22/11/2024 01:04
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Miedo me da la ministra de Educación y Formación Profesional. Hace tiempo que es un peligro público y un evidente dolor de cabeza para la escuela. Cada vez que inicia algo, acaba contra las tablas y en la picota de la crítica. Si hace unos días se mofaba del diputado por Almería, Juan José Matarí, y utilizaba como vía de escarnio la educación especial, ahora sale al ruedo con la intención de tener listo en septiembre el decreto que, según ella, revolucionará los currículos escolares. Me gustaría saber qué entiende este personaje por revolución. En principio suena bien, pero no pierdan de vista la presumible politización y el siempre presente sectarismo cuando el socialismo está visible.

No falla: cada vez que el socialismo mete la cuchara en la educación, acaba dando la comida a los mismos y deja con hambre a la mayoría. ¿Se acuerdan de la LOGSE, a partir de 1990? Pues, eso mismo. Ni les cuento lo que sucede cada vez que se les llena la boca a los ministros con conceptos como: democracia, igualdad, equidad, reparto, calidad, mejora, valores, competencias, bagaje competencial, currículo, valoración o evaluación en sus diferentes formas. Con ello creen haber inventado un nuevo Cosmos, sin entender que en educación está todo inventado. Tan sólo hay que completarlo con profesionalidad docente y dosis de paciencia y cariño en la transmisión del saber, sin olvidar a la necesaria conjunción de padres, profesorado y alumnado. Con todos esos ingredientes, si se saben ‘agitar’ en perfecto cóctel, casi siempre obtendremos un gran resultado.

Lo que suele suceder es que, cuando los políticos (sean de la ideología que sean) asaltan la educación por la tremenda, casi siempre el gran perdedor es el profesorado. Curiosamente es el mismo profesorado que acude en ayuda del sistema educativo cada vez que se detectan fallos y lagunas, ambos creados por el político de turno. Miren ustedes: La LOGSE tendía a igualar a todo el alumnado, pero lo hacía por abajo; es decir, discriminaba y condenaba al alumnado medio y al que destacaba, como si los derechos no fueran para ellos. ¡Cuánto daño trajo la LOGSE y cuánta angustia han aguantado muchos padres!

¿Cómo actuó el profesorado para que la LOGSE no supusiera un intenso daño? Pues lo hizo olvidándose de las insensateces de la norma, dejando a un lado la cuadratura del círculo al que suelen tender los servicios de Inspección y haciendo uso de la herramienta más práctica que conoce la educación en sentido amplio: el sentido común. Ese, precisamente, es el que tiende a dar a cada alumno (olvídense si piensan que por ser docente voy a utilizar esa aberración social y lingüística que es el lenguaje inclusivo) lo que necesita en cada momento, en función de su desarrollo y posibilidades. Me dirán que eso supone incrementar el trabajo del profesorado, pero yo constato a diario que, si algo sabe hacer bien el profesorado, es no escatimar esfuerzos ni recursos. Y aquí me da igual que la enseñanza sea pública, privada o concertada. Lo de la discriminación y el sectarismo tarado y de cangrejo lo dejo para la izquierda y el sindicalismo de clase, ya de por sí encerrados en su aburrido bucle.

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Otro de mis miedos llega cuando me entero de que la ministra pretende llevar al Consejo de Ministros del mes de septiembre el documento que hará posible el desarrollo y ejecución de una de las claves de la LOMLOE. Se pretende cambiar el currículo establecido allá por el año 2013 en la Ley Wert. Algo he leído al respecto y resulta que la ministra llega tarde. Aún no se ha enterado –como no lo ha hecho la Inspección Educativa, y menos aún la mal llamada Alta Inspección de las comunidades autónomas– que, dentro de la Educación de Personas Adultas, en el ámbito de las enseñanzas no regladas, lleva haciéndose eso mismo una docena de años, y en alguna comunidad más aún. Pero, claro, la ministra queda muy bien con el anuncio de que “la enseñanza dejará de ser enciclopédica y memorística para centrarse en aprender contenidos esenciales aplicados a la vida diaria”. ¿A que es muy bonito en la teoría? Pues eso mismo es más viejo que la habitual planificación de actitudes, valores, competencias y normas del currículo escolar.

El profesorado, que en su día estudió el contenido del Libro Blanco para la Reforma del Sistema Educativo, habrá podido comprobar y constatar de qué hablo. El Ministerio de Educación socialista sigue dando vueltas al “Aprender a aprender”, algo que el profesorado ya tiene asumido, interiorizado y sobradamente entendido. No hay duda de que el referido ministerio entró en bucle a finales de los años ochenta, momento en que se discutía el libro blanco aludido, siendo preludio de aquella “Fe de Erratas” que se llamó Libro Blanco de la Educación de Adultos. Y ahí sigue con ese vocabulario pedagógico rimbombante que empieza a entrar en parada continuada.

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En fin, otro día analizaré más pretensiones de la señora ministra, Isabel Celaá, si para entonces sigue al frente de su chiringuito ministerial. Por cierto, yo sobreviví a la LOGSE.

Autor

Jesús Salamanca Alonso