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Dicen quienes me leen que igual hilo que trasquilo. Que no saben si voy  o vengo y  que mi brújula ideológica anda algo desnortada. Mi padre, que debía conocerme bien y leía con fruición cuanto escribía, confesóle a mi consanguínea que lo que en verdad amaba un servidor era el toreo; en sentido figurado, se entiende. No debe ser azaroso que, entre todos los pases de torería, me decante por el de pecho donde el maestro expone su tórax y el astado levanta la mirada.

Y con tal insistencia aquestos y esotros manifiestan su desconcierto que, arriada la guardia, me hacen dudar hasta de mí mismo. Es entonces cuando me retiro a mi banco de pensar, bajo el pino centenario, hasta que el silencio apuntala mis convicciones. Disculpen mi arrogancia mas no soy yo quien anda equivocado o quizá sí pero soy plenamente coherente y no aspiro a nada más, ni a nada menos.

Fachas, perroflautas, bienduchados, kulturetas, social-comunistas, chupacirios, pisaverdes y demás personajes de la cáscara amarga que, en la mayor parte de las ocasiones, sólo anidan en nuestra imaginación. Hijos de nuestros respectivos prejuicios que apenas conceden un receso para tratarnos.

Una víctima inocente de nuestra Guerra Civil, como tantas otras, vino a decir que despojar del alma la siniestra o la diestra es  renunciar a parte de lo que hay que sentir. Y no le faltaba razón. Quienes sobrevivimos de nuestro trabajo y no de inocular odio y división, ¿por qué maldita razón habríamos de renunciar a lo bueno y decente de un lado y de otro? ¿Acaso estamos irremediablemente condenados a dar por buena esta monumental bufonada, donde el gallinero siempre pierde? Sólo los palcos y sólo sus marionetas sacan tajada de tan burdos sainetes.

Por encima de las ideas están la ética y la bonhomía y no conozco otros signos de distinción. Con ellas pinto una línea imaginaria pero rocosa y estoy dispuesto a caminar junto a  las gentes decentes y buenas. No me interesan otras clasificaciones sustentadas en rangos, colores, estirpes, estéticas, fachadas, alcancías, poder u otras características insustanciales y capciosas.

Tiempo ha que enarbolé una bandera y un cuarto de siglo después, cualquier palabra o silencio es interpretado a la luz de aquella enseña. No importan mis palabras, tampoco mis silencios. Los de un lado y otro leerán entre líneas pero no de las mías sino de las suyas. Seré un villano o un amigo; depende.

Pierden el tiempo. No busco adherencias sino coherencia y si aquellas hubieran de venir tras lo segundo, bienvenidas sean. Pero no al revés pues no traicionaré mi alma ni la malvenderé por treinta monedas.

Y tras este necesario exordio, vayamos al grano.

Majestad. Quisiera tutearle para no guardar falsas distancias en las que guarecer mi censura. Confío que lo entienda pues el ustedeo deliberado precede al escarnio y no será éste el caso. Seré sincero y por tanto considerado. No te conozco personalmente pero juraría que eres un hombre bueno que al que, sin dudarlo, le compraría un coche de segunda mano. En tiempos no muy pretéritos y desde mi modesta cancillería,  hice de mi verbo un continuo y abigarrado alegato en favor de la Monarquía Parlamentaria. Tuve la fortuna de estudiar a fondo la Transición Española y sé, porque también lo estudié, de las facultades y funciones encomendadas a la Corona. Sabes, como yo, que en una monarquía parlamentaria el Rey reina pero no gobierna. Sabes que la legitimidad de la Corona es indiscutible pues deviene de nuestra Ley de Leyes. Pero sabrás, igualmente, que la permanencia de la Monarquía no se fundamenta en su legitimidad sino en su ejemplaridad habida cuenta de que, a diferencia de una república, el jefe del Estado no pasa por las urnas. Cuanto mayor sea la virtud mayor estabilidad tendrá la institución y más elevada será tu auctoritas, entendiéndose por ésta el señorío que no emana de la ley positiva y sí de la ley moral.

Hasta donde yo sé eres ejemplar y valeroso pero la Corona no se acepta a beneficio de inventario. Tendrás que adir la herencia con su haber y su debe. Además de Rey eres hijo y adivino tus tribulaciones mas no hay cargo sin carga y el tuyo es el primero de todos. Conocido lo conocido, y en tanto que tu padre no rindas cuentas ante su Pueblo, mi verbo clamará por una república (que no sería la tercera sino la primera, en realidad) en la que, al menos, las urnas puedan enmendar los apaños de las alturas. No atisbes altanería en mis palabras; acaso una honda tristeza. Sé bien que algunos suspiran por su república mas yo por una república pues el artículo posesivo rezuma pertenencia y el indeterminado participación. Nos previno Azaña, Don Manuel, cuando dijo que “quienes han creído, o aparentado creer, que la República era antiborbonismo, anticlericalismo, anticentralismo, son unos majaderos o unos bribones”. Lo dijo Azaña, no yo, pero lo suscribo.

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 La Monarquía que encarnas está tocada y tus enemigos lo saben. Quizá no haya otra oportunidad para ellos e intentarán aprovecharla para conseguir por la puerta de servicio lo que se les niega por la cancela. Para los de un lado, la demolición controlada de la monarquía es sólo la cortada para acabar con nuestra patria, troceando la soberanía nacional en norteños y renovados reinos de taifas.  Cataluña suspira por los Islas Baleares, Andorra, La Franja de Aragón, Valencia, la ciudad italiana de Alguer (en la isla de Cerdeña), el Rosellón (territorio histórico perteneciente al departamento francés de Pirineos Occidentales) y un pequeño territorio de El Carche (perteneciente a mi región, la murciana)  No descartes que, para fastidiar, restauren para sí la Casa de Austria, que aún debe escocerles la derrota en la Guerra de Sucesión.

Por otro lado, Euskadi anda tras Navarra (Nafarroa para los amigos) y el País Vasco Francés. Y como los nacionalistas galegos no quieren ser menos pues a la Galicia actual añadirían el Bierzo leonés, las comarcas de Eo-Navía de Asturias y la Sanabria zamorana.

El resto seremos las migajas que nadie quiere y si otrora fuimos infieles ahora seríamos maquetos, charnegos o embrutecidos españolazos, en el mejor de los casos. De hecho, ya éramos todas estas cosas. Sabino Arana, entre otras lindezas, dejó dicho: “En pueblos tan degenerados como el maketo y maketizado, resulta el sufragio universal un verdadero crimen, un suicidio”. Se entiende el ansia de ETA por minorar el censo maketizado de electores.

Los nacionalistas catalanes, que deben leer bien poco, a falta de un icono xenófobo como Sabino, tiraron del españolazo Rafael Casanova que en septiembre de 1714 mandó pregonar un bando por las calles de Barcelona que, entre otras cosas, rezaba: “Se confía, que todos como verdaderos hijos de la Patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados, a fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por su Rey, por su honor, por la Patria y por la libertad de toda España”

También deberías mirar hacia el otro lado porque muchos de tus más entusiastas admiradores son impostores en realidad; patriotas de atrezzo que, al sonar el himno, se llevan la mano al bolsillo y no al pecho. Comisionistas que sólo ven en la monarquía la salvaguarda de un status quo que les es favorable.

Como ves, no cabe un tonto ni un sinvergüenza más. Y luego está el pueblo manso y llano, que madruga y trasnocha, que paga impuestos y padece atascos, que con finita paciencia ve cómo se premia al haragán y se castiga al justo. Confieso que, como a Don Miguel, “vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, me esparcen el corazón y me aventan la garganta.” Un pueblo cándido y bueno que cada Nochebuena escucha confiado tu mensaje como también escuchaba el de tu padre. Un pueblo, creo yo, que nunca fue cortesano pero sí leal y no por interés sino por convicción. Un pueblo ajetreado y cansado sin tiempo para inventar falsas dialécticas tras las que se ocultan mentes pequeñas. Un Pueblo, Majestad, que no merece desaires y afrentas como las que, un día sí y otro también, orea el cuarto poder.

Majestad. Permítame ahora llamarle de usted porque me pondré trascendente. El pueblo no es responsable de las andanzas de su padre. El Pueblo no es responsable de la corrupción política de profundas y vigorosas raíces. El Pueblo no es responsable de un nacionalismo que fue moderado en tiempos de vino y rosas y egoísta cuando pintan bastos. El Pueblo no es responsable de que los principales partidos políticos del país, salvo honrosísimas excepciones, promocionen a los más incapaces o a ambiciosos patológicos. El Pueblo no es responsable de unos sindicatos que anteponen el sesgo ideológico al trabajo de los españoles. El Pueblo no es responsable de una superestructura político-administrativa sobredimensionada, ineficiente e insostenible. El Pueblo no es responsable de una Justicia cuya independencia fue secuestrada en 1985 y no liberada, a día de hoy, del yugo político. El Pueblo no es responsable de una legislación electoral que prima al territorio sobre el individuo, condenando los resultados a una iniquidad ab initio; pues el voto de un español pesa distinto dependiendo de su lugar de nacimiento. El Pueblo no es responsable de que los llamados derechos históricos hayan servido para desnaturalizar la igualdad de los españoles, retóricamente consagrada en nuestra Constitución. El Pueblo no es responsable de una economía que antes que social es especulativa. El Pueblo no es responsable de que los mansos sientan miedo y los malhechores impunidad. El Pueblo, Majestad, quiere un gobierno que diga la verdad, aunque duela, y desde el ejemplo emprenda el rumbo adecuado. El pueblo no necesita una Ley de Desmemoria Histórica y Selectiva que es como debería llamarse la eufemística Ley de Memoria Histórica. No por lo que dice, que también, sino esencialmente por lo que calla pues no hay peor embuste que un relato sesgado. Una Ley que pretende resarcir desagravios obviando la II República Española, es obra de malvados o desinformados. Un engendro gestado, no para resarcir iniquidades, sino para estigmatizar a medio arco parlamentario por hechos pretéritos. La política, salvo honrosísimas excepciones, se ha convertido en una oligarquía alejada del pueblo que dice representar. Un preocupante relativismo moral y ético se ha adueñado del común de los ciudadanos. El hombre ha dejado de ser el centro de todo para convertirse en un engranaje caduco y prescindible de la peor versión del sistema capitalista. La sociedad española bascula entre el escepticismo, la resignación y la desesperanza y es urgente devolver la fe a los españoles. El proyecto vital de toda persona debe ser también el proyecto del Estado, de modo que haya una sinergia entre el individuo y el estado-nación. La libertad, la dignidad y la transcendencia de todo individuo deben capitalizar, de una forma integral y principalísima, la acción del estado.

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Las plusvalías empresariales deben llegar a todos los trabajadores porque, frente a posturas puramente capitalistas, el Estado debe velar por el bienestar de todos. El comunismo supuso una crítica radical al capitalismo pero, lejos de aportar soluciones, trajo desolación y penuria. Hagamos que la dignidad, integridad y talentos de cada español sean aprovechados en beneficio propio y en el de la comunidad. Procuremos que el fruto del trabajo colectivo alcance a todos, que nadie quede en el camino y que todos se sientan parte sustancial de un proyecto nacional, donde nuestra portentosa Historia y raíces cristianas almohadillen cada intersticio de nuestra tierra. El estado debe ser aconfesional; naturalmente que sí mas despreciar lo mejor de nosotros, nuestra espiritualidad, nuestros fundamentos católicos no sólo sería una afrenta sino además un suicidio colectivo. Habrá a quien le chirríen tales aseveraciones pero las pienso de veras y callarlas sería propio de cobardes y tibios, incluso de irresponsables. Definitivamente, España debe dejar de ser la coartada de unos pocos para convertirse en la ESPERANZA DE TODOS.

El pueblo quiere, siempre lo ha querido, Patria, Pan y Justicia.

Majestad. Ejerza su auctoritas; por su bien y por el de España.

Fdo. José Antonio Vergara Parra.

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