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A Alberto Garzón, ya no se le confunde con el otro Garzón que se llama Baltasar. Sería difícil si se tuviera que elegir uno. Al viejo Balta que sigue ennoviado con la Lola que manda en los jueces y fiscales, lo echaron de la Audiencia Nacional por prevaricador y tiene un historial de libro para arrojar al fuego. Al Garzón de las vacas ya se le vio hace tiempo que parece tonto, pero es comunista de Podemos, y con eso ya puede parecer o ser lo que le dé la gana. Forma la coalición con el  psicópata anti demócrata que manda en España y que la llevará a lo peor siguiendo la hoja de ruta que inició el diablo de ZetaP en 2004. El amigo de los etarras que lleva a la eta en sus siglas, tras el gran atentado (aún se desconocen los autores) que le empujó al poder para dividir a los españoles y volverlos a la miseria de la guerra civil, brindó puño en alto por la Tercera República, al verse con los poderes capaces de desarrollar sus maldades.

Al Garzón, ministrillo de Consumo, que consumiría al gobierno si tuviera un gramo de decencia, y que tras sus desafortunadas declaraciones con que la carne española que se exporta es mala, no lo echan porque está bien amarrado en el gobierno, según dicen los de las vacas que lógicamente están que braman a la sazón. Esta es la última garzonada, pero ya cuenta con un currículum que tira para atrás.

Titular de Consumo es además coordinador federal de Izquierda Unida y en calidad de tal profirió uno de los mayores hachazos a la gramática que se recuerdan en un político. Sucedió el 21 de febrero del año pasado, cuando en un discurso telemático en contra del encarcelamiento del rapero Pablo Hásel dijo: «Pensemos que estas leyes que ya hemos proponido (sic) cambiar varias veces en el Congreso de los Diputados…». Luego dijo que se estaba poniendo «de manifestación» en vez de «de manifiesto».  Y mostró su alto nivel en el conocimiento de la lengua española, y su virtuosismo en el manejo, demostrando que es uno más del hampa que empiezan por no saber hablar. Ahora dice que no me he «proponido» dimitir porque intuye que su jefe no lo cesará nunca. Es él -el caporal de todos, todas y todes- quien primero debería dimitir si tuviera un ápice de vergüenza, o algo de lo que debería tener. Lo suyo es el trilerismo de gitano del Pozo del Tío Raimundo. Todo esto nos da idea del porvenir, y del nivel de corrupción y estupidez alcanzado, y las consecuencias que estamos sufriendo.

Su amor por la ganadería, no la del gobierno, ya le viene de atrás. La cosa de la carne, le trae a mal traer. A tal efecto publicó un vídeo no hace mucho, en el que decía: «¿Qué pensaríais si os dijera que el consumo excesivo de carne perjudica nuestra salud individual y también la del planeta?». «Estoy preocupado –añadía tras un rosario de garzonadas-. Podemos cambiar nuestra dieta y mejorar el estado del planeta». El texto estaba preparado, no lo había escrito él, y carecía de los ataques al idioma que perpetra cuando improvisa. Pedro Sánchez, el tahúr hábil en el trile, y en su afán de estar en todos los aportaderos para lucirse, salió al paso y dijo que no hay nada mejor que un chuletón al punto. ¡Qué risa…! ¿Verdad? A quien le dé. Ahora no está él al punto de dimitirlo fulminantemente como debiera, si no al punto de reírse una vez más de los españoles con sus juegos malabares. A él le gusta más la carne en el asador, y vengan días y caigan ollas…

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La mejor prueba de lo que es el perro de presa del comunismo, y que empieza imponiendo sus mentiras, la tenemos en cómo accedió al cargo. Jurando y perjurando hasta la saciedad que no pactaría con la eta de Bildu, con los comunistas, y separatistas, etc., que no le dejarían dormir, todo con machaconería indiscutible, tal que no hubo más remedio que darle la razón y dejarle salirse con la suya. Al día siguiente ya estaba en la cama redonda con todos ellos. Ahora vete a echarlos… Ahora celebra los dos años de las sangrientas orgías, con la sangre que hace derramar a los españoles. La izquierda siempre se sale con la suya como ahora con lo de la finada, Almudena Grandes, que obliga al Alcalde Almeida a ceder, para subirla a los altares, a los que ella quería pegarles fuego.

Garzón, el ministro que parece tonto, como el ex ministro Manuel Castell que se acaba de ir por viejo con un buen sueldo sin haber nunca dado un palo al agua, pero feliz de haberse conocido, contrasta con el de las vacas que terminará volviéndolas locas. Lo mejor que hizo Castell, como ministro de Universidades, fue no hacer nada. Pero este Garzón, puede hacer y lo está haciendo, mucho daño.

Después de lo del chuletón al punto vino lo de la huelga de los juguetes, y otros avatares, al punto y coma, como este gobierno toma a los españoles. Garzón sacó de la chistera una campaña de movilización de los juguetes contra el sexismo, otra estupidez dañina, con la que el ministrillo que es amigo de Rufián, expresó a los ciudadanos su desprecio y asco. Garzón es la prueba de que cualquiera puede ser ministro en la izquierda y basta con fijarse en Irene Montero, Ione Belarra, Yolanda Díaz, Teresa Ribera o Reyes Maroto, y cualquier ejemplar de esta especie inmunda dedicada a destruir el país. Así el tonto tiene amarrado al listo por esa parte sensible que se cogían los romanos al hacer sus juramentos.

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Tonto y todo Garzón seguirá destruyendo la economía, en sintonía con todos los de su banda comunista que se han «proponido» acabar con España.

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REDACCIÓN