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La publicidad de las grandes corporaciones, las redes sociales pastoreadas por los hipermillonarios de Silicon Valley, la televisión pasteleada por los magnates izquierdistas del IBEX…Todos los resortes de la información o, más bien, de la infoxicación, están en manos del proceso de sustitución cultural y racial contra la raza blanca y europea.

La relación heterosexual entre personas de raza blanca, la dualidad hombre-mujer europeos, es estigmatizada por la corrección política.  El feminismo de cuarta ola, que postula el racismo anti blanco, ha puesto en cada medio de comunicación, en cada anuncio publicitario y en cada serie televisiva a una pareja “mixta”; multirracial. Porque es la “única” heterosexualidad que la corrección política progre admite: la que mezcla las razas. Olvídense de las imágenes de matrimonios o parejas de raza blanca promocionando geles de ducha, zumos o vehículos. Están en vía de extinción y suplantación.

El proceso no es nuevo, ni exclusivamente europeo. Desde que Hollywood empezó a ser tomado por las tesis anti occidentales y marxistas culturales de Theodor Adorno, miembro de la Escuela de Frankfurt, el cine norteamericano a partir de los años 70, pero también innumerables series televisivas, se abonaron a la técnica de normalizar la sociedad multirracial a partir de la gran pantalla. Las parejas mixtas hicieron su aparición en cada vez más espacios.

Los ingenieros del marxismo cultural pretendieron acuñar injertos sociales, transformaciones interhumanas que finalmente no tuvieron éxito de forma generalizada. La campaña para implantar una sociedad forzosamente mestiza no hizo mella en EEUU de la forma esperada, pero tampoco en Europa, y se acrecentó la tendencia a la separación entre razas, al “gueto”.

El “Plan Kalergi”, urdido por la masonería austro-húngara en 1923 para la construcción de “Paneuropa” como superestructura basada en el exterminio de los Estados nación y la cesión de competencias a una élite política supraestatal, pretendía asentarse en una sociedad bastardizada, fruto de la inmigración masiva de negros y asiáticos hacia Europa. Richard Coudenhove Kalergi pretendía de este modo liquidar la tradicional “belicosidad de los pueblos blancos de Europa”. Y para ello, además, impulsó la expresión “ sociedad multicultural” durante su discurso al recibir el Primer Premio Carlo Magno de la Comunidad europea en 1950.

Kalergi, considerado fundador del “movimiento europeísta” y homenajeado periódicamente por las instituciones europeas, sentó la base de la inspiración “aperturista-cultural” de la futura “Comunidad Económica europea” luego llamada “Unión europea”.

El experimento racista anti blanco se inició académicamente en EEUU cuando la Escuela de Frankfurt, a través de las Universidades de California en los 60, había implantado sus tesis a través de estudios como “La personalidad autoritaria” de Theodor Adorno. El filósofo postulaba el carácter fascista, autoritario y tendente al totalitarismo de buena parte del hombre blanco eurodescendiente.  En EEUU, el cine, las series televisivas y las productoras, dominados por lobbies estrechamente atados por la “Liga Antidifamación”, comenzaron a proclamar su lucha contra “los discursos de odio” y a pontificar a favor del mestizaje.

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Los países de la Unión europea, desde los primeros años 2000 a esta parte, decidieron plegar su producción televisiva y fílmica no ya a los designios podridos de la “memoria histórica” –que también-, sino al mestizaje forzoso, al odio a la raza blanca y a la flagelación contra la familia tradicional, heteropatriarcal y monógama. Abortismo, ideología de género y “hombres sin Patria y ciudadanos del mundo” son los clichés excelsos del pudridero pseudocultural posmodernista.

El infame pacto de Marrakech suscrito en diciembre de 2018 por el gobierno de Pedro Sánchez, fue impulsado por la ONU e integra algunas de las premisas del “Foro de Davos” y su proyecto estrella: la Agenda 2030.  Entre sus clausulas, figura la promoción de la sociedad de los estereotipos mestizos, donde la inmigración llamada “migración” sea completamente naturalizada como parte de los esquemas “familiares” integrantes de las sociedades europeas, cuya identidades originarias serán arrasadas.

No se nos puede escapar que existe una abrasiva ingeniería social que trata de “normalizar” lo que no lo es, y que intenta modular las mentes para implementar la agenda de destrucción del Occidente de raza blanca y raíces cristiano-latinas. Sin duda, a las grandes corporaciones financieras y mediáticas de los hipermillonarios que censuran las redes sociales para imponer el credo del capitalismo “ progre y cool”, les interesa destruir el basamento identitario de los pueblos de Europa y eurodescendientes. La raza blanca como base de identidad trata de ser sustituida y bastardizada para crear un amasijo de seres consumidores-productores fácilmente manipulables.

Cualquier medio informativo, televisión o digital que se precien, pueden exaltar abiertamente y en régimen de libertad absoluta a cualquier raza, ya sea asiática, negra o indígena. Pero no a la raza blanca.

La ingeniería social contra la raza blanca se labró hace décadas, pero cunde cuando “Black lives matter” propulsa el empoderamiento de la raza negra sobre los blancos de Occidente, o cuando las feministas demonizan al hombre blanco tachándolo de machista, autoritario o xenófobo. El odio al hombre de las feministas se centra SÓLO en el racialmente caucásico o blanco.

Basta ver, como ejemplo reciente, el de la detención del agresor sexual y multicriminal apodado “el melillero”: sujeto de nacionalidad española pero de origen africano. Feministas y medios de comunicación han destacado su “nacionalidad española” silenciando su extracción africana y, por supuesto, no han informado de que el 80 por cien de agresores sexuales de mujeres en España son de origen no español al provenir de culturas basados en la misoginia, el africanismo o el credo islamista. Con el caso de “el melillero”, en el armario ha quedado la habitual polvareda que el aquelarre feminista monta cuando el criminal es de raza blanca

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Hoy día asistimos al ataque mayúsculo más importante contra nuestra Civilización y sus logros más singulares como la Conquista y evangelización de América por la España de los Reyes Católicos. La llegada al poder en EEUU de Joe Biden ya anuncia la regularización masiva de los ilegales de EEUU, el desarme de la policía o las cuotas preferenciales para negros en toda la Administración y Universidades. Se produce un ataque visceral a los rescoldos de dignidad que mantuvo vivos Donald Trump cuando persiguió penalmente a “Antifa” y defendió la igualdad social eliminando cuotas preferenciales para mujeres o personas de raza negra. El movimiento racista anti blanco se va a empoderar y enardecer para asaltar con mayor denuedo Occidente.

Los gigantes tecnológicos Google, Apple y Amazon así como las redes sociales Twitter o Facebook  se han abalanzado a una censura sin cuartel que tiene el objeto de destruir las opiniones disidentes y grabar a fuego los subconjuntos del marxismo cultural: feminismo de cuarta ola, abortismo, homosexualismo, antieuropeismo. Pero también, y no conviene olvidarlo, pretenden instalar el “antirracismo”.

Y ser antirracista -no lo olviden jamás- es ser antiblanco; es hacer el juego al consenso progre; y es participar en la construcción del Nuevo Orden Mundial que no quiere diferencias, siquiera entre razas; quiere una homegeneidad bastardizada. Los que amamos las diferencias entre razas, y amamos a la raza blanca, debemos oponernos a este proceso sucio y sibilino que pretende cooptar desde la publicidad televisiva o las redes informativas hasta el sistema educativo, completamente entregados a la demonización de la cultura occidental. Tenemos que garantizar que la diversidad racial no será liquidada, y que nuestra raza, la blanca, tendrá futuro, identidad y conservación. Nos va la vida en ello.

Autor

Jose Miguel Pérez