25/11/2024 01:50
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AYER
No. No quiero engañar a nadie, no quiero engañarme a mí mismo. Dije en mi columna de presentación que el director de este inquieto «Imparcial» me había propuesto dos pseudónimos para elegir: o «Séneca» o «Napoleón». ¿Por qué Séneca o por qué Napoleón? Eso lo sabrá el Director. Lo que yo sí sé es que rechacé ambos enseguida. Tras un fin de semana de meditación llegué a la siguiente conclusión: si yo no soy hombre de definiciones rotundas; si España no es una nación de ideas y posturas firmes como la roca; si la situación política es rara, y sobre todo, inestable; si el Gobierno del señor Suárez no sabe qué hacer, y si los partidos políticos dudan aún de su propia identidad … ¡Hamlet! Y con «Hamlet» me quedé. La duda.
                                              Porque la verdad es que aquí tenemos demasiados profesores y demasiadas «cátedras»… y escasos, muy escasos, «Hamlet».Aquí todos queremos tener «toda» la razón y nadie, o casi nadie, se para a pensar que los «otros» también pueden tener razón. Uno lee a Antonio Izquierdo, a Emilio Romero, a Luis Apostua, a Abel Hernández, a José Luis Alcocer o a Pedro J. Ramírez… y les ve como muy convencidos de lo que escriben. A primera vista, además, parece que cada uno por separado tienen toda la razón. Uno oye hablar a Fraga, a Felipe, a Carrillo, a Tierno, a Blas o, incluso, a Suárez… y también los ve como muy convencidos, como en posesión de toda la verdad. Uno lee el «ABC», o el «Ya», o «El País», o EL IMPARCIAL… y también los ve en plan profesoral.
                                          ¡Parece como si todos estuviesen inspirados por el Espíritu Santo! Y, sin embargo, mi alma duda y se atormenta con verdades dispares y encontradas. ¿Dónde está la razón? ¿Dónde está el verdadero camino? ¿Qué debo hacer? ¿Qué debo escribir?
                                            Y todo ¡porque me preocupa España, porque me duele mi Patria!. Allá pues, los dogmas de esos «profesores» que todo lo ven claro.
                                             «Hamlet» se mueve entre el ser o el no ser… entre la desconfianza y el temor… entre las sombras y los sueños.
                                              Pero hoy yo quería hablar de otro tema. Sí, porque hoy he recibido la primera carta desde que soy «columnista», y eso, para mi´, es un acontecimiento. Me pregunta un joven escritor qué ocurre de verdad en este país y qué salidas veo yo a esta extraña situación. ¡Cómo si yo lo supiese! ¡Cómo si alguien lo supiese! Un día España supo que no quería «aquello» y se lanzó al campo de batalla. Otro día España supo que las Dictaduras acaban cuando muere el Dictador y se lanzó en pos de la Democracia.  Pero, ahora, España no sabe dónde ir. Tenemos la Democracia y no sabemos qué hacer con la Democracia. Pensamos en una salida de fuerza y temblamos sólo de pensarlo… Y nuestras miradas, las miradas de tantos millones de españoles, se pierden en el horizonte como se pierde la del navegante esperando ver tierra.
                                            Esta es la cuestión.
                                            En cualquier caso he prometido a mi joven escritor que le contestaré en breve abriéndole de par en par mi corazón.  Aunque, por decirle algo hoy le he adelantado las palabras de Polonio a su hijo Laertes:
                                             … «Y procura imprimir en la memoria estos pocos preceptos: no propagues tus sentimientos ni ejecutes nada inconveniente. Sé sencillo, pero en modo alguno vulgar. Los amigos que escojas, y cuya adopción hayas puesto a prueba, sujétalos a tu alma con garfios de acero, pero no encallezcas tu mano  con agasajos a todo camarada recién salido sin plumas del cascarón. Guárdate de entrar en pendencia; pero, una vez en ella, obra de modo que sea el contrario quien se guarde de ti. Presta a todos tu oído, pero a pocos tu voz. Oye las censuras de los demás, pero reserva tu juicio. Que tu vestido sea tan costoso como tu bolsa lo permita, pero sin afectación  a la hechura; rico, más no extravagante… No pidas ni des prestado a nadie, pues el prestar hace perder a un tiempo el dinero y el amigo, y el tomar prestado embota el filo de la economía. Y, sobre todo, esto: sé sincero contigo mismo, y de ello se seguirá, como la noche al día, que no puedes ser falso con nadie.»
Léelas tú también, lector. Léelas tú, gobernante. Léelas tú, político. Léelas tú, España… Y leedlas Vos, Majestad.  («El Imparcial». HAMLET, 25 de mayo de 1979)
HOY
        Pues, leamos bien. «Hamlet» decía (ojo, en 1979): «Un día supo que no quería «aquello» («aquello» era la República) y se lanzó al campo de batalla (la Guerra de 1936-1939). Otro día España supo que las Dictaduras acaban cuando muere el Dictador (Franco) y se lanzó en pos de la Democracia (la Transición). Pero, ahora, España no sabe dónde ir (Suárez)… Tenemos la Democracia y no sabemos qué hacer con la Democracia»…
¡Dios1… y si esto decía «Hamlet» hace 41 años ¿qué puede decir hoy… ¿sabemos dónde va España?¿es seguro que tenemos democracia?…¿aspiran los políticos de hoy a algo más que un sillón y un presupuesto? ¿lucha el señor Sánchez, de verdad, por España?… ¡Sí, mi Señor, sí, amigo Horacio, sí padre mío, sí Majestad, decidme qué es esto que nos atormenta, hacia dónde vamos, qué va a ser de España!. («El Correo de España». «HAMLET» 1 de agosto 2020)

Autor

REDACCIÓN
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