22/11/2024 18:08
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AYER
¡Qué duro resulta escribir hoy!… ¡Qué grandeza la del periodismo!, y qué admiración siento hoy por estos profesionales! Si yo fuera el Poder hoy rendiría sin falta un gran homenaje a estos hombres que «tienen que hacer» el periódico. ¡Qué grandeza, señor; qué servidumbre, señor; qué fortaleza, señor! Vayan, pues, hoy estas palabras en honor de la profesión periodística. ¡Y juro solemnemente que jamás volveré a criticar a un hombre que «tiene que escribir» por fuerza, aunque tenga su mente turbada y su corazón dolorido!
                             Porque, hoy, señores, hoy es un día de dolor, de rabia, de …
                      ¿Por qué?, ¿para qué?, ¿qué está ocurriendo aquí?, ¿qué va a pasar ahora?, ¿a quién corresponde detener esta sangría y devolver la esperanza?, ¿dónde está ese rayo de luz que esperamos para salir de esta penumbra y de esta noche sin fin? ¡Oh, Dios, qué cara es la libertad!
Pero hoy no quiero razonar. Mi mente está desvaída y llora desconsoladamente mi alma. Hoy quisiera ser, de verdad, Hamlet , y poder exclamar con él:
«¡Oh!… ¡Que esta sólida, excesivamente sólida, carne pudiera derretirse, deshacerse y disolverse en rocío!… Oh que no hubiese fijado el Eterno su Ley contra el suicidio!… Oh, Dios! ¡Dios!… ¡Qué fastidiosas, rancias, vanas e inútiles me parecen las prácticas todas de este mundo!… ¡Vergüenza de ello! ¡Ah! ¡Verguenza!
Sí, Hamlet, vergüenza es lo que siente hoy España entera. Vergüenza de no saber detener este mal que nos aplasta y nos divide. Vergüenza  de no sentir vergüenza… ¡Verguenza de mirar, todavía, a nuestros hijos y a nuestras mujeres! Vergüenza de no saber ser! ¡Verguenza , ya, hasta de no saber llorar!
                   Tú, Hamlet, en tu locura premeditada, en tu ficción diabólicamente humana, llegaste a preguntarte:…¿Qué es más levantado para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante Fortuna o tomar las armas contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas?» y yo, más cuerdo, pero más cobarde, me pregunto hoy: ¿qué es más levantado para el espíritu: hacer lo que van a hacer todos por cobardía (es decir, callar, pedir calma y serenidad) o abrir de par en par el corazón y decir a los cuatro vientos lo que siento, y lo que me viene de las catacumbas de mi mente? Hablar…callar…morir, no más. porque eso es lo que hoy le ocurre a España. ¡Estamos muriendo ahogados por las palabras que no somos capaces de decir! ¡España se muere por miedo a hablar!… ¡Ah, qué ingrata libertad esta que nos ahoga y nos aplasta! ¡Qué extraña libertad esta que nos ha llenado el corazón de miedo y de cobardía!…
¡Oh, sombra, padre mío, mi Rey, ven tú y habla. Habla tú por esta España que se ha quedado de repente muda y seca como una tumba! ven tú y dile a mis compatriotas lo que nadie se atreve a  decirles, lo que nadie quiere decirles.
Y, oh, milagro de los dioses!, el día se ha hecho noche y el mar se ha desbordado hacia el infinito.
«La Sombra: ¡Oh, Hamlet, no llores, no grites, no sufras, no te atormentes… y abre tus ojos a la noche y palpa en las tinieblas. Ese viento que gime, esos ladridos lejanos, esos ruidos apenas perceptibles, ese misterio que te envuelve! ¿no sabes acaso, que ya es lo que tú esperas? ¿Acaso no llega en ese galope tendido lo que espera España?… ¡Oh, Hamlet, tu desesperación me inquieta: ¿por qué?, ¿por qué dudas y gimes como una doncella? Detén tu locura y haz que se haga la luz; abre las puertas; engalana tu casa y que las campanas redoblen…. ¡porqué llega el destino! ¡porqué llegan los dioses!… Y España no tendrá que llorar más: sus pueblos y sus ciudades ya vienen, ya se acercan… Y al frente de todos viene su Rey… ¡Hamlet! ¡Hamlet!, despierta!…»
                                  No. Hoy ni las sombras pueden despertarme. El veneno está rompiendo mis venas y mi sangre se está derramando y llena las calles. Así muy lejos, muy lejos, como algo que se pierde en la eternidad, oigo las palabras del joven Fortimbrás y las voy repitiendo sin saberlo…
«¡Que cuatro capitanes levanten sobre el pavés a esos cuatro soldados de España!… ¡Que por su muerte hablen alto la música marcial y las honras guerreras! ¡ llevaos los cadáveres, que el espectáculo es más propio de un campo de batalla! ¡Id y mandad a los soldados que hagan fuego!…»
                                  Más, que era fuerte el viento; grandes las olas; intensa la noche; los hombres, cobardes… y las palabras, palabras. ¡Sólo palabras!
                                   Y no pudo ser. ¡Pobre España!  («El Imparcial», 26 de mayo 1979)
 
HOY
¿Y qué puede decir el «Hamlet» de hoy sino repetir lo del «Hamlet» de ayer: «Sí, Hamlet, vergüenza es lo que siente hoy España entera. Vergüenza de no saber detener este mal que nos aplasta y nos divide. Vergüenza de no sentir vergüenza. ¡Vergüenza de mirar, todavía, a nuestros hijos y a nuestras mujeres!…¡Vergüenza de no saber ser!… ¡Vergüenza, ya, hasta de no saber llorar!…¡Oh, Hamlet, Hamlet!…¡Que cuatro capitanes levanten sobre el pavés a esos cuatro soldados de España!… Más, que era fuerte el viento, grandes las olas, intensa la noche, los hombres, cobardes, y las palabras, palabras…¡Sólo palabras!…¡Y no pudo ser, pobre España!»…¡Dios, y esto lo escribió sin conocer y sin haber oído hablar del Pedro y Pablo que nos llevan por la ruina al abismo!… Yo estoy seguro que si aquel Hamlet llega a ver lo que estos desalmados están haciendo con España no pide sólo cuatro capitanes sino los 100.000 hijos de San Luis. AMÉN. («El Correo de España»,3 de agosto del 2020)

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REDACCIÓN
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