22/11/2024 01:32
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El ecologismo político ha sido a menudo utilizado como un camuflaje, como una bandera aceptable bajo la que se han ocultado ideas que tenían muy poco que ver con la protección del medio ambiente y, desde luego, bastante menos aceptables. Así, durante la Guerra Fría, mientras la URSS y los países comunistas contaminaban a diestro y siniestro y realizaban todo tipo de pruebas nucleares, los partidos comunistas occidentales abrazaron el ecologismo radical y el pacifismo, y denunciaron la destrucción del planeta inherente al sistema capitalista. Eran los llamados ecologistas sandía: verdes por fuera, rojos por dentro. En Alemania Occidental, cuna del partido verde más importante de Europa, la policía secreta de la Alemania Oriental (RDA), la Stasi, se infiltró con éxito en el movimiento verde. El caso más sonado fue el de Dirk Schneider, portavoz del grupo parlamentario Verde, que en 1983 encabezó la visita de una delegación de su partido a la Alemania comunista. Bajo su influencia y la de otros infiltrados como él, los Verdes se posicionaron a favor de la RDA y en contra de la reunificación alemana por representar una “amenaza para la paz”. En octubre de 1991 Schneider fue denunciado por haber sido un informante de la Stasi durante 10 años con el nombre clave de Ludwig. En 2016, los Verdes encargaron un estudio a los historiadores Jens Gieseke y Andrea Bahr para clarificar la presencia de agentes de la Stasi en su organización. En opinión del partido, la veintena de infiltrados no consiguieron sus objetivos, algo bastante discutible si consideramos la actitud de los Verdes ante la RDA y la enorme coincidencia programática con Die Linke, los herederos del socialismo real, y más aún viendo los carteles que ilustran este artículo y que anuncian el congreso de este año de la “Juventud Verde” (Grüne Jugend) con el eslogan “Muchas luchas, un combate” que recuerdan a los carteles de propaganda de la Unión Soviética que marcaban el camino “hacia el socialismo”.     

Sin embargo, el modelo soviético o el de la Stasi no se venden muy bien en el mundo actual, el ecologismo sí. Según las últimas encuestas, la Alianza 90/Los Verdes (Bündnis 90/Die Grünen) y su candidata Annalena Baerbock son el primer partido de Alemania con una intención de voto del 27-25%, entre uno y tres puntos más que los conservadores de la CDU/CSU (24%), seguidos de los socialdemócratas (13%), los liberales (12%), los patriotas de Alternativa para Alemania (11%) y Die Linke (7%). Estas encuestas tienen mucha importancia porque las elecciones al Bundestag, el parlamento alemán, se celebrarán el próximo septiembre. Dos razones explican este súbito crecimiento de los Verdes. En primer lugar, la debilidad del partido de Angela Merkel, la CDU, con una enorme crisis de liderazgo y salpicado por casos de corrupción. También según las encuestas, más de la mitad de sus votantes en 2017 no volverán a apoyarles en 2021, y un 16% van a votar a los Verdes. En segundo lugar, el que sin duda es el motivo principal de esta renovada simpatía popular: el apoyo desmedido de los medios de comunicación alemanes a Baerbock, a pesar de que carece de experiencia fuera de la política de partido. Los medios no sólo han alabado a la candidata verde, sino que algunos, como el Tagesspiegel, han señalado que la población alemana podría no estar preparada para alguien de su talla.

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Este apoyo de los medios cobra sentido cuando se analizan las políticas verdes, que son uno de los principales caballos de batalla de la Agenda 2030 y del globalismo, y sólo tenemos que fijarnos en como la ONU y otras instituciones internacionales se han volcado en fenómenos como “Fridays for Future” y su profeta Greta Thunberg. Con la excusa de la ecología se aprueban leyes de cambio climático, como acaba de suceder en España y Francia, que provocarán paro, subidas de impuestos, desindustrialización y la pérdida de nuestra independencia energética, o lo que es lo mismo, la pérdida de soberanía nacional que es el objetivo principal de las políticas globalistas. Pero este no es el único punto en el que coincide la agenda verde y la globalista, que por lo demás comparte todos los mantras del progresismo y la diversidad, sino que ambos hacen causa común en favor de la inmigración masiva.

Annalena Baerbock

Los Verdes alemanes, como los grandes medios de comunicación, parecen ajenos a todos los problemas de integración y económicos (según el gobierno el coste para Alemania en 2018 fue de 23.000 millones de euros) causados por la llegada masiva de inmigrantes en 2015. Pero esto son minucias para Baerbock, que reclama más cuotas de inmigrantes para Alemania, “necesitamos urgentemente añadir cuotas. Decenas de municipios (alemanes) están listos”. Y también para Europa, “los contingentes de refugiados deberían distribuirse lo antes posible en la UE para llevar a cabo los procedimientos de asilo allí”. Otros miembros de su partido se han declarado en el mismo sentido. Michael Kellner, director político federal, escribía en Twitter: “Si la UE quiere seguir comprometido con la idea europea, entonces se necesita solidaridad. Los refugiados en las islas griegas tienen que ser evacuados. Alemania debería seguir adelante y también aceptar refugiados de las fronteras exteriores europeas”. La juventud verde ha ido un paso más allá y ha pedido que el dinero de la UE se utilice en ferris para transportar inmigrantes desde África en vez de emplearlo en una agencia de control de fronteras como Frontex. A este fervor proinmigracionista, los Verdes añaden su histerismo climático y en 2020 redactaron una propuesta para que Alemania acogiese en el futuro a 150 millones de refugiados climáticos. Una petición en la que coinciden con Fridays for Future: “El enfoque europeo en Grecia es inhumano. En un mundo en el que los países industrializados obligan a cada vez más personas a huir como resultado de la crisis climática, necesitamos un claro cumplimiento de los derechos fundamentales”.

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En Europa los Verdes siguen la misma tendencia de sus partidarios alemanes y en el Parlamento Europeo lideraron una campaña bajo el título “Europe Welcomes”, señalando más de 500 ciudades y municipios dispuestos a acoger más inmigrantes. Otro país con una presencia verde importante es Suecia, donde los Verdes forman parte del gobierno. Su portavoz y actualmente ministra de Igualdad y Vivienda, Märta Stenevi, hizo unas polémicas declaraciones el pasado 1 de abril en las que afirmaba que las mujeres suecas blancas nacidas en el país debían apartarse para que las mujeres de las minorías extranjeras pudieran gobernar Suecia. Parece ser que ella no se incluye dentro de las mujeres blancas suecas, aunque lo es, y todavía no ha dimitido de su cargo. Dentro de toda esta retórica endofóbica tan propia de la izquierda hay que mencionar a otro sueco, Lars Ahlfors, presidente de los Verdes de Eslöv, una localidad de 20.000 habitantes al sur de Suecia, que dijo que si los suecos no disfrutaban con el multiculturalismo deberían marcharse. Posteriormente el partido se disculpó, alegando que se trataba de una declaración “irónica”. En España el representante de la línea verde es EQUO, un partido creado en 2011 que se ha presentado en las diferentes elecciones en coalición con Izquierda Unida y Podemos, pero que abandonó la coalición morada en 2019 para unirse al partido de Iñigo Errejón, Más Madrid, y a Compromis. Más Madrid, después de sus buenos resultados electorales en la Comunidad de Madrid, es el que pretende recoger el guante del modelo alemán y liderar una “ola verde”. Un camuflaje perfecto y una hábil estrategia para los mismos ideales que se han estancado en Podemos, pero que pintados de verde dan bastante menos miedo. El ecologismo sandía no ha dejado de existir, simplemente se ha adaptado a los tiempos y no pretende conducirnos a la dictadura del proletariado, sino a la dictadura de las elites.    

Autor

Álvaro Peñas