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Los líos que el viaje de regreso del Rey Juan Carlos están produciendo también a mí me han hecho repristinar  para sacar del Baúl de mis Recuerdos lo que viví en aquellos primeros días, meses y años de la Democracia y de la Monarquía. En otro lugar de este mismo “Correo de España” de hoy publico y recuerdo lo que significó y puede significar el Emirato Árabe Independiente de Catar en la vida de Juan Carlos y el presente y el futuro de España.

Pero, como en aquellas escenas, viajes y “chanchullos” que se produjeron con el “manco de Lepanto” de Director General de enredos (Manuel Prado y Colón de Carvajal) sucedieron muchas cosas, les voy a reproducir algunas de las que me contó mi buen amigo y el hombre más honesto y más culto que he conocido, don Sabino Fernández Campos, lo que me contó sobre sus tres dimisiones que no le fueron aceptadas en su momento. Las que pudieron evitarle la humillación del despido a lo bruto. Así me las contó él y así las cuento yo:

Sabino Fernández Campos y Juan Carlos I

 

Pero, creo que la memoria del gran hombre que fue Don Sabino, mi amigo Sabino, se lo merece.

Y ahora vayamos a los hechos y hablemos de las dimisiones no aceptadas, del cese inesperado e injusto, (una evidente patada Real) de la salida de la Zarzuela y de la ruptura final con el Rey de Don Sabino Fernández Campo, a sabiendas de que de casi todo se ha escrito mucho y hasta se han publicado libros… pero, poco o nada se ha publicado sobre sus Dimisiones y algunos, pocos, sabemos que fueron tres veces y en tres ocasiones muy concretas cuando el fiel y leal Sabino subió al despacho de Su Majestad para decirle ¡basta! y que lo dejaba (que dejaba el puesto de Jefe de la Casa Real). Pues, de esas dimisiones les quiero hablar hoy (gracias a lo que me contó a lo largo de muchas charlas e incluso de lo que me leyó de sus «Recuerdos» escritos puedo hacerlo).

PRIMERA DIMISIÓN. La gente cree –querido Merino– que mi paso por la Zarzuela fue un camino de rosas, pero te aseguro que hubo, tal vez, más espinas que rosas…Un día me pediste que te diera mi opinión sobre cada uno de los miembros de la Familia Real y te la dí, desde la sinceridad, el agradecimiento y el afecto que les tengo…y no te lo voy a recordar ahora que ya estoy fuera y lejos. Pues ¿sabes una cosa? …que mi opinión sobre alguno de ellos (y ellas) cambió, o evolucionó, pero no la de Su Majestad… que siguió, y sigue, siendo la misma. Don Juan Carlos era y es por encima de todo un Borbón… y los Borbones, ya lo sabes, se pierden por las mujeres y el dinero. ¿Sabes cuándo fue la primera vez que choqué con él y hasta llegué a presentarle mi dimisión?… Pues, un día que se presentó en mi despacho «Don Manuel» (se refería a Don Manuel Prado y Colón de Carvajal, el hombre que le llevaba las cuentas y los dineros al Rey, sí, al que Carmen Rigalt llamaba «el manco que tiene la mano más larga de Madrid») y me planteó que había que buscar la fórmula para entregar 50 millones (de pesetas, entonces) a una señora… y sin yo preguntar su nombre lo dijo…Bárbara Rey. Naturalmente, me quedé anonadado… Bueno, no voy a entrar en detalles, amigo mío, sólo decirte que a partir de aquel día mis relaciones con «el manco» cambiaron por completo. El hecho es que aquello me repugnó de tal manera que me tuvo sin dormir varias noches y que una mañana en cuanto llegué a Zarzuela subí a ver a Su Majestad y le pedí que, por razones familiares, (y las tenía de verdad) me relevara de mis obligaciones. Pero, el Rey reaccionó de manera sorprendente, pues se levantó, se vino hacia mí y me abrazó:  «No, Sabino, ahora no, te necesito más que nunca. Le diré a Manolo que los asuntos económicos de la familia no son cosa tuya»… y yo me quedé. ¿Acerté? …Ahora, pasados estos años y lo que me hizo después, tengo mis dudas.

 

Barbara Rey

 

 

Bárbara Rey y su primer posado en Interviú

 

SEGUNDA DIMISIÓN. El caso de Marta Gayá. (Que descubrió mi amigo Juan Luis Galiacho). Pero, llegado aquí me ha parecido importante reproducir antes lo que Manuel Cerdán, el periodista que más sabe de las relaciones del Rey padre con la tal Corinna, publica estos días en «OKdiario» sobre Marta Gayá y aquella escapada a Suiza. Escribe Cerdán:

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Marta Gayá en su barco en Ibiza

 

 «Marta Gayá ha sido el amor de más larga trayectoria de Don Juan Carlos y, quizás, la mujer que más amó», declaró a OKDIARIO Jaime Peñafiel. La relación se prolongó durante cerca de 15 años -desde 1990 hasta la aparición de Corinna- con numerosos viajes, travesías por las aguas de Baleares y encuentros furtivos en casa de amigos como José Luis de Vilallonga. Un permanente quebradero de cabeza para el entonces jefe de la Casa del Rey, Sabino Fernández Campo.

También con algunos sobresaltos en 1992, el propio presidente Felipe González desveló ante los periodistas que el Rey estaba «ausente», por lo que no había podido firmar el nombramiento del nuevo ministro de Asuntos Exteriores, tras la salida de Francisco Fernández Ordoñez.

Las palabras de Felipe González provocaron el lógico revuelo entre los periodistas ante lo que, para algunos, era un secreto a voces: el Rey había realizado una de sus escapadas habituales a Suiza junto a su amante mallorquina. La versión oficial que ofreció Fernández Campo fue mucho más bondadosa: el Rey había acudido a Suiza a someterse a «un chequeo médico rutinario».  Por otra parte en «El País» pudo leerse el 23 de junio de 1992 esta información:

«El Rey volverá hoy, procedente de Suiza, adonde regresó el sábado para concluir las vacaciones que inició el lunes 15 de junio y que interrumpió el viernes para despachar en Madrid, al día siguiente, con el presidente del Gobierno, Felipe González. Previsiblemente, Felipe le informará sobre los cambios decididos, y los nuevos ministros jurarán sus cargos en la Zarzuela mañana. Por la noche, si se mantiene el programa previsto, ofrecerá una cena al presidente de Suráfrica, Frederick de Klerk.

El jefe de la Casa Real, Sabino Fernández Campo, aseguró ayer a la emisora Onda Cero que el motivo del viaje no fue realizar un chequeo médico. «La salud del Rey es excelente», afirmó. «El Rey no realiza viajes tan frecuentes como en algún sitio he leído. Y siempre (viaja) con conocimiento del presidente del Gobierno, con conocimiento por tanto del Gobierno y en constante relación con él, añadió Fernández Campo. Negó también que estas «mínimas vacaciones» hubieran tenido algo que ver con un retraso en el nombramiento del nuevo ministro de Asuntos Exteriores.

Por otra parte, fuentes de Zarzuela confirmaron ayer que el Rey se encontraba en una localidad suiza, que no quisieron concretar, «descansando y haciendo un poco de ejercicio, aunque con moderación», debido a su reciente lesión de rodilla».

Pero, como he dicho al principio, yo no voy a analizar las relaciones del Rey con Marta Gayá, yo me limito a reproducir lo que aquel día de 1994 me contó Don Sabino.

Sí, amigo mío, lo de la Señora Gayá fue mucho más grave, porque el Rey se marchó de España sin avisar a nadie, ni siquiera al Presidente del Gobierno, como era su obligación, y a mí casi me cuesta un infarto, ya que el rumor de que SM se había ido a Suiza con la amante mallorquina se corrió como la pólvora por los mentideros políticos y lo que es más grave, por la Prensa, que, como es natural, acudían a Zarzuela en busca de información buena…y, claro está, tuve que torear el toro como pude y mover todos los hilos posibles para que no se publicara nada, porque, además, la Reina, no dejaba de llorar en silencio…¡Fueron 8 días de vértigo y de insomnios!… que se agravaron por la salida del Gobierno del Ministro Fernández Ordóñez y el nombramiento del nuevo (sería Javier Solana) … si el Rey no estaba el BOE se paraba… Así que tomé una decisión supersecreta. Mandé a Suiza al fiel, leal y gran Jefe de Prensa de la Zarzuela, Fernando Gutiérrez, con un recado drástico y lacónico para SM: «Señor, estáis poniendo en peligro la Monarquía, si no regresáis ¡¡ya!! tendré que organizar vuestro viaje a Cartagena»

Y el mensaje surtió efecto, porque a las 12 de la mañana del día siguiente ya estaba el Rey en su despacho reunido con Felipe González. Pero, sobre las 7 de la tarde me dijo que se marchaba de nuevo porque «tendré que recoger las maletas ¿no?».

Yo sabía, sin embargo, (le conocía muy bien y sabía que mencionarle Cartagena le molestaba) que mi «recadito» no le habría gustado… Por ello en cuanto volvió, era el día de su santo (San Juan), le planteé, otra vez, mis deseos de jubilarme.

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Por favor, Sabino, ¿no sabes tú que los Reyes no abdican y que los Grandes de España no dimiten? (me recordaba, claro está, que unos meses antes me había otorgado el condado de Latores con grandeza de España)…

Y otra vez seguí…pero ya nuestras relaciones no serían las mismas. El Rey ya empezaba a tener otros confidentes y yo tampoco era el mismo.

TERCERA DIMISIÓN. Los millones del Grupo Torras. «Un día — y aquí reproduzco sus palabras casi al pie de letra, porque las copié delante de él– cuando entré en el despacho de SM me lo encontré con Manolo (bueno, ya sabes, Manuel Prado) y brindando con champán… y eso me sorprendió, porque yo no sabía por qué… lo que no tardó en cantar el tesorero mayor del Reino (y digo tesorero por no decir otra cosa)… Había recaudado del grupo Torras, sí, sí, el de los petrodólares y el señor De la Rosa, 2.000 millones de pesetas el día anterior como un regalo…(fueron estos 2000 millones los que más tarde le llevarían a la cárcel, por la «Operación Wardbase») y dio más detalles, que yo ya ni escuché… y me retiré.

 

 

Señor, volveré después, si le parece — y salí del despacho sin más.

Y, naturalmente, volví. Pero, ya, dispuesto a todo… y digo todo, porque a esas alturas yo ya conocía, y lo sabía por la mejor fuente, la escena que en su día le había montado el «Manolo» al Ministro de Hacienda, a la sazón Fernández Ordóñez, por la cuestión del petróleo de los árabes… Según me contó en un viaje que coincidimos cuando ya era Ministro de Exteriores un día se presentó en su despacho Manolo Prado y le dijo:» Señor Ministro, como eres nuevo en el cargo, quiero que sepas que el petróleo de Arabia Saudí y los Emiratos es exclusivamente asunto mío y que nadie, nadie, más que yo puede negociar ni un barril sin mi intervención» … o sea, dándole a entender que los petrodólares eran cosa del Rey… Y así se lo expuse a SM.

Señor, perdonadme por lo que voy a decirle. Pero, no tengo más remedio. Hay que cortar en seco los «tejemanejes» que se trae entre manos Manolo Prado con los del petróleo…Si eso llega a la Prensa va a ser un escándalo… Señor, le recuerdo que las comisiones pueden ser delito… ( y como intentara convencerme de que eso eran habladurías no tuve más remedio que contarle lo de «Don Manuel» con el Ministro, porque, además, yo sabía que la cosa seguía igual).
Está bien Sabino, lo arreglaré…pero no te vayas, por favor, tú eres indispensable en esta Casa.

Y una vez más, me quedé. Sin pensar lo que en una ocasión me dijo el teniente general Castañón de Mena, siendo Ministro del Ejército y el caballero que me había introducido en la Zarzuela: «Sabino, no olvides nunca que los Borbones ni olvidan ni perdonan».

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.