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“El nuevo pacto de la ONU pretende facilitar el interculturalismo en las sociedades”

Entrevista a Jorge Garris Mozota, doctor en Historia y licenciado en Ciencias Políticas y Sociología. Ha realizado másteres y una veintena de cursos de posgrado en Historia, Geopolítica, Liderazgo, Inteligencia, Recursos humanos y Derecho humanitario. Autor de “Los rumanos en España: aspectos clave de su historia aragonesa. Ed. Círculo rojo. 2014.” y de “Geopolítica de las migraciones internacionales: Globalización, realidades y teorías. Ed. Círculo rojo. 2020.” Ha escrito numerosos artículos de investigación e impartido conferencias sobre temas geopolíticos y migratorios.

Las migraciones son un fenómeno permanente a lo largo de la historia y lo seguirán siendo en el futuro.

Las migraciones de tipo económico obedecen a los cambios de los polos de desarrollo a lo largo de la Historia, con sus consiguientes deslocalizaciones productivas. Estos cambios generan corrientes migratorias de este tipo, pero también están las que se producen por motivos bélicos, de persecuciones religiosas, étnicas y políticas, así como las causadas por los efectos climáticos. No obstante, en determinados momentos, como a partir de 2015, se produjeron un aumento considerable de las migraciones irregulares en determinadas direcciones geográficas, y ello se ha producido por determinadas causas que hay que tenerlas muy en cuenta.

¿Las migraciones han sido también un arma de guerra? ¿Puede darnos algunos ejemplos de esto?

El concepto de migraciones irregulares como arma de guerra o geopolítica, se refiere al hecho de que uno o varios Estados faciliten o catalicen determinadas corrientes migratorias irregulares hacia Estados vecinos con el objeto de producir efectos negativos sobre su seguridad, estabilidad social y economía.

Ejemplos claros de ello ha sido el papel de Turquía durante la guerra de Siria y en relación con los flujos migratorios hacia la UE; variaba el control de ellos en función de sus negociaciones con esta última. En América, el papel desempeñado por México, como cuello de botella y paso obligado de todas las corrientes migratorias procedentes del Sur y Centro del continente hacia los EEUU ha sido tradicionalmente concebida como una forma de debilitar a los EEUU, si bien el fenómeno es muy complejo porque intervienen muchos factores internos y externos. Recordemos la acción de la llamada “marcha verde” que se produjo por orden del rey de Marruecos Hassan II en 1975 para hacerse con el control del Sáhara Occidental o Sáhara Español.

Las guerras en Libia y Siria han causado una oleada migratoria sobre Europa, aunque en muchos casos de personas que no proceden realmente de los países en conflicto. ¿No deberían ser los países que han alimentado los conflictos los que se hagan cargo de estas crisis humanitarias?

Las guerras de Libia y de Siria lo que han provocado ha sido la apertura de dos grandes puertas de salida de la migración irregular hacia la UE, aparte de los migrantes de los propios países. Estos flujos migratorios son canalizados por mafias especializadas en el tráfico humano, así como el de armas, drogas y mercancías ilegales.

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Es difícil que los países en conflicto puedan desarrollar cualquier política de control migratorio, y de igual modo los que son directa o indirectamente responsables de ellos, ya que en muchas ocasiones lo que se pretende son efectos derivados sobre una determinada área geográfica e influir a través de los flujos descontrolados afectar al statu quo de la misma. Realmente una de las principales consecuencias que afectan a la logística y la sanidad en cualquier conflicto son las avalanchas migratorias de refugiados.

Muchos países europeos siguen el modelo señalado por la ONU, que defiende la llegada de millones de inmigrantes, y frente a este modelo tenemos a Hungría, que está logrando aumentar su natalidad. ¿Por qué Europa occidental ha elegido el suicidio demográfico?

El concepto de suicidio demográfico hace referencia a que, en un futuro, los pueblos considerados étnicamente europeos serán una minoría no sólo a nivel del continente sino mundial, pues a final del siglo XXI está previsto que no lleguen a representar el 6-7% de la población mundial. Ello se produjo por las políticas en contra de la natalidad y abortivas que se desarrollaron en muchos países europeos sobre los años 60 del siglo pasado. Se insertaba dentro de unos procesos avanzados de cambio social que cambiaron profundamente el concepto de familia y de roles sociales, con una evolución del pensamiento hacia formas postmodernas y más tarde de posverdad junto a un cierto nihilismo. La naturaleza sigue su curso y en 2050, casi la mitad de la población mundial será de origen subsahariano; evidentemente, no se ha seguido una política europea de natalidad desde la Segunda Guerra mundial.

La mayoría de los países occidentales han firmado el Pacto de Marrakech, pero China, EEUU, Italia, Austria o Hungría no lo han hecho. ¿Qué implicaciones tiene este pacto?

Este pacto es un hito importantísimo y crucial en la Historia de la Humanidad, ya que elimina los conceptos de inmigración y emigración y los sustituye por el de migración. Incide en que es un derecho humano el migrar a cualquier parte del mundo y una responsabilidad de los Estados por los que trascurre el facilitarlos e incluso ayudar vital y económicamente al migrante. De entre sus objetivos están los que pretender luchar y controlar los flujos descontrolados y el tráfico de personas. Se presenta como un pacto no vinculante jurídicamente para el Estado firmante, aunque sí vinculante desde el punto de vista político. Una de sus herramientas de actuación es la Agenda de la ONU, que presenta a las migraciones y migrantes como un valor cultural, social y económico para los países de acogida.

Evidentemente, para los países citados, entre otros, estos conceptos reflejados en el pacto van en contra de sus intereses nacionales, tal como son concebidos por los gobiernos que están al frente de los mismos, lo cual puede variar si cambian los mismos. El pacto generaliza los movimientos migratorios mundiales.

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Europa se ha dotado desde 2005 de una agencia, Frontex, para el control de las fronteras europeas. Sin embargo, ha bastado una campaña de una ONG para que Frontex haya abandonado Hungría.

La Frontex se concibió como una agencia de coordinación de las policías aduaneras europeas, sobre todo del Sur de Europa, para controlar los flujos migratorios incontrolados, así como de drogas y mercancías ilegales. Depende mucho de los fondos destinados para poseer medios de control eficaces y personal cualificado. El hecho de que ciertos países como Hungría perciban que sus fronteras no se están salvaguardando adecuadamente lleva a interpretaciones y posicionamientos políticos que cuestionan la eficacia de la agencia. Determinados Estados piensan que las medidas policiales y de seguridad de la Frontex no son acordes con las medidas políticas de la UE y mucho menos con las de la ONU. No todos los gobiernos conciben el fenómeno migratorio de la misma manera, máxime en los de una población no muy numerosa como la de Hungría.

¿Qué conflictos puede desencadenar el vaticinado aumento de las migraciones?  

El aumento de los flujos migratorios a escala regional o mundial puede producir efectos imprevisibles aparte de los ya conocidos y estudiados. Las poblaciones autóctonas de los Estados de acogida pueden reaccionar de diversas maneras ante el aumento en sus sociedades de poblaciones foráneas. Es evidente que las integraciones en las sociedades de acogida, cuando hay una cultura dominante, no alcanzan el mismo grado si se tienen un carácter común o similar a si son contrapuestas. Ello siempre genera fracturas sociales al margen de las acciones gubernamentales y políticas oficiales de migración.

En el caso europeo, ya se han ido desarrollando formaciones y grupos calificados como identitarios, que, sin ser homogéneos en ideología y representación, están en contra de las medidas legislativas nacionales e internacionales al respecto. El nuevo pacto de la ONU, lo que pretende es limitar distancias entre las diversas culturas y religiones para hacer más fácil el interculturalismo en las sociedades, pero para ello, se exige la renuncia de caracteres considerados fundamentales en las mismas y la adopción de unas nuevas y comunes que pretendan unir a todos los pueblos del mundo. A nadie se le escapa que en todos estos procesos diseñados es muy difícil contentar a todos y es más que probable que algunos pierdan o ganen más que otros. En definitiva, se pretende crear una sociedad mundial formada por componentes de un concepto de Nuevo Hombre.

Autor

Álvaro Peñas