20/09/2024 10:00
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España ha alumbrado grandisimos pintores, algunos de talla universal. Personalmente, considero muy acertado que sea el gran Velazquez quien presida, con una estatua suya, nuestra pinacoteca nacional, el Museo del Prado. 
 
Sin demérito del resto de pintores opino que, tal vez, haya sido D. Francisco de Goya quien mejor haya captado no la imagen de España y los españoles sino su carácter, su esencia interior. Él vivió una época terrible (la invasión francesa) con la naturaleza humana llevada a sus límites de crueldad, heroicidad y ferocidad. También analizó, en muchas de sus obras, de una forma áspera y sin contemplaciones, el subconsciente de una sociedad como la de aquella época.
 
A mi Goya no me gusta por sus obras, digamos, desde un punto de vista estético, me gusta por su capacidad para transmitir las raíces emocionales del ser humano. Mirar los fusilamientos del 2 de mayo, o duelo a garrotazos,  amén de sus pinturas negras no pueden dejar indiferente a nadie. No son cuadros, por decirlo de alguna manera, que uno pondría en el salón de su casa porque causan un nivel de estremecimiento difícilmente compatible con una serena estancia en dicha dependencia. 
 
Hago este preámbulo para asociar esa descripción que hace Goya de la psicología y el comportamiento humano español con la realidad actual. 
 
Creo que en España tenemos un componente cainita muy acusado. No existe país europeo, y posiblemente del mundo, con dicha característica. Aquí la catarsis (purificación) de la sociedad la hemos realizado, como en el cuadro de Goya, a garrotazos. Cuando han existido objetivos supremos como la conquista y evangelización de América se canalizo ese «fuego interno» para escribir los mejores, y más fructíferos, años de nuestra Historia. Sin embargo la pérdida de esa vía supuso una profunda degeneración de nuestra sociedad materializada, como máximo elemento de perversión, en la aparición, en el siglo XIX, de los movimientos supremacistas vasco-catalanes
 
El fallido estado democrático de los últimos 40 años nos ha situado, como en otras pretéritas veces, ante una catarsis nacional motivada por la deriva totalitaria y bolivariana de nuestros malgobernantes, por las insaciables demandas separatistas, por una severa desintegración social y por la creación de un estructura autonómica elefantiasica ineficaz e ineficiente. 
 
Y esta afirmación no es gratuita, causa frustración, e irá, comprobar que hemos tenido una vida mejor que la de nuestros Padres gracias a su esfuerzo y sacrificio, y que, por culpa de esta ruina,  en todos los aspectos, de democracia corrompida no les podamos dar a nuestros Hijos la calidad, ni las expectativas, de vida que hemos podido disfrutar nosotros. 
 
P.D.: La semana pasada un emasculado moral, e intelectual, afirmó «quien vive en Cataluña y no habla catalán, o es tonto o mala persona». 
 
También, la semana pasada, la empresa Frigo asociada a la multinacional de la alimentación Unilever anunciaba que etiquetara sus productos, a comercializar en Cataluña, sólo en catalán, francés e inglés, asegurando que dicho etiquetado cumple la normativa. Puede que sea así, en cuyo caso: mal por la empresa que discrimina el idioma de su propio país (esto no ocurre en ningún otro lugar del planeta); peor por los legisladores que aprobaron semejante delirio y criminal por los gobernantes de Madrid (PSOE-PP) que consistieron esta felonía y humillación hacia España. 
 
Que me cuenten ahora que ese profundo racismo, ese odio visceral sólo hacia lo español, se arregla con federalismo asimétrico, mesas de diálogo, inundandoles con millones de euros de todos los españoles, soportando sus insultos, ofensas y desplantes, con comprensión hacia sus «sensibilidades» y «realidades histéricas» … 
 
Eso sólo se arregla, como en el cuadro de Goya, «a garrotazos». 

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REDACCIÓN