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No les “salvará la campana” porque “nos meteríamos en un berenjenal”; pero “por si las moscas” ya hay quien piensa en “tirar de la manta” para “nadar y salvar la ropa”.
«Salvarse por la campana» es una expresión utilizada cuando nos libramos de algo en el último instante o nos «salvamos por los pelos», ambas expresiones aplicables a la situación de España y los españoles con especial referencia a los «investigados/juzgados» en los casos de corrupción o del process, del que han huido en el último momento, antes de su detención, algunos de los interfectos.
Esta expresión tiene dos orígenes bastante distintos dependiendo de la fuente que consultemos y que pueden servirnos de símil.
Para los más «macabros» su origen está en el miedo que tenía la gente por el siglo XV-XVI a ser enterrados vivos, ya que esto no era algo poco común y que bien podríamos hacer, metafóricamente, con los ínclitos que se fugan a Bélgica o Suiza.
Es obvio que no se disponían de los avances médicos que tenemos ahora, y una catalepsia o similar podía ser interpretada como un fallecimiento y enterrarse por tanto a la persona sin estar realmente muerta.
Es por ello que se idearon distintos métodos para que si esto ocurría, el «fallecido» pudiese salir del ataúd o al menos llamar la atención sobre el error cometido; todos conocemos alguna leyenda o historia sobre ataúdes abiertos al cabo del tiempo de ser enterrado alguien, y aparecer el fallecido con signos de haber intentado salir de allí, surgiendo la idea de atar a la mano del fallecido una cuerda que comunicaba con una campanilla situada en el exterior, de manera que cuando éste la hiciese sonar fuese alguien en su ayuda como ocurre con los políticos defenestrados, todo dicho de forma metafórica, otra vez, claro está.
De todos modos esta opción parece muy poco probable, debido al sistema de «velatorios» que se llevaba a cabo en la época pero que en el figurativo político actual nos sirve para darnos cuenta que en el sistema de las autonomías es mucho más llevadero un vivo enterrado en el extranjero que en la cárcel de Extremera.
La otra versión es mucho más moderna, menos macabra y más «creíble», teniendo su origen en el mundo del boxeo, cuando en el combate entre los púgiles uno de los dos está al borde del KO y suena la campana de final de «round», dándole un descanso para poder seguir enfrentándose a su contrincante sin haber sido vencido todavía; por lo tanto ha sido «salvado por la campana» de perder el combate.
Para que esto no ocurra, darle aire a quien delinque, el resto de los políticos constitucionalistas deben de «meterse en el berenjenal» de limpiar los hemiciclos de pordioseros y sinvergüenzas. La berenjena es una planta solanácea cultivada desde hace más de 2.000 años, originaria del sudeste asiático, transportada e introducida en África por los mercaderes árabes, desde donde se extendería a los países europeos con un clima más cálido.
Usamos la expresión «meterse en un berenjenal» cuando alguien se mete en un lío del que puede salir mal parado y del que no se libra ninguno de los políticos que nos gobiernan dado el cariz que está tomando el sentir de la sociedad española y el comportamiento demostrado por personajes como el Inspector Villarejo.
Evidentemente el origen de la expresión tiene un carácter rural, y hace referencia a las pequeñas, pero bastante afiladas espinas que tiene la berenjena en el cáliz; lo que hace que si alguien las va a recoger y no tiene el suficiente cuidado y una conveniente protección puede salir bastante arañado y dolorido; por lo que hay que prestar atención al meterse en un berenjenal, pues en caso contrario puede tener negativas consecuencias.
Pero «por si las moscas» como sinónimo de «por si acaso», una manera de prevenir consecuencias desagradables una vez metidos en el berenjenal, como medida de precaución ante posibles eventualidades ya hay dirigentes que tienden a «nadar y salvar la ropa». Nadar y guardar la ropa son los dos extremos de una situación vital: inseguridad, desnudez y riesgo frente a seguridad, vestido, tranquilidad. Este refrán une lo imposible en la práctica. Cada día, por desgracia, es mayor el número de políticos que hace de él su pauta de vida. Gente que pasa por la vida, interviniendo con astucia para beneficiarse del provecho que pueda producir cada ocasión, sin arriesgarse. Gente de poco fiar, que tira la piedra y esconder la mano, como estamos acostumbrados a ver.
El origen de la primera expresión, «por si las moscas», no está del todo claro, prevaleciendo dos posibilidades en función de la fuente consultada.
La primera nos lleva hasta la costumbre de tapar los alimentos una vez cocinados o justo antes de hacerlo, ante la creencia de que las moscas si se posaban sobre los mismos los podían echar a perder.
Esto se hacía como medida de precaución, incluso sin haber visto una mosca en ese lugar en todo el día; tapándose por tanto «por si las moscas», y adquiriendo esta expresión un significado mucho más allá del meramente culinario.
La segunda posibilidad nos traslada, casualmente, hasta Gerona (España) y una leyenda que surgió en 1287, cuando las tropas de Felipe II de Borgoña invadieron la población, arrasándolo todo a su paso.
Al llegar a la tumba de San Narciso, patrón de la localidad, también quiso destrozarla y profanarla, pero cuando abrió el ataúd donde descansaban los restos del Santo lo único que encontró fue millones de moscas que les atacaron y contagiaron la peste, lo que les hizo huir despavoridos; adquiriendo desde ese momento un uso popular entre la población la citada expresión.
De la misma manera, los investigados quieren amenazar al resto de la jauría política con contar algún íntimo secreto que puede suponer un perjuicio grave hacía esta persona, amenazan con «tirar de la manta», expresión al día con la sentencia del Sr Bárcenas y su mujer.
Vamos a ver los dos posibles orígenes de la expresión:
El origen más comentado en las diversas fuentes consultadas nos lleva hasta Navarra en los Siglos XVI-XVII, en una época en la que los judíos habían sido expulsados de esos territorios a no ser que se convirtiesen al cristianismo, razón por la cual podrían permanecer en la zona casi sin ningún perjuicio; y digo casi, debido a que ahora adquiere gran protagonismo la «limpieza de sangre» de las familias.
La «limpieza o pureza de sangre» no era otra cosa que pertenecer a un linaje «puro» cristiano que actualmente está en uso en Cataluña y Vascongadas con los apellidos de los pura sangre.
Estas personas «limpias» serán automáticamente capacitadas para desempeñar cualquier tipo de cargo público, además de otras prebendas.
Pues en 1610 se cuelga en la Capilla del Cristo del Perdón de la Catedral de Tudela (Navarra, España) una enorme tela (llamada manta) con el nombre de las familias que no eran «puras», y por lo tanto gozaban de peor consideración que las otras, a modo de «recordatorio» y en cierto modo de escarnio público.
Por eso se dice «tirar de la manta» cuando se quiere sacar a la luz un secreto inconfesable y/o vergonzoso, pues lo que se hacía no era tirar la manta a ningún lado, sino «tirar» de la lista que aparecía en la manta para comprobar los antecedentes familiares de determinados linajes como sucede actualmente en ambas regiones.
El otro origen nos lleva también al Siglo XVI-XVII, más concretamente a las fondas donde se alojaban los viajeros menos pudientes.
Era común el que se compartiese cama con otra persona, ya que así salía más barato el pernoctar, pero el problema venía a la hora de taparse para no pasar frío, pues cada cual tiraba de la manta hacía su lado para abrigarse mejor, con lo que dejaba al «compañero» de cama destapado y con las «vergüenzas» al aire; por lo que también se baraja esta teoría como posible origen de la expresión.
De todo lo dicho podemos concluir, que no les «salvará la campana» porque «nos meteríamos en un berenjenal»; pero «por si las moscas» ya hay quien piensa en «tirar de la manta» para «nadar y salvar la ropa».
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