20/09/2024 04:41
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En la madrugada del pasado domingo 19 al lunes 20 los jefes de estado o presidentes de los 27 países que componen la Unión Europea consiguieron llegar a un acuerdo en lo que se ha venido den llamar “Fondos Europeo de Reconstrucción”, que no es más que un rescate en toda regla a los países cuyas economías más se han visto más impactadas por la crisis sanitaria y, en el caso de España, por la incompetencia de nuestro Gobierno.

La Comisión Europea ha aprobado un gran paquete de fondos, por importe de 750.000 millones de euros (el 4,55% del PIB de la UE27 en 2019), de los cuales 390.000 millones son “a fondo perdido” (luego veremos que significa eso) y el resto, 360.000 millones, son en forma de préstamos. Será financiado mediante una emisión de deuda a 30 años de la propia Comisión Europea (CE), con la garantía del Banco Central Europeo (BCE), algo inédito hasta la fecha y a lo que algunos países (en especial Alemania) siempre habían sido contrarios. De esa cantidad total, a España le corresponderían, según Sánchez, 140.000 millones, siendo “a fondo perdido” 72.700 millones y el resto (67.300 millones) en forma de préstamos (deuda pública). Ya veremos si la cifra es esa o no, pues ya se sabe que Sánchez nunca dice la verdad.

A su regreso a España, Sánchez ha sido recibido por sus secuaces como un verdadero héroe, con ridículas ovaciones en Moncloa y en el Congreso de los Diputados en las que se aplaudía él mismo. De vergüenza ajena, salvo que -como yo pienso- al que estuvieran aplaudiendo de verdad es al primer ministro italiano, Giusseppe Conte, pues si Italia no estuviera casi tan necesitada como nosotros y si Conte no se hubiera empleado a fondo en conseguir el apoyo de Francia y Alemania, el ínclito Sánchez probablemente se habría venido con la mitad o menos …

¿Hay motivos para esa euforia?

No cabe duda de que este acuerdo entre los líderes europeos, por su magnitud y sus características, es un éxito muy importante que da un nuevo impulso a la Unión Europea, que antes de la pandemia y después de la salida del Reino Unido languidecía poco a poco, y es un balón de oxígeno para los países que recibirán el grueso de esos fondos, entre los que se encuentra España en un lugar muy destacado. No quiero quitar importancia al acuerdo, pero creo que hay que rebajar la euforia que está intentando transmitir el Gobierno, pues esto no es más que una ayuda, si me lo permiten una pequeña ayuda, que obviamente no resuelve ella sola el problema económico y social en el que ya estamos metidos.

El plan aprobado por la CE prevé que esos fondos se transfieran a los países, una vez que se hayan cumplido ciertas condiciones, durante el periodo 2021 a 2023, pues con el proceso que todavía se debe seguir (aprobación por el Parlamento Europeo, elaboración por cada país de su “Plan Nacional de Recuperación” y aprobación del mismo por la CE, etc.) es casi imposible que llegue nada durante 2020. Los fondos llegarán aproximadamente por tercios en esos tres años, si se cumplen las condiciones impuestas por la CE en cuanto a destino de los fondos y, lo que es más importante, si se hacen las reformas económicas que exige la CE en cada país.

Veamos cuánto dinero va a necesitar España hasta final de 2023, el plazo de ese plan de rescate.

La financiación de los sucesivos déficits públicos previstos para esos años, que como ya está avisando el Banco de España (BdE) y otros analistas puede alcanzar en 2020 más del 12% del PIB, supondrá unos 300.000 millones, el grueso de los cuales (unos 200.000 millones) se necesitarán en 2020 y 2021. Téngase en cuenta que en un año “normal” (normal para un Estado como el español, acostumbrado a gastar año tras año mucho más de lo que ingresa), esto es, un año sin pandemia y sin crisis económica, el déficit -el dinero que necesita el Estado además de lo que ingresa por impuestos- es de unos 35.000 millones, por lo que ese número enorme de 300.000 millones no debe extrañar: es poco más del doble de lo que necesitaría en condiciones “normales”.

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Además, cada año se producen vencimientos de la deuda pública ya existente, que hay que devolver, y cuya devolución no computa en el déficit. Al cierre de 2019 teníamos unos 1,2 billones de deuda pública, que a final de 2023, salvo un milagro, pasará de los 1,5 billones (más del 115% del PIB). Dependerá de los plazos a los que se emite la nueva deuda, pero en todo caso en el periodo 2020-2023 habrá que refinanciar al menos 450.000 millones, a sumar a los 300.000 millones anteriores.

Por último, y si queremos tener alguna posibilidad realista de salir “vivos” de esta situación, este gobierno o el que venga después inevitablemente tendrá que lanzar algún plan de inversiones que genere actividad y que mejore la competitividad de nuestra economía, lo que tampoco está incluido en las cifras anteriores. La patronal de las empresas constructoras y promotoras de infraestructuras (Seopan) proponía hace muy poco un plan de 157.000 millones, a desarrollar en 10 años. Probablemente no se llegue, ni de lejos, a esa cifra, pero muy mal haríamos si al menos no dedicamos 75.000 millones adicionales a inversiones productivas en los próximos años.

En definitiva, bien sea para cubrir los déficits, bien sea para refinanciar la deuda que va venciendo o sea para invertir, el Estado español va a necesitar en los próximos tres años y medio al menos 850.000 millones. Los 140.000 millones que nos llegarán de Europa es una muy buena ayuda, pero es obvio que no es la solución de todo el problema: es poco más de la sexta parte de lo que necesitamos.

Nos han dicho que algo más de la mitad de los fondos, unos 73.000 millones (según Sánchez) son un regalo, más bien una limosna, de nuestros socios europeos. Es verdad que esa parte del rescate no nos llegan en forma de préstamo, no se suma a la deuda pública, pero no es cierto que no haya que devolverlo, al menos en parte.

La devolución de la deuda que va a emitir la CE para obtener los 390.000 millones de ayudas a “fondo perdido” se deberá realizar con cargo a los presupuestos de la CE de las próximas décadas, pues la alternativa en absoluto deseable sería que el BCE emitiera más euros, con el empobrecimiento generalizado de todos los países de la Zona Euro que eso implica y el efecto sobre la inflación. Actualmente, el presupuesto de la CE se cubre, en casi un 90%, por aportaciones de los países miembros. Salvo algunas tasas aduaneras que cobra directamente la CE, ésta -por ahora- no recauda impuestos. Los países aportan los fondos para cubrir estas necesidades en proporción a su PIB y, en menor medida, en proporción a su recaudación de IVA. Con esa fórmula de cálculo, a España le corresponde aportar del orden del 8% de esas cantidades, de modo que de los 390.000 millones totales que se van a repartir “a fondo perdido”, el 8%, unos 30.000 millones deberán ser aportados por España, eso sí, en muy cómodos plazos. Por tanto, de verdad, de los supuestos 73.000 millones de “regalo” solo una parte, unos 43.000 millones, son a fondo perdido; que tampoco está mal, pues son del orden de 1.000 € por español.

En mi opinión, lo mejor del acuerdo es que la CE va a controlar lo que hacen o dejan de hacer estos desgarramantas. Con las necesidades que hemos visto, da casi igual que el rescate haya sido de 140.000 millones o de 150.000, no hay gran diferencia cuando necesitas 850.000. Lo importante es que, al menos hasta 2023, los técnicos de la CE y los ministros de finanzas de los países que van a ser prestamistas netos van a mirar con lupa lo que se hace o se deja de hacer, y van no solo a impedir las locuras que antes de la crisis estaban anunciando estos irresponsable lunáticos, sino que les van a forzar a realizar reformas en el sentido contrario al que ellos proponen, imprescindibles todas ellas para evitar la ruina. Por supuesto se deben olvidar de la “contrarreforma laboral”, es más, nos obñligarán (afortunadamente) a progresar en el sentido marcado por la reforma de 2012; nos van a fiscalizar, y con razón, el famosos “ingreso mínimo vital”, que espero se quede de verdad en eso, un ingreso de emergencia y probablemente temporal para el que realmente tenga necesidades vitales, no un mecanismo para comprar votos con cargo a los presupuestos del Estado, como ha sido durante décadas el PER en Andalucía; nos van a obligar a adelantar la reforma de la pensiones, algo inevitable y que los sucesivos gobiernos han estado retrasando año tras años por razones puramente electorales; nos va a obligar a reforzar el sistema sanitario, aumentando la disponibilidad de camas, UCIs y profesionales sanitarios, lo que obviamente no puede hacer la Sanidad Pública por si sola, por lo que también se acabó el empeño absurdo, una locura simplemente ideológica, de cargarse (o casi) la sanidad privada, etc., etc. En definitiva, una buenísima noticia para España y los españoles, y una mala notica para los ‘Picapiedra’ y los que les apoyan.

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Por último: Para que los fondos lleguen efectivamente hay que hacer bastantes cosas antes y durante. No solo hay que elaborar a toda velocidad el mencionado “Plan Nacional de Recuperación”, y conseguir que sea aceptable para Europa, sino que después hay que ejecutar todos los programas concretos que nos aprueben. Los fondos que lleguen de Europa son finalistas, esto es, para programas concretos, no es una transferencia de 140.000 millones para gastar en lo que les parezca a Pedrito y Pablito, y cuando se les acaben “avísenos para mandarles más”, ni mucho menos. Para ejecutar esos programas hay que trabajar, y mucho, algo para lo que no están preparados estos indocumentados, como se comprueba año tras año en muchos de los ayuntamientos y Calamidades Autónomas gobernadas con ellos, que a pesar de las ingentes necesidades que tienen no son capaces de ejecutar el presupuesto y tienen que devolver parte de las ayudas recibidas. Recuerden lo que pasó en el Ayuntamiento de Madrid con la “abuelita diabólica”, Carmena, incapaz de ejecutar el presupuesto en ninguno de los cuatro años en los que estuvo haciendo magdalenas a la vez que era alcaldesa …

Con este importante acuerdo, y especialmente con el efecto de control que tiene la condicionalidad de la entrega de los fondos, estamos bastante mejor que antes, y se nos ponen las cosas un poquito más fáciles, pero el grueso de la recuperación todavía depende de nosotros, de lo que hagan o dejen de hacer nuestros gobernantes, pues lo conseguido ni mucho menos es “el bálsamo de Fierabrás” que según Don Quijote todo lo curaba.

Señor Sánchez, deje de “autoaplaudirse”, olvídese de agendas ideológicas y de intereses de personales o de Partido y póngase a trabajar, esto no ha hecho más que empezar. Y deshágase cuanto antes de su socio, pues con un compañero de viaje así es probable que los “donantes” o prestamistas no se fíen, con razón, y los fondos no terminen por llegar.

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REDACCIÓN