con las cuales y las que pudieron escapar de Barcelona se había organizado el ejército de Cataluña bajo el mando del marqués del Palacio, había salido el 6 de agosto de Martorell con la compañía de granaderos de su Cuerpo y tres de Soria, 2.000 migueletes y somatenes a las órdenes del coronel Juan Baget, tres piezas de campaña mandadas por el teniente Diego de Lara y el teniente de ingenieros Honorato de Fleyres, con 50 zapadores, encaminándose por Tarrasa, Sabadell y Granollers a Hostalrich, y de allí por Llagostera y Cassá de la Selva a Castellá, donde tenía su campo el coronel Francisco Milans del Bosch con unos 800 somatenes, presentándose al propio tiempo el capitán Juan Clarós en la ermita de los Ángeles con 2.500 voluntarios del país y algunos destacamentos de Guardias Españolas y Valonas sacados de Rosas.

Las fuerzas anteriormente citadas, desprovistas de caballería, y con sólo cinco piezas de campaña, se pusieron de acuerdo con los sitiados para atacar en la mañana del 16 de agosto las baterías y campo de los sitiadores, como lo efectuaron, adelantándose a todos la guarnición de Gerona, guiada por el coronel del 2º de Barcelona, Narciso de la Valette y el mayor de Ultónia Enrique O’Donell, hizo una impetuosa salida sin esperar la llegada de las tropas de Caldagués, que empezaron a subir la montaña de Montjuïch por la falda de levante, hacia el flanco izquierdo del enemigo, cayendo al arma blanca sobre las baterías de San Daniel y San Luís con ímpetu tal que arrollaron a los franceses. Entre ellos el comandante de ingenieros Gardel. Por el bando gerundense resultaron heridos el mayor O’Donell y el teniente Tadeo Aldea, que se distinguió con el capitán Manuel Bodet al frente de algunos granaderos de Soria, como también el comandante de Ultónia Juan O’Donnovan. Mientras tanto Calrós con sus tercios de catalanes se posesionaba desde la ermita de los Ángeles de las alturas de San Miguel, y bajaba arrollando a los sitiadores en dirección de Campdurá y Pontmajor, se vieron en situación bastante comprometida, y efectuaron un movimiento de concentración hacia la izquierda del río Ter para levantar el sitio aquella misma noche, retirándose Reille a Figueras y Duhesme a Barcelona, después de abandonar toda su artillería gruesa y mucho material de guerra.

El primero regresó sin contratiempo alguno a sus acantonamientos; no así el segundo, que, temiendo el camino de la costa, se metió por las montañas, donde, acosado por los somatenes, tuvo que abandonar del mismo modo parte de su bagaje y la artillería de campaña, llegando a Barcelona en el más desastroso estado.