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Entrevista con el eurodiputado francés Nicolas Bay, miembro del comité ejecutivo de la Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen, y vicepresidente del Grupo Identidad y Democracia en el Parlamento Europeo.
Usted señaló en una ocasión que Macron era una ilusión. Vistas las continuas protestas en Francia, ¿cree que para muchos franceses el sueño se ha convertido en pesadilla?
El candidato Macron era una ilusión creada por los grandes medios de comunicación. Pero esta ilusión se basaba en algo real: Macron encarnaba el reencuentro político del liberalismo, que hasta entonces estaba dividido en Francia. Había un liberalismo de izquierdas, con las modas sociales y la inmigración, y un liberalismo de derechas, con las finanzas desconectadas de la economía real y el libre comercio sin restricciones.
El liberalismo unificado de Macron es la abolición de todos los límites, de todas las fronteras, de todas las limitaciones, incluidas las biológicas. Es la sociedad líquida, multicultural, individualista y posnacional. Por eso los grandes medios de comunicación le apoyaron: era su candidato, el de esa ideología liberal-progresista que impregna la falsa élite occidental.
La ilusión de que Macron iba a revolucionar la política se disipó rápidamente. Esta presidencia ha sido una serie de decepciones, humillaciones -sobre todo en la escena internacional- y ahora muestra un inquietante autoritarismo que esconde de mala manera una total incapacidad de anticipación. Emile de Girardin decía que “gobernar es prever”; Macron no gobierna, sólo gestiona a corto plazo y lo hace cada vez peor. Los franceses, que lo están sufriendo, no lo soportan más.
Policías, militares e intelectuales han alertado de lo que está pasando en Francia, y algunos incluso hablan de guerra civil. ¿Es la situación tan grave? ¿Ha servido de algo la famosa guerra contra el “Islam político” de Macron para cambiar esta situación?
Los primeros en hablar de una posible guerra civil fueron nuestros propios dirigentes, entre ellos el expresidente François Hollande y el ex ministro del Interior Gérard Collomb. Todo el mundo sabe lo que ocurre en nuestros suburbios islamizados, todo el mundo es consciente del problema de la inmigración masiva.
Las bravuconadas de Macron contra el islamismo político no han tenido absolutamente ningún efecto. ¡El gobierno incluso sigue trayendo de vuelta a los yihadistas de Siria o dejando salir a los islamistas de la cárcel! La situación es más peligrosa que nunca.
Otro fenómeno preocupante es la cristianofobia y cada vez son más los ataques a iglesias, a sacerdotes y los incendios de los templos. ¿Dónde está el origen de todo este odio? ¿Ha hecho algo el gobierno para combatir esta violencia?
En Francia hay muchos más actos anticristianos que contra cualquier otra religión, y esto es así desde hace varios años. El antisemitismo también va en aumento. No olvidemos las numerosas profanaciones de cementerios, que se inscriben en la misma dinámica. Esta cristianofobia es sobre todo una manifestación del odio a Francia, a su historia y a sus símbolos, que se expresa cada vez más en una parte de la juventud de origen inmigrante.
No hemos visto al gobierno hacer nada al respecto. El ministro del Interior, Gérald Darmanin, se limita a “condenar enérgicamente” en Twitter sin tomar ninguna medida. Recientemente hemos tenido un ejemplo bastante simbólico: el del inmigrante ruandés, en situación ilegal, rechazado por asilo y con obligación de abandonar el territorio francés, que incendió la catedral de Nantes en julio de 2020 y mató a un sacerdote en agosto de 2021… Es absolutamente escandaloso e intolerable que no haya sido expulsado. ¿Cómo podemos garantizar el respeto de nuestro patrimonio religioso y prevenir los daños cuando casos tan graves se tratan con tanta laxitud?
Las encuestas dicen que la mayoría de los franceses quieren un referéndum sobre la inmigración, una de las promesas electorales de Marine Le Pen, y la política migratoria es otro fracaso del actual presidente. ¿Son optimistas de cara a las presidenciales de 2022? ¿Ha llegado la hora de RN?
Desde hace décadas, los franceses son partidarios en un 70% de reducir la inmigración. Esta cuestión, y más en general la de la protección de nuestra identidad, ha sido central durante mucho tiempo; a partir de ahora ya no se puede eludir. El control de nuestra política migratoria, y a través de ella muchas otras cuestiones relacionadas -seguridad, finanzas públicas, sanidad…- será el tema principal de estas elecciones.
Bajo el mandato de Macron, una media de 400.000 inmigrantes ha entrado en Francia cada año, si sumamos trabajadores, estudiantes, reagrupación familiar y solicitantes de asilo. Son dos millones en todo el quinquenio. Esto equivale a la ciudad de París sin contar los suburbios.
Esta locura debe detenerse y los franceses son conscientes de ello: es el futuro de nuestro país el que está en juego. Este peligro, sumado a los múltiples fracasos de Macron, hace que los patriotas nunca hayan estado en circunstancias tan favorables. No solo podemos ganar, sino que debemos hacerlo.
Además de la inmigración, Francia, como el resto de Europa, sufre un grave problema demográfico. ¿Qué propone RN para revertir esta falta de nacimientos? ¿Cree factible seguir un modelo como el húngaro?
Los burócratas creen que todo es cuantificable, y que más significa necesariamente mejor. Por eso la baja demografía siempre se ve como un desastre, y por eso la inmigración masiva se presenta como una solución.
Es cierto, sin embargo, que hay retos demográficos a los que hay que hacer frente, sobre todo el de las pensiones de jubilación. Sí, podemos impulsar la natalidad con políticas proactivas como las aplicadas en Hungría. Nuestro ingenio técnico también puede permitir acompañar un descenso demográfico relativo.
Además, creo que devolver a los franceses la confianza en el futuro, llevar a cabo un proyecto nacional ilusionante en lugar de vender nuestro país, devolverles el orgullo y dejar de darnos golpes de pecho constantemente fomentará la natalidad. Tomar las riendas de nuestro destino y demostrar que la perspectiva posnacional de un mundo globalizado con individuos intercambiables no es una fatalidad inevitable dará a los franceses el deseo de volver a existir.
Hace dos semanas participó en el Foro Económico de Karpacz, Polonia, con destacados miembros de partidos patrióticos como Jorge Buxadé (VOX) o George Simion (AUR). ¿Hasta que punto es importante la cooperación entre los distintos partidos patriotas?
La cooperación es fundamental. Nos permite entendernos mejor para avanzar juntos en los temas que nos conciernen a todos. Nuestros diferentes partidos y grupos ya trabajan juntos regularmente en el Parlamento Europeo, incluido Jorge Buxadé, a quien conozco bien y respeto.
Nuestros adversarios hablan a menudo de cuestiones que nos dividirían irremediablemente. El eurodiputado Zdzisław Krasnodębski, que moderó la mesa redonda a la que asistí en Karpacz, fue muy claro sobre nuestras diferencias. Existen, nadie lo niega. Pero todos sabemos que son secundarias en comparación con lo que tenemos en común: la civilización europea y la herencia de los valores cristianos, el deseo de proteger nuestra identidad frente a la inmigración masiva, la desconfianza hacia el federalismo de Bruselas y su ideología liberal… Nuestro acercamiento es, por tanto, natural y tiene como objetivo defender mejor nuestros intereses particulares, así como nuestros intereses compartidos.
Usted es el vicepresidente del grupo Identidad y Democracia. RN y otros partidos del grupo participan en la nueva alianza auspiciada por Viktor Orbán junto con partidos de los Conservadores y Reformistas (ECR). ¿Cree que esta alianza podrá atraer a los partidos más conservadores del PPE y alterar significativamente el equilibrio de fuerzas entre patriotas y globalistas en el Parlamento Europeo?
El PPE se encuentra en una preocupante deriva liberal. Lo veo en sus votaciones en el Parlamento Europeo: los miembros del PPE se alinean en general con las posiciones del bloque de izquierdas, desde los Verdes hasta Renew (liberales), pasando a menudo por la extrema izquierda. Puede haber algunas diferencias, pero la mayor parte del tiempo el PPE se comporta como un respaldo de la izquierda, con unos pocos partidos todavía capaces de independizarse.
Esta nueva alianza patriótica, que pronto podría concretarse en un grupo común, alimenta una dinámica que contribuye a la necesaria redefinición de los clivajes políticos. Los patriotas deben permanecer unidos contra los globalistas para defender tanto nuestra civilización común como la libertad de cada una de nuestras naciones. Tendemos la mano a los miembros del PPE que están más interesados en proteger a sus pueblos que en avanzar hacia una Europa federal cuya única ambición es ser un vasto supermercado sin fronteras ni identidad.
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