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Teniendo allí conocimiento de que los dispersos de la facción vizcaína se unían a las fuerzas de Álava y Guipúzcoa, que se hallaban en Oñate, ordenó al General Lorenzo que ocupase Vergara con su División, llevando en ésta disposición el objeto de comunicarse y proteger a la columna del Brigadier Jáuregui que operaba por la parte de Tolosa y al efecto se puso en marcha en el referido día 3, con los Batallones de Gerona, Almansa, África y Extremadura, y tres piezas de artillería rodada, únicas fuerzas de que podía disponer y con las cuales pernoctó en el pueblo de Orrio. Teniendo noticia en este punto de que todas las fuerzas carlistas de las Provincias Vascongadas se encontraban reconcentradas en Oñate y que las de Navarra caminaban también en la misma dirección no creyó el General Valdés prudente exponer sus fuerzas en posiciones tan formidables; pero juzgó de su deber de impedir a toda costa la reunión de los navarros, batiendo a los vascongados antes de que aquellos se les agregasen. Mandó en su consecuencia al General Lorenzo para que al amanecer del día 4, ocupase y sostuviese a toda costa el puente, que desde el camino real conduce a Oñate; al General Jáuregui que reemplazase en Vergara al General Lorenzo, y a la una de la noche se puso el mismo General en Jefe Valdés, en marcha con las tropas que llevaba a sus órdenes, encontrándose al romper el día sobre el puente, sin que los enemigos se hubiesen presentado, porque sabedores en la tarde anterior del movimiento de las tropas desde Durango a Orrio, habían abandonado aquel punto el grueso de las fuerzas, quedando muy pocas en Oñate, sino en el boquete de su entrada. En tal situación, Valdés hizo adelantar 150 Carabineros de Costas y Fronteras de Infantería y Caballería, las Compañías de tiradores del 3º de Infantería ligera y 20 caballos de Cazadores de la Guardia, al mando todas estas fuerzas del General Lorenzo, encargándoles de picarles la retaguardia y de promover su dispersión. Al cumplir Lorenzo su cometido, encontró al entrar en Oñate dos Batallones de la facción de Vizcaya que se disolvieron casi sin disparar un tiro, abandonado las armas, pertrechos, dos cureñas y carros de municiones, realizándose de esta manera el pensamiento del General Valdés, porque al tener los navarros noticia de estos sucesos detuvieron su marcha. Poca importancia dio en sus partes el General en Jefe a estas operaciones, más sin embargo fueron altamente importantes sus resultados pues produjeron la dispersión total de las fuerzas vascongadas en cuyas filas penetró el desaliento y la confusión hasta tal punto que los más decididos carlistas, si hemos de tener en cuenta la opinión de uno de los escritores de este partido, creyeron terminada de hecho la guerra, a consecuencia de estos movimientos.
Esta ocasión le pareció al General Valdés la más oportuna para proteger, sin paralizar las operaciones, la marcha a Navarra del General Sarsfield, pues hallándose sobre la Borunda los carlistas que aún estaban reunidos, al paso que se escoltaba al Virrey de Navarra, se buscaba a aquellos y se les batía o dispersaba. Poniendo pues el General Valdés a las órdenes de Lorenzo la mayor parte de las fuerzas le previno que terminada una expedición que por Zegama y Segura debía practicar, marchase por Aránzazu, y atravesando la cordillera de San Adrián se situase en Salvatierra y sus inmediaciones, donde debía encontrarse el día 10. Comunicadas estas órdenes, se dirigió Valdés a Vitoria donde llegó el 6, empleando estos días hasta el 11 que necesitaba Lorenzo para cumplir sus instrucciones, en adoptar multitud de providencias encaminadas al mejor servicio. El 11 salió de Vitoria el General Valdés, regresando el 16, en cuyos días protegió la marcha de Sarsfield, sin que en ella ocurriese ningún acontecimiento notable, digno de especial mención.
Al regresar a Vitoria el General recibió en este punto noticias bastante desagradables que no dejaron de ejercer bastante influencia en la suerte de aquellos países. Irritado el General Castañón, Comandante de la provincia de Guipúzcoa, al observar que su actividad y decisión no producían un definitivo resultado, puesto que batidos y dispersados hoy en un punto los carlistas, aparecían reunidos al siguiente día en otro diferente, puso en estado de sitio el territorio de su mando. Ofendida con esta disposición la delicadeza de los guipuzcoanos, que la creyeron consecuencia de un pensamiento contrario a sus antiguos fueros, produjo efectos enteramente contrarios a los que el General Castañón se había propuesto, pues el fuego de la insurrección cundió más decididamente en aquella provincia que no se había declarado tan abiertamente como sus hermanas a favor de Don Carlos. Mientras esto sucedía en Guipúzcoa, el Comandante General de Vizcaya, deseando dar mayor solemnidad  a la proclamación de Isabel II en Bilbao, reconcentraba en la capital las columnas todas que operaban en la provincia, confiando demasiado en que los enemigos parecían aniquilados totalmente en el suelo vizcaíno, puesto que en ninguna parte de él hostilizaban en aquella época a las tropas de la Reina. Ambas disposiciones paralizando el desaliento de los carlistas, reanimaron su espíritu y obligaron al General en Jefe a pasar a Vizcaya a impulsar la persecución de los rebeldes, empelando en activas y acertadas marchas los siguientes días hasta terminar el año, sin que los enemigos esperasen nunca a las tropas de la Reina, en cuya aproximación se libraban a la fuga en las direcciones que juzgaban más convenientes.
Año 1834
El día 1 de enero de 1834 batió a los enemigos en Senarrusa, el 19 en Alsasua y el 23 en Monreal de Navarra, invirtiendo siempre la más activa persecución los días intermedios. El 3 de febrero sabedor de que los carlistas habían pernoctado aquella noche en Angostura y creyendo que al día siguiente continuarían su retirada sin hacer frente a las tropas de la Reina, dividió el General Valdés sus fuerzas en dos columnas casi iguales, colocando una a las órdenes del General Lorenzo, encargándole de seguir siempre a los enemigos y poniéndose él al frente de la otra, marchó sobre el flanco del enemigo por Aoiz. Más sabedor sobre la marcha de que Zumalacárregui estaba decidido a esperar a las tropas de la Reina en Huesa en posiciones sumamente fuertes, temió que el General Lorenzo pudiera verse comprometido con su escasa fuerza y para evitarlo determinó unírsele sin pérdida de momento, y atravesando los montes en la dirección más recta a pesar de no haber en ellos camino abierto, llegó al punto en que aquel general disponía sus tropas para el ataque. Sin tal acertada maniobra, muy distinto hubiera sido el éxito de la jornada; pues sabedor Zumalacárregui del primer movimiento del General Valdés, estaba decidido a esperar el ataque del General Lorenzo en la posición de Huesa, de la cual, así como de la separación del General en Jefe, hubiera sacado considerables ventajas de lo que le privó el rápido movimiento de Valdés, pues atacando por el frente y flaco izquierdo fue puesto en completa dispersión, después de haber experimentado muy considerable pérdida en muertos y heridos, sin que dejasen también de sentirla las tropas de la Reina. Este encuentro a que tanto el parte que remitió al Gobierno el General en Jefe, como su Hoja de Servicios no dan importancia alguna, dio lugar a demostrarla humanidad y caballerosos sentimientos del General Valdés, hasta el punto de asegurar el autor de la impugnación a la memoria del General Maroto, que si aquel Jefe hubiese continuado al frente del Ejército, no hubiera adquirido la guerra el carácter feroz y sangriento que desgraciadamente adquirió después. He aquí el párrafo que el citado escritor consagra al General Valdés, al terminar la descripción del combate que acabamos de referir.
“Valdés, dueño del campo, recogió algunos heridos carlistas que sus compañeros no pudieron retirar, y los hizo conducir a Huesa, encargando con esmero su curación al párroco y al regidor, hecho que honra altamente los sentimientos de humanidad  y sabia política de aquel digno general, y que agradecieron debidamente sus contrarios. También ganó mucho el general Valdés en ánimo de los habitantes de Navarra y de los soldados de Zumalacárregui por la manera atenta y decorosa con que hizo redactar el parte de esta acción, en cuyo documento, sin faltar en lo más mínimo a la exactitud, no hay una sola expresión que pudiese herir el amor propio de los vencidos”  
Continuando activamente la persecución de los rebeldes, volvió de nuevo a batirlos en Contrasta el 19 de febrero, siendo éste el último encuentro que en esta época tuvo con los carlistas, pues habiendo dimitido del mando del Ejército y accedido S.M. a su petición se le dio el de Castilla la Vieja, al que renunció también, trasladándose a Valencia, para cuyo punto se le concedió el cuartel.
A poco tiempo de haber llegado a esta capital, recibió el nombramiento de Capitán General de aquel distrito y de General en Jefe de su Ejército, que S. M. se sirvió otorgarle por Real Orden de 3 de abril. En este nuevo destino tuvo que luchar con los horrores de la epidemia del cólera y con los esfuerzos que hacían los enemigos para acrecentar el número de sus partidarios, habiendo conseguido reducirlos al estado que se evidencia por el párrafo que a continuación se copia, sacado de una representación que 30 de los vecinos más respetables de Morella redactaron y firmaron para conocimiento del Gobierno el 24 de octubre de 1835, que dice así:
 “No tardó mucho en sacar otra vez la cabeza la hidra de la discordia, desde las grutas más profundas meditaban sus planes inspirados por el genio del mal los corifeos de la rebelión, y saliendo con nueva saña a la lid entre vicisitudes diversas, llegaron al mes de septiembre de 1834, época en que contaban con unos 2000 hombres de fuerza. Esta circunstancia obligó al Excmo. Sr. D. Gerónimo Valdés, entonces capitán general de este reino, a salir de su capital en fines del mismo septiembre con el objeto de asegurar a los pueblos del Maestrazgo y partido de Morella los bienes de la paz, y dirigir personalmente los movimientos de las tropas que por aquí obraban contra la facción. Estas mismas fueron sus palabras en el oficio que dirigió al gobernador de esta plaza en 28 del propio mes. En efecto llegó aquí y sin descansar más que lo preciso, emprendió una campaña tan activa entre las breñas de los puertos de Beceite, penetrando en las guaridas más ocultas que tenía la facción, y desalojándola por último de aquellos puntos inaccesibles, la persiguió con tanto tesón por muy cerca de dos meses, que la redujo a la nulidad; y entonces  solo se vieron acampar nuestras tropas de noche en los altos del barranco de la Estrella, terreno sumamente rígido, sirviéndoles de ejemplo el mismo general. Muy lejos estaría Valdés y estábamos todos de creer que la facción volviese a levantar la cabeza con la vigorosa persecución que entonces sufrió y con el último golpe que le dio el brigadier Nogueras en la Masía de los Guimerans, término de Morella, el 20 de diciembre de 1834. No eran infundadas nuestras esperanzas, los rebeldes aterrados huían despavoridos por todas partes, y el último indulto que por aquel entonces se les concedió, hizo regresar a muchísimos al seno de su familia, quedando solo los cabecillas y algunos de los más comprometidos por sus crímenes. Así era que en principios del corriente año, no se contaba ninguna facción que llegase a 50 hombres, ni entre los confines de las tres provincias a 250.” (extraído literalmente de su hoja de servicios).
Tal era el estado de la guerra en el distrito de Valencia y en los puntos de Cataluña y Aragón que confinaban con el primero. A continuación se reproduce la copia de los sucesos de Valencia:
 “Sabedor Valdés de que durante  su ausencia en el Maestrazgo, algunos estudiantes unidos con varios nacionales habían pedido que en el teatro se tocase el himno de Riego que estaba prohibido por razones que no son de este lugar, previno lo conveniente el rector de la Universidad acerca de los estudiantes, y por lo que hace a los nacionales dio orden para que el domingo inmediato se hallasen todos formados a las seis de la mañana a cuya hora se presentó aquel, y después de haberles pasado revista, los formó en columna de camino y previno a la música que tocase el himno de Riego, a cuyo compás los tuvo dando vueltas en aquel paraje que es u arenal vivo hasta las diez, les dio entonces un pequeño descanso, y concluido ejecutó la misma operación por una hora más, pasada la cual se retiraron al cuartel, siempre al mismo toque de Riego, lo que fue bastante para que nadie mientras el general Valdés mandó Valencia volviese a pedir se tocase el himno de Riego, ni ningún otro que indicase opiniones o partidos políticos presentes o pasados.”
Año 1835
Cuando el 21 de febrero de 1835 fue nombrado definitivamente Ministro de la Guerra, cuyo destino desempeñó solo 35 días, se puede decir por haber dispuesto el gobierno que se dirigiese, aunque con aquel carácter  a las Provincias Vascongadas con el objeto de pasar una revista a las tropas que operaban en ellas con el nombre de ejército de Navarra.
Abandonando en su consecuencia el distrito de Valencia se dirigió a Madrid, del cual salió el 9 de abril, llegando a Burgos el 11, donde se detuvo el 12 para examinar  el castillo y dar las disposiciones  y órdenes para ponerle en estado de defensa. Llegó a Logroño el 15 en donde puesto a la cabeza de las tropas que allí había, dispuso marchar sobre Vitoria, como lo realizó el 16, en cuyo día batió una Brigada enemiga que se hallaba en Peñacerrada,  cogiéndole una porción de raciones y varios efectos de guerra. Llegó a Vitoria el 17 donde permaneció dos días organizando las fuerzas del modo que creyó conveniente y adoptando diversas disposiciones tanto para asegurar la disciplina del Ejército, como para estimular su lealtad. Entre esas disposiciones merecen especial mención las siguientes:
“- Que los oficiales no se separasen de la tropa al llegar a los pueblos hasta que estuviese alojada.
– Que los oficiales de semana asistiesen personalmente a los repartos de las raciones de sus compañías para evitar abusos y desórdenes en perjuicio del soldado.
– Que se pasase revista diaria de municiones a la tropa, señalando penas por los cartuchos perdidos o vendidos.
– Prohibiendo a oficiales y soldados los juegos de azar y envite.
– Que los oficiales enfermos se curasen en los hospitales, abonándoseles un tercio de su paga.
– Permitiendo a los oficiales heridos lo verificasen en sus alojamientos con el abono de la paga entera, y ofreciéndoseles para su alivio y curación cuantos auxilios estuvieran en su poder, incluso de su bolsillo hasta donde alcanzase.
– Concediendo un grado a los jefes y oficiales que hubiesen hecho la guerra en aquellas provincias desde antes de 1º de enero con asiduidad y constancia y no hubiesen recibido ningún otro.
– Concediendo la Cruz de San Fernando a los oficiales de las guarniciones de Maestu y Olazagoitia, y de Isabel II a los soldados de las mismas por las brillantes defensas que habían hecho de estos puntos.
– Ofreciendo a los soldados cumplidos, además de la satisfacción de sus haberes y pluses al tiempo de darles su licencia absoluta, la preferencia para ser colocados en destinos análogos a sus particulares circunstancias, y la rebaja de dos años deservicio a los soldados no cumplidos al concluirse la campaña,  concluyendo por elogiar su decisión, su patriotismo prendas militares, y por ofrecer premios a los servicios y castigos a las faltas de subordinación, valor y disciplina.
– A los rebeldes les ofreció un nuevo indulto por término de 15 días, amenazándoles si no tenía efecto con quemar y arrasar los pueblos de algunos valles, guarida ordinaria de la facción, amenaza que ni se llevó, ni pensó siquiera en llevarla a cabo.”
Dictadas estas disposiciones el 19 salió de Vitoria para Salvatierra con 24 cortos Batallones y 600 caballos en busca de los enemigos, los cuales viéndose amenazados por este movimiento, se retiraron del valle de la Borunda sobre las Amezcuas, a donde se dirigió el 20 el Ejército de la Reina, acampando en el pueblo de Contrasta por haberse replegado los facciosos al fondo del valle. El 21 continuó las operaciones y reconocimientos, de los cuales resultó que la posición que ocupaban era tan fuerte, que no se podía atacar de frente sin imprudencia, lo que le obligó a maniobrar para tomarles el flanco como así se hizo, quedando al anochecer del mismo día colocado sobre la derecha enemiga, y dominando las alturas en que aquellos se apoyaban. Para lograrlo aparentó que trataba de penetrar hasta el fondo del valle y para afirmar más al enemigo en esta creencia, hizo sobre la marcha un cambio de frente amenazando su izquierda. Un simple amago de guerrillas fue suficiente para hacer que el enemigo abandonase el pueblo de Eulate, continuando su retirada por Baquedano, Bazidano, Zudaize y Artaza, donde tenían concentradas sus fuerzas, en número de 11 Batallones. El Ejército en su consecuencia quedó dueño de los puntos más elevados de la sierra, acampando aquella noche en las inmediaciones de la venta de Ubaza.
El día 22 mandó Valdés la acción de las Amezcuas, (más propiamente del puerto de Artaza) de que tanto se habló por causas, miras e intereses diferentes. Apoyado Zumalacárregui en las favorables posiciones que ofrece allí el terreno se dispuso a impedir decididamente al Ejército el paso del puerto. Conociendo Valdés la importancia de apoderarse de un elevado peñasco, pasó a ocuparlo en persona, colocándose a la cabeza de dos Batallones cuyo movimiento decidió la acción, siendo su resultado haber batido al enemigo completamente, causándole la pérdida de 500 hombres aproximadamente entre muertos y heridos, consistiendo la de las tropas de la reina en 2 Oficiales y 27 individuos de tropa muertos, 2 Jefes, 15 Oficiales y 156 de tropa heridos. En este estado se dirigía sobre Estella con el objeto de racionar a la tropa y cubrir este punto, cuando algunas compañías enemigas que no habían estado en la acción, se arrojaron sobre su retaguardia al tiempo que anochecía y causaron un desorden espantoso en el Ejército y con él la pérdida de doscientos cuarenta y tantos hombres, entre prisioneros y extraviados, cuya ocurrencia de que no carece de ejemplo la historia, privó al General Valdés de la gloria de una jornada que debía haber terminado de un modo que podía haber bastado para la reputación de cualquier General. Al poco tiempo de este suceso, celebró de orden del Gobierno el tratado llamado de lord Elliot, que tanto contribuyó a mantener el espíritu público en el Ejército y a enjugar las lágrimas de multitud de españoles. Después de los sucesos que anteceden, ya no tuvo personalmente acciones empeñadas con los enemigos mientras permaneció al frente de aquel Ejército, reduciéndose a la organización de los cuerpos y a guerra de movimientos, con motivo de los cuales tuvo algunos tiroteos, sobre todo en Irurzun, puente Bruñas, Valle de Losa y Peña de Orduña, con ocasión de maniobrar para distraer a los sitiadores de Bilbao como así lo consiguió, al menos por dos meses. El 24 de julio entregó el mando del Ejército en Miranda de Ebro, día marcado para los sucesos de aquella campaña, por haber sido el día en que murió Zumalacárregui de resultas de las heridas que había recibido sobre Bilbao días antes. Hecha la referida entrega del mando, y tan pronto como el deplorable estado de su salud le permitió montar a caballo, se puso en marcha para la Corte, desde donde se trasladó a Cartagena con destino de cuartel, en cuya plaza continuó el resto del mencionado año de 1835.
Año 1836
Permaneció en la misma situación, pero habiendo los enemigos ocupado en el mes de julio con una fuerte División la ciudad de Orihuela, obligaron al gobernador de Cartagena a salir a batirlos en combinación con los Comandantes Generales de Murcia y Alicante; en este estado se presentó el General Valdés al Gobernador de Murcia, ofreciéndole sus servicios, con el cual salió a la expedición, desempeñando al lado del mencionado Gobernador las funciones de Jefe de Estado Mayor a que voluntariamente e prestó no obstante la inferior graduación y circunstancias del Jefe principal; mereciendo por este servicio que el gobierno de S. M. le diese las gracias en los términos que expresa el siguiente oficio:
“El gobernador militar de Cartagena con fecha 30 de julio último ha hecho presente desde Orihuela el nuevo título que V. E. acaba de contraer a la gratitud nacional acompañándole en su expedición y empleando su prudencia, crédito y prestigio en el país para impulsar a los tibios a poner en práctica los medios de rechazar a los enemigos del Estado. S. M. ha visto con mucha satisfacción este rasgo tan propio del noble carácter y de las virtudes de V. E. y de su sincero amor a la patria, y en su consecuencia me ha prevenido de que dé a V. E. las gracias en su real nombre en los términos que lo ejecuto, cabiéndome no pequeña complacencia en ser en esta ocasión el órgano de que S. M. se ha valido para transmitir a V. E. esta señal inequívoca  de sus favorables sentimientos hacia la persona de V. E.  De real orden lo digo todo a V. E. para su conocimiento y satisfacción. Dios guarde a V. E. etc. Madrid 4 de agosto de 1836. – Vigo. – Excmo. Sr. D. Gerónimo Valdés.”
 En este mismo año fue nombrado Diputado a Cortes para las Constituyentes por la provincia de Oviedo, encargo que no pudo aceptar por el mal estado de su salud al tiempo de su reunión.
Año 1837
Continuó en la misma situación de cuartel en Cartagena hasta que en el mes de noviembre fue propuesto por las provincias de Murcia y Valencia para Senador, sirviéndose S.M. elegirle por la de Valencia.
Año 1838
Permaneció en Madrid asistiendo a las tareas legislativas del Senado hasta junio en que se le confirió el mando de Capitán General de Galicia, a cuyas provincias se trasladó sin pérdida de tiempo con la correspondiente licencia del Senado, desempeñando este encargo a completa satisfacción del Gobierno y con conocida utilidad de la causa pública, habiendo logrado por sí o por medio de sus subalternos quitar a los enemigos en esta penosa aunque poco brillante campaña, cincuenta y tantos Oficiales o cabecillas y más de 600 individuos de tropa entre muertos, heridos o prisioneros. En el número de bajas que tuvo la facción gallega durante el mando de Valdés, se encuentran los más aguerridos partidarios y de más influjo del país, tales como el Varela, los Comandantes Delgado y Pobadura, los Capitanes Duro, Torreira, Vigo, Pellicas, Taboada y Ramos y últimamente los cabecillas Fariñas Gómez Araujo, Varela, Arias, Arnay  y García con una porción de subalternos. Además pasaron de 700 las armas de fuego, sables y lanzas cogidas y de 150 caballos aprehendidos o presentados.
Año 1839
A principio de este año se encargó del mando de la Guardia Real Exterior de todas las Armas para el que había sido nombrado el 21 de diciembre anterior, cuyas funciones desempeñó hasta que el 5 de junio del propio año fue nombrado Capitán General del Ejército y Principado de Cataluña con retención de la mencionada Comandancia de la Guardia Real. Desde finales de junio de este año hasta el 20 de enero del siguiente desempeñó el mando de dicho Ejército y Principado de Cataluña, sin desatender por eso el despacho de los asuntos graves de la Guardia que se le remitían por correo a su consulta y resolución. Trasladado a Barcelona en donde permaneció solo los 14 días que invirtió en el arreglo de las subsistencias y haberes del Ejército, salió a ponerse a la cabeza de las tropas que operaban en la montaña para dar más impulso y unión a las operaciones. El Ejército contaba entonces con 23.000 hombres de todas las Armas e Institutos, pero tenía que guarnecer con ellos once plazas o castillos de guerra, o llámense fortificaciones permanentes y 245 pueblos mal fortificados, de modo que no quedaban a pesar de ser auxiliado por la Milicia Nacional, para operar, mantener las comunicaciones y escoltar los convoyes de guerra y los de particulares que eran infinitos, como se concibe en un distrito tan industrioso como el de que se trata, más que 8.000 hombres escasos, fuerza bien inferior con mucho a la que presentaban a cada paso los enemigos, por lo que tuvo que suplir su falta con sus combinaciones y con la prodigiosa rapidez en los movimientos que logró introducir en aquel Ejército, que con razón se podía llamar Ejército modelo a cuyas virtudes se debió que los enemigos no hubiese podido obtener ninguna ventaja durante su mando, si se exceptúa la ocupación y quema de la villa de Moya acaecida por inteligencia de los enemigos con muchos de los de dentro, precisamente en los tres únicos días que durante su mando faltó de la montaña por causas imperiosas; habiendo por el contrario las tropas de la Reina obtenido ventajas de mucha consideración tanto en la ofensiva como en la defensiva. Enumerar los frecuentes tiroteos más o menos empeñados que sostuvo en esta campaña sería cosa demasiado prolija, pero no se puede menos que citar las brillantes acciones  ocurridas los días 14, 15, y 16 de noviembre entre Peracamps y Solsona, por las cuales el Gobierno premió con ascensos, grados y cruces a una porción considerable de Jefes, Oficiales y Tropa; el General en Jefe fue agraciado con la Gran Cruz de Carlos III. También merecen particular mención aunque de menor importancia, los encuentros Castelltersol, y por último la acción sostenida el 28 del mismo mes de noviembre en las inmediaciones del pueblo de Centellas, de que resultó una completa dispersión en todas direcciones con porción de muertos, heridos y algunos prisioneros de la División enemiga que la sostuvo.
Año 1840
Una vez entregado el mando del Ejército de Cataluña a que había accedido el Gobierno de S.M. en virtud de las reiteradas renuncias que había hecho del mismo, regresó a Madrid a continuar con el mando de la Guardia Real Exterior de todas sus Armas que aún conservaba, y en cuyo único desempeño se ocupó hasta el 11de junio, día en que salió de Madrid acompañado de SS.MM. en su viaje a Barcelona, mandando como Comandante General de la Guardia, todas las fuerzas que se habían destinado de Madrid y de otros puntos para la seguridad en la marcha de tan sagrado depósito, el cual puede decirse que tuvo que atravesar entre partidas o columnas facciosas, desde el día inmediato a su salida de Madrid hasta el día de su entrada en Barcelona. En esta marcha que con razón se puede llamar campaña, contrajo un mérito muy singular por la inteligencia y celo con que dirigió a su objeto hasta conseguir su fin, debiendo hacer particular mención del hecho siguiente. Habiéndose sabido en la noche del 14 en el Cuartel Real que pernoctaba en Medinaceli, que el Jefe carlista Palacios se hallaba en las inmediaciones de Alcolea con seis Batallones y seis Escuadrones, había atravesado la carretera real después de haber pasado SS.MM. se pusieron a deliberar sobre lo que convenía practicar en aquellos momentos, en cuyo acto el Comandante General de la Guardia que asistía a la deliberación, aseguró que se podía destacar en persecución de Palacios la División que mandaba Don Manuel de la Concha en el concepto de que el Comandante General de la Guardia respondía de la seguridad de SS. MM. con las tropas que le quedaban. Los Ministros siguieron este dictamen; Concha marchó al día siguiente en persecución de Palacios, y a las veinticuatro horas había dejado de existir aquella funesta facción, de la cual si se le hubiera dejado internar en los pinares de Soria hubiera dado mucho que hacer. El parte del Ministro de la Guerra dirigido al de la Gobernación sobre este acontecimiento, inserto en la Gaceta de 18 de junio de 1843 daba una idea bastante explícita de lo que se acaba de indicar. Después de la llegada de la regia comitiva a Barcelona, continuó en el mando de la Guardia Real hasta el 12 de julio sin que hubiese ocurrido la menor novedad, en cuya fecha de Real Orden se entregó dicho encargo al Duque de la Victoria, siendo nombrado al propio tiempo Valdés, Inspector de Milicias Provinciales. Permaneció en aquella ciudad hasta la salida de SS. MM. y luego en Valencia hasta el día antes señalado para la salida de la Corte para Madrid, deteniéndose en uno y otro punto por insinuación de la Augusta Reina Gobernadora. Se trasladó a Madrid y se hizo cargo de la Inspección de Milicias Provinciales, lo que verificó a finales de septiembre, continuó a su frente hasta el 5 de noviembre del mismo año en que fue nombrado Capitán y Gobernador General de la Isla de Cuba y Presidente de sus Audiencias.
Año 1841
Embarcado en Cádiz el 20 de diciembre del año 1840, llegó al puerto de la Habana el 17 de marzo de 1841, tomando posesión de sus cargos al día siguiente.
Año 1842
Continuó en la isla de Cuba en el propio destino durante todo él.
Año 1843
Siguió desempeñando los mismos cargos hasta el 12 de septiembre, en que por orden del gobierno provisional establecido entonces en la metrópoli entregó aquellos mandos al General que se le designaba, y salió para España el 17 del mismo mes de septiembre, llegando a Madrid el mismo año. Durante la travesía sufrió a la salida del canal de la Florida, un horroroso temporal que desarboló todos los palos del buque en que venía y en el que habría ciertamente perecido de no haber aparecido a la vista una fragata anglo-americana que lo llevó a bordo, suministrándoles, como asimismo a los demás pasajeros y tripulación, los auxilios que necesitaban en la triste situación en que se veían.
Durante la época en que Valdés ejerció en Cuba el mando de la isla, desempeñó no solamente las penosas tareas del despacho ordinario que son consiguientes a tantos diferentes mandos, como reúnen en sí los Capitanes Generales de Ultramar, sino que prestó otros muchos de gran interés y que pueden llamarse pasajeros o de circunstancias. En primer lugar tuvo que sostener polémicas acaloradas, y de graves consecuencias las más, con los Almirantes de las potencias extranjeras, con los Cónsules de las mismas, especialmente con el de la nación inglesa y algunas veces también con nuestros Ministros residentes en las repúblicas reconocidas de América, en cuyas contiendas salió siempre victorioso y recibió no solamente la aprobación del Gobierno español, sino que los extranjeros tuvieron que reconocer la razón y justicia con que había procedido. Habiendo un buque de la marina del gobierno de la república de Haití apresado a dos mercantes españoles cargados de harina, hizo salir de la Habana, a las veinticuatro horas de tener conocimiento del suceso, tres buques de guerra españoles rumbo a las costas de Haití, y orden de apresar al paso mayor número de buques y de reclamar la devolución de los españoles y la indemnización de los daños y perjuicios causados por aquel acto de piratería. Merced a tan enérgicas medidas, nuestro pabellón obtuvo las competentes satisfacciones, pues aterrado el gobierno de la república, puso en libertad los buques apresados, y satisfizo en dinero contante la cantidad en que habían sido calculados los perjuicios por el tribunal de comercio español. Tan acertadas fueron estas disposiciones, y tan eficaz escarmiento produjeron, que desde entonces al día de hoy, los haitianos no han vuelto a perpetrar actos parecidos.
Pero donde el General Valdés, demostrando prácticamente sus nobles y filantrópicos sentimientos, mereció bien de la causa de la humanidad adquiriendo grandes títulos al aprecio de todos los pueblos, fue en las cuestiones relativas a la esclavitud, en las que se mostró tan humano, leal y desinteresado como firme, enérgico y decidido; pues condolido de la miserable situación de la raza negra, no solo publicó un reglamento mejorando su tato y que en la sesión celebrada el 29 de enero de 1845 por el Congreso de los Diputados, fue considerado por el señor Ministro que lo era de Estado en aquella época como un modelo de benignidad, sino que rehusó siempre participar de las exorbitantes ganancias que sus antecesores habían reportado siempre del tráfico de esclavos, que durante su mando llegó a disminuir de una manera considerable. Este noble proceder ha merecido a Valdés los mayores elogios; podemos consignar aquí las palabras de los comisionados de S.M. B. en la Habana, en el informe que dieron con fecha 2 de enero de 1845, y los párrafos de algunos discursos pronunciados en las Cámaras inglesas por algunos de los eminentes oradores y hombres de estado de aquel país.
“Al presentar este informe, decían los comisionados a quienes arriba nos referimos, no podemos menos que expresar en su principio la satisfacción que experimentamos al poder asegurar por primera vez en la historia de la comisión, que se ha observado la mayor buena fe con respecto a la observancia del tratado y que en aquel capitán general en cuanto personalmente ha estado en sus facultades, ha cumplido las promesas que hizo sobre el particular al tomar el mando a principios de 1841. Al hacer este justo elogio de la integridad del general Valdés debemos también tomar en consideración el número de negros declarados emancipados por decreto del tribunal mixto a quienes ha puesto en completa , posesión de su libertad en lugar de volverlos a consignar a la servidumbre que importa tanto como la esclavitud, según la práctica de sus antecesores. Confiamos que los esfuerzos de este  gobierno (el británico) al mediar como lo está verificando, para impedir la habilitación de buques negreros y la salida de los que aún pudieran ocuparse en su tráfico, se verán coronados por un feliz éxito, y el tráfico que hasta aquí se ha hecho, se considerará como finalizado. El gobernador además, en el período de un año, ha apresado cinco partidas de negros nuevamente introducidos que ascienden a 754. Durante el año 1842 dio completa libertad a 1215 de los esclavos puestos en libertad por la comisión mixta, antes del tratado de 1835, y los cuales aunque emancipados nominalmente, habían sido retenidos en un estado de virtual esclavitud.”
Ocupándose de la cuestión de la abolición de la esclavitud el conde de Aberdeen, citó en este informe además los siguientes datos que tanto enaltecen al General cuya biografía reseñamos.
“Ninguno de los negros que fueron declarados emancipados con arreglo a las decisiones del tribunal mixto, se ha colocado por el general Valdés en esa especie de servidumbre que participa el carácter de esclavitud, sino que por el contrario, fueron entera y completamente puestos en libertad. Esto lo hizo claramente con desventaja de sus intereses particulares y era una práctica que se hallaba en oposición con la seguida  por sus antecesores. Aprecia que el número de buques pertenecientes a la Habana que en el año 1838  estaban ocupados en el tráfico de esclavos era de 71; en el año 1839 era de 59; en 1840 era de 54; en 1841era de 51 y en 1842 solo había 3 buques empleados en el tráfico.  El número de negros introducidos en 1839 fue de 25000, en 1840 fueron 14470, en 1841 lo fueron 11857 y en 1842, solo lo fueron 3150. El mayor número introducido fue el de 28000. A instancia del tribunal mixto fue emancipada una gran porción de éstos y el general Valdés en el curso del año pasado emancipó 1215. Y esta conducta de su parte, no hay duda que será altamente estimada cuando la Cámara recuerde que el general Valdés se hallaba en posición de realizar un gran caudal, no obstante, no era rico; el general Valdés se hallaba  orgulloso con su pobreza, y declaró una y otra vez que no la trocaría por riqueza alguna por semejantes medios, y la sinceridad de esta declaración fue probada completamente por la buena fe con que siempre procedió”.
En la misma sesión dijo el Conde de Clarendon que:
 “Convenía con el preopinante en cuanto a la noble y generosa conducta del general Valdés, porque no existía un hombre más honrado. Salió de su país, añadió el orador, para poner fin al tráfico de esclavos y aunque pudiera haber seguido el ejemplo de sus antecesores, eligió más bien rechazar la riqueza que se hallaba a su alcance que ser accesible al tráfico de negros. La Cámara puede juzgar la facilidad con que el general Valdés podía adquirir un inmenso caudal cuando sepa que era costumbre abonar a sus predecesores una suma equivalente a 3 libras 16 chelines por cada esclavo introducido y que un gobernador de Cuba llegó a realizar hasta 500.000  pesos.”
Estos elogios reiterados posteriormente por Sir Roberto Peel en la Cámara de los Comunes en la sesión del 16 de julio de 1844 y por Lord Brougham en la de los Lores el 26 de julio de 1846, son tanto más notables cuanto que parten de la boca de extranjeros poco acostumbrados a respetar a nuestros hombres y nuestras cosas; y de extranjeros que encontraron en el General Valdés una autoridad celosa por el decoro de su país y que se opuso siempre con la mayor energía a las indecorosas pretensiones de los ingleses, cuando se atrevieron a proponer que en la isla de Cuba se practicase una pesquisa, con intervención de los agentes de aquel país para averiguar el número de esclavos que se hubiesen introducido contra el tenor de los tratados y que se diera libertad desde luego a todos los importados desde 30 de octubre de 1820.
Tan altiva exigencia había indignado el noble pundonor del General Valdés que considerando su aceptación como deshonrosa al Gobierno español dirigió al Ministerio una interesantísima comunicación en la que se expresaba en los términos que siguen:
“Me anima la esperanza de que S. A. el Sermo. Sr. Regente del reino y su gobierno, desecharán el proyecto negándose a todo acto de pesquisa, manifestando que continuarán dando sus órdenes las más convenientes para la constante observancia de los tratados, según su espíritu y literal texto, no infringidos por parte del gobierno y de las autoridades que la representan dentro del territorio de la isla. Si me engañase, resignaría el mando para que otro de los hombres más robustos pudiese tomar sobre sí la responsabilidad de conservar la isla unida a la metrópoli, adoptada la pesquisa, de presenciar su destrucción y desaparición para España y para el mundo civilizado. Haría más, no volvería a pisar suelo español y pasaría los pocos días que me restan de vida en un rincón del mundo, en donde pudiese ocultar haber pertenecido a una nación tan gloriosa  en otro tiempo y que en el día se sometía a una humillación tan degradante.”
No menos que en la Gran Bretaña fue apreciado en nuestro país un proceder tan noble, tan leal, tan enérgico y tan desinteresado y en el Congreso de nuestros Diputados resonaron también frases que el ilustre General estimará no menos que las que le consagraron los oradores extranjeros.
La más evidente prueba de la benignidad y filantrópicos sentimientos de Valdés, no menos que del constante celo con que procuraba aliviar la suerte de esa desgraciada raza destinada por una bárbara codicia al duro yugo de la esclavitud, se encuentra en lo poco frecuentes que durante su mando fueron las sublevaciones de negros, que tantas veces se repitieron durante el mando de otros Generales, y que en el período que no llegó a cuatro años en que lo desempeñó el General Tarancón , cuyo nombre siempre la Isla de Cuba, pasaron de veinte. Tres solas sublevaciones estallaron durante la administración y gobierno del General Valdés; la primera fue sofocada en el acto por haberse declarado en la capital; y de las otras dos ninguna excedió de las 24 horas, siendo muy de notar la circunstancia de que habiendo ocurrido una en el campo de Matanzas, cuando llegó al sitio la tropa destinada a sofocarla, y que había emprendido la marcha, minutos después de recibida la noticia, ya estaba restablecido completamente el orden, merced a las previsoras disposiciones circuladas de antemano por el General Valdés.
Ni estos graves negocios fueron los únicos que ocuparon su atención. Muchas fueron también las obras tanto civiles como militares que llevó a cabo en la Isla durante su mando. Pertenecen a las primeras, las mejoras de muchas calles, la apertura de otras, la construcción de la calzada, paseo titulado de Luisa Fernanda y un hermoso puente de piedra en la misma, cuya calzada al mismo tiempo que sirve de recreo a la población, tiene la ventaja de unir los caminos de la Punta y del Harcon, y la más apreciable aún, de comunicar entre sí por la línea más corta los castillos del Príncipe y el de Alfares. Por lo que respecta a las segundas, solo haremos mención de las principales, como el establecimiento de cocinas económicas en los cuarteles, dándoles ventilación y ensanche que fue posible; el haber proporcionado al cuerpo de Artillería un magnífico local para su Maestranza y hecho construir las Baterías necesarias para la instrucción práctica del mismo, como así bien la elevación de una cortina y un baluarte de las fortificaciones de la Habana, adelantándose estas obras sobre el mar y levantándolas desde los cimientos. Pero entre todas estas y otras que se omiten, la más sobresaliente, de mayor utilidad y en que más mérito contrajo el General que cuando se hizo mandaba la Isla, por las dificultades que tuvo que vencer para llevarla a cabo, es sin duda la construcción del magnífico Hospital Militar, establecimiento que merece los mayores elogios a cuantos le visitan, tanto nacionales como extranjeros, con el que se consiguió arrancar de los brazos de la muerte a multitud de soldados. Él mismo hizo durante su mando economías en el personal que ascendieron a dos millones, respetando siempre los derechos adquiridos. Estacionándose en las guarniciones de la Isla los Regimientos de aquel Ejército llegaban a convertirse en verdaderos Cuerpos fijos con perjuicio de su instrucción y disciplina y exposición a ser seducidos en un crítico momento, por no poder desentenderse de las exigencias que son consiguientes cuando los soldados tienen en las ciudades muchas y antiguas relaciones de todo género. Para evitar aquellos males y prevenir éste, estableció Valdés el relevo anual de todas las guarniciones de la Isla, y desde entonces viene practicándose con no poca ventaja de los Regimientos y sin molestia alguna de las poblaciones. Hizo y promulgó un censo de población, comprendiéndose en él porción de noticias estadísticas, especialmente acerca de las fincas rústicas y su dotación de esclavos, el cual mereció la aprobación general por su exactitud verificada sobre los mismos lugares. Promulgó un bando de gobernación y buen gobierno con el correspondiente reglamento para proceder en tales materias, obra que tal vez no tenga igual en ninguna población de España ni de sus colonias. Promulgó un reglamento sobre disciplina y conveniente trato que se debía dar a los esclavos, llevando a cabo con firmeza una obra que el inmortal Floridablanca no había podido plantear en su tiempo, por la tenaz resistencia que los señores de esclavos habían tenido hasta entonces, extraviados acerca de los intereses de la metrópoli y de su gobierno. Por último, hizo una reforma radical en la universidad y demás institutos de enseñanza, con el objeto de impedir en ello la propagación de ideas contrarias a la unión de aquella Isla a la Península (sin coartar, antes bien dando mayor extensión a las materias de enseñanza) cuya medida empezó ya a producir saludables resultados, por lo que lo mismo que todas las demás reformas y medidas anteriores, recibió ésta la más cumplida y explícita aprobación del Gobierno Supremo de la Nación. El mando del General Valdés en la Isla de Cuba es considerado por nacionales y extranjeros como uno de los más gloriosos y acertados de cuantos ha habido en ella desde su descubrimiento hasta que lo dejó, como se halla consignado en el expediente relativo al mando político que obra en los archivos del Ministerio de la Gobernación de Ultramar. Los pueblos todos  de la Isla, por medio de sus respectivos ayuntamientos y demás corporaciones, y por otros conductos no menos significativos, le manifestaron después de su salida lo muy satisfechos que quedaban de su paternal y desinteresada administración y lo sensible que les era que no les hubiese mandado por más tiempo. El gobierno de S.M. fue no menos explicito en aprobar todos sus actos en más de cien Reales Órdenes sumamente satisfactorias que no se copian por evitar prolijidad, haciéndose únicamente con la que sigue como corroboración de cuanto se deja dicho:
“He dado cuenta al gobierno provisional del reino de las cartas que el general antecesor de V.E. D. Gerónimo Valdés, remitió a este ministerio de mi cargo bajo los números 1540 y 1545, trasladando dos comunicaciones dirigidas al de Marina, en las cuales manifiesta entre otras cosas las precauciones  y sistema de gobierno que había adoptado desde que se encargó del de la isla para afianzar su interesante posesión, cualesquiera que fuesen las exigencias y vicisitudes de la época; refiere las noticias que por distintos conductora recibiera acerca de los últimos sucesos de la península, instalación del gobierno actual en la corte, y de haber dispuesto éste su relevo con V.E. El gobierno después de enterarse de cuanto contienen los referidos escritos, no ha podido menos de penetrarse de que así los principios consignados en ellos como las providencias dictadas con el objeto arriba indicado, justifican el público concepto que dicho general ha merecido en todas las épocas por su conducta leal y patriótica, y demuestran a la vez de un modo terminante que ha comprendido en toda su extensión el estado especial y crítico de nuestras posesiones ultramarinas y los medios que en circunstancias difíciles, como las que atravesamos, se deben emplear para evitar toda especie de novedades y cambios que pudieran conducirlas a su última ruina. Y en consecuencia de todo ha tenido a bien resolver diga a V.E. de su orden, como lo verifico, que está plenamente satisfecho de la conducta observada  por el citado antecesor de .E. en las circunstancias de que se trata, siendo por consiguiente de su aprobación, todas las medidas que con tanta previsión y acierto ha dictado para asegurar la posesión, el orden y la tranquilidad en el distrito que estaba confiado a su cargo, y que como una prueba de aprecio que le merece, un comportamiento tan señalado y patriótico, quiere que a más de darle las gracias en nombre de S.M., queden archivadas en esta capitanía general ambas comunicaciones, para que si, contra lo que es de esperar, volvieran a ocurrir casos semejantes, trace a V.E. y a sus sucesores la marcha que han de seguir. De orden del gobierno lo traslado a V.E. para su inteligencia y satisfacción. Dios etc. Madrid 26 de octubre de 1843.- Firmado.- Antonio Gallego.- Excmo. Sr. Gobernador capitán general de la isla de Cuba.”
Si agradables le han sido las aprobaciones explicitas y terminantes de los habitantes de la Isla de Cuba y de los Gobiernos y Ministros que se sucedieron en la metrópoli, no lo es menos la que obtuvo del Tribunal Supremo de Justicia, a quién está cometido el juicio de residencia de los Capitanes Generales de Ultramar. El expediente instruido con este motivo resulta que de la Isla de Cuba no ha salido otro de igual naturaleza; pues ni un solo testigo de la multitud de ellos que examinaron de todas las categorías y procedencias, tanto en juicio público como en el secreto, no hubo uno solo que produjese la menor queja, ni la alusión más mínima en contra, cuando por la inversa todas las deposiciones son unos honrosos panegíricos, aún las de aquellos que durante su administración no han sido atendidos en sus pretensiones, en sus demandas  o en sus quejas; ¡tales eran la legalidad, justicia y prudencia con que se conducía en sus determinaciones!. La sentencia del tribunal supremo de justicia es como sigue:
“D. Pedro Sánchez Ocaña, secretario de S.M. y su escribano de cámara en el supremo tribunal de justicia y sala de Indias del mismo; Certifico = Que por real cédula de 23 de septiembre último se comisionó en primer lugar al Sr. D. José María Sierra, regente de la audiencia pretorial de la Habana para tomar residencia a D. Gerónimo Valdés por el tiempo que había servido el empleo de gobernador de aquella ciudad, la capitanía general de la isla de Cuba y la presidencia de las audiencias de la misma y a sus asesores y secretarios de gobierno. En su virtud, el citado señor juez comisionado formó los correspondientes autos y dio en ellos sentencia en 22 de febrero de este año, declarando al general residenciado, no solamente libre y exento de todo cargo en el juicio de residencia, sino también que había sido buen servidor de S. M: correspondiendo a su soberana confianza, y haciéndose acreedor de las consideraciones de su supremo gobierno, señaladamente por su celo y mucho desinterés y pureza. Y asimismo declaró libres también de toda responsabilidad a los asesores que resultaba haberles consultado, y eran D. José María Pinazo, D. Pedro María Fernández Villaverde, D. José Laguna y Cañedo y D. las Asís; y a los secretarios de gobierno, teniente coronel D. Gabriel Granados, coronel D. Fernando Solano y capitán de navío de la armada D. Francisco Garnica. = Remitidos dichos autos a la sala de Indias del supremo tribunal de Justicia, en su inteligencia y de lo que expuso el señor fiscal, dictó providencia a cinco del mes actual, confirmando la referida sentencia dada por el juez comisionado, con declaración de que las costas causadas son de oficio, y previniendo  que esta determinación se ponga en noticia del gobierno de S. M. para los efectos convenientes en cuyo cumplimiento y al expresado fin libro la presente en Madrid a 23 de mayo de 1845.= Juan de Dios Rubio.”
El general Valdés puede vanagloriarse con razón de su mando en la Isla de Cuba. Su nombre es grato a los habitantes de aquella preciosa Antilla, cuyas bendiciones le acompañaron durante su travesía, y le acompañan aún hoy en su modesto retiro. Así en la biografía de este General, por una feliz coincidencia, poco común, se hermanan perfectamente la severidad y el rigor de la Ordenanza, con la dulzura, flexibilidad y tacto que constituyen el hombre de Estado.
Año 1844
De cuartel en la Corte.
Año 1845
 En la misma situación, sin más que haber concurrido como senador a los trabajos legislativos de este año.
Año 1846
Permaneció en idéntica situación.
Año 1847
Este año fue nombrado Vicepresidente de una Junta presidida por el Ministerio de la Guerra, encargada de formar un proyecto para la organización general del Ejército; Presidente de otra que tiene por objeto presentar las modificaciones que se creyesen necesarias en los cuerpos de Artillería e Ingenieros para armonizarlos con los demás del Ejército y también se le dio la Presidencia de otra Junta de Generales encargada de presentar un proyecto de Ordenanza general.
Años 1848 a 1852
De cuartel en Oviedo.
RESUMEN DE LOS DISTINTOS CARGOS QUE OCUPÓ:
Fue Subinspector General de Infantería y Caballería del Ejército del Perú.- Mandó la División de vanguardia en diferentes campañas.- Mandó en Jefe el Ejército del Perú por espacio de un año. Con sus desvelos, celo interés y conocimientos, contribuyó eficazmente a poner el Ejército en un pie de instrucción y disciplina cual las circunstancias lo permitían.- Fue uno de los Jefes del Perú que siempre rebatió con la mayor firmeza las proposiciones de los enemigos, relativas al reconocimiento de la independencia, tanto en tiempo del sistema constitucional, como en el absoluto.- En muchas expediciones que hizo sobre los enemigos, además de las ventajas militares que adquirió, les quitó una multitud de ganado mular, caballos y otros enseres, haciendo que todo con la mayor religiosidad y desinterés se invirtiese en beneficio del Ejército.- Sirvió sus destinos los últimos cuatro años sin percibir ni la tercera parte de su sueldo, invirtiendo en aliviar al soldado cuanto tenía. Fue Gobernador Político y Militar de la plaza de Cartagena desde el 10 de octubre de 1832 hasta el 11 de noviembre de 1833.- Fue General en Jefe y Virrey en cargos de Navarra desde el 15 de noviembre de 1833 hasta el 18 de febrero de 1834.- El 18 de febrero de 1834 fue nombrado Capitán General de Castilla la Vieja, cargo que no llegó a desempeñar por haberlo renunciado.- Fue Capitán General de Valencia desde el 3 de abril de 1834 hasta el 21 de febrero de 1835.- Fue Ministro de la Guerra desde el 21 de febrero de 1835 hasta el 9 de abril del mismo año .- Fue Ministro de la Guerra con el mando en Jefe de las Tropas de Operaciones desde el 9 de abril de 1835 hasta el 14 de junio del mismo año. Y desde éste día hasta el 23 del mes y año, General en Jefe solamente.- Fue Capitán General de Galicia y su Ejército desde el 22 de junio de 1838 hasta el 15 de febrero de 1839.- Fue Comandante General de la Guardia Real Exterior de todas las Armas desde el 15 de febrero de 1839 hasta el 11 de junio de 1840, y desde esta fecha hasta el 11 de julio, Comandante de la Guardia solamente.- Fue Inspector General de Milicias Provinciales desde el 11 de julio de 1840 hasta el 5 de noviembre de dicho año.- Fue Capitán General de la Isla de Cuba con la Presidencia de sus Audiencias, el Gobierno Político y demás mandos que le son anejos desde el 5de noviembre de 1840 hasta el 11 de septiembre de 1843.- Fue elegido Diputado para las Cortes Constituyentes de 1837, aunque no llegó a desempeñarlo, por haber renunciado en razón a su estado de salud.- Fue Prócer del Reino, Senador electivo por la provincia de Valencia.- Posteriormente fue Senador vitalicio.
CONDECORACIONES:
Se halla dos veces declarado Benemérito de la Patria por las batallas de Castillejo y la Albuhera.- Condecorado con las cruces de Espinosa de los Monteros, Alba de Tormes, Chiclana, Tarifa, la de los Ejércitos de Galicia y cuarto y agraciado con la chica de Carlos II por haber sido individuo de la junta Hispaniense.- Por Real Cédula de 14de diciembre de 1824, se halla condecorado con la Cruz de quinta clase o Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando, por el mérito heroicamente distinguido que contrajo en la campaña contra los insurgentes del Reino del Perú.- Asimismo usa de las cruces de distinción concedidas por las batallas de Ica, Torata, Moquehua y campaña del Sur por cédulas expedidas en l 9 de julio de 1830.- Está en posesión de la Gran Cruz de Isabel la Católica.- Posee también la Gran Cruz de Carlos III.- Está en posesión de la Cruz de la Legión de Honor de Francia, con el correspondiente permiso para usarla.-  Está en posesión del título de Castilla con la denominación de Vizconde Torata y Conde de Villarín.
DISTINCIONES CIVILES:
Bachiller en los derechos civil y canónico.- Socio de la Academia Lauretana de Ciencias y Artes de la ciudad de Arequipa en el Perú.- Académico de Honor de las nobles y bellas artes de Zaragoza.- Individuo de la sociedad del país de Cartagena. – Individuo de la sociedad del país de Murcia.- Individuo de la sociedad económica de Valencia.- Individuo de la sociedad de amigos del país de Santiago.- Individuo de la sociedad patriótica de la Habana.
 

 

A N E X O

 

RELACIÓN DE ALGUNOS DE LOS PERSONAJES QUE TOMARON PARTE EN LAS OPERACIONES QUE SE DESARROLARON EN EL PERÚ

    General Don Gerónimo Valdés Sierra, el personaje central de esta obra

 General D. Joaquín Blake y Joyes

 

 

General Don Francisco López Ballesteros

 

General D. José de la Serna

  

General D. Pedro Antonio de Olañeta

  

General Don José Canterac

 

 

General Don Baldomero Espartero

 

General Don Antonio Seoane

 

                                    General Don José Santos de la Hera

 

General Don Andrés García Camba

          General Don Mariano Ricafort y Palacín

 

General Don Juan Rodríguez Orozco

 

 

General Don Rudecindo Alvarado

 

General Don Baldomero Espartero

 

General Don Pedro Carratalá Martínez

 

General Don Pedro Antonio de Olañeta

  

General Don Alejandro González Villalobos y La Carrera

 

General Monet

 

General Don Valentín Ferraz 

Fuente:

– Su Hoja de Servicios

– Torrente, Antonio “Historia de la Revolución Hispano-Americana” Tomo III (1830)

– García Camba, Andrés “Memorias para la Historia de las Armas españolas en el Perú”

– Leguia y Martínez, Germán “Historia de la Emancipación del Perú: El Protectorado” 

– Senado de España

– Wikipedia

 

 

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