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Están a punto de cumplirse 96 años.  Ahora que, después de la consumación del desastre norteamericano y occidental en Afganistán, parece imposible ganar guerras largas, sangrientas y costosas en países musulmanes, no está de más recordar que España lo hizo hace un siglo.  La guerra de Marruecos, entre 1909 y 1925, fue la obsesión de los españoles de aquella época. Un “Vietnam” particular para España que vivió momentos especialmente trágicos como el desastre de Annual en 1921, donde murieron 10.000 soldados españoles. Como ha señalado el prestigioso hispanista norteamericano Stanley G Payne, España sufrió en el Rif en aquellos años la subversión armada más importante y mejor organizada de todo el mundo colonial afroasiático de los años 20.

La guerra de Marruecos permaneció empantanada muchos años porque los gobiernos liberales y conservadores del período de la Restauración obligaban al Ejército a permanecer en posiciones defensivas en torno a Ceuta, Melilla y Tetuán prohibiendo cualquier tipo de ofensiva hacia el interior de la zona rebelde por considerar demasiado arriesgadas políticamente ese tipo de operaciones militares, aunque pudiesen resultar potencialmente decisivas.  Además, algunos de los más importantes militares españoles de la época, como el general Berenguer, impulsaron la organización del Protectorado español en el norte de Marruecos en base a una multitud de pequeñas posiciones aisladas que supuestamente hacía innecesaria la presencia de grandes contingentes militares ocupando físicamente la zona rebelde.

Esto proporcionaba una ilusión de control español de la zona pero en el desastre de Annual quedó claro que las posiciones aisladas no servían de nada y podían derrumbarse en cadena si no existía un dominio efectivo del territorio. Además la necesidad de abastecerlas ocasionaba gran cantidad de bajas y una sensación de guerra interminable e imposible de ganar. Después de Annual, el Ejército tuvo claro que una guerra colonial impopular no podía ser librada en base a reclutas (una lección que décadas más tarde aprenderían duramente los franceses en Argelia y los norteamericanos en Vietnam) sino mediante unidades voluntarias y profesionales altamente especializadas. A partir de ese momento la Legión y los Regulares llevaron el peso de la guerra.

A partir de 1921 muchas voces reclamaron un desembarco en Alhucemas, en el corazón de la zona rebelde, aún cuando se tratase de una operación de elevado riesgo, como única forma de poder ganar la guerra y ponerla fin. El presidente del Gobierno Antonio Maura quiso llevarla a cabo en 1922, tras reconquistar el territorio perdido en Annual, pero la oposición del resto de partidos de su gobierno de coalición (sobretodo de la Lliga de Cambó) que consideraban el desembarco como una jugada temeraria, le hizo archivar la idea (y le llevó a la dimisión).

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Tuvo que ser el general Miguel Primo de Rivera, que gobernaba España tras su golpe de Estado de septiembre de 1923, quien se decidió a llevarla a cabo en 1925. El desembarco de Alhucemas se iniciaría finalmente el 8 de septiembre de 1925. Pero antes España debió afrontar un peligrosísimo desafío militar. El astuto líder de la rebelión rifeña Abd El Krim, planeó un ataque contra Kudia Tahar, la principal del anillo de posiciones que defendía Tetuán, la capital del Protectorado español de Marruecos, situada muy al oste de la zona de desembarco (hay que aclarar que Ceuta y Melilla no formaban parte del Protectorado al estar consideradas parte integrante de España, lo cual no significaba, obviamente, que no estuviesen en grave riesgo)

Si Kudia Tahar caía era casi seguro que caería Tetuán, lo cual abortaría el desembarco y significaría una catástrofe estratégica para España, que vería esfumarse la posibilidad de acabar la guerra y probablemente se viese entonces obligada a negociar con Abd El Krim una virtual independencia del Rif, a cambio de conservar únicamente Ceuta y Melilla. Una posibilidad que el propio Primo de Rivera no descartaba en el caso de que el desembarco fuese un fracaso. En la práctica eso hubiese sido un escenario de derrota para España con la consiguiente humillación internacional.

Por ello el ataque rifeño contra Kudia Tahar, conmocionó a la España de la época, como se refleja en la prensa del momento. Todos eran conscientes de que en Kudia Tahar se estaba decidiendo toda la guerra de Marruecos. El ataque musulmán contra Kudia Tahar empezó el 3 de septiembre de 1925 y duró hasta el día 12, encabezado por El Jeriro, principal lugarteniente de Abd El Krim, que lanzó 3000 hombres contra Kudia, bien dotados con armas modernas, como ametralladoras y cañones, además de fusiles. Kudia estaba defendida por soldados del Regimiento del Infante número 5, la mayoría de ellos aragoneses y catalanes. Los combates fueron durísimos. Los sitiados se quedaron sin agua y 300 de ellos murieron en combate con fusil o arma blanca contra los guerrilleros moros que asaltaban la posición, pero consiguieron resistir. La naciente aviación militar española jugó un papel crucial abasteciendo con hielo la posición y bombardeando a los rifeños.

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Mientras tanto en Alhucemas el desembarco tuvo lugar y una vez consolidadas las posiciones españolas el general Primo de Rivera envió urgentemente fuerzas de la Legión y Regulares para liberar Kudia Tahar, cosa que lograron tras duros combates el 12 de septiembre.  Los defensores así como los liberadores de Kudia Tahar fueron aclamados como héroes y los defensores supervivientes fueron vitoreados por miles de personas en Madrid en un desfile en el centro de Madrid algunas semanas más tarde. La gesta de Kudia Tahar electrizó a la España de la época, a pesar de la impopularidad de la guerra.

El Ejército concedió nueve Cruces Laureadas de San Fernando a los defensores y liberadores de Kudia Tahar, entre otras condecoraciones. Dos de los laureados eran catalanes, el capitán José Gómez Saracíbar, natural de Tarragona, que comandaba la defensa de la posición y murió en los combates la recibió a título póstumo y el teniente Bartolomé Muntané Cirici, natural de Igualada, que dirigía tropas indígenas marroquíes de Regulares que participaron en la liberación de Kudia Tahar.

España acabaría ganando la guerra, gracias en buena parte a los heroicos defensores de Kudia Tahar, parte de los cuales eran catalanes, aunque permanezcan olvidados para la Cataluña oficial actual. Otra cosa es si la victoria final en Marruecos, conseguida a tan alto precio, valió la pena, pero en cualquier caso el coraje de los hombres que lucharon en Kudia Tahar queda escrito en letras de oro para la historia de España.

Autor

Rafael María Molina