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Tengo ante mi un ejemplar que, bajo el título que encabeza este artículo, vio la luz en 1963, y del que es autor el que fue inspector de Enseñanza Primaria y periodista, Antonio J. Onieva, con ilustraciones de Manuel Huete e impreso en Casa Editorial, de Burgos, por Hijos de Santiago Rodríguez. Lo adquirí en una librería de viejo, de la madrileña Cuesta de Moyano, que lleva el nombre del que fue ministro de Instrucción Claudio Moyano. Como su título nos anuncia, se trata de un viaje por España de dos hermanos que, terminados sus estudios de bachillerato, con buen aprovechamiento, disfrutan del regalo con que su padre premia sus resultados. Muy en la línea de lo que ha sido la temática del autor, Antonio Jesús Onieva (Pamplona 1886-Madrid 1977), la lectura nos lleva a un viaje apasionante por España, destacando de cada ciudad, de cada capital, los valores locales que son, en definitiva, los valores de todos. Antonio J. Onieva, como solía firmar, fue licenciado en Derecho e inspector de enseñanza Primaria. Destinado a Asturias, fue el primer director del diario fundado por Tartiere, La Voz de Asturias. Sus libros están dedicados a los héroes, y recogen las hazañas de cuantos han mantenido viva la huella de España dentro y fuera de nuestras fronteras.

Debería llamarnos la atención el hecho de que un padre premie a sus adolescentes hijos con un viaje por España, en lugar de corresponder al esfuerzo de los adolescentes con un Smartphone, una Play o cualquier objeto de la sociedad de consumo actual, y deberíamos advertir ya, por otra parte, el hecho de elegir España, con sus múltiples matices regionales, culturales e históricos, como lugar turístico cuya consecuencia es, como se advierte a través de su lectura, conocer España para aprender a amarla. Nada que ver con el concepto actual de viajar a países de habla inglesa para perfeccionar su lengua, tras una formación oficial que pone en cuestión la historia, la literatura y la variedad cultural española como tal. Y, naturalmente, lejos de la fobia despertada desde que la razón y el sentido común quebraron haciendo florecer la codicia de los caciques autonomistas que controlan y exprimen el llamado régimen de las autonomías, debilitando al Estado en un movimiento insolidario, como se ha puesto de manifiesto recientemente.

Los dos hermanos comienzan su viaje en Madrid ensalzando aquellos edificios emblemáticos y los lugares que fueron escenario de acciones históricas que marcaron el carácter de la ciudad y de sus vecinos. El conocimiento de la historia se completa con las visitas a los museos, y lleva al lector a un recordatorio de los más destacados artistas y de sus obras. Termina el viaje, en apenas tres páginas impresas, en la Ciudad Universitaria que conforma un espacio bellísimo con una colección de edificaciones dignas de destacar. Una imagen desconocida aquella frente a la de hoy día, en la que el aparente abandono se ha apoderado de esos mismos edificios, salpicados de grafitis y con un descuidado mobiliario urbano que da la sensación de parecerse más a un suburbio neoyorquino que a un campus universitario, ante la indiferencia de profesores y estudiantes y autoridades en general.

Me detengo en la página 128, en la que comienza el capítulo dedicado a Barcelona: al mismo tiempo – dice- que en Castilla florecía la literatura castellana, en Cataluña había ya granado la provenzal, que se convertiría en catalana a partir de Raimundo Lulio y que tendría cultivadores tan selectos como Andréu Febrer, Jordi de San Jordi y el valenciano Ausias March…. En la página 104, los viajeros llegan a Bilbao, y en la redacción, los hermanos ensalzan la belleza de los parajes vascongados, los caseríos y la importante actividad comercial, con los altos hornos como símbolo de la alta industria. Luego sigue por Vitoria y San Sebastián de la que los protagonistas cantan varios halagos y son testigos del rayo verde, ese resplandor vivísimo que se produce ciertos días cuando no hay un solo celaje en el horizonte, cuando el sol desaparece… Llegan, después, a Pamplona en plenos sanfermines y destacan que la ciudad que más les gusta es la histórica, la del casco viejo, y no la del ensanche que les parece una ciudad moderna. Navarra, la patria de la música, que vio nacer a figuras como Eslava, Gaztanbide, Guelbenzu, Gorriti, Arrieta, Sarasate, Larregla y Gayarre. Y me pregunto cuántos estudiantes de bachillerato actuales conocen la existencia de estos personajes. Es más, entro en Google para buscar la biografía de Gayarre y me salen más de 123 entradas siendo las primeras, varias, las correspondientes a discotecas y bares de copas.

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Los hermanos comenzaron el viaje con una guía facilitada por su padre, en la que subrayaba lo más destacado de cada lugar y, a través del viaje, los protagonistas conocieron y se ayudaron de personas con conocimientos suficientes para orientarlos en algunas ciudades. Desde Lérida escriben a sus padres para informarles que, a su llegada, en vísperas de Santiago, la chiquillería local les sorprendió (como hacían con todos los forasteros), con una ronda musical y cantando romanzas en catalán. Referían el milagro de la aparición de la Virgen María al apóstol Santiago el Mayor, cuando regresaba de Zaragoza, y el percance que tuvo cuando éste se clavó una espina en un pie y no fue capaz de extraerla hasta que los ángeles bajaron los luceros del cielo y, gracias a aquella luz resplandeciente, pudo quitarse la espina. Visitan a continuación Gerona, de la mano del señor Semenat, quien les instruye sobre la historia y el interior de la catedral, un templo gótico de una sola nave que mide de ancho cerca de 23 metros, probablemente la mayor de todas en el mundo, y el retablo, obra de Bartoméu, terminado en 1395, y la historia de Ramón Berenguer II, Cabeza de Estopa, por el color rubio de su cabello, conde de Barcelona, asesinado por su hermano Berenguer Ramón II, que tenía celos de él. Este, tras el juicio ante Alfonso VI de Castilla, renunció a la corona y se fue a Tierra Santa, a luchar en la primera cruzada.

Perla encajada en medio del Mediterráneo… ¡no te olvidaremos jamás!, le dedican a Palma de Mallorca, de la que destacan sus muchos valores, su luz, su grandeza, su sonrisa. El viaje termina en Huelva, donde escriben de nuevo a sus padres para anunciarles que en un par de días estarán ya en su presencia. Pero el último capítulo corresponde a la islas Canarias, donde un compañero de estudios, Enrique Morales Betencourt, escribe a uno de los dos hermanos lamentando que no puedan visitar el archipiélago y les relata lo más llamativo de las dos islas mayores: Las Palmas y Tenerife. Algo así a como Jovellanos describió para Antonio Ponz, en sus famosas Cartas a Ponz, todo lo que vio, anotó y redactó relacionado con Asturias, tras el encuentro entre ambos en 1782, cuando el prócer asturiano partía para León para asistir a la elección del prior del convento de San Marcos. El famoso Viaje por España, de Antonio Ponz, tuvo sus orígenes, como todos saben, en el encargo del conde de Campomanes de realizar un inventario de los bienes que los jesuitas dejaron tras ser expulsados de España por Carlos III en 1767.

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