20/09/2024 13:42
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Es complicado ser objetivo y ecuánime con este gobierno. Uno intenta buscar, escarbar, algo positivo en su comportamiento y solo encuentra miseria, traición y ningún rédito político en una crisis cuya gestión era responsabilidad exclusivamente de ellos, pero que, con su habilidad y malas artes, tratan de expandir y trasladar a todo aquel que puedan. Lo mejor que está haciendo el gobierno y que, por el momento, les está saliendo según lo previsto, es su «operación maquillaje» como piedra angular para eludir culpabilidades. La operación maquillaje consta de dos fases complementarias y no excluyentes. Una en la que lo fundamental es generar confusión y elementos de distracción: cortinas de humo con estadísticas y datos farragosos que no cuadran, unidad y consenso en torno a ellos, hablar de la renta mínima vital, la desescalada, qué es lo que se puede o no hacer, aplausos a las ocho de la tarde, titiriteros complacientes y todo tipo de maniobras envolventes, para no hablar de lo mollar, de lo importante y sí de lo accesorio. Otra con la que señalar culpables y criminalizar a todo el que no acepte las imposiciones del nuevo estado totalitario o muestre dudas sobre las medidas que se adopten. En esta fase entran todos: desde partidos de la oposición hasta la gran mayoría de los ciudadanos que han dejado de aplaudir para mostrar su más que comprensible indignación.

El gobierno cuenta en su «operación maquillaje» con unos inestimables aliados a los que previamente ha regado de millones de euros con dinero público y que juegan un papel básico en el desarrollo de ambas fases. Sirven de altavoces como elementos de distracción y de amplificación de los objetivos que el gobierno se ha propuesto y también colaboran en la búsqueda de culpables a los que ir señalando para empezar a descargar al gobierno de las responsabilidades derivadas de su gestión. Nunca estuvo entre los objetivos del gobierno socialcomunista el de salvar vidas, evitar la propagación de la expansión del coronavirus y el relanzamiento de la economía o la actividad turística. Más bien, da la sensación de que con la pandemia han visto una oportunidad para la tan deseada transformación de la sociedad. Un deseo al alcance de la mano y que, de otra manera, hubiera sido muy difícil su implementación. Sin duda acaban de ver en el coronavirus y los efectos de la pandemia la cimentación de esa nueva normalidad de la que nos hablan.

La aparente ineptitud, negligencia o ineficacia del gobierno, han dado paso a la maldad. Es imposible hacer las cosas tan rematadamente mal si no es con el propósito claro de conseguirlo. Este gobierno ha multiplicado el gasto en asesores y ayudantes y no aciertan una, a pesar de la imagen de eficacia que intentan vendernos con sus siempre fieles terminales mediáticas, con el apoyo de lo que denominamos los medios de manipulación de masas. Es lógico pensar mal si, a pesar de todo el apoyo que tienen y que pagamos entre todos, con la cantidad de ministros, asesores y vicepresidentes con los que cuentan, España bate todo los récords negativos inimaginables.

Nos están preparando para esa «nueva normalidad», esa «nueva realidad», y nos lo están vendiendo como una evolución lógica, como una consecuencia de la pandemia, como algo inevitable para limitar nuestra capacidad de queja y de protesta, para que aceptemos nuestro destino irreversible como algo normal contra el que nada podemos hacer. Es conveniente, es obligatorio, el rebelarnos, el sublevarnos contra el destino que nos han reservado. No aceptemos como normal aquello que no lo es. El miedo es un arma muy poderosa en manos de un gobierno irresponsable que busca un cambio social y al que esta pandemia le ha ofrecido esa oportunidad que no esperaban y que les vale de excusa para acelerar los cambios que en el fondo estaban deseosos de implementar. La «nueva normalidad» es en realidad un nuevo modelo de convivencia que será utilizado como base de un cambio más profundo y radical en el que la disidencia será excluida y sustituida por «consensos» y adhesiones inquebrantables, por el pensamiento único y la corrección política.

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REDACCIÓN