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Mientras los medios de comunicación occidentales nos bombardean literalmente con interminables campañas para denunciar el machismo, el racismo (siempre que las víctimas no sean blancas), o toda clase de discriminación de las cada vez más diversas identidades de género, y al mismo tiempo defienden a grupos marxistas radicales como el feminismo de tercera ola o el Black Lives Matter, el colectivo más perseguido del mundo es deliberadamente ignorado. La Unión Europea se llena la boca de palabras bonitas, de igualdad, de derechos humanos, pero se mantiene en silencio mientras millones de personas son discriminadas sólo por profesar el cristianismo (en 2020 fueron perseguidos 260 millones de cristianos, aproximadamente la mitad de la población de la UE).

Sin embargo, desde hace varios años el gobierno de Viktor Orbán se ha comprometido con la denuncia de esta persecución y con romper el muro de silencio de la corrección política. La agencia estatal húngara sin ánimo de lucro “Hungary Helps” (Hungría Ayuda) acaba de presentar el Informe de Budapest sobre la persecución de cristianos 2020. Esta agencia apoya a las culturas cristianas de todo el mundo, en Oriente Medio, Asia y África, y que amenazadas por organizaciones terroristas islamistas como Boko Haram o el Estado Islámico. Su ayuda ha permitido que casi 100.000 personas perseguidas pudieran permanecer en sus países de origen o regresar a ellos. Desde 2016, la agencia ha desarrollado un plan de “ayuda a los cristianos amenazados”, con una inversión de 43 millones de dólares en 21 países del mundo.

El informe se puede descargar como documento PDF en húngaro e inglés aquí. El primer ministro húngaro Viktor Orbán ha escrito el siguiente prólogo a esta edición.

Mientras escribo estas líneas, millones de personas en muchas partes del mundo son discriminadas simplemente por profesar la religión cristiana. Muchos de ellos tienen que vivir con la conciencia de que sus casas e iglesias pueden ser incendiadas, o sus esposas e hijos secuestrados en cualquier momento para ser convertidos por la fuerza a una fe diferente.

Los hechos demuestran que el cristianismo es la religión más perseguida del mundo actual. Sin embargo, lo que es aún más triste es el silencio ocioso del mundo occidental de base cristiana. En Europa es algo habitual que hablar de los actos de violencia contra los cristianos sea un tabú, ya que en la mayoría de los casos sólo se trata de una cuestión de derechos humanos en la mayoría de los foros internacionales. Al mismo tiempo, los políticos o líderes eclesiásticos que se niegan a someterse a la ideología del arco iris y se atreven a hablar en defensa de los valores y las comunidades cristianas, se han convertido en blancos distinguidos de los ataques políticos.

Hoy día sólo hay unos pocos países que se atreven a enfrentarse abiertamente a las fuerzas anticristianas. Hungría es uno de ellos. Porque como miembro milenario de la comunidad de naciones europeas, creemos que tenemos una responsabilidad con nuestra herencia cristiana y nuestros hermanos perseguidos. Sin embargo, para poder ayudar, primero tenemos que romper los muros de la hipocresía y la falsedad que se esconde tras el disfraz de lo políticamente correcto para que todo el mundo lo vea claro: la persecución de los cristianos es una de las mayores crisis humanas y de civilización de nuestro tiempo. Por cuarto año consecutivo, el Informe de Budapest sobre la persecución de los cristianos ha servido el propósito de proporcionar un foro para aquellos que se han comprometido a transmitir el grito de ayuda de nuestros hermanos perseguidos al público en general, a los gobiernos nacionales y a los responsables internacionales.

La razón para ello es que el panorama que vemos hoy en día muestra un gran motivo de preocupación. La civilización y los valores cristianos están bajo constante ataque, con muchas áreas geográficas donde se encontraba la cuna del cristianismo ahora en ruinas o convertidas en un cementerio, mientras que una pandemia que llega a todos los rincones de nuestro planeta amenaza con desencadenar otra ola migratoria aún mayor hacia Europa.

Para Europa significa que, si los responsables políticos occidentales siguen escondiendo la cabeza en la arena, esto podría llevar a que hasta mil quinientos millones de personas se pongan en camino en los próximos treinta años huyendo de la guerra, el terror y las crisis humanitarias con la esperanza de llegar a nuestro continente. Europa tiene que despertar y comprender que el grito de los perseguidos es para nuestra advertencia, porque lo que ahora está a miles de kilómetros llamará a nuestra puerta mañana y también pondrá en peligro nuestras vidas.

Durante muchos siglos, en Europa se ha llamado a Hungría el Escudo de la Cristiandad. Esta herencia nos anima hoy a convertir las palabras en hechos, siguiendo el principio cristiano de una cultura de la acción. Y con suficiente modestia, pero con un cumplimiento concienzudo de nuestros deberes, podemos decir con el corazón en paz: el modelo que hemos desarrollado para ayudar a nuestros hermanos perseguidos ha funcionado bien durante años. Estamos orgullosos de tener hoy resultados tangibles en la labor humanitaria que hemos puesto en marcha, cuya esencia es apoyar a las personas en apuros allí donde viven y, en lugar de animarlas a marcharse, les ayudamos a crear un nuevo hogar en su patria ancestral.

Autor

Álvaro Peñas