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Franco fue el artífice de la gran renovación que España realizó en el siglo XX. Lo que no pudo conseguir la revolución conservadora de Maura ni consiguió Don Miguel Primo de Rivera, lo consiguió Franco con autoridad indiscutida e indiscutible. Ese es el legado que el Caudillo deja en la Historia. De ahí la necesidad de comprender y hacer comprender a los españoles de este tiempo, y a los del futuro, tan impresionante legado. Algo fácil de formular pero difícil de conseguir mientras exista, no tanto una izquierda heredera ideológica de aquella de los años treinta del siglo pasado, cainita y sectaria, burda, criminal y levantisca, como una sociedad adocenada, hedonista y cobarde.
Existe una buena bibliografía sobre Franco y su tiempo, pero también existe una notable cantidad de estudios parciales, sectarios e intencionadamente injuriosos. Siendo que en todos, la vertiente personal y la del gobernante se solapan como ocurre con esos personajes históricos en los que la concepción del poder como deber y como derecho les llevó a vivir de manera indistinguida lo relacionado con su vida íntima y su vida pública. Y así fue en el caso de Franco, que vivió y entendió su oficio de Jefe de Estado como ejecutor de una misión histórica que no todos sus compatriotas han sabido reconocer, por más que evidente que sea, y que hoy puede apreciarse con mayor claridad.
Pocos personajes históricos de España, curiosamente los mejores, han sido cubiertos por un manto tan ignominioso como lo ha sido Franco. Y lo llamativo es que parece incrementarse. En parte esto arranca desde el mismo franquismo cuando se enfrentaron en una guerra de opinión sus rivales y sus admiradores. Con todo, una cosa queda clara, la colisión entre una imagen denigratoria y otra laudatoria es paralela a la contienda civil, a nuestra gloriosa Cruzada, imagen que ha venido incrementándose desde su fallecimiento en el terreno de la memoria falsificada y la fabricación del relato interesado. Y esto, por una única y fundamental razón, porque se entrelaza a Franco con el glorioso Alzamiento del 18 de julio de 1936 y con la Victoria del 1 de abril de 1939, gesta que ni la izquierda ni los círculos “discretos” han perdonado. “(…) Una guerra única por sus valores ejemplares, decisiva para el futuro de España, de la que se ha escrito y se seguirá escribiendo ininterrumpidamente, y no sólo por su enseñanza castrense, sino por su alta significación ideológica. Pues todo el legado de la civilización cristiana se defendió con alcance universal, a sangre y fuego. La Fe y la Patria se alzaron como ideas símbolo, y se combatió con ellos hasta el heroísmo sin precedentes, como el del Alcázar de Toledo, o hasta la efusión generosa y martirial de la sangre, como en Paracuellos de Jarama (…)”. [Prólogo de Blas Piñar López al libro, El Martillo y el Yunque del Coronel de Infantería, Don Luis Hernández del Pozo]
Así pues, se puede decir que la imagen de Franco condensó todos los elementos acusatorios sobre la actuación y el carácter de los españoles alzados el 18 de julio de 1936. Por eso igualmente puede afirmarse que ningún otro personaje histórico español se identificó mejor con la sociedad que rigió. De ahí que Franco siga ligado a pasiones e intereses. Un relato en blanco y negro: uno ominoso y otro de exaltación.
De lo dicho se desprende que la Fundación Nacional Francisco Franco tenga que hacer un notable esfuerzo para no sustraerse exclusivamente a esta visión que hemos descrito, que con ser suficiente no es la visión completa que hay que dar de Franco. En definitiva, para dar a conocer a Francisco Franco en su dimensión total y real: personalidad excepcional; pericia militar demostrada como Comandante en la guerra de África y Caudillo en nuestra Cruzada contra el comunismo; extraordinarias dotes como Estadista al frente de los destinos de España durante cuatro décadas, y figura política determinante en la historia de Europa y del mundo.
Este es el legado que tiene que conservar y transmitir la Fundación Nacional Francisco Franco: el legado impresionante, limpio y heroico de Francisco Franco, la figura providencial con la que España se encontró en una de sus encrucijadas más difíciles. El legado del Caudillo de España “por la gracia de Dios”, porque Dios sí interviene en la Historia.
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