22/11/2024 01:57
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En estos tiempos de congojavirus, donde el primo hermano de la gripe de toda la vida ha puesto patas arriba el Planeta, cualquier mente medianamente amueblada no puede evitar la congoja que supone no este virus, sino saber el desprecio que la población mundial hace de enfermedades verdaderamente graves y desoladoras; y cómo los jerifaltes mundiales han elegido a la enfermedad más común y fácil de contagiar, para destrozar la economía mundial y someter a toda la población terrestre. Han hecho de lo casi inocuo el todo inicuo: tremebundo. Esta saña de las élites dominantes es demasiado psicótica hasta para un pseudo misántropo como yo. Si ya estábamos sometidos, si ya estábamos heridos y con heridas imposibles de cauterizar… ¿a qué viene, ya no echar sal, sino obligarnos a meternos a retozar en las salinas? Tres cuartos de lo mismo me ocurre con la literatura y el cine. A mis 45 palos he tenido la suerte de disfrutar del cine, todavía en sus momentos álgidos, y de la literatura anterior a mi nacimiento. Es curioso que mientras la literatura ha caído en picado, en cuanto a autores relevantes y a contenido excelso, el cine aumenta exponencialmente (incluyo aquí todo el espectro audiovisual, especialmente las malditas series de entretenimiento) y el talento y el contenido excelso es inversamente proporcional a la producción. La puta tele no sólo es la causante del congojavirus, y de tantísimos otros males sociales que no ha lugar comentar ahora, sino que también ha hundido al cine de verdad y ha matado a la literatura. Me acojona ver/oír al paisanaje dándoselas de eruditos al hablar de tal o cual serie, de tal o cual película. La analogía congojavírica es inevitable cuando esta misma patulea va con bozal y etc. de protecciones aberrantes y desprecia –o ni si quiera atisba – enfermedades reales y muy graves. El cine, queridos niños, es una cagarruta de mosca comparado con la literatura. Hablo a nivel de contenido, no de continente, pues como medios creativos, tanto uno como otra son válidos… pero que nadie me venga con que una película tiene más enjundia que una novela. Actualmente el cine  es una herramienta para mostrar efectos especiales y/o tías buenas y tíos cachas
dándole al sexo sin afán reproductivo, o dándose de hostias como si no hubiera otra forma de vida.

A ver, cómo os lo explico, queridos niños, para que me entendáis: la mejor de las películas ni se acerca a la peor de las novelas. No hablo de adaptaciones, sino de obras independientes. Me refiero a que el “universo” que un escritor crea (o recrea) en una novela, es potencialmente 1.001 veces superior al guión de una peli. No está constreñido a las limitaciones técnicas, y de producción, del cine. Un escritor tiene ante sí todos los recursos imaginables para hacer con sus personajes lo que le dé la real gana y para ambientar su obra donde le apetezca, inventando lugares o transformando otros reales a su total albedrío. Es por ello que la literatura es el género creativo más complejo, y por lo tanto más difícil de desarrollar bien. Hay mucho patán, pero mucho, en la literatura (sobre todo en la actual, precisamente ahora que cualquier famosete se las da de escritor… ¡con lo difícil que es escribir bien, coño! me cabreo, esto último lo he escrito a grito pelado). Como apuesta creativa el cine –el audiovisual – es una herramienta espectacular. Yo lo hago y lo disfruto, sé de lo que hablo. Pero al igual que adoro la buena ópera, jamás puedo decir que un libreto es mejor que una novela. Son sectores radicalmente diferentes aunque confluyan muchas veces. Y ojo, que a mí “La Traviata” me gusta más que “La dama de las camelias”, pero no pretendo hablar ahora de adaptaciones.

Para terminar, y a fin de hacerme entender, el cine actual es como si (pon un libro excelso) fuera meritorio por la edición y no por el contenido. Es decir, qué tipografía tan bonita, qué solapas, qué diseño de portada, qué textura de papel… El cine actual es básicamente una puesta en escena carente de enjundia argumental, con diálogos y tramas llenos de ínfulas. Es una tierra yerma que finge ser ubérrima. Tiene mucho mérito, ojo, hacer los efectos especiales, rodar las secuencias, dirigir a los actores, interpretar, producir la película, recrear un ambiente y etc. Podría hablaros semanas enteras sólo de buen cine y ensalzándolo hasta el paroxismo. Pero al igual que no me  podéis comparar el congojavirus con las enfermedades cardiovasculares o el cáncer (por poner 2 ejemplos de cosas que matan mucho y bien y a las que todos estamos expuestos), no me podéis comparar una película con una novela. La gente inteligente no hace estas comparaciones, pero de sobra sabéis que esta gente brilla por su ausencia más que el sol a las 23h. en Espena. Y no se trata aquí de decir: “coge un libro”, no, sino de decir: “si la historia, y su desarrollo, de (pon aquí la peli/serie que más te guste) te apasiona, deberías leer (pon aquí una novela, si puede ser buena, aunque como os he dicho, hasta las malas sirven para esto) que ibas a flipar en colores.

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En uno de mis múltiples trabajos de mierda –el cual desarrolló Bukowski durante décadas –recuerdo “la hora del bocata”, en la cual mis compañeros se aferraban a sesudos debates con el Diario Marca como base y de cuerpo presente. Hacían verdadera ciencia de tal o cual jugador de jurgol y de tal o cual equipo y sistema de juego. Debatían arduamente, con argumentos dignos de simposium científico o erudito a más no poder. Ejemplificaban esa soberana aberración, que se oye muy a menudo, de comparar una táctica de jurgol con una partida de ajedrez… Me bastaron 5 minutos de asombro contemplativo, para pasar esa “hora del bocata”, todo lo lejos posible de mis compañeros, y compañeras, por supuesto, que de las gilipolleces todos y todas entienden y comentan.

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REDACCIÓN