14/05/2024 22:00
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29 de marzo de 2021. Un año transcurrido desde el asesinato protocolario de mi Padre, Excmo. Sr. D. Pedro Fernández Labrador, Oficial del Ejército, Jefe de Gobierno de la Casa Real cuando la Corona lo fue todo para la democracia; filántropo y hacedor de nobles obras, quien fue encerrado en planta de infectados de coronavirus, dando negativo el día anterior, para saturarlo de cloruro mórfico hasta matarlo. Su culpa: ser tratado con diálisis. En vez de llevarlo a su casa lo sentenciaron a muerte por sumar ochenta y seis años. La misma operación genocida sufrió mi suegro el 22 de abril de 2020, artista de fama mundial en los años dorados de la España pacificada, esta vez en una residencia de Guadalajara.  Y así decenas de miles ajusticiados, mientras sonaban las palmas en los balcones y este desgobierno criminal usaba la emergencia sanitaria para practicar un genocidio tras la cortina pandémica.
 
Quienes padecimos las cruentas resoluciones de este desgobierno de malparidos, demonios, sabemos la verdad de esta farsa de la pandemia y la suerte de que un país aletargado no los arrase en un tsunami irrefrenable de indignación. Antes bien abusan de la suerte que no tuvieron mejores tiranos que confrontaron con las iras indominables del pueblo sometido, hasta que se desataron con ansia visceral por devolver lo padecido. Suerte tienen hasta que se agota. 
 
La relatividad es la mejor ofensiva de esta laberíntica teatralidad sanitaria, más aún el relativismo de la deforme moralidad. Nadie niega la visceralidad de lo provocado tras artificios víricos creados y dirigidos por lo humano. Los ensayos fueron muchos con la gripe porcina, aviar, el ébola etc.; experimentación teórica sobre la pauta social y reacción colectiva hasta que la monstruosa directriz de los soberbios monstruos de lo elitista, tomaron posesión de las conciencias sumergidos todos en espantosa pesadilla provocada con el propósito de la dominación mundial. 
 
Sí se afirma la confusión generada a propósito dando por hecho que las PCR detectaban Covid 19 cuando su inventor lo desmiente. Diagnóstico errado sin interés por hacer autopsias, médicos coaccionados y obligados a la sumisión ante la estafa mundial. Demasiado poderoso el enemigo, la máquina de la exterminación con origen en la OMS. Del diagnóstico errático y convenido al tratamiento equivocado que provoca más perjuicios calculados. Los médicos italianos se horrorizan y denuncian la masacre involuntaria, abrasando los pulmones de los pacientes, guiados por satanes calculadores del Nuevo Orden Mundial. Los dirigentes de países que no comulgan con el engaño, mueren misteriosamente después de desafiar el temor sectario a un virus al que sumar la gripe, convertida en mal apocalíptico, como causa de confinamiento. Todo es coronavirus y la sombra de una farsa de tintes demoníacos. 
 
Con la infección la solución de las vacunas de cuyas existencias hay antecedentes previos al propio conocimiento del virus, lo que demuestra la planificación criminal con todos los cabos atados de un genocidio encadenado y supeditado al silencio de los sanitarios y el negocio multimillonario de la mafiosa farmacopea. Pasadas las influencias del arma china y su letalidad, se releva el contagio mediante las vacunaciones masivas que mantienen el porcentaje de alarmismo con los medios de comunicación prostituidos y justifican interminables olas que posibilitan el continuo liberticidio para imponer una disciplina social que modifica los valores del derecho y la libertad democrática. 
 
La Naturaleza no tiene que ver con la estrategia liberticida de un plan que depende de artificiosas emergencias sanitarias. Estamos en garras de desalmados hijos de Satanás. La Moncloa y Galapagar apestan a azufre, también el mundo. 
 
El mejor Padre que Dios me puso sobre la tierra marchó en tiempos extraños de maldad generalizada. Un año desde que lo asesinaron, mientras colean terroristas y monclovitas. Íncubos. Cuanto más vivan, peor será el terror infinito. Asesinos, genocidas, malditos vivos y muertos. Las apariencias humanas… espejismos; son espectros del Infierno a donde regresarán como reos eternos. La basura del alma no se recicla ni el Demonio disculpa el fracaso. Poco imaginan los confiados lo que les espera. Malditos vivos, malditos muertos. 
 
Descansa en Paz fuera de las garras del mundo el mejor Padre que cumplió noblemente su misión terrena. Gracias eternas, Papá. 

Autor

Ignacio Fernández Candela
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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