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Este oro del silencio es más importante en este momento para el Presidente Trump que todo el oro que pueda tener en las bóvedas de los bancos.

El presidente más locuaz, transparente y accesible que han tenido los Estados Unidos−probablemente en toda su historia−ha sido Donald Trump. Quizás por eso su silencio desde que salió de la Casa Blanca el pasado veinte de enero ha sido objeto de múltiples interpretaciones y hasta de numerosas conjeturas. Los escépticos lo consideran «liquidado» como político, sus enemigos están aterrados de que resucite a la vida pública y sus partidarios estamos convencidos de que hay Donald Trump para un largo rato. No albergo la menor duda de que este hombre regresará al cuadrilátero más fuerte que nunca antes porque sus enemigos se han excedido en un castigo que ha superado los parámetros de la venganza. Una conducta que rebaja a quienes la ponen en práctica y aleja a quienes son testigos de su bajeza.
Mientras tanto, Donald Trump permanece indiferente a la maledicencia de sus enemigos porque tuvo cuatro años de entrenamiento contra la maldad del pantano pestilente de Washington. Tal como hacíamos los jóvenes de mi generación cuando nos formulaban  una pregunta que no queríamos contestar, Trump les dice a sus interlocutores:»interpreten mi silencio». Y ese silencio tiene la fuerza de un terremoto ensordecedor, sobre todo en un hombre que hizo de la palabra el principal instrumento de su éxito como empresario, como comunicador y como político.
Como empresario, Donald Trump multiplicó varias veces el capital que le facilitara su padre para iniciar sus empresas. Como comunicador y conductor de su programa televisado «The Celebrity Apprentice»−transmitido por la cadena NBC durante 14 años−atrajo a millones de televidentes y logró altos niveles de sintonía. Y como político obtuvo una victoria que nadie creía posible cuando se convirtió en la única esperanza de una ciudadanía cansada de la corrupción y de la mentira de la clase política tradicional.
Pero, según nos dice el Eclesiastés, «hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar». Este es el tiempo de Donald Trump para callar, para organizar, para planificar y para preparar su regreso triunfante a la Casa Blanca en las generales de 2024. Siguiendo con la Biblia, vemos que la misma nos da muchos consejos, tanto para hablar como para callar. En Proverbios 17, 28 se dice: «Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio; El que cierra sus labios es entendido». … Aprende primero a callar, para poder luego hablar con acierto. Según el refrán: «Si la palabras es plata, el silencio es oro.» Este oro del silencio es más importante en este momento para el Presidente Trump que todo el oro que pueda tener en las bóvedas de los bancos.
En tal sentido, quienes hemos seguido la carrera política de Donald Trump no podemos dejar de asombrarnos de su velocidad galáctica. La mayoría de los 46 presidentes de los Estados Unidos ha llegado a la Casa Blanca escalando posiciones inferiores como la Cámara de Representantes, el Senado y la gobernación de algún estado de la Unión Americana. Donald Trump, por su parte, es miembro de un pequeño club de 5 presidentes americanos que fueron electos a tal posición sin previa experiencia política o cargo electivo anterior. Sus nombres: Zachary Taylor, Ulysses S. Grant, Herbert Hoover, Dwight D. Eisenhower y Donald Trump.
Esto podría explicar, en gran medida, su impaciencia con la burocracia, su vocabulario tajante, sus confrontaciones con la prensa y, en general, su conducta como presidente. Es un hombre acostumbrado a dar órdenes y ser obedecidos. Ese no es el mundo edulcorado y ficticio de la política. Quiso cambiar ese mundo y terminó en el ostracismo y abandonado por los miembros de su partido y por sus propios subalternos. Martin Luther King se refirió a la soledad de los líderes con una frase lapidaria: «Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los malos, como del estremecedor silencio de los buenos.»
Irónicamente, las cualidades que le ganaron a Donald Trump el apoyo casi fanático de las multitudes le resultaron un obstáculo en la conducción del gobierno. En mi caso, Donald Trump fue la tercera opción en las presidenciales de 2016. Hoy lo admiro y lo apoyo con todas mis energías porque no lo juzgo por sus resabios−que todos los tenemos−sino por sus aciertos, el servicio a su pueblo y su amor a los Estados Unidos.
Un bardo ya fallecido cuya ideología rechazo pero cuya poesía admiro se refirió al encanto del silencio en estos términos: «Me gustas cuando callas porque estás como ausente/ Distante y dolorosa como si hubieras muerto/Una palabra entonces, una sonrisa bastan/ Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.» El bardo se llamó Pablo Neruda y ese encanto del silencio podría ser en este momento la mejor arma de Donald Trump para iniciar su viaje de regreso a la Casa Blanca en las presidenciales de 2024. Por ahora que se tome un descanso y se inspire en estos versos para disfrutar la compañía de su deslumbrante Melania, cuyos silencios tienen el encanto de la realeza innata. Dentro de unos meses, cuando se caliente la campaña política, podrá hablar hasta por los codos.
2-16-21
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