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Hoy voy a hablar del tema de la oratoria. Ante el nivel cada vez más paupérrimo de nuestros padres conscriptos voy a hacer una pequeña apología de estos dos excepcionales oradores.
Cayo Tulio Cicerón era , al igual que yo, un hombre de provincias. Por su talento como orador llegó a hacerse una carrera brillante en el senado de Roma. Aliado con los conservadores trató de hacer sobrevivir la República ante el empuje de los genios militares que amenazaban con acabar con ella. Sus discursos llenos de elocuencia son estudiados hoy en día por los latinistas. Todo duró hasta que el bruto de Marco Antonio lo mandó matar en las proscripciones que siguieron a la formación del segundo triunvirato. Su cabeza y sus manos fueron exhibidas en el foro ante la pena de sus conciudadanos.
El soberbio manejo de la palabra lo hizo pasar a la historia. El Senado se quedaba mudo para escuchar sus discursos. Paró la conjuración de Catilina. Conspiró contra César y Octavio y al final no pudo evitar lo inevitable.
Nuestro Blas Piñar llenaba las plazas de toros. El congreso de los diputados se quedaba mudo para escuchar sus discursos. Hasta Julio Anguita lo admiraba. Pero no pudo con un enemigo llamado el voto útil. Defendió la memoria del franquismo y los altos ideales en los que creía. Ponía de pie a las masas. Pero al final abandonó su misión harto de que los que le aplaudían no le votaban. Hoy nos quedan sus videos y sus palabras todavía nos emocionan y elevan nuestros espíritus. Fué el gran orador de la Transición pero no le acompañaron los tiempos que corrían.
Hoy en día vemos como sus proféticas palabras se han hecho realidad y España se consume en medio de una decadencia espantosa. Los problemas que denunció siguen vigentes y nadie hace nada por solucionarlos.
Que pena, señores y camaradas. La más horrible mediocridad se ha adueñado de las filas del congreso y aquello parece una verdulería. Mientras, nos consumimos en la debacle económica y social de nuestra patria. El talento ha sido exiliado de nuestro país y los trepas y pelotas se han hecho dueños de la situación.
Ante las palabras de estos dos maestros no nos queda sino emocionarnos. Su clarividencia, su elocuencia, su saber emplear las palabras exactas, sin papeles, sin ayudas, solo con el inagotable talento de su verbo enfrentándose a adversarios y enemigos. Que ejemplos para nuestros pobres sufridores de los planes de educación socialistas. Algún día sus discursos, cuando la razón vuelva a adueñarse de nuestra patria, serán de nuevo estudiados en las escuelas y nuestros jóvenes se deleitarán con su verbo ágil y magnífico.
Estamos ante el imperio de la mediocridad. Los pelotas y los demagogos triunfan. Yo mismo he sufrido sus iras. Tras escribir mi mejor libro, hace veintitantos años, el Traiciones sunitas,enredos cortesanos y amoríos desdichados, y tratar de publicarlo, sufrí un acoso social espeluznante, cuyo resultado ha sido el no pisar la feria de Sevilla desde entonces. Y ahora veo a todos estos ganapanes y cantamañanas atiborrandose de gambas y jamón en el ferial y los demonios me consumen. Yo sigo vetado en los medios de comunicación de masas por mi talento y por mi falangismo y estos abrazafarolas dándose a la gran vida.
Perdonen esta disgresión. Pero hay una especie de pacto tácito contra el talento en nuestro país. Que un cantamañanas como Abascal consiga 59 diputados y un genio como Don Blas Piñar consiguiese solo uno es un claro síntoma de por donde van los derroteros de nuestro país.
En fin, volvamos a lo nuestro. A disfrutar de las sabias palabras de estos dos hombres. Algún día, cuando la cordura se vuelva a instalar en España, no nos cansaremos de revisar sus obras. Y las filas del congreso volverán a ser ocupadas por personas preparadas y no por estos malolientes chisgarabises. Los Rufianes, Echeniques y demás correveidiles estarán calentando sus sofás y nuevos José Antonios, Blas Piñares y Marcos Aurelios discutirán los problemas del país en las tribunas.
Este es uno de los objetivos de nuestra revolución Nacional sindicalista, la meritocracia y el ascenso de los mejores. Basta ya de pelotas y de palmeros. Nuestra clase política ha de ser un ejemplo para nuestros compatriotas y no una especie de zoológico de seres sucios y con aspecto de pobres. Y por no hablar de la fealdad de sus rostros…
Necesitamos un nuevo Blas Piñar. Un orador que llene nuestras plazas de toros con un verbo elegante y mágico. Y que además consiga los votos necesarios para acabar con el imperio de la fealdad y de la mediocridad. Necesitamos de políticos brillantes por mucho que se molesten las pupilas de Felpudo VI, de los Aznares y de los Gonzalez. Ya es hora de parar tanta decadencia y de tanta cuesta abajo.
Don Blas, José Antonio, allá en los luceros mandadnos gentes valiosas que tomen el timón de nuestra patria. Mandadnos excelsos oradores y poetas como vosotros, dueños de el verbo y la sintaxis. De la acción y de la disgresión. Los esperamos como agua de Mayo ante la turba de feladores profesionales que han hecho de la componenda y la camarilla su única virtud.
Llega el momento ante la ruina que nos acecha de revertir la situación. De darle cancha a los mejores para que este triste deambular patrio cambie a un camino de grandeza, de plenitud y solvencia. Que los brutos Marco Antonios no ganen la batalla de Actium. Que la ganen los que creen en la patria y en la mejora de esta poniendo a su disposición sus mejores talentos.
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