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Según señala Giovanni Giacalone en un artículo publicado por el Centro Machiavelli, el Comité de Finanzas del Senado de los Estados Unidos publicó el 23 de diciembre un informe detallado sobre la financiación de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) a favor de una conocida organización terrorista, la Islamic Relief Agency (Agencia de Ayuda Islámica – ISRA), que fue contratada en 2014 a través de la ONG World Vision como cooperante para las actividades en Sudán. La ISRA, que fue designada como organización terrorista por el gobierno de los Estados Unidos el 13 de octubre de 2004 por haber financiado a Osama Bin Laden y a Hamas, recibió 200.000 dólares durante el mandato de la administración Obama. Una semana después, el Departamento de Estado de los Estados Unidos condenó a otra organización benéfica musulmana, la Islamic Relief Worldwide (IRW) por su apoyo a Hamás y a la Hermandad Musulmana. La IRW tiene un presupuesto anual de unos 100 millones de dólares.

El fenómeno de la financiación del islam político y radical no es nuevo. En 2019, los periodistas de investigación franceses Christian Chesnot y Georges Malbrunot publicaron su libro “Qatar Papers, como el emirato está financiando el islam en Francia y en Europa”, el final de una trilogía sobre el emirato qatarí precedido por “Qatar, Los secretos de la caja fuerte” (2013) y “Nuestros queridos emires, ¿son realmente nuestros amigos?” (2016). Chesnot, periodista de investigación del canal de radio France Inter, y Malbrunot, reportero de Le Figaro, son expertos en el mundo árabe y conocen muy de cerca el islamismo. Fueron secuestrados en agosto de 2004 por el Ejército Islámico en Irak y liberados después de 124 días de secuestro.

El libro, que fue convertido posteriormente en un documental y emitido por el canal de televisión francés/alemán ARTE (el canal recibió una carta de la agencia de comunicaciones qatarí en Francia para que no lo transmitiera), muestra la intensa actividad de la ONG “Qatar Charity” en la financiación de los proyectos de la Hermandad Musulmana en Europa. Un total de 140 proyectos (fundación de mezquitas, escuelas coránicas y apoyo a asociaciones musulmanas) que recibieron una financiación de 72 millones de euros destinada principalmente a Italia, Francia, España, Alemania y Reino Unido. En menor medida también se han financiado proyectos en Polonia, 208.000 euros para la creación de un centro islámico en Varsovia, Hungría o Noruega, 300.000 euros para la compra de una iglesia católica y su conversión en mezquita. Todas estas donaciones han sido gestionadas a través de “Qatar Charity”, una ONG humanitaria pero completamente dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores del emirato cuyos fondos provienen de instituciones públicas qataríes y de la dinastía gobernante, los Al-Thani.

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Georges Malbrunot y Christian Chesnot, autores de «Qatar Papers»

En una entrevista publicada a finales de 2019 por The Arab Weekly, Chesnot explicaba la relación entre los Hermanos Musulmanes y el emirato. “Hay proximidad ideológica entre los hermanos y la familia gobernante. Esto no es reciente. Yusuf al-Qaradawi (uno de los líderes de los Hermanos Musulmanes) ha estado viviendo en Qatar desde los años 60. Las universidades y escuelas de Qatar están infiltradas por maestros y activistas de la Hermandad, principalmente de Egipto. Los hermanos musulmanes han tenido un punto de apoyo en Europa desde los años 50 y los qataríes naturalmente han recurrido a ellos. De alguna manera han comprado una red de influencia existente, a diferencia de los turcos, que tienen menos dinero, pero mucha gente. El régimen islamista en Turquía puede confiar en esta comunidad para difundir su ideología mientras que los qataríes no tienen tal comunidad. Por eso confían en la red de los Hermanos Musulmanes”.

Chesnot considera que la publicación del libro y la posterior difusión del documental han comprometido la estrategia qatarí y provocado que hayan entregado el testigo a su gran aliado el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. “A medida que abandonan su descarada financiación de determinados proyectos en Europa, confían en sus aliados turcos para seguir esta estrategia. Qatar financia la economía turca en crisis y se beneficia, a cambio, de una base militar turca en su territorio. Están llevando a cabo la misma estrategia en su región, especialmente en Siria y Libia, y con respecto a la Hermandad Musulmana. Lo que es seguro es que el dinero qatarí ya no se invertirá directamente para financiar el islam político, sino que pasará por las redes de los hermanos musulmanes turcos”. 

Pero Turquía y Qatar no son los únicos países que financian el islamismo. En 2017, Sir William Patey, embajador británico en Arabia Saudita de 2006 a 2010, denunciaba que ese país había financiado mezquitas que se habían convertido en un caldo de cultivo del yihadismo. “Lo que están haciendo la Asociación Mundial de la Juventud Musulmana y la Liga Mundial Musulmana es fundar mezquitas y promover una ideología, la ideología salafista wahabita. No están financiado el terrorismo. Están financiando otra cosa, algo que en el futuro puede llevar a individuos a radicalizarse y a convertirse en carne de cañón para el terrorismo”. La Liga Mundial Musulmana fue fundada en 1962 para propagar el islam. Financiada por el gobierno saudí y con sede en La Meca, trabaja para mejorar los medios de comunicación islámicos como un medio de propagar el islam y la cultura islámica, y aboga por la aplicación de la ley Sharia por parte de individuos y grupos, así como por estados.

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La advertencia del exembajador no iba desencaminada. En 2019, Muhammad bin Abdul Karim Issa, secretario general de la Liga Mundial Musulmana, anunció que su organización no iba a gestionar ni financiar la mezquita de Ginebra (Suiza) por sus vinculaciones yihadistas que la hicieron merecedora del sobrenombre de la mezquita más problemática de Europa. Arabia Saudita, que en febrero de 2020 anunciaba que no iba a financiar mezquitas fuera de su territorio, gasta cada año unos dos billones de dólares en la financiación de mezquitas, imanes, escuelas religiosas, becas, viajes y educación religiosa. 

En Francia, tras el atentado en Niza y la decapitación de un profesor, el gobierno de Emmanuel Macron presentó a primeros de diciembre una nueva ley para combatir el islamismo radical. Uno de los puntos de esa nueva ley pretende estrechar la vigilancia de la financiación e ideología de las asociaciones religiosas y de los lugares de culto. Hasta el momento se han clausurado 73 mezquitas y escuelas religiosas, y 51 asociaciones y ONG están siendo investigadas. Austria, después de sufrir un atentado islamista en Viena, también ha anunciado cambios legislativos para vigilar a las mezquitas radicales y asociaciones musulmanas con financiación extranjera. Algo que se empezó a hacer en 2018, cuando el canciller Sebastian Kurz gobernaba en coalición con los patriotas del FPÖ. En ese momento se cerraron siete mezquitas y se expulsó a 60 imanes por recibir financiación desde Turquía.

La voluntad política de frenar el “islam político” parece firme, pero de nada sirve controlar la radicalización en el territorio europeo cuando las puertas están abiertas, cuando las fronteras de Europa son inexistentes y se presiona a los países que controlan la inmigración. De nada sirve vigilar las mezquitas cuando un yihadista, como el tunecino Brahim Aoussaoui, llega ilegalmente a Italia en septiembre y en octubre degüella a tres personas en la Catedral de Niza. Y luego está la siempre presente tentación de volver a la senda del buenismo y de lo políticamente correcto, o lo que es lo mismo, a aceptar de buen grado el talonario de las monarquías del Golfo. Como afirma Chesnot, “los qataríes son conscientes de que tienen mucho dinero con el que pueden comprar, o eso piensan, todo el mundo. Pueden comprar el silencio de los Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, comprándoles armas, comprando el PSG y así sucesivamente”.

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Álvaro Peñas