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El texto que aquí presentamos es un resumen de La flama y la cicuta, leído por el autor en el marco del IV Congreso Internacional Autores en busca de Autor, organizado por la Universidad Complutense de Madrid y el Proyecto Dios en la Literatura Contemporánea, 2020. El artículo completo será publicado en un libro que recopilará las memorias del congreso y que actualmente está en revisión por el Comité Científico del mismo. 

La flama y la cicuta 

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En Los viajeros al otro mundo, Domingo De La Torre y Anselmo Pérez (2006), dos pobladores tsotsiles de Zinacantán, al sur de México, narran sus impresiones sobre un viaje efectuado en 1963 hacia los Estados Unidos de Norteamérica. Invitados por Robert M. Laughlin, un antropólogo quien había estado trabajando en la elaboración de un diccionario tsotsil-inglés. En esa época, «ningún zinancanteco había estado nunca en Estados Unidos» (11), y la pregunta de los invitados pareció entonces quizá extraña: «–Si yo fuera ahí, ¿me comerían?».

El viaje al mundo del antropólogo Laughlin, «tan familiar para nosotros, tan extraño para ellos» (15), abre con el «Rezo del viajero» que invoca a Jesucristo, a Dios, a San Lorenzo, a Santo Domingo y a la Mujer del Cielo. El acto de viajar, hoy tan banalizado, debería ser siempre parte de un ritual místico. Los viajeros parten y registran una hermosa bitácora que registra este mundo desde la visión de quienes vienen de otro. Esta visión es lo que me interesa resaltar de ese libro.

 

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En 2010 se publicó un libro bilingüe: Los últimos dioses, de Marceal Méndez, un libro de cuentos que provienen de una tradición oral, aunque trasladados a la escritura con gran habilidad por su autor. Este libro abre con un cuento titulado «Un demonio invencible», que nos cuenta cómo las comunidades luchan contra demonios de carne y hueso quienes, aunque sufren los dolores y la muerte, saben revivir. Curiosamente, los demonios parecen ser la descripción de hombres afrodescendientes y aunque Marceal Méndez no lo aclara, puesto que no hace falta para que la historia funciones a nivel literario, deja pequeñas pistas sobre el origen de tales personajes.

España durante la conquista intentó implantar una «nueva» visión de la deidad: una religión monoteísta. Un solo Dios, pero también con un solo demonio. Al parecer, la evangelización nunca llegó a completarse y el santoral católico, esto es muy sabido, se convirtió en el nuevo rostro de los dioses que moraban por aquellas tierras «salvajes», y que siguen morando. Los conquistadores traían consigo espacios para los viejos dioses, pero también traían espacios para alojar nuevos demonios. Fray Bartolomé de las Casas fue un férreo defensor de los derechos indígenas, mas es cuestionada su labor histórica en la defensa de la población introducida desde áfrica. Muchos esclavos africanos escapaban de las fincas esclavistas; el desconocimiento y las supersticiones, crearon las leyendas de los demonios negros que asolaban las regiones.

La literatura de Marceal Méndez recoge en ese pequeño cuento, de su fabuloso libro, el conflicto de la esclavitud sobre africanos en tierras conquistadas por Europa desde la perspectiva de población originaria. Nos aclara también cómo, a pesar de la fe impuesta, los dioses y los demonios moraban en sus ritos manteniendo algunos rasgos precolombinos: su dualidad, por ejemplo, y cómo tales dioses, aunque subyugados ahora por el nuevo severo dios cristiano, eran muy terrenales.

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Hubo un periodo político en México que se identificó como «El maximato», de 1924 hasta 1934. Durante esta época surgió la “Guerra Cristera” que se opuso a una campaña antirreligiosa impulsada por el gobierno federal. Dicha campaña fue seguida por gobernantes de varios estados de la República Mexicana materializada con la expulsión de ministros de culto, la toma de recintos religiosos y la quema de arte sacro y figuras de santos católicos. En su segundo cuento, “El regreso de Santiago”, Marceal Méndez nos narra sucesos que tienen que ver con este periodo. Santiago es un Dios, no un sólo un santo, que fue llevado a cuestas por quienes estaban destinados a encontrarlo (111). Cuando fue atacado por los “quema santos” “…una luz circular se elevó fugazmente y pareció no haberse ido muy lejos, pero se esfumó al chocar con las nubes dando la impresión de que había entrado al cielo.” Antes del ataque de los quema-santos, el mismo Santiago había decidido hacerse inamovible, incrementando su peso, junto a la figura de un cristo. Cuando los quema-santos se hubieron marchado, los pobladores encontraron la figura del santo chamuscado, lo limpiaron y colocaron en un pedestal de cemento, pero ya ni siquiera pesaba, cual si fuera un cascarón vacío. 

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El término «transescritura» es usado para sustituir el término «adaptación», común en cine, radio y otros medios. De una forma de expresión artística se traslada a otra y el resultado es una obra diferente. Menciono esto porque me parece que Marceal Méndez realizó una transescritura de la tradición oral de su región y, así, nos permite asomarnos a una cosmovisión compleja y, muchas veces, incomprendida y hasta denostada. Esta afirmación no es nueva. Por ejemplo, el español José María Merino ha acusado en diversas ocasiones esto mismo, resaltando además que la tradición oral fantástica española es más antigua que la escrita realista.

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La visión de la deidad en las culturas trastocadas por el cristianismo genera un sincretismo que puede ser extraño para un europeo o para un europeizado. Tal sincretismo, sin embargo, permeó hasta las esferas de los mestizos quienes, sería de esperarse, guardarían una visión más «pura» de los mitos introducidos. Por ejemplo, se dice que México no es predominantemente católico sino guadalupano: en un cerro donde se adoraba a la diosa Tonatzin, madre de dioses prehispánicos, apareció una virgen, madre del dios cristiano, pero con apariencia morena y con palabras dirigidas a un pueblo al que le costaba aceptar la nueva fe. Una visión femenina de Dios, maternal, pacífica y que se acercaba al sufrimiento terrenal, lo cual tenía un componente más indígena que europeo; se arraigó fuerte y permeó muchas capas.

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En la novela La lluvia en las hojas del platanar (2007, ediciones Animal), un autor mestizo trata sobre un mundo resultante de una mezcla mitos que germinaron en una región de Chiapas. En esta novela el héroe se enfrenta a su condición de hombre pobre, que necesita tener calzado para demostrar que es digno de una mujer cuya blancura la sitúa en un estrato superior. Los santos, con atribuciones de dioses, con nombres muy cristianos, pero con actitudes muy griegas, son capaces de intervenir en la vida de los hombres y ayudar al héroe a superar las pruebas del destino o a confundirlo. Un destino que es circular, como el de los mayas, pero inevitable como el de los griegos. El héroe de esta novela se llama Heráclito, por Hércules. La intertextualidad y la interculturalidad se apuntala en el santoral católico y en el manejo del lenguaje. Y el héroe, puede volver a la vida porque tiene una maldición, la más bella de las maldiciones: la del amor, uno predestinado, inagotable, aunque occidentalmente romántico.

7

En la obra de teatro La divinidad del monstruo, Héctor Cortés Mandujano (2020), la cuestión de la deidad se manifiesta de una manera muy diferente. Dos personajes, Él y Ello, donde ya el nombre de los personajes nos previene sobre la incursión en la psicología, abren con un parlamento de Clemente de Alejandría citado por Robert Graves en Rey Jesús, luego siguen debatiendo sobre lo que parece ser la tesis del estudioso inglés en La diosa blanca, donde defiende la feminidad de la deidad y la contrapone a la versión apolínea (por Apolo) de las manifestaciones occidentales. La obra continúa con un ejercicio de mayéutica que dirige Ello, ésta genera un razonamiento que tiende a un solipsismo que propone que la realidad es meramente una fantasía que se reduce al instante de tiempo fugaz que es la vida de un hombre, de una humanidad. Una mezcla de literatura, filosofía, religión y teatro posdramático que nos lleva a percibir una dualidad en el existir: luz y sombras, vida y muerte, bien y mal. La divinidad está en el interior del monstruo, es decir, del hombre, quien es el crisol que contiene el bien y el mal, el ángel y el demonio, la vida y su muerte. Lo divino, Dios, no es en esta obra un ser lejano y exterior sino más íntimo, puesto que mora en el individuo humano mismo.

8

Efraín Bartolomé, poeta nacido en Ocosingo, Chiapas, un pueblo fundado en una de las entradas a la Selva Lacandona, en su poema “Casa de los monos”, perteneciente al volumen Ojo de Jaguar, cierra con un fragmento que evoca lo que, a mí, en mi último acercamiento, me parece la métrica de la vida de un hombre: el instante.

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…Que se caiga este amor de la ceiba más alta

Que vuele y llore y se arrepienta

Que se ahogue este asombro hasta volverse tierra

Aroma de los jobos

Perro de agua

Hojarasca

 

Cual si fuera una hoja que se desprende, boga el conjuro del poeta hasta el suelo lleno de vida, de aromas y sonidos. Como si la caída midiera el transcurso de la existencia terrenal. Cuántas veces se desprende un hombre del árbol para vivir ese viaje hacia el suelo que es nutriente de las hojas que están por nacer o por caer. En el conjunto de poemas que conforman el libro Ojo de jaguar la voz del poeta nos posiciona en la exuberancia de una naturaleza que simplemente existe. No hay menciones directas a lo divino o a deidad alguna, sino que es la voz, la voz, que se nos presenta como una revelación mística. Presenciamos a la poesía como un vehículo que nos hace percibir la materialización del misterio que invoca.

9

En una misma región geográfica, Chiapas, encontramos pues que la deidad es terrenal en los mitos orales, que estos alimentan a una literatura que la posiciona en su realidad y que, sin embargo, tales manifestaciones generan una concepción diferente de la divinidad eurocentrista y, antes bien, las visiones introducidas de occidentes son redefinidas para generar una cosmovisión enriquecida. La actitud de los viajeros Domingo de la Torre y Anselmo Pérez me parece que es muy adecuada para explorar los mundos, como dice Tarkoksky, en Esculpir en el tiempo, que se sitúa Da Vinci en sus cuadros: «…desde afuera, desde una esquina, con una mirada absolutamente tranquila, esa mirada que también caracteriza a Johann Sebastian Bach y León Tolstoi.» (1991: 131)

Ítalo Calvino (2020:20), en su ensayo Por qué leer a los clásicos cierra citando a Cioran con un pasaje sobre Sócrates aprendiendo un aria para flauta justo antes de beber la cicuta: ¿para qué aprender a tocar un aria para flauta si pronto se cumpliría su condena de muerte? «Para saberla antes de morir» (20), responde el filósofo.

Mas: ¿Hay un sólo canon a leer? Pienso que sí, una sola y única fuente: la flama de las manifestaciones humanas.

La literatura es una luz, parte de la flama que emana de nuestra civilización, pero nuestra civilización no es sólo occidental, oriental o meztiza, es terrestre. El universo es nuestra cicuta, sus leyes tienen ya sobre nosotros un destino escrito, una pena que se cumplirá cuando tenga que cumplirse, como aquella hoja que se separó del árbol, o el Ello que vive en un Él total y que vaciará de vida un cuerpo que luego retornará o que se alejará como el Santiago tseltal que se fue en una nube y dejó vacío el caparazón que lo representaba. Mas hay que intentar aprender a tocar «el aria para flauta» que está ahí sólo para saberla, leer también esas pequeñas notas que suenan y se conciben porque quizá esas pequeñas manifestaciones contengan realmente lo divino, Dios en una literatura que es contemporánea también en los antípodas.

 El autor

Roger Octavio Gómez Espinosa nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 1974.

Maestro en Estudios Humanísticos con orientación a literatura por el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), actualmente cursa el Máster en escritura creativa en español en la Universidad de Salamanca, España.

Ha publicado La lluvia en las hojas del platanar, (Kolaval, 2020), Soltar las riendas, (Tifón, 2019) y Mamá no va a llamar, (Tifón, 2018). Sus cuentos han formado parte de diversas antologías.

En 2016 ganó el Concurso Internacional Andares. Su cuento El rostro de Marina fue seleccionado y adaptado por el Sistema Chiapaneco de Radio y Televisión, quienes obtuvieron dos primeros lugares en la Tercera Convención Internacional de Radio y Televisión 2018, celebrada en Varadero, Cuba.

Además, es Ingeniero en Comunicaciones por el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y Maestro en Finanzas Estratégicas por la Universidad Valle del Grijalva (UVG).

Autor

REDACCIÓN