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Alrededor de las dos y media de la tarde del día 10 de abril de 1934, el fundador y Jefe Nacional de Falange Española y de las JONS, José Antonio Primo de Rivera, acompañado, entre otros, por su  secretario, Andrés de la  Cuerda, los abogados de su despacho Manuel Sarrion y Emilio Rodríguez Tarduchy y su chófer José Gómez,  abandonaban la cárcel Modelo de Madrid. En ella se había visto, en una sala de urgencias habilitada por la Audiencia provincial de Madrid, el juicio contra un sujeto miembro de las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas) apellidado García Guerra, acusado de asesinar a un afiliado a Falange Española, Jesús Hernández Rodríguez de Oviedo,  de quince años de edad, de un balazo por la espalda que le atravesó la arteria femoral causándole una lenta muerte desangrado, el día 27 de marzo de ese mismo año de 1934, en la calle de Augusto Figueroa de Madrid, cerca de la Casa del Pueblo.

El resultado del juicio, en el que ha ejercido como acusación particular, ha contrariado sobre manera a José Antonio, pues esperaba un fallo condenatoria contra el agresor, algo que no ha sucedido, pues el tribunal, al retirar el Fiscal los cargos, ha absuelto al agresor por falta de pruebas.

José Antonio, a pesar de que con él esta su chofer, se sienta al volante de su vehículo, en el que también se introducen, de forma apretada, los demás acompañantes.   Antes de emprender la marcha, numerosos jóvenes falangistas han rodeado el coche del Jefe Nacional, saludándole brazo en alto y ovacionándole. Ante ello, uno grupo de Guardias de Asalto a caballo, que se encontraban en las inmediaciones de la cárcel, obligaron a los jóvenes a separase del vehículo.

Tras ello, el coche se puso en marcha por la calle Blasco Ibáñez (actual calle de la Princesa), hacia el centro de la capital. Detrás del coche de José Antonio circulaba otro vehículo, donde iban varios falangistas que habían asistido también al juicio, 

Al pasar por delante de la confluencia de las  calles de Altamirano con Benito Gutiérrez, un grupo de izquierdistas, que se encontraban emboscados, esperándole, arrojaron al paso del vehículo dos petardos, efectuando contra él varios disparos. Uno de los petardos explota y daña una de las ventanillas del vehículo de José Antonio.  Los agresores, cuatro o cinco, en ese instante, desaparecieron a la carrera por la calle de Benito Gutiérrez. José Antonio frenó el coche en seco y se apeó pistola en mano, con la que efectuó varios disparos contra los huidos, quienes también respondieron con disparos, alcanzando varios de ellos la parte trasera de vehículo de José Antonio.

José Antonio y sus camaradas persiguen a los agresores por la zona de la calle de Ferraz. A la persecución se ha unido un  Guardia de Seguridad, quien tomando un taxi persiguió a los agresores. Estos, en su huida, dispararon contra el Taxi, rompiéndole de un disparo el parabrisas. El guardia de seguridad contestó con su arma reglamentaria  a la agresión, pero no pudo detener a los fugados.

Ante los ruidos y las explosiones, al lugar de los hechos acudieron numerosas fuerzas de Asalto, así como varios agentes de Vigilancia. Uno de ellos, Julián César Baranda, detendría a un individuo llamado Manuel González Blanco, de profesión metalúrgico, de treinta y cuatro años de edad, que fue conducido a la comisaría de Palacio, donde se averiguó que pertenecía a la CNT.  El agente Baranda manifestaría que detuvo a González Blanco al oírle decir,  a otros dos individuos, que escapaban a la carrera del lugar del atentado, que no lo hicieran y que disimularan su actitud entre el público. Los dos individuos en cuestión conseguirían desaparecer sin dejar rastro.

Vehículo propiedad de José Antonio Primo de Rivera.

Tras la persecución fallida, José Antonio y sus acompañantes regresaron al vehículo, que de nuevo se puso en marcha, en dirección al despacho de José Antonio, quien seguiría su jornada de trabajo con normalidad.

A la tarde, a su llegada al parlamento fue rodeado por periodistas y diputados a fin de conocer por boca del propio José Antonio los pormenores del suceso. Este, con gran tranquilidad, manifestó: “Esta mañana Informé en una vista que se celebró en la cárcel Modelo, y al salir tomé el automóvil con mi pasante señor Sarrión, mi secretario Sr. Cuerda y otras personas, en total, seis. Como el coche es pequeño, íbamos muy apiñados.”

“Yo conducía, y desde la plaza de la Moncloa tomé la dirección de la calle de Blasco Ibáñez para dirigirme después por los bulevares; pero al pasar por la calle de Altamirano oímos una formidable explosión y a continuación las detonaciones de tres disparos”

“Paré el coche inmediatamente y saqué la pistola para defenderme; pero ni yo ni mis acompañantes vimos a nadie. Nos apeamos del coche y nos dirigimos hacia el sitio por donde sospechábamos que habían huido los agresores, sin que viéramos a ninguno. La gente que había por la calle nos dijo que se habían metido en un portal. Nosotros acordonamos la casa y conseguimos entrar, sin encontrar a nadie. La explosión correspondía, a nuestro juicio, a un petardo que había sido colocado con retraso, y los disparos de pistola comprobamos que no se hablan hecho corriendo la mano como se hace en los ojeos, sino todos en la misma dirección del coche.”

“La parte posterior del automóvil que conducía, presenta visiblemente tres Impactos de tiros de pistola, que de haber hecho blanco en nosotros nos hubiesen herido por la espalda.”

“Naturalmente, saqué mi pistola para defenderme; pero mis amigos, no, porque no la llevaban. SI yo hubiera visto a quienes nos agredieron, hubiera disparado. Desde luego, yo no deseo que se me ponga vigilancia de ninguna especie, porque esto embaraza mucho los movimientos”. ”Se ha tratado” dijo sin concederle demasiada importancia, “de una pequeña aventura pirotécnica; desde luego, bien organizada, más, por suerte, no ha tenido consecuencias,” «Son gajes del oficio de falangista, ya me acertaran de lleno alguna vez» concluyó.

José Antonio concedería, ese mismo día, una entrevista al prestigioso periodista de ABC,  César González Ruano, donde, a su pregunta de si ese hecho había estado relacionado con la vista por el asesinato del joven Falangista Jesús Hernández, José Antonio respondió :” No. Creo, esto sí, que este atentado no tiene el mismo origen que otros de los que tenemos que lamentar las primeras víctimas de Falange Española. Y creo que sus ejecutores pertenecen a un grupo o sociedad perfectamente organizada, que recoge indistintamente una inspiración política u otra, siendo en definitiva un servicio alquilado. En cuanto a la importancia que le concedo al atentado en si para la influencia que pueda ejercer sobre las ideas que preconizo. Ninguna”

“Es cierto que no esperaba el atentado, pues hasta ahora habían sido atentados sindicales, no políticos. No puedo especular con el atentado como pudiera hacerlo una estrella de varietés con el robo de unas alhajas. El movimiento falangista tiene su contenido en sí y por sí. Estas cosas puramente anecdóticas no tienen  ningún interés, ni hemos de darle la menor importancia.”

Asombrado por la tranquilidad y naturalidad  de José Antonio, González Ruano inquiere: “A las tres de la tarde se fue a comer a su casa de Chamartín,  ¡como otro día cualquiera!” José Antonio, a quien el propio Ruano en su artículo define  con “un hombre de sequedad dulce, una sosería gallarda del jerezano de tipo inglés, frío y humano, preciso y sin alboroto”, le contestó riendo: “¡Claro que me fui a comer! ¿Qué quería usted que hiciera?  Cualquiera se queda sin comer después de sufrir una vista y un atentado.

Ruano finaliza la entrevista con estas preguntas: “¿Usted se da perfecta cuenta de que ha podido morir en abril de 1934? ¿Por qué hubiera sentido más morir esta tarde?   “Amigo Ruano”, contestó José Antonio, “Ahora sí. Antes, al ser todo tan rápido, no tuve  ninguna sensación, ni siquiera de peligro”. Lo que más me pudo preocupar es no saber si estaba preparado para morir.  La eternidad me preocupa hondamente. Soy enemigo de las improvisaciones, igual en un discurso que en una muerte. La improvisación es una actitud de la escuela romántica y no me gusta.”  

La noticia del atentado corrió como la pólvora. José Antonio, diputado por Cádiz, recibió innumerables muestras de apoyo, a través de cartas y telegramas, felicitándole por haber salido ileso  y condenando el artero y cobarde atentado.            

Autor

Carlos Fernández Barallobre
Carlos Fernández Barallobre
Nacido en La Coruña el 1 de abril de 1957. Cursó estudios de derecho, carrera que abandonó para dedicarse al mundo empresarial. Fue también director de una residencia Universitaria y durante varios años director de las actividades culturales y Deportivas del prestigioso centro educativo de La Coruña, Liceo. Fue Presidente del Sporting Club Casino de la Coruña y vicepresidente de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña. Apasionado de la historia, ha colaborado en diferentes medios escritos y radiofónicos. Proveniente de la Organización Juvenil Española, pasó luego a la Guardia de Franco.

En 1976 pasa a militar en Fuerza Nueva y es nombrado jefe Regional de Fuerza Joven de Galicia y Consejero Nacional. Está en posesión de la Orden del Mérito Militar de 1ª clase con distintivo blanco. Miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, es desde septiembre de 2017, el miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, encargado de guiar las visitas al Pazo de Meiras. Está en posesión del título de Caballero de Honor de dicha Fundación, a propuesta de la Junta directiva presidida por el general D. Juan Chicharro Ortega.

 
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