22/11/2024 01:02
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Ya todo el mundo conoce su nombre: George Floyd. Sucedió en Mineápolis, Estados Unidos. Una mala detención policial desproporcionada acabó con su vida. El agente, llamado Derek Chauvin, ha sido detenido, imputado por asesinato en tercer grado y homicidio imprudente. El policía ha sido también expulsado del cuerpo y su mujer ha pedido el divorcio. Una tragedia, lamentable como tantas otras que suceden frecuentemente en un país con más de 327 millones de habitantes.

Tras conocerse la noticia se desata el caos absoluto. Imágenes dantescas de saqueos, incendios, robos generalizados, tiroteos y tumultos de enormes dimensiones recorren el mundo. Grupos organizados de violentos campando a sus anchas desbordaron a las policías locales. La situación parece fuera de control y se repite en otras ciudades del país. Durante varias noches, las calles de Mineápolis, Nueva York, Los Angeles y Chicago, entre otras, se convirtieron en un escenario de guerra. Once estados y la capital, Washington, requirieron el despliegue de la Guardia Nacional. Y esto parece solo acaba de comenzar.

¿La muerte de un ciudadano americano por violencia policial ha sido la causa de los incendios y saqueos a tiendas y supermercados? No, no es la primera vez que sucede ni será la última. El detonante del caos es que George Floyd era negro. Sonará incorrecto para muchos, lo siento, pero así es, y esto no es racismo sino verdad.

Si el desafortunado Floyd hubiese sido blanco y se hubiera cruzado con un mal policía de cualquier color, su muerte hubiera quedado en el anonimato, hubiera sido una muerte más por mala actuación policial, pero no un acto racista que apunta directamente al linchamiento de Donald Trump.

Floyd no murió por ser negro sino por ser victima de una bestia que deshonró su uniforme. Su muerte se ha convertido desafortunadamente en la excusa de una masa de descerebrados, que le hacen el juego al llamado Estado Profundo, que no concibe que la Casa Blanca esté ocupada por primera vez por alguien con auténtico sentido patriótico.

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La maquinaria ya está en marcha, en realidad nunca se detuvo; primero los rusos, Putin, los escándalos, el machismo, acusaciones variopintas jamás probadas, Ucrania, el machaque mediático constante, el muro, Corea del Norte, los inmigrantes, el impeachment, los chinos, y ahora una vez más, el racismo. Ya vemos en la televisión a artistas y estrellas millonarias de la NBA luciendo camisetas con el hashtag “George Floyd” o «I can’t breathe» (No puedo respirar) incitando a acabar por todos los medios con la violencia racial y a tomar las calles.

Ahí circula por las redes el video de la activista Tamika Mallory vociferando: “La razón por la que se están quemando edificios no es sólo por la muerte de nuestro hermano George Floyd. Es para decirle a la gente que vive en todos los estados del país que basta significa basta, y que no somos responsables de la enfermedad mental que se ha infligido a nuestro pueblo por las instituciones del Gobierno norteamericano y los que están en el poder. Me importa un carajo si se queman supermercados porque las empresas también tienen que estar de nuestro lado pidiendo justicia. Si tú no sales a defender a la gente, no nos desafíes. Los jóvenes están cansados, están enfurecidos y hay una manera muy fácil de resolverlo: detengan a la Policía, impútenla, pero no solo aquí en Minneapolis, sino en todo América, porque están asesinándonos. La supuesta ‘Tierra libre’, no lo ha sido para la gente negra y estamos cansados. Saquear, lo aprendimos de vosotros, ustedes llegaron aquí y saquearon a la población indígena. Aprendimos la violencia de ustedes, así que hagan lo correcto”.

Al menos Mallory no se guarda nada, argumentando a voces la justificación de la violencia, el robo, el saqueo y la muerte en un discurso “antisistema” que une el odio racista más rancio con un cierto “indigenismo” de cotillón.

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Trump, fiel a su estilo, tampoco se cortó un pelo y manifestó: “Delincuentes de la extrema izquierda, matones y otros procedentes de nuestro país y del resto del mundo no podrán incendiar nuestras comunidades. No dejaremos que eso suceda” y prometió «acabar con la violencia colectiva» advirtiendo con activar al Ejército «muy rápido» para sofocar las revueltas.

Finalmente agregó: «La memoria de George Floyd es deshonrada por alborotadores, saqueadores y anarquistas. La violencia y el vandalismo son liderados por los “antifa” y otros grupos extremistas de izquierda que aterrorizan a gente inocente, destruyendo empleos, dañando negocios y quemando edificios”.

Los mismos de siempre, los promotores del mundialismo versus soberanismo, aún no han digerido el triunfo de Donald Trump en 2016. Ya no saben como enmendar su error y evitar su continuidad. USA arde.

Es claro que Trump es el objetivo. Así que una vez más – ¡Disparen contra Trump!

Autor

José Papparelli