22/11/2024 07:51
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Decía Jean-François Revel que la primera fuerza que dirigía el mundo era la mentira.

El próximo 4 de mayo el reclamado «voto útil» se juega su definición como categoría decisiva para la derecha sociológica. Desde las áreas de influencia mediática y márketing político se construye la mentira que aludía Revel.

La dicotomía entre voto instrumental y voto emocional hoy se desborda y confunde en una dialéctica de utilidad del voto, que contamina las percepciones y las manipula con interés estratégico. La conciencia de la voluntad difumina su rol en la aceptación del mensaje, transformando la verdad objetiva en disimulada falsedad.

Así, hoy la derecha sociológica está siendo sometida al discurso eficaz, pero equivocado, de la necesidad de concentrar el voto en torno a la candidatura de Isabel Díaz Ayuso, con el fin de evitar que el «Frente Popular», y su plan liberticida, tome el gobierno de Madrid.

Sin entrar en enfoques «historicistas» de evidencia analítica y valoración cualitativa. Sin argumentar, tampoco, sobre la distribución proporcional de escaños en el sistema de elección en circunscripción única. Hagamos solo una reflexión objetiva y racional del dilema construido sobre la mentira del «voto útil».

El mero pragmatismo utilitarista y cortoplacista de concentración del voto en el Partido Popular, limita notablemente un bloqueo eficaz a los planes de la izquierda. Se podría tener un parlamento regional mayoritariamente «azul», pero la visualización cromática no garantiza en absoluto el contraste ideológico, ni evidencia el fracaso del plan liberticida diseñado por la izquierda. Las elecciones regionales del 4 de mayo adquieren una dimensión nacional histórica  de naturaleza superior. De ahí, que la utilidad del voto se haya de enfocar desde una perspectiva más amplia.

Lamentablemente, la izquierda ha ganado un terreno político notable y amenaza con cronificarse mayoritariamente, también, en la estructura social, consecuencia de su avance progresivo durante décadas, poco combativo desde la derecha, en el ámbito cultural. Aquí está la clave de la mentira del «voto útil». La contingencia del momento crítico oculta su trascendencia moral. El «voto útil» engaña a la conciencia porque cosifica las ideas a lo esencialmente pragmático, dejando con menor peso específico su fundamento ontológico. Marcuse o Fromm han sido muy bien utilizados por la izquierda y muy mal comprados por esa «derecha» posibilista acomplejada, que acepta por dejación de respuesta, su inferioridad moral, compensando el efecto, eso sí, a un reduccionismo de su función social con cierta eficacia de la gestión. El debate de ideas se constriñe a lo meramente instrumental de lo doméstico, sin que haya ambición alguna en ganar la batalla cultural, eje clave del problema. El efecto de esta pereza intelectual posibilita el avance de la izquierda y sus nuevos paradigmas de implantación social.

Esa derecha del complejo permanente, articulada en torno al Partido Popular, eficaz en la gestión y olvidadiza en los principios, es la que llama, con marketing político y mediático, al reclamo del «voto útil». Es paradójico que se aluda a ello desde su misma limitación de respuesta ideológica y cultural. El desplazamiento de los paradigmas éticos del liberal-conservadurismo hacia posiciones poco conservadoras, evidencia la consumación de la falsedad conceptual del  «voto útil».

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Aquí es donde entra en juego VOX y su impacto político y cultural de reformulación de los principios de la derecha. Aquello disimulado, oculto u olvidado por interés estratégico del Partido Popular es contestado ahora por el nuevo partido de la derecha, que emerge como actor principal de vanguardia para la batalla cultural.

La candidatura de Isabel Díaz Ayuso es una buena opción de respuesta electoral, pero se hace insuficiente  en el combate político contra la izquierda, no solo en la suma parlamentaria de mayorías, sino, sobre todo, en la resistencia cultural y su vanguardia hegemónica. Es desde este enfoque donde se ha de plantear el verdadero voto útil.

Por tanto, no es excesivo pensar que solo con un VOX fuerte en las instituciones, el efecto de utilidad instrumental del voto se acentúa en doble sentido. Por un lado, como aliado al Partido Popular en mayoría parlamentaria y de gobierno y, por otro, como dique de contención y garante de los principios naturales de la derecha genuina.

Solo con un VOX fuerte en las instituciones el desnivelado tablero político y cultural podría tender al equilibrio, sin concesiones programáticas ni claudicaciones de principios. La batalla cultural precisa de ideas-fuerza no mudables en función de la contingencia del momento o del oportunismo cortoplacista, derivada ésta practicada, lamentablemente con frecuencia, por el Partido Popular. Por tanto, un VOX fuerte en las instituciones compensa notablemente el efecto, de cierta contrariedad en la derecha,  por su voto fragmentado.

Decía el profesor Gustavo Bueno que la derecha se encontraba disuelta en la izquierda. Seguramente que nuestro gran filósofo hablaba de la derecha que él observaba últimamente, o sea, la articulada en torno al Partido Popular, como el gran partido de la derecha del momento. Pero hoy, quizá, ese efecto disfuncional que categorizaba el profesor Bueno, se haría menos intenso con un VOX fuerte en las instituciones. Por supuesto, que este enfoque solo es una apreciación intuitiva de los fundamentos del filósofo, pero, quizá, nos muestre una oportunidad providencial de revertir la situación a la que aludía.

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Parece claro, pues, dónde está hoy el verdadero voto útil de la derecha.

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REDACCIÓN