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Manolo Rodríguez era un joven falangista de 19 años que trabajaba de jornalero en su pueblo natal de Castilleja del Campo (Sevilla). Era el segundo de cinco hermanos, su padre era Capitán de Intendencia.
El domingo 31 de mayo de 1936, se había convocado en Huelva un gran mitin para celebrar la unión de las Juventudes Socialistas con las Comunistas, en esa mañana miles de jóvenes izquierdistas se dirigían hacia la concentración desde todos los pueblos de Andalucía.
Una de las camionetas ocupadas por jóvenes comunistas sevillanos atravesó el pueblo de Manolo en dirección al gran mitin pasando justo por la puerta de su casa en la calle Castelar, en ese mismo momento Manolo salía por la puerta, y como los ocupantes de la camioneta le saludaran puño en alto, el joven falangista les devolvió el saludo gritando «Arriba España» con el brazo extendido.
Los comunistas no pararon su marcha, pero le amenazaron gritándole «A la vuelta nos veremos».
Manuel no le dio importancia a la amenaza, aunque por la tarde quedó con otros tres camaradas de Falange del pueblo, entre ellos su íntimo amigo Casildo Escobar.
A última hora y cuando se encontraban al lado de la carretera justo a la salida del pueblo, los jóvenes comunistas que volvían de Huelva en el camión cumplieron su amenaza, buscaron a Manolo y cuando le encontraron pararon su marcha y volvieron a saludarle con el puño cerrado en alto, gritándole para que saludara de idéntico modo.
Manuel y sus camaradas les devolvieron el saludo con el brazo extendido, a la vez que proferían en su cara un potente y enérgico «Arriba España».
Ante la valiente reacción de Manolo, y su negativa a realizar el saludo comunista ,uno de los ocupantes del camión llamado Juan Muñiagurri, le disparó con su pistola dos tiros que le acertaron de pleno en el hígado.
La camioneta llena de comunistas de inmediato se dio a la fuga y ante la gravedad de las heridas, los camaradas de Manuel le trasladaron a la casa de su tía Nicolasa, ya que el joven falangista no quería que le viera malherido su madre.
Manuel se estaba desangrando y decidieron llevarlo con urgencia al Hospital General de Sevilla, pudieron introducirlo en el coche y cuando se dirigían a tomar la carretera, una multitud de mujeres de izquierdas del pueblo trataron de impedir la salida del vehículo, el conductor, un amigo de la familia, no se acobardó y acelerando gritó al grupo de mujeres que si no se apartaban pasaría por encima de sus cuerpos, lo que las amedrentó pudiendo llegar al hospital sevillano.
La gravedad de las heridas impidió que los médicos pudieran salvar la vida del joven falangista, muriendo en la noche del 2 de junio.
La autopsia dejaba bien clara su muerte, ya que los balazos recibidos tenían una trayectoria de arriba a abajo, es decir, le dispararon desde lo alto del camión.
Al acabar la guerra, su cuerpo fue enterrado junto con otros Caídos falangistas sevillanos en una tumba común del cementerio sevillano de San Fernando, allí reposa Manolo junto con Manuel García Miguez, Eduardo Rivas, Antonio Corpas, Jerónimo Pérez de la Rosa y Rafael Panadero, todos ellos caídos por la Falange antes de la guerra, y su Jefe Sancho Dávila, que aunque murió muchísimos años después, su último deseo fue ser enterrado junto con los camaradas caídos.
Manuel Rodríguez cayó por las balas comunistas por no acobardarse ante sus amenazas, no se escondió, su compromiso con la Falange le llevó a saludar brazo en alto a un nutrido grupo de comunistas que le amenazaban y el último grito que salió de su boca fue un rotundo «Arriba España».
Foto de Manuel Rodríguez Mantero, del Archivo de los Guardianes de la Memoria Azul

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REDACCIÓN
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