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La MASONERIA en España en el SIGLO XVIII tiene como protagonista al CONDE de ARANDA, ministro y hombre de confianza de CARLOS III.
A veces se ha querido propalar la sospecha de que dicho rey fuera también hijo de la viuda. No es el caso. Lo cierto es que durante siglos la capacidad propagandística de la Secta era tal que no dudaban en aseverar que fueron masones personajes remotos y sorprendentes (incluido del Nuevo y Antiguo Testamento) para hacerse una imagen poderosa ante los crédulos. El mismo autor de las “Constituciones”, Anderson, no duda en inflar la nómina.
En los últimos años el sentido del ridículo se ha impuesto entre los autores masónicos y han reculado, con tal afán desmitificador que incluso ponen en duda la afiliación masónica de José de San Martin, Francisco Miranda, el cura Hidalgo o el mismísimo Conde Aranda del cual hablaremos hoy. El masón más importante del siglos XIX , Miguel Morayta, Gran Maestre del GOE no duda y afirma sin ambages su pertenencia. Sin duda estaba informado suficientemente y tenía acceso a comprobar este particular.
Si el Conde de Aranda no era masón, contemplando su obrar y forma de pensar, deberemos afirmar que lo disimulaba muy bien… Hechos como la expulsión de los jesuitas hablan elocuentemente.
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