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El oxímoron o la combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto y que originan un nuevo sentido, a veces es posible en la realidad política actual. Y ese oxímoron es la República Coronada o más concretamente aún, lo que podría llamarse República Social Comunista Coronada de Naciones de las Españas. Si en el actual Reino de España, el vicepresidente en cargo, como fruto de la coalición de gobierno PSOE – Unidas Podemos, lo define como socialcomunista en la sede parlamentaria, solo queda rendirse ante la evidencia.

Todo indica que la supuesta estabilidad constitucional y política parece haber naufragado frente a la acción firme y permanente hacia la consecución de los programas de los partidos de gobierno y de los que apoyan su gestión y objetivos.

La cuestión ya está instalada, normalizada y blanqueada en dirección hacia una nueva forma de Estado, en la elección entre monarquía o república y la secesión de territorios que secularmente han configurado la nación española. La división radical y forzada de la sociedad, pero curiosamente adormecida mediáticamente, avanza hacia una muerte dulce que será finalmente aceptada. Una eutanasia social que aborta todo proyecto de futuro con las raíces históricas, éticas y morales seculares de España.

Se convoca en el Congreso un pleno exclusivo para debatir el proyecto sobre la eutanasia. En la sesión plenaria será suficiente una mayoría simple y todo indica que se conseguirá. La ley también regulará el suicidio asistido. Todo parece una cruel metáfora de una nación milenaria empeñada en disolverse en los miasmas del globalismo. 

España será de los pocos países del planeta que han regulado la eutanasia, junto con Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Canadá y Colombia. El suicidio asistido es legal en Suiza. La muerte, legalizada por el Estado, llegará administrada por personal sanitario, por el mismo paciente o por otra persona que intervenga en ello, sin que el acto tenga consecuencias jurídicas. Nadie en su sano juicio pretende el dolor y el sufrimiento de un paciente terminal, ni mucho menos. Para ello se contempla la sedación y los cuidados paliativos de la medicina que, según el juramento hipocrático sentencia: “Jamás daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco administraré abortivo a mujer alguna”. Los médicos deben luchar hasta el final por la vida del enfermo y no abogar por su muerte. 

(https://www.ub.edu/web/ub/es/menu_eines/noticies/2013/05/049.html)

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En esta República Coronada, pandemizada por el extremismo izquierdista aliado con las más obscenas elites financieras, económicas, mediáticas, culturales y militares globales, obedece y acepta como propios los Objetivos de la Agenda 2030, los del Foro Económico Mundial y su Gran Reseteo. La muerte, con rostro amable y sin trascendencia metafísica, va de la mano del programa político del gobierno socialcomunista. El presidente Sanchez tildó de “lunáticos” a quienes cuestionen el rumbo tomado.

De hecho, en la monarquía parlamentaria, en la que la soberanía radica en la nación y que está representada por las Cortes, el rey no es más que un símbolo, en este caso de la unidad de España. Sus funciones son meramente representativas, y de manera muy limitada, modera y arbitra ante una situación de peligro institucional de los poderes del estado. La monarquía parlamentaria ya no es ni una forma de Estado ni una forma de Gobierno, sino la forma que adopta la Jefatura del Estado. Según la Constitución de 1978, la política reside en las Cortes y en el Gobierno que emana de ellas. En la práctica, no existe ninguna diferencia con respecto a una república parlamentaria.

El dilema entre monarquía y república es falso. El ataque por parte de la extrema izquierda, paradójicamente desde la propia gestión del Estado, hacia la monarquía, enmascara el empeño por la llegada de una república no democrática y totalitaria.  En ella no tendría lugar el pluralismo ideológico, el respeto a la ley, ni las libertades democráticas de expresión y de opinión que caracterizan a las democracias occidentales. El deseo es el de instaurar una III República socialcomunista o una versión 2.0 de la idealizada y fratricida II Republica de corte neo-soviético, tras la actual República Coronada. El mismo Felipe Gonzalez recientemente calificó así al actual régimen, prefiriéndolo a la “republiqueta” a la que aspiran socialistas, comunistas de morado y sus socios de gobierno.

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Lamentablemente estamos hoy ante el dilema de eutanasia o suicidio asistido de la Republica Coronada de España y de sus súbditos ciudadanos. En las Cortes ya lo han decidido.

Autor

José Papparelli