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Ocupados como estamos, de forma habitual, en cuestiones tales como el precio de la luz, el incremento en la cuantía del SMI o el nivel actual de desempleo se nos acusa -no sin cierta malidicencia- de no hacer demasiado caso al recuerdo de nuestros Caídos: a la honorable memoria de los Nuestros. Esto -como casi todo lo que se dice por ahí- es radicalmente falso.

Y digo esto cuando nuestra más que peculiar izquierda –esta cursiva sí que es malintencionada- parece preocuparse más de los muertos que de los vivos: de las causas del pasado a las necesidades reales de los vivos. Han vuelto a dar una vuelta de tuerca a ese engendro de la llamada Memoria Histórica: ahora la llaman Memoria Democrática. La progresía y su proverbial cursilería: Ley de Memoria Democrática.

En efecto, a veces es bueno hacer memoria. Como -en el mes de Marzo de 1.936 y casi al mismo momento de tomar posesión- el Gobierno del Frente Popular ilegalizó a una Falange que, de un día para otro, tuvo que hacerse clandestina. Como esta medida gubernamental desarboló nuestros escasísimos recursos. Como los líderes del falangismo fueron encarcelados u obligados a esconderse. Como a esta ofensiva institucional, a pesar de los pronunciamientos contrarios a la ilegalización realizados por nuestro Tribunal Supremo, se unió una ofensiva pistolera de la izquierda -esa izquierda que entonces no llevaba cursivas irónicas sino balas del nueve largo- que acosaba y asesinaba a nuestros militantes en aquella espiral de violencia que nos llevó a una guerra civil.

Esta gente miente. Miente o ignora, que ya no se sabe qué es peor. Porque el falangismo no estaba desarrollando ninguna ofensiva terrorista planificada contra la República. Esto es una sandez: los desorganizados restos del falangismo tenían bastante ya con defenderse de esta doble ofensiva gubernamental y pistolera. Ninguna fuerza política de la época ha conspirado en peores condiciones que la nuestra, con sus líderes encarcelados, sus instrucciones fragmentadas -existe un presunto Manifiesto de José Antonio notoriamente falso dirigido al Ejército- y sus pequeñas fuerzas desorganizadas.

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La Primavera Trágica: un momento crucial del falangismo en el que surgieron personas valientes y desinteresadas que -entre otras cosas- evitaron la desaparición física de la Falange. Hombres de acción, impidieron nuestra absoluta extinción a principios de 1.936. En plena coincidencia temporal con el período más hondo y creativo del pensamiento joseantoniano, estos hombres defendían en las calles de España nuestro simple derecho a existir. Uno de estos militantes ejemplares era el coruñés Juan Canalejo Castells. Lo que han hecho con él es el paradigma del tratamiento especial que se está recetando a nuestros Muertos.

Y es que a Juan Canalejo lo han vuelto a fusilar por medio de una nube de manifiestas falsedades extendidas sobre su memoria: aparece ante la sociedad gallega como el organizador de una suerte de escuadra negra de asesinos, dedicado en cuerpo y alma a asesinar huelguistas, labradores y militantes de izquierda en general. Un fascista sin escrúpulos conspirando contra la República e imponiendo el falangismo a punta de pistola. Todos sabemos que la verdad sobre Juan Canalejo Castells es muy distinta. A su asesinato se une, tantos años después, la segunda muerte que ocasiona la pública infamia sobre su memoria respetable. Una memoria que sus descendientes han mantenido contra viento y marea.

Teniente de Intendencia, fue uno de los asistentes al acto del Teatro de la Comedia. Con anterioridad, y como se había afiliado al jonsismo, una bomba voló el kiosko de venta de pan de sus padres. Es una de las personas más tiroteadas y atentadas de Galicia: tanto que los distintos Jueces de Instrucción que se ocuparon de estos tiroteos le permitieron conservar su pistola. En aquella Primavera Trágica, es arrestada y encarcelada la práctica totalidad de la militancia coruñesa: Canalejo puede escapar a Madrid, donde es detenido y encarcelado en la siniestra Modelo. De ahí ya sólo saldrá para ser fusilado en Paracuellos en Noviembre de 1.936. Es el mismo Manuel Hedilla quien, en Julio de 1.936, debe reorganizar la Falange Coruñesa que ha sido profundamente desarbolada por esta campaña de atentados y detenciones: la verdad de esta triste historia casa muy mal con la idea de unos peligrosos pistoleros que han planificado una actuación de acoso y derribo contra una pacífica República. Es curioso como Juan Canalejo -al igual que el resto de la Falange- tiene acreditada la defensa de las instituciones republicanas durante el Golpe de Estado de 1.934. Ese Golpe -que hiere de muerte a la República- no cuenta para los modernos inquisidores de la Memoria Democrática.

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Este es el peligroso terrorista que dió nombre a una Calle y al Hospital de La Coruña. Y la triste verdad es que -a través de la extensión de la infamia y de la visión deformada de la Historia- a nuestros Caídos los han vuelto a matar. Han vuelto a ser asesinados en función de una de las jugarretas políticas más sucias de la España Contemporánea. Nosotros no vamos a olvidar ni su compromiso ni su ejemplo revolucionario. Les rendimos diario homenaje mientras intentamos formar una alternativa sólida y seria alrededor de las ideas por las que murieron.

Autor

REDACCIÓN