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La mentira es una práctica usual y casi hasta obligada en ámbitos liberal-masónicos.

Y así Francisco Igea (el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, del fracasado y afrancesado micropartido Ciudadanos), que lanzaba la mentira de los comuneros como la «primera revolución liberal de la era moderna» (sic!), parece querer competir con Pedro Sánchez en esa práctica tan querida por los amantes de sectas e ideologías extranjeras…

Dijo que se marcharía cuando lo hiciese el mancebo de la coleta. Y aún estamos esperando. Parece vivir perpetuamente obsesionado con hacer prohibiciones y la vida imposible a quien no pasa por el aro.

Una de sus obsesiones perpetuas es la de querer forzar a ponerse esa extraña y curiosa «vacuna que no inmuniza» pasando por encima de las libertades siempre cacareadas por los liberales.

Como cuando Locke decía que había que «aplastar a los católicos como serpientes» o a Jefferson se le llenaba la boca hablando de libertad mientras vendía a sus hijos como esclavos.

O como cuando Montesquieu el de los tres poderes llama «monos» a las personas de raza negra (todavía a finales de los 60 les encerraban en zoos en la Francia liberal).

En serio, señor Igea, cumpla su promesa y márchese. ¿A qué espera? Nadie le va a echar de menos. Llevamos 200 años aguantando atropellos parecidos a los de usted. Pero no vamos a pasar por el aro jamás: métase ya la idea en la cabeza.

Váyase a uno de sus paraísos liberales extranjeros, con Macron o cualquier otro siniestro personaje del ensangrentado mandil. Pero pase antes por una biblioteca a informarse de que los comuneros, de ser algo, fueron la primera revuelta seria contra lo que usted se empeña en intentar imponer.

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Autor

REDACCIÓN