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La Libertad está herida de muerte porque los comunistas no triunfan si hay propiedad privada que es inseparable de la Libertad. Por eso su revolución social es también moral y material. Totalitaria como su régimen. La miseria ocupa el lugar de la propiedad y es el mejor control de masas y la herramienta principal del gobierno absolutista para dominar al pueblo. La camarilla que alcanza el poder es para detentarlo, erigirse en el dios único y practicar su filosofía: «Lo mío es mío y lo de los demás, también». Por supuesto que las votaciones electorales no las habrá si no es para ganarlas. Adiós clase media que es virtud, ilusión, pan, trabajo y paz; la mejor aportación que nos dejó Franco. Por eso también el afán de destruirla va contra él que tanto les molesta y que no le dejan ni descansar en paz después de muerto. Eso ya dice bastante de los sujetos «progresistas» en el mal, y profanadores de tumbas que no respetan ni a los muertos. Como para respetar a los vivos… Su desastroso sistema no funciona ni cometiendo un delito tras otro. La gente no entiende ni quiere entender lo que es el socialismo que prepara el camino al comunismo. Se deja seducir y vota y ya está, mientras sigue con su ceguera voluntaria, negando la realidad. No hay atraco con la subida de la luz, ni Cuba es una dictadura, según la izquierda. El primero -el socialismo- autoriza a robar y el segundo -el comunismo- a matar. Una buena persona metida en esa mafia termina robando y matando, creyendo que lo hace bien. El terror paraliza al pueblo que es dominado como un rebaño de ovejas encerrado en un corral rodeado de lobos. El equilibrio que rige el acuerdo, la coherencia y la armonía en paz de la convivencia, ya no se verán ni por asomo. Porque la revolución es cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación. En definitiva, cambio radical de la vida del hombre. Los efectos más inmediatos del comunismo son el hambre, la cheka, el miedo y la muerte.

La Ley de Vivienda es la última aportación comunista que nos trajo Pedro Sánchez. Un golpe mortal a la propiedad privada; a la Constitución y a la Biblia. De los que se siembra se recoge. Si se genera riqueza habrá cada vez más bienestar y riqueza, lo mismo que si se genera miseria, nos veremos en este espejo de medidas comunistas que nos empobrece más cada día. El psicópata de la Moncloa autoriza la propuesta de Podemos para que le voten los presupuestos y él pueda seguir durmiendo en la Moncloa. Pagaremos muy cara su egolatría a costa de arruinar la economía, la ilusión empresarial y la vida práctica que arranca por el interés individual en construir, y emprender gracias a la libertad de la iniciativa privada. 

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La propiedad está tan ligada a la Libertad que sin ésta no puede existir aquélla. Atacar a estos principios es aniquilar la vida humana. Todo gira en torno a esos dos polos. La última propiedad que tenemos es la de nuestro cuerpo que contiene nuestra vida y alma, ese soplo divino, que se apaga por su fragilidad en cualquier momento. Los comunistas en el poder, se encargan de apagar esa llama de la vida. En el poder del gobierno de España, porque en ningún país europeo hay comunistas en el gobierno.

La ley de alquiler de las viviendas, o medida confiscatoria, rompe el equilibrio que debe de haber entre el valor y precio de las cosas y derriba las razones de vivir y construir del ser humano. «Todo necio confunde valor con precio». Los zoquetes comunistas, no entienden las cosas razonables y buenas, pero las malas a la primera y ponen en práctica. Los votantes son como los políticos que les representan, mala gente. Y si no se entiende esto no se entenderá nada. Empezaríamos como ellos a deambular con juego malabares, de la verdad con la mentira, el bien y el mal, y la palabrería hueca, para emborrachar a los tontos. Todos están engañados, dormidos por la droga que les mandan de Venezuela, y no quieren despertar, y hay mucho imbécil, muchos malos, sobre todo estúpidos, que viven de alimentar el odio y la violencia, y alguna buena persona inconsciente de donde está metida, arrastrada por tan perversa corriente.

Para entender la maldad de este peligroso ganado hay que ir al laboratorio de los pueblo cuando en la guerra aplicaron el comunismo. Mi pueblo como otros muchos fue invadido por los rojos auxiliados de los cicerones, rojeras del pueblo, para aplicar el régimen comunista de la revolución asturiana, que introducían con tanto ruido y violencia, puño en alto. Los anfitriones o mecenas oriundos daban la bienvenida a los rojos invasores coreando sus consignas, y tras la requisa de las escopetas y todas las armas, les mostraban las propiedades, cuyo mandamás al estilo de Chaves de Venezuela, sólo decía: ¡Desprópiese! El presentador contesta al mandamás rojo. Eso es de un fascista; eso, de un capitalista, y el otro ordenaba el: desprópiese. Así llegaron hasta las fincas, ganados o propiedades del que las mostraba al mandamás rojo, a lo que cuando el otro las señaló, recibió la negativa del que las mostraba; quiso saber por qué aquello no se requisaba, a lo que el del pueblo contestó tajante: porque es mío. El otro dijo sorprendido, ¡Ah!, y siguieron con la requisa. Para los comunistas lo suyo es suyo con lo que puedan acaparar a los demás. Es  el principio particular de su propiedad desde que existe el mundo. El mandamás rojo era un minero excarcelado por la Pasionaria, y el otro el mayor cacique y asqueroso del pueblo. En román paladino, el rojo un piojo resucitado, natural de Cacabelos, que presumía de haber matado a no sé cuantos fascistas; y el otro, el oriundo, un hijoputa.

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Los comunistas españoles desde el poco tiempo que llevan en el poder se enriquecieron y son súper millonarios  a costa de robar al pueblo mediante la mentira y el  fomento de la envidia y todos los vicios, pecados y malas artes de odio y división que conforman su infamia. Eso es el comunismo o fin del socialismo, donde la gente se deja engañar felizmente y les vota encantada hasta que ya no haya votaciones. Les prometen el cielo y lo creen y después les imponen el infierno, sin puertas de salida. Eso es la religión satánica del comunismo: una fría máquina de matar. Una ideología criminal de la que ya no se puede salir, sino es muerto.

 

Autor

REDACCIÓN