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“Si fue un ataque israelí, no se revelará porque implica a ambos lados en una guerra (declarada, abierta) que no quieren”, dijo a Asia Times, bajo condición de anonimato, una fuente libanesa de alto rango cercana a Hezbollah (Asiatimes.com, 11-VIII-2020).

TEL AVIV esencialmente ha estado en guerra con el Líbano desde 2006 (Veteranstoday, 10-VIII-2020)

Israel y el Líbano están técnicamente en guerra (Jerusalem Post, 13-VIII-2020).

Visión apocalíptica de las inmediaciones del “hornillo/embudo” de la detonación: se puede apreciar el inmenso silo parcialmente en pie y un barco destrozado que la explosión levantó hasta la superficie del muelle.

Evidentemente, el título es arriesgado y alarmista, aunque ambas cosas algo mitigadas por los interrogantes, pero pretende reflejar la aterradoramente inusual explosión y el peligro de que entre sus efectos pueda estar la chispa que desencadene un conflicto de proporciones globales. En este sentido es bueno recordar que tanto el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo, como la ocupación de Polonia por la URSS (no se olvide) y Alemania, en apariencia no tenían que conducir necesariamente a una conflagración global.

Desmenucemos los motivos de esa alarma tras analizar la explosión, el escenario y a quién puede beneficiar tamaño desastre.

Los hechos

El pasado martes 4 de agosto una serie de explosiones en el puerto Beirut, la última y definitiva a las 6:07 de la tarde hora local (una hora menos en nuestra Península), terminaron, de momento, con el siguiente saldo:

171 muertos una semana después (el día 11, martes), así como “entre 30 y 40 desaparecidos”, según el dimitido Ministro de Salud libanés, quien precisó que, entre los aproximadamente 6.000 heridos, “unos 1.500 necesitan un tratamiento delicado (y) 120 de ellos aún se encuentran en cuidados intensivos”. Actualmente son más de 220 los muertos y 100 los desaparecidos.
Casi la mitad de Beirut, ciudad de unos dos millones de habitantes, ha quedado destruida o dañada, con barrios enteros devastados, afectando a unas 750.000 personas y causando entre ellos unos 300.000 desplazados, es decir, con sus hogares destruidos. Se vió salir despedida gente por el aire y algún vehículo apareció a varios kilómetros de donde estaba aparcado. En un radio de 6 km todos los cristales se rompieron. En algunos lugares a decenas de kilómetros se derrumbaron balcones, marquesinas y techos.
Según el New York Times: “los techos se derrumbaron, las paredes y las ventanas volaron y se encontraron escombros a una distancia de hasta dos millas del puerto; se volcaron automóviles y un crucero, de 120 m de largo atracado a 460 m de distancia (el Orient Queen, de la compañía libanesa Abou Merhi, que terminó hundiéndose), y los escombros de los edificios destrozados llenaron las calles de la ciudad; cerca del lugar de la explosión, un barco salió disparado del agua y aterrizó en el muelle”.
El Instituto de Geofísica Estadounidense (USGS, Virginia) equiparó la intensidad de la explosión a la de un terremoto de magnitud 3’3 en la escala de Richter, Pero sismógrafos jordanos dijeron que había sido de 4’5. La onda de choque se sintió hasta en la isla de Chipre, a 240 kilómetros de distancia.

        

El impresionante cráter producido tiene un diámetro medio de 120 m y una profundidad de 43 m. El mar ha invadido esa zona desintegrada del puerto interior. Se la ha considerado la tercera mayor explosión “no nuclear” (sic), aunque este aspecto merece la pena examinarlo mejor.
La onda de choque esférica alcanzó un diámetro de 240 metros en un octavo de segundo.
Una estación meteorológica italiana (Pedara, Sicilia) detectó un aumento significativo de radiactividad.
El gobernador de Beirut, Marwan Abud, calificó las consecuencias de la explosión como “un desastre nacional parecido a Hiroshima”.
El Presidente del Líbano, Michel Aoun, antiguo general de 85 años, dijo al día siguiente de la explosión que la misma podía deberse a una negligencia o a “intervención exterior” con un misil o una bomba.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, inicialmente dijo que “parecía un ataque terrible” y que expertos militares le hablaron de “algún tipo de bomba”.
Más recientemente Nohad Machnouk, ex ministro del Interior libanés y actual diputado, públicamente ha culpado a Israel de ser “claramente” responsable de la enorme explosión: “esta operación en Beirut fue realizada por Israel de manera clara y explícita … está claro que estamos ante un crimen de lesa humanidad y, por tanto, nadie se atreve a responsabilizarse de él”.
Las pérdidas inicialmente han sido tasadas entre 000 millones de dólares (otras fuentes estiman 20.000). El silo inmediato la explosión contenía el 85% de las reservas de trigo libanesas. Reparar los daños podría acabar con hasta el 25 % del PIB del país.
El Gobierno libanés en pleno dimitió días después, tras graves protestas “populares” (1 policía muerto, 238 heridos en total).

 

            La versión oficial

 

Todo comenzó, aparentemente, con “un incendio fortuito” en una instalación portuaria (¿la misma nave que explotó?) y se extendió al almacén nº 12 situado entre el silo y el muelle, donde, tras afectarle el incendio en un 80% aproximadamente, se produjo una gran explosión, seguida de otras menores (se habló de fuegos artificiales o municiones, pero pudieron ser de depósitos diverso) y, casi inmediatamente, la segunda y demoledoramente gigantesca explosión.  En la nave se almacenaban 2.750 toneladas de nitrato de amonio en un contenedor, producto empleado como base a fertilizantes y también a mezclas explosivas; hablaremos de ello. El contenedor procedía de un carguero moldavo en tránsito hacia Mozambique que hizo escala por averías en 2013; las autoridades libanesas le impidieron seguir navegando y la carga fue almacenada en el puerto hasta la resolución legal del caso; responsables del puerto y de seguridad habían avisado al Gobierno Libanés del potencial peligro de ese improvisado y largo almacenamiento, lo que deja entrever posibles oscuras intencionalidades.

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Rápidamente Israel proclamó que no tenía nada que ver con la explosión, cosa llamativa, porque, ya se sabe, excusatio non petita accusatio manifesta.

Todos los medios difundieron que la causa la explosión fueron las toneladas nitrato amónico (NO3NH4 ó AN para los sajones) almacenadas en el hangar, recordando las explosiones que el nitrato amónico ha producido anteriormente, especialmente la de Texas City en 1947, aunque el barco S.S. Grandcamp transportaba también municiones que debieron hacer de iniciadoras de la explosión.

En paralelo, aparecieron versiones, algunas de ellas israelíes, en las que se acusaba a Hezbolá de almacenar municiones en el puerto, e incluso estar detrás del prolongado almacenamiento del nitrato. Así mismo se insinuó la responsabilidad de las “corruptas” autoridades libanes por negligencia en el mismo. También se mencionó una nube naranja como la que aparece cuando se libera gas tóxico de dióxido de nitrógeno después de una explosión con nitratos, que puede redundar en la versión oficial del NO3NH4 o tratar de enmascarar efectos de un explosivo no convencional. Y la más curiosa explicación es también judía, afirmando que, según una red de sismógrafos instalados en el Mediterráneo (proyecto internacional IRIS), se registraron hasta seis potentes explosiones subterráneas en el puerto antes de la grande, insinuando la existencia de polvorines subterráneos; esta versión parece enfocada a explicar la enorme profundidad del cráter. En relación con lo anterior, el presidente libanés Michel Aoun recientemente descartó como “imposible” la posibilidad de que una gran explosión fuera causada por un depósito de armas de Hezbollah.

  

         En cualquier caso, se puede constatar una uniforme campaña de desinformación y censura masiva, de la que uno de los mejores ejemplos es lo sucedido con las declaraciones del presidente norteamericano: Trump dijo bomba, posteriormente el Secretario de Defensa de Washington, Mark Esper dijo accidente, aunque luego se desdijo medio confesando que no tenía mucha idea. A pesar de estos extraños movimientos, Trump se mantuvo en su declaración y, significativamente, la mención de sus respuesta y comentarios fueron prohibidas en Facebook.

 

El arma del crimen: el explosivo                           

Respecto al nitrato amónico, es un fertilizante comercial que no arde si no está mezclado con gasoil y no explota si no es por efecto de la onda de choque de un explosivo iniciador. 

A pesar de las distintas apreciaciones vertidas, dados los efectos (dimensiones del “embudo” o cráter, daños y datos sismográficos), puesto que el puerto de Beirut tiene un agujero del tamaño de un cráter nuclear (fundamentalmente por la profundidad, propia de un arma antibúnquer), y una destrucción de niveles inimaginables, y tras consultar tablas que recogen los parámetros de explosiones convencionales y nucleares, nos inclinamos por clasificar la explosión como equivalente a unas 6.000 toneladas de TNT/Trilita (6 kilotones -Kt-) o 12.000 de explosivo ANFO por lo menos (mezcla de Nitrato Amónico -AN- con gasoil –Fuel Oil-).

Respecto a la rotura de cristales, asociada a la onda expansiva de 1 Psi (-libra por pulgada cuadrada-, equivalente a 0’07 bar), los datos de la prensa son al menos de unos 5/6 km de radio, muy superior a lo que cabría esperar de una explosión de 6 Kt y más si ésta es semienterrada. Esto puede indicar, probablemente, que el nitrato amónico explotó por efecto del explosivo principal, añadiendo a éste un efecto de bomba “termobárica”, “de vacío” o de “explosivo aire-combustible”, aumentando el área afectada pero con una presión menor.

Con relación al excepcional cráter, hay algunos casos de explosiones de nitrato que generan embudo, pero generalmente solo cuando está sometido a presión en depósitos herméticos. En todo caso, no he encontrado un cráter de semejante tamaño en otras explosiones asimilables. Comparativamente, la similar explosión de la factoría química AZF (Toulouse, 2001), pero su cráter no llegó a los 50 metros de diámetro y no superó los 10 metros de profundidad. Un “embudo” como el de Beirut requeriría una explosión superficial de 60 Kt de explosivo convencional, pero una bomba nuclear antibúnquer moderna podría lograrlo sin problemas.

En relación al hipotético explosivo nuclear, no se ha hablado de “Impulso Electromagnético”, por motivos de conveniencia o porque no sería detectable al circunscribirse dentro del radio de la onda explosiva. El “Flash”, o fogonazo cegador, es una consecuencia de la radiación emitida, por lo que a plena luz del día mediterráneo y estando bloqueada en parte por ser una detonación semienterrada y por el humo del incendio previo, quedaría muy reducido. La radiación residual sería relativamente baja y no causaría síndrome de irradiación aguda, por lo que sin un detector no se percibiría.

En resumidas cuentas, no queda clara la causa de la explosión y es muy probable que nitrato de amonio haya detonado. No es descartable un artefacto nuclear táctico antibúnquer, pero sin un reconocimiento radiológico independiente resulta imposible saberlo.

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Llegados aquí consideramos obligado citar al exdiputado israelí Moshe Feiglin, quien en Facebook y en una emisora de radio dio gracias a Dios por la terrorífica explosión de Beirut: “lo que vimos ayer en el puerto de Beirut fue mucho más grande (que una explosión convencional, dada su experiencia); el efecto destructivo fue como una bomba nuclear –agregó Feiglin-; si fuimos nosotros, y espero que fuéramos nosotros, entonces deberíamos estar orgullosos de ello y con esto crearemos un equilibrio de terror; al evitar decir que somos nosotros, nos colocamos en el lado oscuro de la moralidad”.

Por la otra parte, la web Veterans Today ha publicado que un exministro de defensa libanés se puso confidencialmente en contacto con ella una hora después de la explosión y la atribuyó a un ataque israelí, primero con un pequeño misil disparado por un barco en alta mar, con lo que se inició un incendio, y luego con el ataque aéreo de un F-16 que lanzó un misil con una ojiva nuclear táctica. Al respecto, el mismo presidente Aoun ha dicho que mucha gente afirmó haber visto aviones pasar por el puerto justo antes de la explosión.

 

Nos perdonarán que este suceso nos traiga a la memoria el asesinato del sunnita ex Primer Ministro libanés Rafiq Hariri el 14 de febrero de 2005. Según Thierry Meyssan, fue asesinado con un nuevo tipo de arma de origen alemán.  La “bomba”, supuestamente con una potencia superior a 1 Kt (1.000 kg TNT), provocó una verdadera bola de fuego con llamas alcanzaron muchos metros de altura, se rompieron ventanas en un radio de medio kilómetro, produciéndose un cráter de al menos 10 m de diámetro y dos de profundidad. La explosión produjo una ola de calor excepcionalmente intensa y breve, como consecuencia de la cual la parte del cuerpo de las víctimas directamente expuesta a ella quedó instantáneamente carbonizada mientras que el otro lado del cuerpo no se quemó (caso de Hariri). Miembros de algunos cadáveres fueron seccionados limpiamente por la explosión y en un superviviente se encontró que había estado en contacto con uranio (curiosamente, no se hicieron autopsias a los cadáveres). Los expertos consultados por Meyssan  se inclinaron por atribuir estos efectos a una arma nueva basada en avanzados conocimientos nucleares y nanotecnológicos, la cual permite crear un tipo de explosión cuya intensidad se puede controlar con precisión, un arma que solo poseía Alemania y que supuestamente fue cedida a Israel, quien seguramente la lanzó desde un dron dada sus pequeñas dimensiones. De ser cierta la ayuda de los inmediatos antecesores de Ángela Merkel a Israel, estaríamos ante un curioso guiño del destino, pues, esta mini bomba atómica sería descendiente de la que Luigi Romersa testimonió haber visto explotar el 12 de octubre de 1944 en la isla de Rügen, en el Mar Báltico.

Por cierto, el asesinato prácticamente dio pie a la Guerra del Líbano de 2006 o Guerra Israel-Hezbolá de 2006, en la que Israel fue acusada de utilizar armas “nucleares” antibúnquer (y Aquí), precisamente en la zona de Khiam, donde ahora se encuentra desplegado el contingente español de FINUL.

Y otro guiño del destino, la mega-explosión en el puerto libanés se adelantó solo unos pocos días al 75º aniversario de las bombas de Hirosima (6 de agosto, Little Boy, de uranio U-235; ¿de factura alemana?) y Nagasaki (9 de agosto, Fat Man, plutonio Pu-239), bombas en las que sabios sionistas dejaron importante impronta.

 

El escenario y quién se puede beneficiar (cui prodest)

 

 

El Ministro de Defensa, Benny Gantz, ordenó el jueves día 13 a las FDI bombardear la infraestructura libanesa si Hezbollah daña a soldados o civiles israelíes (tras un fuerte enfrentamiento en la zona de los Altos del Golán). En las imágenes B. Netanyahu, Moshe Feiglin, Gantz y el General Kochavi

El escenario, el ambiente, o como queramos llamar a los antecedentes históricos y el entorno socio-cultural, es fundamental para valorar cualquier situación. Desde la creación del Estado de Israel en 1948 la zona limítrofe está desestabilizada, especialmente el Líbano, con su inducida guerra civil entre 1975 y 1990 e innumerables ataques israelíes. Por utilizar ideas y palabras acertadas, citaremos las de Veterans Today: «Tel Aviv  esencialmente ha estado en guerra con el Líbano desde 2006. Israel desea el Medio Oriente como PROPIO/OWN (own al revés es … NWO, New World Order, Nuevo Orden Mundial) de acuerdo con sus planes del proyecto Oded Yinon – Gran Israel. Están “cumpliendo” la “profecía bíblica”» (Génesis 15, Salmos 71 y 88, Romanos 4). Algo similar dijo Yaser Arafat sobre Eretz Yisrael.

Inducir una nueva guerra civil en el Líbano, ya muy deprimido económicamente, culpando a la chií Hezbolá de ser la causante de la explosión, especialmente ahora que ha sido exculpada, junto con Siria, de ser la instigadora del asesinato de Hariri, beneficia a Israel y debilita al bando de Irán-Siria-Hezbollá.

¿Quién pudo provocar la explosión y beneficiarse de ello?

Autor

REDACCIÓN