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La historia en esencia es pura y, al igual que las leyes, son las torpes manipulaciones interesadas del hombre las que dan como resultado un conglomerado de mentiras infumable que despierta nuestra suspicacia. Los motivos de tales manoseos son diversos, aunque la mistificación de los hechos siempre busca un objetivo: ENGAÑAR AL LECTOR, que a veces es un inocente o lo que es peor un ignorante, que ha sido víctima de un gran fraude que lo ha sacado de una situación tal vez mala trasladándolo a otra vendida con oropeles, pero netamente peor, y un ejemplo bien claro es la supuesta liberación de los pueblos sudamericanos tiranizados por el imperio colonial español. Para desmontar este artificio debemos comenzar diciendo que, si bien la palabra “colonialismo” despide un pestilente tufo a sometimiento y explotación, los que crearon la figura no fuimos los españoles que, por mandato real, instauramos en los territorios del Nuevo Mundo una prolongación del Reino de España, donde los indígenas recibieron la condición de súbditos de la corona con los mismos deberes y derechos de cualquier otro, por lo que resulta incomprensible que algunos ignorantes, hoy en día, sostengan que España estaba obligada a mantener a sus nuevos hijos en una arcadia feliz de niños mal criados, donde no solo se les permitía hacer lo que les daba la gana sino que se les colmaba de riquezas y regalías. Y es que lo que ignoran los zoquetes indigenistas es que muchos conquistadores, capturados por tribus caníbales, acababan su vida encerrados en jaulas donde se les cebaba con puré de calabaza ya que, según la opinión de estos salvajes, en concreto los caribes, nuestros hombres de azada y espada eran demasiado magros y, como consecuencia, cundían poco en el guisote familiar, y ya se sabe que al decir de estos homínidos: “del mar el mero y de la tierra el misionero”. Nuestras gentes convivían pacíficamente con los indígenas de buena fe, como los amables y hospitalarios guaranís o tainos, y les daban la leña que merecían a los hijos de mala madre como incas, aztecas, comechingones y otras etnias. Paralelamente a esta labor se creaban fundaciones, hospitales y universidades que engrandecían la mente estrecha de estos semovientes, mientras tanto algunas naciones que se autocalificaban de libertadoras, tal es el caso de la vieja puta, Inglaterra; la putilla rebelde, Francia, y hasta los tontos teutones y nórdicos tiranizaban y expoliaban sus propiedades coloniales, siendo digno de resaltar la extrema crueldad de aquel insigne cabrón llamado Leopoldo de Bélgica que aplicó, en lo que él consideraba “SU PROPIEDAD”, toda su brutalidad al igual que los bonancibles holandeses en las Molucas, y así toda una infinidad de atrocidades protagonizadas por los reinos de cultura protestante que, posteriormente, cabalgando en la insidia y la mentira atribuyeron a nuestros compatriotas. Todos estos hijos del diablo mantuvieron la esclavitud, la prohibición de aprender las lenguas de los colonialistas castigando con pena de muerte la mezcla de razas entre colonizados y colonizadores, pero lamentablemente esta realidad también fue tergiversada por la vieja y alcahueta anglosajona y su fiel acólita, la juvenil Norteamérica, que hacia sus pinitos repartiendo MANTAS INFECTADAS entre la población india. Toda esta crueldad se silenció en aras de señalar a nuestra patria como potencia genocida en los territorios descubiertos, y toda la basura fue difundida por la infame iniciativa del sinvergüenza Guillermo de Orange apoyado ¡cómo no! por nuestros hermanos anglosajones con el marchamo de algunas religiones, entre ellas ciertas terminales católicas, hasta que posteriormente del vientre pútrido de calvinistas, luteranos, anglicanos y demás ralea se parió un ser bastardo y demoniaco ¡inglés tenía que ser! que una vez nacido se denominó: masonería. Esta organización, bien pronto, se vio extendida por medio mundo fracasando solo en las naciones de creencias y tradiciones firmes, pese a haberse refinado en esa escuela de canallas con buenas maneras que es Francia. Sus objetivos nunca pudieron calificarse de claros, y bastaría decir que a base de diversas maniobras fueron adoptando los principios fundacionales imperantes, siempre protegidos por el secreto de la secta, que dio origen a unas comunidades que no combatían por algo concreto sino por la implantación del caos, destruyendo la estructura social de nuestro imperio, del cual los ingleses envidiaban su hegemonía naval y los franceses nuestros principios antirrevolucionarios tan sólidamente arraigados y, si por si esto fuese poco, no hemos de obviar las maquinaciones indecentes de la estructura oficial de la iglesia católica, institución fundamentada en la labor callada y humilde de un ejército de ángeles capitaneados por un grupillo de hijos de puta ambiciosos e intrigantes que, pese a sus esfuerzos desesperados, fracasaron en su intento de erosionar el espíritu real del cristianismo.

Y concluyendo este preámbulo, permítanme obsequiarles con algunas perlas, no carentes de base histórica. Fue en 1960, cuando Inglaterra les reconoció a los aborígenes australianos la condición de “seres humanos”, y si los nazis no hubiesen acometido el cruel genocidio judío, los franceses acabarían evidenciando su enconado antisemitismo. En las colonias inglesas era práctica común el enterrar a los rebeldes musulmanes envueltos con pieles de cerdo o practicar la caza del zorro en la India, cubriendo a un nativo con una piel de este animal para que así fuese perseguido y posteriormente descuartizado por las jaurías de podencos. Estos actos no tenían más objetivo que el mantenimiento de las tradiciones británicas entre los “libertadores ingleses” que tanto disfrutaban siguiendo a caballo el salvaje espectáculo.

¡Y ESTOS, AÚN TIENEN MÁS QUE DECIR! Y, una vez expulsada mi bilis radiactiva, pasemos a la última agresión infligida por los nuevos dirigentes del gobierno peruano, votados por una mayoría de ignorantes resentidos que esperan que, con sus desvaríos, llegue el momento de atar los perros con longanizas.

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El caso es que nuestro indefenso y bovino “Cipotegato” viajó por orden gubernamental a Perú, a rendir pleitesía al nuevo presidente de la nación peruana. Nos referimos a un antiguo pájaro de cuentas, guerrillero de la narcoguerrilla, que ha escondido el kalashnikov y tornado su expresión desalmada por la mirada dulce y comprensiva de su nueva imagen panfletaria.

Y, como era de esperar, este “Líder carismático” decidió humillar al pobre Cipotegato, que soportaba, con la mansedumbre habitual, el soporífero acto en espera de los canapés, y para ello se valió del supuesto sable de Bolívar “El Libertador”, por cierto, poco querido en Perú, que se asemeja a la astilla de la cruz de Cristo.

Como ya tengo orquitis de haber soportado en distintas ocasiones las estupideces de esa panda de borregos ignorantes que, malviviendo y enganchados a los vapores etílicos, siguen dando el coñazo con nuestra manipulada crueldad para con ellos, y para que no se me acuse de andarme por las ramas, comenzaré con la imagen del tirano en cuestión, la que yo he recreado sacando datos de muchas fuentes fiables, y quiero aclarar que esta tesis fue defendida por mí siempre que las circunstancias lo propiciaron, si bien debo añadir que, en los ambientes donde me movía, los interlocutores eran gente culta (muy culta) y bien educada (muy bien educada) que conocía la historia real en todos sus matices, porque en América del Sur (Hispanoamérica) las minorías de alto nivel social son irreprochables, y a nivel de “rotos o grasas” (según sea en Chile o Argentina) ignorantes, vagos y algunos muy mal intencionados.

En fin, que los países civilizados deberían bombardearlos, no con napalm sino con libros, a ver si cambiaban las cosas, se alejaban de “mamá Rusia” y dejaban de vivir sumidos en el contrasentido que supone el vestir pantalones tejanos y renunciar al guarapo o la leche de coco para idolatrar ese repulsivo brebaje denominado Coca-Cola. Así son las víctimas de este mal que afecta al mestizo que suele ser resentido, orgulloso, taimado y cruel (cuando es malo. No todos). El negro cubano es en general, buena gente por su descendencia de las etnias guaraní o taina, indios pacíficos y hospitalarios que casi desaparecieron víctimas del sarampión contagiado involuntariamente por los españoles.

Y ahora redobles de tambor y sonido de clarines. Por favor presten atención a los párrafos siguientes:

Retrato del “Libertador Simón Bolívar”

Cansado de sufrir el papanatismo de esos pueblos ignorantes en su histérico proceso de casi canonización de ese funesto personaje con más sombras que luces, que nos ha sido vendido con el pomposo nombre del “LIBERTADOR”, Francisco de Quevedo decía que: de putas y ladrones todos tenemos blasones, y en este caso es un tirano más, encumbrado por el fervor popular auspiciado por la propaganda de ser seráfico providencial, paladín de la libertad y auténtico mártir por la causa de la liberación americana, aunque este continente cuando no tiene opresores se los busca en su vivero de asesinos y delincuentes, que se camuflan bajo la denominación de Guerrilleros, financiados y asistidos por el comunismo internacional que los fomenta a modo de ariete para destrozar la paz social que, en muchos casos, conduce a sus conciudadanos a existir bajo niveles de extrema pobreza e indefensión. Tales situaciones acaban provocando desordenes políticos sin fin, hasta que la bota militar resuena en los pavimentos capitalinos, y este compás marca el principio de la limpieza genocida por parte de los uniformados que acatan órdenes de sus altos mandos, que parecen salidas de la boca del maldito Papa Inocencio II cuando dictó instrucciones a sus generales con respecto al exterminio los cátaros: Uds. mátenlos a todos que ya el Altísimo, en su gran sabiduría, sabrá separar a los culpables de los inocentes en el cielo. Y así se practica en el NUEVO MUNDO en manos de los tiranos sudamericanos, hombres arrechos de fierro y facón, que se aferran al poder como un percebe a la roca, eliminando cualquier atisbo de rebelión mientras abren la puerta a los intereses norteamericanos, que saben, sobradamente, donde hay que meter mano a la quinceañera para obtener el mayor placer. Como se dice en México: “Pobrecitos los mexicanos tan lejos de Dios y tan cerca de los norteamericanos”. Pero estas frases populares carecen de contenido ya que los ciudadanos libres de “la gran república de México” se afanan cada día en abandonar el “paraíso libertario” para entrar en los tenebrosos dominios del tío Sam, donde encuentran un futuro para los suyos escapando de la violencia, el narcotráfico y la corrupción política de dimensiones siderales. Pero no se crean que estos desmanes llevan al pueblo al descontento o a la revolución, mientras haya alcohol malo y música de gusto discutible se vive y, sobre todo, SE DUERME, y una vez removido de su puesto el masón de turno, otro lo sustituirá, como decía el príncipe de Salinas en el Gatopardo: ¡Qué todo cambie para que nada cambie! Y así, pasito a pasito ya hemos sacado al escenario al último demagogo sinvergüenza, el indeseable López Obrador, al decir de muchos, “López Cobrador”.

Solo los santos y los filósofos pueden vivir toda una vida en continua lucha con sus instintos, los primeros, auxiliados por la fuerza de su fe y los segundos, con la razón. El ser humano es una mezcla de pasiones encontradas, y a esta realidad alude la doctrina confuciana en la enigmática frase de que uno jamás se baña dos veces en las mismas aguas de un torrente. Por ello, el hombre no puede ser medido por unos varemos universales, y es su libre albedrío, en su rebeldía natural ante la injusticia del destino, el que le concede la gracia de elegir aquel código por cuyas leyes ha de ser juzgado. Tal es el caso del hombre santo cuya existencia está regida por el decálogo de los mandamientos, el guerrero (hombre de armas) por el contrario se conduce por algunos de los pecados capitales y se condena por el resto, siendo virtudes para él la soberbia, la lujuria, la ira, y su condenación radica en la cobardía, pero un hombre de armas no puede estar siempre en armonía con su conciencia y honor y Un guerrero nunca debe ser cruel, so pena de convertirse en un asesino, si aparte solo piensa en el valor del botín será un ladrón, y si doblega las voluntades por la fuerza de las armas, un tirano.

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En base a lo dicho, Bolívar es un matarife, cobarde, ladrón, totalitario, tirano y genocida, por lo que jamás podrá ser considerado como un líder sino un psicópata empecinado, que pronto se convirtió en marioneta del proyecto masónico (llegó al grado 33) y de él, con cierta indulgencia, podemos decir que no hubo camarada que no traicionase, intriga en la que no participase, expolio del que no se lucrase, subversión que no promoviese, ley que no se saltase ni institución que no corrompiese, saliendo de rositas de cualquier situación comprometida. No se conoce ocasión alguna en que hubiese ganado una batalla al frente de sus tropas, ya que de todos era conocida su cómica prudencia para tomar posiciones al abrigo del fuego enemigo, no sirviéndole de mucho la formación castrense adquirida en su patria o en la vecina Francia, siempre fiel al lema de: MARICÓN EL ÚLTIMO. Huyó como un gamo ante las dificultades, y si algún principio acató fue aquel de QUE EN TIEMPO DE GUERRA CUALQUIER AGUJERO ES TRINCHERA, por lo cual dedicó todos sus afanes al estudio de los MENUDILLOS FEMENINOS, pero, en eso si, por primera vez fue reconocido su esfuerzo al ser nombrado miembro de la orden de la gran cruz de la ESPIROQUETA PALIDA, en román paladino, LA SÍFILIS. Ya saben aquello de: UNA NOCHE CON VENUS Y UNA VIDA CON MERCURIO. El mal fue merecido por haber abusado de su poder para seducir infinidad de mujeres, lo cual en otras circunstancias no parecería probable dado que se le describió como carente de cualquier atractivo físico o intelectual, casi enano, de complexión débil, que destacó como borracho protagonizando pataletas de malcriado, genocida, tirano y masón, lo cual no fue óbice para que el aparato propagandístico, iniciado tiempos ha por el traidor Guillermo de Orange y secundado por el infame luteranismo, lo retratase como un caballeroso Amadís de Gaula, Palmerín de Oliva o cualquier otro paladín novelesco. Con esto y algún oleo romántico, salido de las manos de algún pintor lamedor y oportunista, se consiguió disfrazar la farsa de la liberación del pueblo oprimido pasando a formar parte de la mitología popular para una muchedumbre inteligente, aunque mantenida estratégicamente inculta, que con el devenir de los tiempos deificó a la india MARIA LIONZA o al pobre GATO CON ALAS que perdió la vida el día que sus fieles constataron que, pese a su condición de deidad, no podía volar, y así la frivolidad criolla obtuvo una plaza más (la del Libertador) donde no se podía transitar con las manos en los bolsillos o portando un paquete (javita al decir de los cubanos) y un intento baldío de canonizar a la pobre María Lionza gracias a los milagros del petróleo y, como no, la aureola caudillil que disfrutó este mamón. Y no nos olvidemos del PAJARITO CHAVEZ, y esto me recuerda un dicho santanderino que alude a una circunstancia parecida en la que se encumbra a algún mierda a lo más alto ¡QUE BUEYES LLEVA MI CARRO! SUPONGO QUE PARA LOS LECTORES MÁS AVISPADOS LA ASOCIACIÓN DE IDEAS SERÁ INEBITABLE y, como decía la abuela de la familia Cebolleta de nuestro amado TBO, SOL DE NUESTRA NIÑEZ, al decir de nuestro Antonio Machado: “IGUALICO, igualico que el difunto de su abuelico” y expresamos nuestro agradecimiento al mal francés que persiguió con saña y ajustició al tirano que tras servirse de la negrada en sus andanzas les mostró su agradecimiento por la lealtad y entrega demostrada revocando la ley de abolición de la esclavitud, y en lo referente al partido falaz que nos traiciona cotidianamente, como dirían los beneficiados: ¡nuestros compañeros y correligionarios son muy honrados y muy limpios! ¡Aúpa GRIÑÁN! Y, como soy muy “amo de mi casa”, a la vista de que me han sobrado cantidad de notas, les anuncio que persistiré, en tanto no se me aplique la Convención de Ginebra, con unas croquetas de aprovechamiento histórico culinario en mi próxima colaboración.

Y como despedida es mi deseo hacerles partícipes de mi última reflexión: Estamos viviendo una monarquía de marcado carácter ajedrecístico donde LA REINA puede moverse en cualquier número de casillas en línea recta, de manera horizontal, vertical o diagonal y, por el contrario, EL REY solo puede hacerlo en dirección horizontal, vertical o diagonal, desplazándose a una casilla en cada movimiento CON EXCEPCIÓN DE UNA JUGADA ESPECIAL ¿me explico?

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